Ser de Dios es ser de nuestro hermano y prójimo.

Evangelio de Domingo Sexto Año Ordinario A. 12 de febrero 2017.


"Por eso, cuando presentes una ofrenda al altar, si recuerdas allí que tu hermano tiene alguna queja en contra tuya, deja tu ofrenda ante el altar, anda primero a hacer las paces con tu hermano y entonces vuelve a presentarla".


Esta misma actitud evangélica esta indicada en las palabras del Evangelio de hoy, que sigue a la cita anterior de este Evangelio:

"Llega a un acuerdo con tu enemigo mientras van de camino, no sea que tu enemigo te entregue al juez y el juez al carcelero y te echen al calabozo".


A veces caminamos por la vida aplazando nuestra reconciliación y nuestro amor concreto a nuestro hermano. Lo primero es lo primero y no debemos postergar lo primordial. Por eso, antes que la ofrenda hay que arreglarse con el hermano; no caminar postergando a nuestro hermano en nuestras cuentas y en nuestro amor con él.

La comparación de los dos adversarios que caminan juntos nos enseña que no debemos postergar el momento en que nos pondremos a arreglar las cuentas y a enderezar nuestras vidas con respecto al hermano. Mejor vale hoy que mañana. El asunto no es solamente de arrepentirnos, sino también de reparar el mal que hemos hecho. Por eso, antes de la ofrenda, primero hay que arreglarse con el prójimo; también llegar a un acuerdo con el hermano cuando vas de camino. Porque muchas veces caminamos por la vida arrastrando cosas pendientes con el prójimo.


Con frecuencia nos damos cuenta que somos fríos en el amor a Dios, somos poco perseverantes en nuestro esfuerzo por caminar en la senda del bien. La razón de esto se debe a que desde años hemos cometido pecados y hemos tenido actitudes no rectas, incluso, hemos logrado olvidar los pecados y nuestras actitudes no evangélicas, pero no hemos reparado en los daños que estamos haciendo a nuestro ser y a nuestra vida interior. Llegamos a andar tranquilos en forma irresponsable, arrastrando nuestras cuentas y deudas no arregladas y no pagadas. Así se enfría el amor a Dios, y nuestra vida se torna fofa y mediocre. Por eso, repito: lo primero es lo primero. No podemos, como quien dice, "echarle para adelante" sin haber primero arreglado nuestras deudas, como en el caso de hoy, sin ponernos en la buena con el hermano antes de la ofrenda o cuando vamos de camino con él. A fin de cuentas, el que se cree de Dios, debe estar bien y al día en la deuda de amor con el hermano.


El amor fraterno es de primera importancia. No basta evitar hacer el mal a mis semejantes, sino que debemos evitar el odio interior, así como el resentimiento. Porque mi pecado es el odio que tengo al hermano o el rencor que guardo vivo dentro de mí y que me lleva a desearle el mal:

"Cualquiera que se enoje contra su hermano comete un delito, y el que lo trate de tonto merecería responder ante el Tribunal Supremo, y el que lo trate de renegado de la fe es digno del infierno".

Insisto:En el trato con el hermano no basta evitar el mal hacia él, sino que se hace imperioso amarlo con obras concretas.

Jesús nos está hablando de su ley evangélica, que no suprime la Ley o los Profetas:

"No crean que yo vine a suprimir la ley o los Profetas. No vine a suprimirla, sino para darle su forma definitiva".

Jesús trae una ley evangélica que da la plenitud a cualquiera otra ley religiosa:

"Y les digo que si su vida no es más perfecta que la de los maestros de la Ley y de los fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos".


La ley evangélica de Jesús consiste - se ha dicho tantas veces -, en hacer de nuestra vida cristiana, una vida de perfección en la fraternidad donde el amor al hermano sea lo principal. Antes se había dicho:

"Ama a tu prójimo como a tí mismo".

Ahora Jesús nos dice:

"Ámense unos a otros como yo los amé".

Ya es importante amar al otro como uno se ama a sí mismo, pero es más de plenitud amar como Jesús amó:

"No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama".

Para Jesús, el amor a Dios se verifica amando al hermano; convertirse a Dios es convertirse al hermano, especialmente al necesitado y hacerle justicia, y el culto que le agrada a Dios es la solidaridad con el hermano. Y esto debe aplicarse con plenitud en toda relación humana: en todo debe haber perfección y plenitud de parte nuestra.


Pero estamos insistiendo en que convertirse a Dios es convertirse al hermano. Insistimos con Jesús:

"El que dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso".

Esta insistencia de Jesús ya había sido adelantada por los profetas, que habían hablado de una ley nueva, donde a Dios no le bastaba el rito o el culto, sino más bien, la justicia al pobre, al sufrido y al necesitado. Esta es la ley que Jesús le da su plenitud, que debe cumplirse radicalmente:

"Y les digo que si su vida no es más perfecta que la de los maestros de la Ley y de los fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos".


Hay que entender que el cristianismo es la vida concreta del amor fraterno vivido hasta el extremo, como lo hace Jesús, y no sólo la vida del culto. El que entiende esta verdad cristiana ha entendido a Jesús.
Esto es lo que Jesús nos quiere decir, en Evangelio de hoy, cuando nos clarifica, con exigencia, que nuestra justicia tiene que ser mayor que la de los letrados, motivados por la ley y el culto, y no por el amor al hermano. Y para que no quede ninguna duda de lo que esto significa, en la disyuntiva entre el culto y la hermandad, nos hace elegir la fraternidad, cuando nos dice:

"Por eso, cuando presentes una ofrenda al altar, si recuerdas allí que tu hermano tiene alguna queja en contra tuya, deja ahí tu ofrenda ante el altar, anda primero a hacer las paces con tu hermano y entonces vuelve a presentarla".

Con esta cita del Evangelio de hoy hemos comenzado. Con esta cita estamos terminando, porque el culto y la ofrenda, si bien es cierto, son cristianos, siempre deben ser, como una expresión y como una fuente de crecimiento de este amor al hermano, por el cual Jesús vino y entregó su vida, amándonos hasta el extremo.


¿Cuántos cristianos y católicos realmente hemos entendido y estamos viviendo esta verdad de Cristo y de nuestra fe?

"La fe sin obras es fe muerta".

Hagámonos esta pregunta con responsabilidad. Responsabilidad o ser responsable viene de responder. Persona responsable es la que puede responder de sus actos en cada momento. Amén.

Pbro.Eugenio Pizarro Poblete+


P. S. Dejo la tarea de que cada uno busque aplicar en su vida concreta personal y social el Evangelio de hoy.
Volver arriba