¿día de alegría?
¿Qué decir ante este acontecimiento que se repite todos los dos de Noviembre años tras año?
Los cristianos sabemos positivamente que una vez muerto el cuerpo es pura materia corruptible, sin embargo no faltamos a nuestra cita anual para depositar nuestro presente, recordando a nuestros seres más queridos.
La muerte, es algo tan escondido en nuestra sociedad, que todo lo que nos recuerde a ello lo apartamos de manera incondicional. Nuestros mayores ya no valen porque “chochean”, los quirófanos hacen el agosto con lifting y reducciones de arrugas para conseguir cuerpos diez, todo ello por no ser capaces de asumir el paso del tiempo sin ser conscientes que cada paso que estamos dando, estamos muriendo y naciendo de nuevo.
“la fe es confianza en lo que esperamos, convicción de cosas que no se ven” (Hebr 11)
Cuantas veces no habremos pasado al lado de pequeños cementerios donde reposa la memoria silenciosa de tantos que un día estuvieron y ya no están, muchos de ellos, ni siquiera en el recuerdo de sus seres más queridos pero siguen estando vivos…
No es un día de lágrimas y sollozos sino de alegría y confianza, personas que todos sin duda conocemos, nuestros mismos padres, vivieron toda su vida por amor, dando lo mejor a los suyos sin esperar nada a cambio y marcharon de la misma manera que vivieron. En silencio, sin pretender ser recordados, simplemente amaron y supieron marchar…
Eso es lo que nos tiene que quedar de este día. Recordarlos con alegría e intentar dejar la misma huella que un día nos dejaron ellos…
Quiero acabar con un poema de García Lorca muriendo ejecutado tras la guerra civil española a la temprana edad de 38 años.
Y no quiero llantos.
La muerte hay que mirarla cara a cara.
¡Silencio!
¡A callar he dicho!
¡Nos hundiremos todas en un mar de luto!
¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!