Un santo para cada día: 30 de abril S. Pio V ( El Papa de Lepanto y de Trento)
Este espíritu de hermandad y solidaridad entre los cristianos es algo que especialmente hoy día estamos necesitando, dado que nuestra época parece marcada con el signo de la globalización
El 17 de enero de 1504 nacía en Bosco Marengo (Tortona), un niño que fue bautizado con el nombre de Antonio. Sus padres Pablo y Dominga eran humildes trabajadores, pero muy cristianos. Su infancia va a pasarla en medio de la naturaleza pastoreando ganado, pero iba a tener suerte porque su amo compadecido de él le permitiría asistir a la escuela en compañía de uno de sus hijos, así hasta que decidió ingresar en la orden dominicana, a la edad de 14 años, tomando el nombre de Michele. Concluidos los estudios eclesiásticos en Bolonia, siendo ordenado sacerdote en Génova en 1528, y de aquí pasaría a Pavía, ciudad en la que durante dieciséis años se dedicaría a la enseñanza.
En 1551, cuando Michele tiene ya cuarenta y siete años, es designado por el papa Julio III comisario general del Santo Oficio. En este ministerio encomendado por Roma habría de emplearse a fondo, cumpliendo su deber a plena satisfacción, según el criterio de entonces y quizás no tanto, según la sensibilidad de ahora. Cinco años después, en 1556, Pablo IV le nombraría obispo de Sutri y Nepi y un año después cardenal. El mismo Pablo IV, en 1560, le traslada a Mondovi. La carrera vertiginosa de Miguel Ghislieri no tiene tregua y en 1566 a los sesenta y dos años de edad, llega a ocupar la catedra de Pedro, con el nombre de Pio V.
Le esperaba una ardua tarea que cumplir. La evangelización de un Nuevo Mundo que se acababa de descubrir. Especialmente se nuestra interesado en reformar las costumbres del clero y del laicado, para ello trata de llevar a la práctica las directrices del Concilio de Trento dinamizando los estudios sagrados y la formación teológica en los seminarios, fomentando los estudios eclesiásticos, destinando importantes sumas de dinero para la publicación de obras maestras; estimulando el estudio de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, quien a partir de ese momento sería tomado como referencia magisterial, declarándole por bula Doctor de la Iglesia.
En otro orden de cosas, obligó a los obispos a residir en sus diócesis. Donde más se iba a notar este espíritu reformista de Trento habría de ser en la propia ciudad de Roma que, según cuentan los que la conocían, cambió por completo y de ser la ciudad del lujo se convirtió en una ciudad lo más parecido a un monasterio. Redujo notablemente los costes de la corte papal, los cardenales fueron obligados a vivir más modestamente, las prostitutas fueron expulsadas, ordenó que se cubriesen algunos desnudos de la capilla Sixtina, prohibió la lidia de toros bravos, universalizó la misa gregoriana, etc, pero el mayor logro de su pontificado habría de ser la publicación del llamado catecismo de Trento, o más vulgarmente conocido como el catecismo de Pio V.
El viejo inquisidor no se había olvidado de perseguir a los herejes, donde quiera que estuvieran. Los turcos constituían una gran amenaza para los cristianos y pensó que era necesario ir a por ellos y pararles los pies, por esta causa luchó denodadamente y hasta que no consiguió formar la Liga Santa, que era una especie de cruzada contra el turco, no paró. Al final vio cumplido su propósito. El 27 de mayo de 1571 se publicaba en S. Pedro que la Santa Sede, Venecia y España, se unían para luchar contra el islam. D. Juan de Austria fue nombrado almirante general, para quien el papa se deshizo en elogios y antes de partir le hizo saber que iba a combatir por la fe católica y por eso Dios le concedería la victoria. Los aliados, sabían que los turcos esperaban en Lepanto. Llegados al lugar, D. Juan, con un cañonazo daba la señal para preparase al ataque y comenzaba lo que habría de ser uno de los mayores triunfos militares de la Cristiandad. Lepanto fue, como dijo Miguel de Cervantes, que allí perdió la movilidad de un brazo, que ella “fue la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, y esperan ver los venideros”, Pio V conoció la noticia rezando el rosario en su oratorio privado y solo pudo decir como el anciano Simeón: “Ahora deja ya a tu siervo morir en paz”. Esto sucedía el 30 de abril del año 1572.
Reflexión personal desde el contexto actual:
Si con algo tuviera que quedarme de este gran reformador de la Iglesia Universal, sin duda sería sus aportaciones a favor de una cristiandad unida, procurando que todos fueran para uno y uno para todos y que en cualquier parte del mudo donde hubiera un cristiano, éste pudiera estar seguro de que detrás de él tenía a los demás. Este espíritu de hermandad y solidaridad entre los cristianos es algo que especialmente hoy día estamos necesitando, dado que nuestra época parece marcada con el signo de la globalización.