Cada día que pasa vemos como se agudiza mas ésta crisis en la que nos vemos inmersos, pero ¿hasta cuando, hasta donde?... Atónica percibo cómo el número de personas que esperan en la puerta de las grandes superficies a que estos cierren aumenta a pasos agigantados. Nerviosos y deseando que alguien saque los contenedores de comida que tiran porque caducan o tienen algún pequeño desperfecto como puede ser en el caso de la fruta.
Te puedes encontrar familias enteras incluso con niños pequeños quienes ayudan a recoger todo el género que tiran por el hecho de que caduque en 2-3 días.
Cuando llega la noche, la ciudad cambia de color. Ya no hace falta irse fuera de nuestro país, lo tenemos casi en la puerta de casa. Cerca de la media noche el hombre y la picaresca se adueñan de puntos concretos de nuestras ciudades, en poco tiempo se apresuran a coger toda la comida que pueden, da igual lo que sea, todo sirve, el hambre no entiende de caducidad… lo peor es que cada vez aumenta más la competencia, antes sólo veíamos a extranjeros, ahora da igual.
Nuestros políticos no parecen ser demasiado conscientes de la situación que están atravesando sus ciudadanos, solo les importa que los bancos no pierdan dinero o que a ellos no les baje su nómina de 6000€ (sin contar viajes y dietas).
Gracias a Caritas, ONG y otras muchas instituciones, las personas en situaciones límite, pueden adquirir lo más básico para subsistir, pero esto también se agota, el presupuesto no da más de sí…
Sino fuésemos tan egoístas, tendríamos suficiente comida y dinero para que todo el mundo viviese en condiciones óptimas, pero la egolatría del ser humano por el tener, nos lleva a esto y mucho más…
Podríamos detenernos un poco, ver qué es lo que está en mis manos, qué puedo hacer y no lamentarnos simplemente cuando oímos las noticias…