Un santo para cada día: 29 de marzo San Eustasio de Luxëuil (Protagonista en el concilio de Macon)
No se ponen de acuerdo los martirologios a la hora de establecer el día de su muerte, si bien se da como más probable que debió de ocurrir el 29 de marzo del año 629 después de haber sufrido una dolorosa enfermedad que fue consumiendo su cuerpo, no faltando diversos milagros a él atribuidos
Decir Borgoña es decir la tierra de los vinos más antiguos y preciados del mundo que estuvieron presentes en las mesas más distinguidas. Durante la Edad Media, el cultivo de los viñedos y la construcción de espléndidos monasterios fue obra de monjes que llevaban una vida de oración y de trabajo. En medio de un paisaje idílico iba a tener su emplazamiento la construcción de Luxeuil uno de los más majestuosas abadías fundada por el monje irlandés Columbano de ascendencia regia hacía el año 590 y que habría de ser durante el siglo VII y la primera mitad del VIII uno de las escuelas y centros monásticos más famosos de la cristiandad. En íntima afinidad con Luxeuil y su fundador va a transcurrir la vida de Eustasio de quien tenemos noticia gracias a los datos que de él nos han llegado, procedentes del “Acta sanctorum” del P. Mabillón así como de la biografía escrita por Jonás de Bobbio.
De él sabemos que vino al mundo hacía el año 560 en tiempos en que la comarca de Soissons era gobernada por Clotario I hijo de Clodoveo, sabemos también que era descendiente de una familia noble borgoñesa por lo tanto debió criarse en un ambiente familiar, donde se rendía admiración por los ideales aguerridos, pero su corazón era más proclive a los sentimientos monacales que pudieron ser preservados porque siempre estuvo rodeado por familiares eclesiásticos como un tío suyo obispo de Langres, que en todo momento estuvieron a su lado ayudándole y estimulándole en sus aspiraciones religiosas. Providencial fue sin duda su encuentro con el misionero irlandés, Columbano que en sus correrías había llegado hasta estas tierras, desde el primer momento de haberlo conocido, este renovador monástico habría de ser para él su guía espiritual y cuando sobre las ruinas de un campamento romano, el monje irlandés construyó el monasterio de Luxeuil, Eustasio habría de ser uno de los primeros frailes que lo habitara sometiéndose por entero a la regla monacal que llevaba la marca de su fundador, que nos hace recordar a los monjes del desierto de Oriente
Durante este tiempo fue un aventajado discípulo que aprendió de su maestro el espíritu de humildad , obediencia, oración y sacrificio; pero todo este itinerario habría de truncarse cuando allá por el año 610, Columbano fue desterrado por la reina Brunilda y su discípulo en un gesto de solidaridad con él, le acompañó en el exilio y así pudo seguir beneficiándose de sus enseñanzas y ejerciendo un apostolado fructífero por tierras del Rhin, bordeando las aguas del lago Constanza hasta alcanzar territorio suizo . Pasado un tiempo las aguas volvieron a su cauce y fue reclamada la presencia del fundador del monasterio de Luxeilk, pero éste se negó a regresar, dejando en su lugar a Eustasio para que ocupara el cargo de abad del monasterio que ya no era el mismo, ni mucho menos. Durante los años de ausencia, un monje rebelde, en un tiempo secretario real, llamado Agresto, había sembrado la semilla de la discordia por doquier y aunque el nuevo abad intentó, con fraternales correcciones, que el fraile díscolo volviera al redil, ello no fue posible. Agresto se mantenía en sus trece en contra de la regla establecida permaneciendo firme en su intento de que fuera condenada en el concilio de Macon a lo que Eustasio se opuso con todas sus fuerzas, logrando salir victorioso de la contienda después de haber convencido hábilmente a los obispos asistentes.
Aparte de su labor ministerial llevada a cabo durante el tiempo que acompañó en el exilio a Columbano, evangelizando con celo apostólico a unos pueblos necesitados de la palabra de Dios, Eustasio no dejó nunca de ser un monje ejemplar y cuando tuvo que tomar las riendas del monasterio lo hizo con acierto, poniendo fin al estado de relajamiento y haciendo todo lo que convenía hacer para recuperar el prestigio perdido. En este orden de cosas es digno de mencionar que durante su mandato se fortaleció la vida monástica y la regla de S. Benito fue convenientemente actualizada. El tono afable que por naturaleza tenía, se tradujo en actos de caridad para con todos los monjes que iban llegando al monasterio en tropel hasta llegar a la respetable cifra de 600 frailes, dispuestos a vivir su vocación y entregarse a la contemplación y a la penitencia de tal modo, que los aromas de espiritualidad rebasaron los muros conventuales.
No se ponen de acuerdo los martirologios a la hora de establecer el día de su muerte, si bien se da como más probable que debió de ocurrir el 29 de marzo del año 629 después de haber sufrido una dolorosa enfermedad que fue consumiendo su cuerpo, no faltando diversos milagros a él atribuidos.
Reflexión desde el contexto actual:
La presencia del monje Agresto en un monasterio tan significado como el de Auxeueil, del que fue abad Eustasio, nos trae a la memoria al anciano monje ciego, Jorge de Burgos, personaje principal de la famosa novela de Umberto Eco “El nombre de la Rosa”, a ambos les vemos como víctimas de un fanatismo espiritualmente devastador. Todo ello da pie para hacer la siguiente reflexión. En orden a poner diques y barrearas para preservarnos de los peligros que acechan a nuestra integridad espiritual, lo que importa no son tanto los muros físicos de un convento, cuanto los muros del espíritu. El ángel y el demonio lo llevamos dentro y es en nuestro interior donde tenemos que librar la batalla, de modo que el abrir o cerrar compuertas, dentro ya de nuestro castillo interior, es una operación de alto riesgo de la que en definitiva depende ser dueños o esclavos de nosotros mismos.
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