Cristo ya resucitó, ahora nos toca resucitar a nosotros en Él.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN. 01.04.2018.

(Juan 20, 1-9; Mateo 28, 1-6; Marcos 16, 1-6; Lucas 24, 1-7).


"María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de entrada estaba removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús más amaba, y les dijo: Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto. Pedro y el otro discípulo partieron al sepulcro. El otro discípulo... llegó primero al sepulcro. Se agachó y vio los lienzos en el suelo... Después llegó Pedro. Entró a la sepultura y vio los lienzos tumbados. El sudario que pasaba sobre la cabeza no estaba tumbado como los lienzos, sino enrollado en su mismo lugar. El otro discípulo, que había llegado primero, entró a su vez, vio y creyó". (Juan 20,1-9).

"Fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un gran temblor: el Ángel del Señor bajó de cielo y, llegando al sepulcro, hizo rodar la piedra y se sentó encima... El Ángel dijo a las mujeres: Ustedes no teman, porque yo sé que buscan a Jesús Crucificado. No está aquí, pues ha resucitado tal como lo había anunciado". (Mateo 28,1-6).

"María Magdalena, María, madre de Santiago, y Salomé... muy temprano, en ese primer día de la semana, llegaron al sepulcro. Se decían unas a otras: ¿Quién nos removerá la piedra del sepulcro? Pero, cuando miraron, vieron que la piedra había sido echada a un lado... Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho... Pero él les dijo: No se asusten. Ustedes buscan a Jesús Nazareno, el que fue crucificado. Resucitó; no está aquí;...". (Marcos 16, 1-6).

"El primer día de la semana, muy temprano, fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Pero se encontraron con que la piedra que cerraba al sepulcro había sido removida y, al entrar no encontraron el cuerpo de Jesús... pero en ese momento, vieron a su lado dos hombres con ropas fulgurantes. ... Ellos les dijeron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó".( Lucas 24, 1-7).


Al tercer día de su sepultura se comprueba que Cristo ha salido vivo del sepulcro. La resurrección tiene lugar el primer día de la semana que, en adelante, se llamará día del Señor, o sea, Domingo.
El evangelista Lucas presenta a Jesús ayudando a sus discípulos a resucitar su fe y su esperanza. En Juan vemos a creyentes que contemplan silenciosamente al Señor resucitado. Cristo se aparece a María como un desconocido y, cuando se presenta en medio de los discípulos, le es necesario mostrar sus llagas para probar que es Él, el mismo que murió. Jesús está entre ellos con otras apariencias y, en su cuerpo espiritualizado, resplandece la victoria sobre el pecado.
Se destaca a Pedro como testigo de la Resurrección. Varios textos recuerdan que Pedro fue a la vez testigo del sepulcro vacío y de Jesús resucitado. Es que nuestra fe se apoya primeramente en el testimonio de los apóstoles y, en especial, del que fue cabeza de ellos.
También creo que hay que destacar a la mujer, hoy día, que se habla de una sociedad discriminatoria, en la cual falta un rol más preponderante de la mujer.El Evangelio de la Resurrección y antes de la Pasión y Muerte, revelan un compromiso verdadero con Cristo de las mujeres. Hay que tomarlo en cuenta este anuncio como una proclamación del rol importante de la mujer en la Iglesia de Jesucristo.

Se habla de que Pedro vio los "lienzos tumbados".
Los "lienzos" designan la sábana, de unos cuatro metros de largo, tendida debajo del cuerpo, de los pies a la cabeza y, luego, por encima de él, de la cabeza a los pies; también se designan las fajas que ataban las dos caras de la sábana. El "sudario" envolvía el rostro, pasando debajo de la barba y sobre la cabeza.
La sábana y las fajas están en su mismo lugar pero tumbadas, pues el cuerpo se ha desmaterializado, dejando en la sábana vacía la impresión extraordinaria que todavía hoy se observa en la reliquia de Turín. El "sudario", enrollado en la otra dirección, se ha mantenido como estaba.
Estos detalles nos muestran mejor lo que fue la resurrección. No se trata de que, Jesús se haya levantado con su mismo cuerpo terrenal vuelto a la vida. Este se ha desmaterializado; y, cuando hablamos del cuerpo resucitado de Jesús, nos referimos a algo que no podemos ver ni imaginar mientras estamos en la tierra. Los que tienen sueños y visiones de Jesús solamente ven figuras de Él, pero a Él no lo han visto sino uno que otro de los más eminentes entre los santos, como fue el caso de Paulo.

Lo que corresponde destacar es que no tengamos mentalidad funeraria ni de cementerio.

"María Magdalena, Juana y María, madre de Santiago. También las demás mujeres que estaban con ellas decían lo mismo a los apóstoles".
Que encontraron el sepulcro vacío. Que Cristo no estaba en el cementerio. Pedro tampoco lo encontró. ¿Por qué? Porque Cristo había resucitado. Él les había dicho anteriormente:

"Yo soy la Resurrección y la Vida".

Cristo es la Vida misma; es la Vida eterna.
La vida a la que nos aferramos tanto en este mundo no es la verdadera Vida. La Vida verdadera es Cristo:

"Yo soy la Vida".

Aquí conviene recordar y citar a San Alberto Hurtado: "La vida es para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo, el cielo para poseerlo".

La vida de este mundo es para buscar a Cristo que es la Vida verdadera y para siempre. La muerte en este mundo, que nos preocupa tanto y nos hace sufrir, no es la muerte verdadera. La muerte verdadera es el pecado.
Jesús nos dice:

"Yo he venido para que tengan Vida y Vida en abundancia".

Esta es la Vida que debemos buscar con afán. Esta es la Vida que tenemos que encontrar y poseer para siempre.
En este día de Resurrección, Jesús nos proclama e interpela:

"Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí aunque haya muerto "vivirá". Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre".


Hemos vivido la Pasión y Muerte de Cristo. Esto nos ha causado no sólo un recuerdo de un hecho del pasado que nos entristece, sino que nos ha hecho entender que también hoy, tenemos que morir con Cristo a nuestro pecado.
Hemos tomado conciencia de que no tendremos Vida si no morimos a nuestros pecados.

¡Cristo Resucitó, ahora nos toca resucitar a nosotros!

Cristo ha resucitado. Los que lo amamos sentimos una gran alegría. Sentimos que Él nos sigue acompañando, más aún, sentimos que tenemos Vida y Vida en abundancia, porque Él vive hoy en nosotros. He dicho muchas veces que nuestra resurrección, que el sentir que estamos con Vida, es cuando somos habitados por Jesús: Jesús viviendo en nosotros y en cada uno. Yo me siento como un Sagrario del Señor, como Templo de Dios. Jesús resucitado está con nosotros, es el Emmanuel: Dios con nosotros.
Tengo la certeza de que Jesús venció a la muerte, porque lo siento vivo en mí. Aunque me gustaría verlo, creo que no lo necesito, porque Él ha habitado vivo y resucitado en mí. Algunos entendidos en liturgia me han preguntado, ¿por qué usted, padre, cuando va al Sagrario a sacar o guardar el copón con Jesús, Pan de Vida, no hace ninguna genuflexión. Yo he contestado espontáneamente, testimoniando: "porque yo soy Sagrario de Jesús: Jesús vive en mí. Soy un habitado por Jesús. Él ha hecho mansión en mí. Yo soy su morada. Cristo ha resucitado y vive en mí. Vivo en una permanente genuflexión mental y de espíritu". Y eso me sucede espontáneamente en la Eucaristía diaria.

En este día de alegría, por ahí quisiera caminar con ustedes, hermanos en la fe.
Ustedes han vivido una Cuaresma. Se supone que se preparaban para convertirse al Señor: paras celebrar vuestra propia resurrección. Porque, como ya he dicho: Cristo ya resucitó de una vez para siempre; ahora nos toca a nosotros resucitar en Cristo. Y esto significa abrirle de par en par la puerta de nuestra vida, para que Jesús pase a habitar en nosotros. Si eso no ha sucedido, en cada uno, quiere decir que hoy estamos celebrando sólo un recuerdo meramente histórico, del pasado de la Resurrección de Cristo. Cristo resucitó hace tiempo. Hoy nos toca resucitar a nosotros. Si no resucitamos, si sólo somos cristianos de nombre y de sólo fe, Cristo no me habita, soy un miembro muerto de la Iglesia: Cuerpo de Cristo. Sería un grave problema, no sólo para cada uno, sino también para la Iglesia. Me parece que por ahí se puede explicar el problema que nos ha tocado sufrir en este tiempo en nuestra querida Iglesia. Varios sacerdotes en el mundo han tenido una conducta reprochable: de pecado y delito. Ahí no hay resurrección, eso no es Vida: es pecado y muerte. Pero, ¡cuidado! No rasguemos vestiduras sólo por el pecado de abuso sexual. Hay pecado por otros motivos, de sacerdotes que enseñan y opinan diverso al Magisterio Eclesial, también aficionados al dinero. También hay laicos, que a veces, sin ser realmente de Iglesia, nuclean o manipulan a otros que sí lo son, haciéndolos contestatarios de su propia Iglesia y de su Obispo. Eso no es una verdadera Iglesia de Comunión y Participación. Eso es muerte y pecado. Eso afea la imagen de nuestra Iglesia, la desprestigia, la hace perder credibilidad. Así, con ese comportamiento, hacen o producen la imagen de una Iglesia sin diálogo fraterno como lo pide el Evangelio entre verdaderos hermanos.


¡Cuidado con acostumbrarnos a ser cristianos por nuestra sola fe, sin resurrección, sin Vida, sin Cristo habitando en nosotros!
Recuerden que "la fe sin obras es fe muerta".
Hoy podemos tener sacerdotes con vida doble y sin Cristo. También, en nuestra Iglesia, pueden haber cristianos laicos sin Cristo, vegetando, rutinarios, marcando el paso y sin la gracia y la Vida del Señor. Es urgente cristianos, miembros verdaderos de Iglesia, con Vida. Nos preocupa mucho más tener cristianos y miembros de la Iglesia de calidad más que de cantidad.
Quisiera pedirles con mucha fe y esperanza y no con poco amor: ¡ Resuciten !
Saquen la piedra del sepulcro, aquella que los tiene sepultados. Cada uno sabe de su sepulcro, de su roca, de sus vendas que los tienen atados. Hay que terminar con todo eso. Si no lo pueden hacer ustedes mismos, solos, y quieren hacer, en ustedes, todo una realidad de Vida, Resurrección y Gracia, busquen ayuda con humildad, pero resuciten; salgan de sus propios sepulcros. Los necesitamos con Vida, con la Vida de Cristo viviendo en ustedes. El desafío de la Iglesia y de su credibilidad, no es un desafío abstracto: es un llamado a "vivir".
No se trata tampoco sólo de sacar la roca. El Evangelio al narrar, como prueba de la resurrección de Cristo, nos habla de un sepulcro vacío de Cristo, quedando sólo vendas y lienzos, con que se acostumbraba a sepultar a un difunto. Jesús había salido del sepulcro, se había corrido la roca de entrada, sin vendas ni lienzos, y había salido el Camino, la Verdad y la Vida.
Acordarse del caso de la resurrección de Lázaro. Después que Cristo le devuelve la vida y lo resucita, dice:

"Desátenlo y déjenlo andar".

Hermanos, amigos (as): El Papa Francisco nos ha dicho muy claramente: "No se entiende el cristianismo sin Iglesia".
Ser cristiano y de Iglesia es "vivir" resucitados. Saquen la roca. Desátense. Salgan de vuestro propio sepulcro y comiencen a "vivir" en Cristo, habitados por Él, sin mediocridades y costumbres chuecas de fe. No se acostumbren. No se satisfagan tempranamente. Siempre sean Evangelio: Cristo: Camino, Verdad, Vida y Resurrección.

"Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque muchos se presentarán como el Salvador y dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos. ... Aparecerán gran cantidad de falsos profetas, que engañarán a muchos. y tanta será la maldad, que en muchos el amor se enfriará. Pero el que se mantenga firme hasta el fin, ése se salvará".


Hoy, ante la Resurrección de Cristo, decimos:

"¿Quién nos separará del amor de Cristo?"

Ningún poder de este mundo puede neutralizar la fuerza que viene del Resucitado.La persona y la comunidad que quiere ser testigo del Resucitado tienen "vida" y son signo de la Vida. Tienen a Jesús, la Vida misma. Cada uno y la comunidad debe luchar contra las fuerzas de la muerte, para que el mundo sea un lugar favorable a la vida en todo nivel, sobre todo, donde corre peligro la vida del pueblo, preferencialmente de los más pobres y sufridos. Y esto no es fácil. Hay que seguir a Jesús y caminar con Él contra la corriente de una sociedad actual. Y esto es difícil. Pero el que tiene la Vida de Cristo "no puede ser más que su Maestro. Al menos tiene que ser como su Maestro".

La resurrección y la "vida" nuestra se da en la lucha contra la enfermedad, en la lucha por una vivienda digna; por una educación y salud de calidad y accesible para todos; por un trabajo y un salario digno, justo y ético, también en un sueldo máximo ético y no de escándalo, para una nación de hermanos, donde debe reinar la civilización del amor y del compartir "según la necesidad de cada uno".
Tener Vida y Resurrección, significa hacer morir, en una minoría, a la muerte misma de un sistema económico inhumano, cruel y no cristiano, que acumula en una minoría y no comparte con sus hermanos que son una mayoría, haciendo la pobreza de un 80% en el mundo. Este sistema lo hemos llamado "capitalismo salvaje".
Hay que luchar contra la muerte y proponer la resurrección y vida. Esto, en Chile, significa terminar con la injusticia social, terminar con los dineros sucios y mentiroso;terminar con el abuso,la delincuencia económica y la corrupción: insulto para los pobres.
Hoy día, en Chile, luchar contra la muerte misma significa respetar la vida desde la concepción con un no rotundo al aborto.
En resumen, luchar contra la muerte, es luchar contra el pecado en uno mismo y en la sociedad. Hace tiempo que la Iglesia no sólo insiste en el pecado personal, sino también en el "pecado social".
Y en esta entrega y compromiso por poner "vida" y derrotar la muerte del pecado, Jesús es exigente. No quiere cristianos mediocres, tibios y temporeros sólo por algunas ocasiones festivas de Iglesia. No. Jesús es exigente. Nos pide que estemos dispuestos a entregar nuestra vida como Él, para que otros tengan vida en abundancia.

"Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mi causa la salvará".

Esto supone tener Vida y Resurrección. Amar a Jesús y vivir su Evangelio.

¿Cómo hacer? ¿Cómo seguir a Cristo sin desanimarnos y quedarnos a medio camino? Toda respuesta está en la certeza de que el mismo Jesús que vivió en Palestina, que acogió a los enfermos, a los pecadores, a los sufridos, a los necesitados y a los pobres de su tiempo, y que para todos ellos era la revelación del amor del Padre, ése mismo Jesús, sigue vivo hoy, en medio de nosotros, en cada hombre o mujer, que tiene alma y corazón de pobre; el mismo Jesús en medio de nuestras comunidades. Él es nuestra Vida y nuestra Fuerza. A través de nosotros, Él continúa, hoy día, la misión de predicar la Buena Nueva a los pobres. Con Jesús, tenemos que caminar contra la corriente del postmodernismo, sin valores, defendiendo la vida.
Que el Espíritu Santo que 'ungió a Jesús para traer la Buena Nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y para proclamar el año de la gracia del Señor', Él mismo, vivo, nos ayude no sólo a comprender sus palabras, para hoy día, sino que nos dé la fuerza de la Resurrección para cumplirlas con toda consecuencia. Sí. Con toda consecuencia, porque estamos cansados de cristianos inconsecuentes y temporeros. A esos tipos de cristianos, tanto el mundo como la Iglesia no los necesita. No son de confianza y no salvan a nadie.

Hoy se nos anuncia que Jesucristo permanece el mismo y es el Señor. Hoy como ayer y por toda la eternidad.

¡Cristo ha Resucitado! Primicia de los que han muerto. Jesús está aquí, en la tierra, en el cielo y en todo lugar; está para nosotros y para todos los corazones bien dispuestos.

¡El que estaba muerto vive para siempre! Aleluya. Amén.


Feliz Pascua para todos.


Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Volver arriba