Un santo para cada día: 13 de julio San Enrique (Modelo de emperador cristiano, padre para con sus súbditos)
Llamado a ser el restaurador político, social y religioso del Sacro Imperio Romano Germánico y que va a conseguir restablecer el prestigio de la autoridad real, con la ayuda de una política profundamente cristiana
| Francisca Abad Martín
Nos encontramos en el último tercio del siglo X. La Iglesia está atravesando uno de los periodos más oscuros de su historia conocido como la Edad de Hierro donde se suceden las revueltas las luchas, a esto hay que agregar las epidemias que iban dejando un reguero de dolor y muerte. En este sombrío escenario iba a hacer su aparición el heredero del ducado de Baviera, que nace en la primavera del año 973. siendo su padrino de bautismo el obispo de Ratisbona, San Wolfgang, quien se cuidó de darle una esmerada educación cristiana, en el monasterio de Hildesheim. Allí creció estudiando a los clásicos, a la vez que entonaba salmos. Más parecía un monje que un guerrero; dicen que tenía el recato de una virgen, el fervor de un monje y la austeridad de un anacoreta. Su padre, vencido en guerras familiares sería condenado al destierro, si bien restablecido de nuevo en el trono de Baviera, suceden años de calma.
Estamos hablando de Enrique llamado a ser el restaurador político, social y religioso del Sacro Imperio Romano Germánico y que va a conseguir restablecer el prestigio de la autoridad real, con la ayuda de una política profundamente cristiana.
A la muerte de su padre, ocupó Enrique el trono en el año 995, cuando tenía 22 años. Su fama de joven fuerte e instruido corrió por toda Alemania. Se casó con la princesa Cunegunda de Luxemburgo, viviendo tan santamente ambos, que hoy los veneramos juntos en los altares. Dicen que, de común acuerdo, fue un “matrimonio blanco”, es decir no consumado, aunque es posible que, al no haber tenido hijos por causas naturales, los hagiógrafos confundieran este hecho con el matrimonio virginal. La cuestión queda abierta a posibles interpretaciones.
Al morir Otón III sin descendencia y después de haber vencido a otros pretendientes con menos derechos que él, fue coronado rey de Alemania el 9 de julio de 1002 en Maguncia y después lo fue en Roma como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, el 14 de febrero de 1014.
Se comportó como un verdadero padre para sus súbditos. Cuando sus jefes militares le aconsejaban destruir las ciudades o fortalezas conquistadas, él les contestaba: “Dios no me dio la corona para hacer mal, sino para corregir a los que lo hacen”. Poco a poco logró imponer la paz. Convocó también un Concilio, en 1007 para la reforma espiritual del clero, acudiendo a él numerosos prelados. Al entrar Enrique se postró en tierra ante todos los obispos, como reconocimiento de su potestad en asuntos espirituales.
Fundó numerosos monasterios e iglesias y aún se conservan muchas de las Catedrales por él construidas. También se afirma que contribuyó a la conversión de San Esteban, rey de Hungría, a quien había casado con una hermana suya. Era amigo de la paz y sin embargo se vio obligado a hacer la guerra. Al morir en Roma el Papa Sergio IV, fue elegido sucesor Benedicto VIII, pero éste fue expulsado por el antipapa Gregorio y tuvo que refugiarse junto al emperador. Enrique hizo una marcha sobre Roma para colocar al verdadero Papa en la Santa Sede. El Papa, en agradecimiento le regaló un globo de oro adornado con piedras preciosas, representando la soberanía del mundo y desde entonces ese fue el símbolo de los emperadores.
Seguramente pocos reyes tuvieron la suerte de gozar de tanto cariño y tanta veneración por parte de sus súbditos como San Enrique. A su muerte, su viuda Cunegunda asumió la regencia, ayudada por su hermano. Enrique falleció el 13 de julio de 1024, siendo enterrado en la Catedral de Bamberg, donde permanece. Fue canonizado por el papa Eugenio III en 1146 e Inocencio III hizo lo propio con su esposa Santa Cunegunda en 1200.
Reflexión desde el contexto actual:
El emperador Enrique entendió que toda autoridad viene de Dios y que Él solo es el Rey de Reyes. Los poderosos de la tierra que tiranizan a los pueblos lo hacen porque aún no han llegado a comprender que, si Dios les ha puesto ahí, no es para ser servidos sino para servir. Enrique entendió bien que los bienes de la tierra deben estar supeditados a los bienes del espíritu y a esta norma trató de ajustar su comportamiento. Hoy más que nunca convendría recordar la famosa frase de George Washington: “Es imposible gobernar rectamente al mundo sin Dios”