Un santo para cada día: 30 de mayo San Fernando (El Rey Santo que no conoció la derrota)
San Fernando es el único rey Santo de España. Unió definitivamente las coronas de Castilla y León y reconquistó casi toda Andalucía. Junto con Isabel la Católica, es una de las dos figuras máximas de la monarquía española
| Francisca Abad Martín
San Fernando es el único rey Santo de España. Unió definitivamente las coronas de Castilla y León y reconquistó casi toda Andalucía. Junto con Isabel la Católica, es una de las dos figuras máximas de la monarquía española.
Fue hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla. Nació en el Monasterio de Valparaiso, en Peleas de Arriba (Zamora) el 5 de agosto de 1199. A los pocos años de haber nacido Fernando, descubren en Roma que entre Alfonso y Berenguela existe un parentesco, son primos segundos y entonces el Papa anula su matrimonio y tienen que separarse. Alfonso se queda en León con su hijo Fernando y Berenguela regresa a Castilla, sin embargo, Fernando fue reconocido por el Papa Inocencio III como hijo legítimo y las Cortes le aceptan como heredero al reino leonés.
Aparte de los hechos históricos, que fueron incontables y de los testimonios de sus contemporáneos, los mayores elogios de San Fernando los hace su hijo Alfonso X el Sabio en su “Historia general de España”, donde nos dice que “todas las virtudes y gracias y bondades, puso Dios en el Rey Don Fernando”. Como gobernante fue a la vez severo y benigno, enérgico y humilde, audaz y paciente, gentil y de corazón puro.
Cuando muere, accidentalmente, el hermano de su madre, Dª. Berenguela hereda la corona de Castilla, pero solo la acepta para cedérsela a su hijo Fernando, cosa que disgustó a su padre, pues él aspiraba a esa corona, lo cual motivó un enfrentamiento entre padre e hijo. Fernando se prepara a la defensa y escribe una carta entrañable a su padre, con la que predispone a Alfonso a renunciar a llamarse Rey de Castilla, reconociendo a su hijo como tal. La unificación de los dos reinos puso fin a los continuos choques fronterizos entre los dos reinos, que habían ocurrido intermitentemente desde el siglo XI.
De su reinado quedan por una parte la fama de sus conquistas, que le acreditan como un gran caudillo, intrépido y sagaz. Castilla se ensancha sin cesar, encargándose también de su posterior repoblación. Los pequeños reinos andaluces desaparecen: Córdoba, Sevilla, Jaén, Murcia, toda la Bética Meridional, hasta el Mediterráneo, solo Granada se le resiste y no caerá hasta el reinado de los Reyes Católicos; también fue un gran impulsor del arte, de la cultura y de la religión. Creó la Universidad de Salamanca, buscó profesores y concedió privilegios a los estudiantes, ordenó la traducción de las leyes del Fuero Juzgo, que estaban en latín, a la lengua castellana; construyó las grandes catedrales góticas de Burgos, Toledo, León y Palencia, pero sobre todo será conocido por su fama de santidad.
Fue un hombre de una gran fe. Antes de cada batalla, dicen, que se retiraba a orar fervorosamente. Tenía una gran devoción a María y llevaba siempre una imagen suya asida por una anilla a la silla de montar, La “Virgen de las Batallas” que se encuentra en Sevilla. Austero y penitente le vemos adornado de todas las virtudes propias del caballero cristiano de su época. El mismo se autodenominaba Caballero de Cristo. Los papas Gregorio IX e Inocencio IV le proclamaron “Atleta y campeón invicto de Cristo” y de él se dijo que “no conoció el vicio ni el ocio”.
Se casó dos veces, la primera con Beatriz de Suabia, princesa alemana, con la que tuvo 8 hijos y la segunda, con la francesa Juana de Ponthieu, de la que tuvo otros 5 hijos. El heredero fue el primogénito Alfonso X el Sabio. Elegante y apuesto caballero, humilde y familiar con los súbditos a quienes, a imitación de Cristo, se prestaba a lavarles los pies en Jueves Santo
Después de haber hecho vasallo al rey moro de Granada y cuando planeaba el paso del Estrecho le va a sorprender la muerte que habría de ser ejemplar. A una vida de fe y unión con Dios no podía desmerecer su conmovedora muerte, ocurrida el 30 de mayo de 1252. Acostado sobre ceniza, con una soga al cuello y una vela encendida en la mano, dando sabios y prudentes consejos a su hijo Alfonso y pidiendo perdón a todos los presentes. Fue sepultado en la Catedral d Sevilla. “El tránsito de San Fernando, dice Menéndez Pelayo, oscureció y dejó pequeñas todas las grandezas de su vida”.
Reflexión desde un contexto actual:
Es obligado reparar una injusticia. El cada vez más debilitado sentimiento patriótico, está impidiendo que a nuestro Rey Santo se le rinda en España la gloria y el honor, títulos a los que con tanta justicia se hizo merecedor. Por otra parte, conviene recordar que San Fernando fue uno de los artífices principales de la gran obra maestra de la Cristiandad. De no haber puesto freno el Rey Fernando a las hordas moriscas. ¿Sabe alguien si la construcción del viejo Continente Europeo montado sobre bases cristianas hubiera sido posible? Como homenaje a esta figura egregia de la historia universal recordamos el epitafio que figura en su tumba: “Aquí yace el Rey muy honrado Don Fernando, señor de Castiella é de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia é de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, é el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, é el más sofrido, é el más omildoso, é el que más temie a Dios, é el que más le facía servicio, é el que quebrantó é destruyó á todos sus enemigos, é el que alzó y ondró á todos sus amigos, é conquistó la Cibdad de Sevilla, que es cabeza de toda España, é passos hi en el postrimero día de Mayo, en la era de mil et CC et noventa años”. La Iglesia se enorgulleció de él viéndole como el paladín del Cristianismo. Los tiempos han cambiado y un sentimiento antibelicista domina la conciencia cristiana que ha venido a ensombrecer su egregia memoria digna de ser recordada por los siglos.