Un santo para cada día: 5 de octubre S. Froilán de León. ( Un santo de la reconquista, orgullo de lucenses, zamoranos y leoneses)
Con el fallecimiento de Vicente, obispo de León en el año 900, la vida de Froilán iba a cambiar al ser nombrado sucesor suyo y lo mismo sucede con su amigo Atilano, que este mismo año es elevado a la sede de Zamora. Ambos son consagrados obispos de sus diócesis respectivas un 19 de mayo de 900, el día de Pentecostés
Nos encontramos casi a mediados del siglo IX. Los tiempos que corrían eran duros para una España que estaba rota y había que comenzar a reconstruirla territorial y religiosamente. De la España musulmana llegaban las malas noticias de que la actitud de los árabes se estaba recrudeciendo y que la persecución de los cristianos era una triste realidad con la que había que contar. Al otro lado, en la España Cristiana, dos arduas tareas era preciso afrontar para no verla desaparecer como nación. La primera, era recuperar los territorios perdidos y repoblarlos una vez reconquistados a los árabes y la segunda, era preciso insertar en esos territorios recuperados el espíritu propio que siempre caracterizó a la España Cristiana. La cosa no era fácil en unos tiempos dominados por la ambición y la codicia, pero ahí estaba Froilán junto a otros espíritus nobles y esforzados para intentarlo.
Froilán fue un gallego de pura cepa, nacido a las afueras de Lugo en el año 833. En esta ciudad se instruye con vistas al sacerdocio. A los 18 años tenía muy claro dedicar su vida a Dios, pero no sabía muy bien cómo. Al final se decidió por una vida retirada alejada del mundanal ruido. En los montes de O Cebreiro y de El Bierzo pasaría un tiempo, hasta que las dudas volvieron a su interior. Él estaba a gusto allí, pero había otras urgencias que atender. Hacían falta brazos para llevar a cabo la obra ingente que la España Cristiana tenía por delante y esto le hizo cambiar de opinión. Bajó a los poblados y se mezcló con las gentes para predicar el evangelio. Recorre Lugo, León Zamora, Asturias y Cantabria, trabajando duro y cosechando frutos a granel.
En una de estas correrías conoce a Atilano, con quien habría de entablar una amistad íntima y ambos emprenden un apostolado de forma conjunta, tomando como punto de arranque el monte Cucurrino, lugar donde construyen un monasterio que pronto se vio lleno de 300 monjes, del que Froilán era el abad y Atilano el prior. De aquí irradiaría su intensa labor evangélica que desde el principio prometía ser fecunda. La fama de estos monjes llegó a oídos del rey asturleonés Alfonso III, quien manifestó su deseo de conocerlos personalmente y una vez los hubo conocido quedó impresionado, dándoles poderes y medios para llevar su obra adelante. Ahora todo iba a ser más fácil. Los convertidos y los seguidores eran cada vez más, pero con las ayudas del Rey se fueron construyendo monasterios y lugares habilitados en las amplias zonas fronterizas con los moros, próximas a la zona de Tábara, una especie de ciudadelas que, al tiempo que protegían de las racias moriscas, eran lugares donde se podía trabajar y vivir con cierta seguridad. En medio de esta compleja ciudadela monacal había quienes se dedicaban a la artesanía, otros a la cultura; había quien trabajaba el campo y quienes se dedicaban a las faenas domésticas o a la ilustración de libros, siendo el miniaturista Magio el artista más sobresaliente del monasterio tabarense. En definitiva, una gran familia que llegó a extenderse por todo el valle del Esla. Con estas fundaciones Froilán y Atilano favorecían a la reconquista y a la repoblación de unas tierras que habían estado ocupadas por musulmanes.
Con el fallecimiento de Vicente, obispo de León en el año 900, la vida de Froilán iba a cambiar al ser nombrado sucesor suyo y lo mismo sucede con su amigo Atilano, que este mismo año es elevado a la sede de Zamora. Ambos son consagrados obispos de sus diócesis respectivas un 19 de mayo de 900, el día de Pentecostés. Cinco años estaría Froilán al frente la diócesis, lo suficiente para dejar huella profunda en la ciudad de León, que hasta el día de hoy le sigue venerando como su santo patrón, al igual que en la ciudad de Lugo donde nació. Este obispo al que solo le hubiera gustado ser monje, entregaba su alma a Dios en el año 905.
Reflexión desde el contexto actúa:
Con Almanzor llegaría el vandalismo a estas tierras ibéricas, también el miedo y la desolación. Momentos difíciles para la historia de España y también para la supervivencia de las creencias cristianas; Éste habría de ser el momento en que providencialmente aparecieran dos hombres de la talla de Froilán y de Atilano que fueron capaces de llevar a cabo una obra descomunal que merece ser recordada y de la que nunca estaremos suficientemente agradecidos. Desgraciadamente la labor realizada por estos benefactores acabó siendo pasto de la devastación y de las llamas, pero cumplieron su misión en uno de los momentos en que España más lo necesitaba.