Cuaresma: Caminar hacia Pascua y Resurrección de Jesús, pasando por nuestra propia cuaresma, hacia nuestra pascua y vida en Jesús.

Domingo Segundo de Cuaresma. Año A. 12.03.2017. (Mateo 17,1-9).



Lucas 9,28-36. Lucas 22,39-46.
Mateo 17,1-9. Mateo 26,36-46.
Marcos 9,2-10. Marcos 14,32-42.



Me ha parecido bien, escribir sobre esta domínica de Cuaresma, tomando en cuenta un escrito hecho anteriormente en febrero del año 2016. En esa oportunidad al referirme a la Transfiguración del Señor en Mateo 17,1-9, Evangelio de este domingo, hice una especie de parangón con Evangelio de Jesús en monte de los Olivos, usando otros textos evangélicos indicados más arriba. Tanto en el monte de la Transfiguración como en el monte de los Olivos, Jesús va con tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan, y se muestra ante ellos en oración. También hay otras semejanzas y comparaciones que, ustedes al leer, encontrarán. Todo irá en beneficio de una vital cuaresma nuestra.


Me llama la atención la semejanza entre Jesús del monte de la Transfiguración y Jesús del monte de los Olivos. En ambos casos, Jesús aparece subiendo a orar:

En el monte de la Transfiguración:


"Jesús llevo consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un cerro a orar".



Y en el monte de los Olivos:


"Después se alejó de ellos como a la distancia a la que uno tira una piedra y, doblando las rodillas, oraba...".



Jesús, en las dos ocasiones cambia su aspecto:


En el monte de la Transfiguración:


"Y mientras estaba orando, su cara cambió de aspecto y su ropa se puso blanca y fulgurante".



Y en monte de los Olivos:


"Entró en agonía y oraba con más insistencia, y su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que caían hasta el suelo".



Jesús tiene una visión en los dos relatos:


En el monte de la Transfiguración:


"Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él".



Y en el monte de los Olivos:


"Entonces se le apareció un ángel del cielo que venía a animarlo".



Aún más tiene la visión de su Pasión, Muerte y Resurrección, en ambos casos se habla especialmente de su Pasión:


En el monte de la Transfiguración:


"Y le hablaban de su partida que debía cumplirse en Jerusalén".



En el monte de los Olivos:


"Padre, si quieres, aparta de mí esta prueba. Sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la tuya".




La Cruz, Pasión, Muerte y Resurrección, están presentes en la vida de Jesús. Él sabe, como algo propio de su misión, que no hay victoria, ni gloria, ni resurrección, sin Pasión, Cruz y Muerte.


Éste, también, debe ser el camino cuaresmal del cristiano. Lleva implícito la renuncia, el sacrificio y la cruz. Es un esfuerzo por dejar el pecado y superar las tentaciones. Es una renuncia de uno mismo. Por otro lado, renuncia de uno mismo, que también es algo propio del ser humano, en su vida familiar, en su vida social y de trabajo y en su búsqueda de un desarrollo personal.
Creo que podemos afirmar que la cruz es propio de la condición humana nuestra.
Para el cristiano, la renuncia y el sacrificio tiene un sentido liberador, para crecer en el amor. Pero, por sobre todo, tiene una fuerza y un impulso por la presencia de Cristo en él. Eso le permite sobrellevar esta tarea con esperanza. Esta presencia del Señor debe ser una realidad en su vida.


"Además, Jesús tiene claro que no sólo se trata de liberar a los hombres del pecado y sus dolorosas consecuencias. Él sabe bien lo que hoy tanto se calla en América Latina: que se debe liberar el dolor por el dolor, esto es, asumiendo la Cruz y convirtiéndola en fuente de vida pascual". (Puebla 278).



Cristo hace un alto en el camino apostólico y se va al monte con Pedro, Santiago y Juan. Busca la oración en el monte. Ya estaba viviendo dificultades serias con la autoridad. Su misión no era aceptada por los poderes. Cristo se encontraba en una disyuntiva: o Él daba marcha atrás o cumplía la voluntad de su Padre. Por supuesto que Jesús no dará marcha atrás y cumplirá fielmente la voluntad del Padre:


"No busco mi voluntad, sino la de Aquel que me envió".



Se venía entonces sobre Él la Cruz. Junto a la tentación de renuncia a su misión, estaba la tentación de los que lo asediaban para que fuera un mesías lleno de poder temporal, honor y gloria, sin sufrimientos y no un mesías por el camino del "siervo de Yahvé" que es crucificado. Es, en estos momentos difíciles, que Jesús ora, tanto en el monte de la Transfiguración como en el monte de los Olivos.


Jesús cambia de aspecto. Se transfigura glorioso, como ciertamente, le gustaría verlo siempre a los discípulos y al pueblo. Es ahí donde aparece conversando con Moisés y Elías, los grandes del Antiguo Testamento. La conversación versa sobre la Pasión y Muerte. Y esto porque Jesús era realmente el mesías glorioso, prometido en Antiguo Testamento y esperado por el pueblo. Pero queda claro el camino. Era un camino vía gloria, que pasa por el sufrimiento, por "la derrota", por la Cruz y por su Muerte.


La reacción de los discípulos, hasta ese momento, era la misma : se habían dormidos. No les agradaba que se hablara mucho de un futuro de Cruz. Lo que ellos quieren es permanecer en ese momento de gloria, y bien encumbrados, proponiendo hacer tres tiendas para quedarse allí.


Pero también, es de verdad, interpretar su reacción como la de unos hombres, que habían renunciado a todo y se habían entregado sin descanso, tomando la cruz de cada día, siguiendo al Maestro en los trabajos fatigosos del Reino. Al ver a Jesús glorioso, transfigurado y en plenitud, su impresión fue tan fuerte y reveladora, que les hizo olvidar su trabajo evangélico y pastoral. Quedaron asombrados, contemplando al Señor transfigurado.
Ellos escuchan la voz del Padre que sale de una nube:


"Éste es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo".



Jesús queda solo con los discípulos; queda claro para ellos: Jesús es la Palabra de Dios. A Él tienen que escuchar.
Todo fue rápido. Jesús los hace aterrizar. Hay que continuar el apostolado, duro y difícil de esos días; hay que volver a enfrentar los riesgos de la ciudad, agoreros de Cruz y Muerte de Jesús.
Pero ahora, los discípulos están cambiados. No será lo mismo de ahora en adelante. La gloria de Jesús los ha "despertado".
A Él han de escuchar. No se trata de escuchar nuevas leyes, sino de escuchar al que revelará al Padre y moverá a los hombres a reconciliarse con Dios y entre ellos.
Los discípulos estaban más sumergidos en el misterio de Dios. Se ha entreabierto su cortina: ahora entienden mejor que Jesús se está acercando a su resurrección. Quedaba poco tiempo para que Jesús fuera clavado en la Cruz. Pero también, poco tiempo faltaba, para que el Padre le comunique la gloria que Él se merecía. La nube de la Transfiguración, la ropa blanca, con su rostro resplandeciente, son signos exteriores que les indican algo del misterio de Jesús y el día que resucite de entre los muertos, lleno de su fuerza divina para resucitarnos a nosotros.


Ésta es la respuesta del Padre a los discípulos y al pueblo, que esperaban otro tipo de Reino: una edad de oro y un mundo de justicia bajado del cielo milagrosamente a la tierra. No. Dios no prepara un paraíso en la tierra. Dios nos propone más bien sufrir con su Hijo para ser transformados y liberados de una forma, todavía para nosotros, misteriosa: a través de sufrimientos y humillaciones vencidos, es decir, pasando por la Cruz, para llegar a ser resucitados, glorificados y con vida eterna.


En esta transfiguración los discípulos descubren algo que es muy importante para la vida de los cristianos. Se trata de la experiencia de una "oración contemplativa". Contemplar , conocer y amar a Jesús por sí mismo, siendo capaz en Cristo, de dar sentido a una vida, que quiere tomar en serio y radicalmente el seguimiento de Jesús.
Quedarse en silencio interior y exterior, fijando todo nuestro entendimiento y ser, en la persona de Jesús. A veces meditando; a veces pidiendo, suplicando y hablando mucho. Ahora se trata de guardar silencio y poner toda nuestra atención, para contemplar, conocer y amar a la persona de Jesús, por ser Él quien es: por sí mismo. Esta experiencia, a veces no nos resulta. Nos distraemos y pareciera que no sacáramos nada y hubiéramos perdido el tiempo. No inquietarse. No se trata de "sacar algo". No se trata de "ganar tiempo". Eso no es lo esencial y suena a egoísmo. Lo importante es que sea una espera expectante de amor. Habrá una Transfiguración: iniciativa de amor de Jesús hacia quien lo espera, mirando quién es Jesús, qué hace; qué dice y cuáles son sus gestos y palabras; contemplando su manera de ser y su estilo de vida; viendo su relación con el Padre y con los hombres y mujeres. Se trata de una espera de amor.
Jesús está contento de que le entreguemos nuestro tiempo. No se fija si cada uno está "ganando tiempo". A él le gusta que "perdamos nuestro tiempo" en Él. Jesús nos dice:

"Ámame como tú eres, y no te preocupes de "sacar algo". Acuérdate de yo soy Alguien".



A veces hacemos esfuerzos y méritos personales. Vamos en son de conquista. Eso se relaciona más bien con méritos y virtudes personales. Es la "Espiritualidad desde arriba". A veces es peligrosa. Se cae en rigideces, rigorismos, orgullos y méritos personales; en ponerse una escalera, que uno va subiendo de escalón en escalón con su sola fuerza. De pronto, uno llega a comprender que no tiene más fuerzas personales. Y sobre todo, es también peligroso porque nos lleva a centrarnos en nosotros mismos, y no en Jesús.
Recomiendo la "Espiritualidad desde abajo" de la cual ya les he hablado anteriormente. La de un corazón humilde y un alma de pobre. Que reconoce sus miserias y limitaciones. Que se pone en espera humilde y de amor ante Jesús; que se reconoce pequeño, y que deja que brazos de Jesús se alarguen hasta el fondo de sus miserias humanas, y como un ascensor nos tire hacia arriba. Hay que abandonarse y anonadarse en Jesús, comenzando, también, una oración propia de los hombres y mujeres de corazón y alma de pobre:


"Espero confiado en el Señor, cierto estoy de su Palabra".


"Habla, Señor, que tu siervo escucha".


"Héme aquí, Señor, para hacer tu voluntad".


"He aquí la esclava del Señor, que se haga en mí según su Palabra".



Es una espera de silencio, llena de amor a Jesús. Pero, Jesús, al mismo tiempo, no acepta que nos instalemos en su compañía. No. Él nos envía a prolongar esta experiencia en el compromiso con el otro, sobre todo con los pobres y construyendo Reino.

( Para no alargar tanto este escrito con citas, les recomiendo que ustedes mismos lean Puebla en números 726, 932, 727).


La Iglesia en esta cuaresma, nos recuerda lo inevitable de la cruz en nuestra vida. Nos recuerda la fuente de nuestra fidelidad y de nuestra esperanza: la experiencia personal, viva y exigente de Jesús.
En nuestras crisis, oscuridades y frustraciones, sólo esta experiencia personal es capaz de transfigurar nuestro sacrificio y renuncia en esperanza y en fidelidad, sosteniendo la causa del Evangelio y de la Liberación Integral de nuestros hermanos.


Yo, agregaría, que también hay que sostener y sacar adelante a un Pueblo de Dios en crisis. No sólo por pecados de abusos sexuales y problemas de pedofilia, sino también por problemas de divisiones y luchas internas de poder y gobierno en nuestra Iglesia; quiero también resaltar otro problema la involución y restauración de nuestra Iglesia con respecto a Vaticano II. La no puesta en práctica como corresponde del Concilio Vaticano II, concebido por "obra del Espíritu Santo", puede convertirse, para hermanos detractores, en un peligro de llegar a ser gente al borde del "pecado contra el Espíritu Santo, pecado que no se perdonará ni en esta vida ni en la otra".



Esto es triste y preocupante. Que Dios no permita que esto siga sucediendo en nuestra querida Iglesia.



También, habiendo tanta injusticia en nuestra sociedad, causando la pobreza de millones de seres humanos, nos urge una Iglesia más profética, que denuncie el "pecado social", y convoque a la conversión: a cambiar de la muerte social a la vida de resurrección social; y para esto debe exigir a sus hijos salir de la pasividad y omisión, con un compromiso real y concreto, para cambiar nuestra sociedad y país, que tiene una economía "perversa", que hace el sufrimiento y "muerte" de muchos hermanos, especialmente de los más pobres. Y, en el caso de nuestro país, una institucionalidad ilegítima, con una Constitución del 80, que no goza de ninguna autoridad moral, porque se dio sin ninguna garantía, sin Registros Electorales, hecha entre cuatro paredes, por hombres de dictadura, y sin un conocimiento verdadero de su contenido por el pueblo. Aprovecho de recordar, a mis obispos de hoy, que lo que estoy diciendo, son exigencias puestas por obispos de ese tiempo de 1980, y que no se cumplieron. Todo fue un fraude, y Chile está sometido a una minoría que, de hecho, en su práctica política, ha administrado esta herencia de dictadura por más de 40 años. Pidamos en esta Cuaresma que Chile retome y reencuentre su camino, pero, tomando como pueblo, un compromiso de organizarse y de acción liberadora, pasando, si así fuere la exigencia, por la cruz, para encontrar resurrección, vida y vida en abundancia, sobre todo ahora, cuando ya en Chile, con ambición de poder, ya se muestran candidatos y elecciones presidenciales ilegales y sin democracia verdadera, para 2018. Esto es verdad y no debemos ni podemos engañarnos más. Chile tiene que renacer en la verdad:
"Sólo la verdad nos hará libres".



También, como lo ha dicho Francisco I, se hace necesaria una Iglesia pobre y para los pobres.

Todo esto exige en cada miembro del Cuerpo de Cristo, cuya Cabeza está coronada de espinas, que sea un contemplativo en el sentido más puro del término, es decir, alguien que en su experiencia de fe y de su amor tenga un convencimiento vivo de la presencia de un Dios que lo ama a él, a través de las crucifixiones de la vida. Que cuando haya una frustración, la relación con el Señor y su Transfiguración, pueda devolverle la esperanza y la vida de plenitud. Que la oración y experiencia contemplativa, sea la fuente radical de sus compromisos con respecto al mundo, al país, a Jesús y a su Reino, con sus hermanos y con la Iglesia.

Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+































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