Invito a un momento de Retiro Espiritual en Semana Santa.



DOMINGO DE RAMOS: EVANGELIO DE LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS. 09.04.2017.



(Mc. 14, 1-15,47; Mt. 26,1-27,50; Lc. 22, 1-23,56; Jn. 18, 1-19,42)





La Cuaresma termina, la Semana Santa comienza, la Pasión de Jesús vuelve a comenzar. Jesús va a ser crucificado de nuevo,Jesús va a sufrir de nuevo entre nosotros. ¿Qué papel jugamos nosotros en todo ello?

He puesto las citas de la Pasión y Muerte de Cristo de los cuatro evangelistas. La intención es que en esta Semana Santa escuchen la Palabra de Dios, y tal vez, en la tarde del Viernes Santo o durante el día Sábado Santo, esperando la Liturgia de la Vigilia Pascual de la noche, busquen el modo de hacer su propio Retiro Espiritual, meditando o haciendo oración en una gran escucha de la Palabra de Dios en su Pasión y Muerte, y preparando una verdadera Resurrección con Cristo.





"En efecto la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, sondeando los huesos y los tuétanos para probar los deseos y los pensamientos más íntimos. Toda criatura es transparente ante ella; todo queda desnudo y al descubierto a los ojos de aquel a quien deberemos dar cuentas". (Hebreos 4,12-13).



Esto quiere decir que la Palabra de Dios es actual, que está dicha en este momento, que se nos repite continuamente, que está naciendo constantemente en el corazón de Dios para dirigirse a todos y cada uno de nosotros; que es nueva cada día, nueva para cada hombre o mujer, que es personal, porque va destinada expresamente a nosotros para iluminarnos. "El Verbo - la Palabra de Dios - es la luz verdadera que ilumina a todo hombre". (Juan 1,9).





El Evangelio no es una leyenda. Tampoco es solamente una historia del pasado. Es una profecía. ¡Nos predice lo que está pasando actualmente, lo que pasará siempre en nuestro mundo!



Es una revelación viva, actual, que nos manifiesta el verdadero sentido de lo que está sucediendo hoy día ante nuestros ojos. El Evangelio nos descubre la vida de Dios entre nosotros. Y Dios vive siempre entre los hombres y mujeres. Jesús, la Palabra, está con nosotros todos los días hasta la "consumación de los siglos". Jesús es un contemporáneo nuestro y el Evangelio nos habla de lo que hoy está pasando entre Él y nosotros, nos explica cómo nos trata Jesús y cómo lo tratamos nosotros a Él. En verdad, nosotros estamos descritos en el Evangelio, estamos previstos en él.





Nuestra fe en la Palabra de Dios se mide por nuestra fe en su amor. En realidad no creemos de veras que Dios nos habla porque no creemos que nos ama. Yo diría que un santo es aquel que cree que Dios le ama:



"Nosotros hemos encontrado al amor de Dios presente entre nosotros, y hemos creído en su amor. Dios es amor.

El que permanece en el Amor, en Dios permanece, y Dios en él"
. (1- Juan 4, 16-17).



Aquel que sabe que Dios le ama sabe también que Dios le habla. Dios no ha dejado de ser revelación, puesto que no ha dejado de ser amor. La felicidad de Dios consiste en manifestarse. Dios es amor, y, por tanto, es comunicación de Sí Mismo. Es confidencia. Es Palabra. Revelación de Sí Mismo a aquel que quiere oírle. Dios no goza más que confiándose y entregándose.

La revelación de Dios comenzó en el Paraíso. Entonces comenzó a manifestarse, a hacer confidencias, a tratar de hacernos comprender que existía. Comenzaba a entregarse. Y desde ese momento empezó también a ser rechazado:



"Ya estaba en el mundo y por Él se se hizo el mundo, pero este mundo no lo conoció.

Vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron".
(Juan 1,10-11).



Pero Dios no ha cesado jamás de dirigirse a nosotros. Dios sigue esperando nuestra atención. Dios vuelve a hablarnos. Dios se reconcilia con nosotros después de cada una de nuestras negativas:



"En diversas ocasiones y bajo diferentes formas, Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas, hasta que en estos días, que son los últimos, nos habló a nosotros por medio de su Hijo". (Hebreos 1,1-2)



La confidencia llegó a ser tan urgente, la Palabra se dirigió, se entregó de tal manera a los hombres y mujeres, que el Verbo, la Palabra, se hizo carne. La Encarnación es la profecía suprema, el supremo esfuerzo de la revelación de Dios. Dios deseó tan ardientemente que muestra carne creada por Él le recibiese y le comprendiese que se hizo carne. Depositó su Palabra en nuestras manos y no la ha vuelto a recoger. El don de Dios es sin retorno. Dios se ha puesto para siempre a disposición nuestra. Se hizo carne para que pudiésemos comerle en su Sacramento, amarle en nuestros hermanos, con sus distintas situaciones y hechos en la sociedad, especialmente en los sufrimientos, marginaciones y opresiones de los pobres, y oírlo y seguirlo en su Evangelio.



El Evangelio es la Palabra de Dios dirigida a cada uno de nosotros y a todos y a todo hecho de nuestra vida social y circundante.

Los autores sagrados estaban inspirados y que, por lo tanto, sus palabras tienen a Dios por autor. ¿Tenemos conciencia de ello cuando leemos la Palabra? Esto es lo que significa el carisma de la inspiración en la Biblia. Si Dios es el autor, ¿cómo no llegará directamente a nosotros, cada vez que, abriendo la Palabra, nos ponemos en comunicación con Él?

"Les he hablado mientras estaba con ustedes. En adelante el Espíritu Santo Intérprete, que el Padre les enviará en mi Nombre, les va a enseñar todas las cosas y les recordará mis palabras".

Jesús poco antes de su muerte, indica bien a las claras que lo que Él había dicho quedará como algo que hay que aprender y que todas estas cosas habían sido dichas un día por Él para que fueran enseñadas por el Espíritu Santo siempre. El Espíritu no cesa de imprimir a estas palabras un movimiento, una fuerza viva que se adentra hasta lo profundo de nuestro corazón.



Cuando recibimos una Palabra del Evangelio de Dios, no es un texto que se nos ha dado para leer, no es una idea que se nos ha dado para disecar, es Dios mismo que nos habla cara a cara como un hombre habla a su amigo. Si la escuchamos así, como venida de un amigo, entonces será "viva" en nosotros y además eficaz. Entonces obrará, nos curará, nos resucitará.

Si recibimos esta Palabra viva tal como nos ha sido dada, nos alimentará a lo largo de todo el día como nos alimenta el Pan vivo: Cuerpo de Cristo que comemos en la Misa.

La comunicación que Dios nos ofrece es ininterrumpida. La conversación que desea mantener con nosotros es inagotable. Dios nos habla en todo tiempo. Dios nos llama en todo tiempo. Y desea hablar siempre con nosotros:



"Pero ustedes no me han oído ni me han hecho caso". (Jeremías 35, 15).



"El que es de Dios escucha la Palabra de Dios; por eso no me escuchan porque no son de Dios".

(Juan 8, 47).



Dios no se revela a nuestro nivel. A Abraham comenzó por decirle:



"Yavé dijo a Abram: Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré". (Génesis 12, 1).



Se trata de que para ver a Dios es preciso aceptar morir. Ya el Antiguo Testamento nos decía:



"No se puede ver a Dios y vivir".



No hay término medio entre conocerlo y permanecer siendo los mismos, entre reconocerlo y no preferirlo. No se puede ver a Dios y seguir viviendo como se vivía antes de haberlo visto. Ver a Dios significa que debemos morir a nosotros mismos, y que nos abramos a su voluntad, a su manifestación y a su misión. Esto se produce en el encuentro personal con Cristo a través de su Palabra: de su Evangelio.



Pero algunos dirán: yo he leído el Evangelio, lo he ojeado muchas veces. No me dice nada. Sus palabras no me han sugerido nada. Aquellos relatos tan conocidos, aquellos personajes sin vida, los pasajes oscuros no han despertado mi interés. No he encontrado en ellos a Cristo.



Hoy día volveré a hablares de la mujer del Evangelio que sufría flujos de sangre. Hablaré del encuentro de David con profeta Natán. Y también recurriré a Clodoveo un soldado jefe de centuria. Todos estos episodios nos ayudarán a tomar la Palabra de Dios en Evangelio de Pasión y Muerte de Cristo: Evangelio de la Eucaristía de este Domingo de Ramos, o también en algún día de esta Semana Santa, para tener una escucha de la Palabra: Jesús el Verbo Encarnado, y poder así tener un encuentro personal con Jesús, haciendo un Retiro Espiritual con Él.



1.- En su tiempo Jesús producía una impresión corriente a todos aquellos que lo tomaban por un hombre corriente. Un día era tan grande la multitud que Jesús se vio apretujado por todas partes. Pero había una mujer que se acercó a Él con fe:

"Si logro tocar, aunque sea sólo su ropa, sanaré". Le tocó y curó. Entonces Jesús se paró y dijo:

"¿Quién me tocó el manto?".

Los Apóstoles respondieron: "Cuando ves a esa gente que te aprieta, ¿cómo puedes preguntar quién me tocó?

Mas Jesús sin ocuparse de ellos, insiste:"Alguien me tocó;yo sentí que una fuerza salía de mí".

Entonces la multitud comprende que algo extraordinario ha ocurrido. Se hace silencio, se echan todos atrás protestando que ellos no han hecho nada, que no lo han tocado..., y es cuando una pobre mujer temblorosa queda sola en medio y confiesa: "Yo he sido, yo te he tocado".



Todos le han tocado, todos le han empujado. Y, sin embargo, nadie se cura ni se transforma. Una sola persona le toca con fe, y al momento siente un inmenso bienestar dentro de su cuerpo y se cura.



También nosotros leemos el Evangelio. Pero si lo leemos como un libro ordinario no producirá en nosotros más que un efecto ordinario. Hay que leerlo como si se hubiera tocado a Cristo, con el mismo respeto, con la misma fe y la misma esperanza. Si leemos el Evangelio sin fe lo leeremos también sin provecho.



Cada vez que comulgamos el Pan Eucarístico decimos: "Señor, no soy digno que entres en mi casa, pero una palabra tuya, bastará para sanarme". Y, sin embargo, tenemos en nuestras casas este libro de Palabra Salvadora. Prueben con esta Palabra Salvadora con gran fe como la mujer del Evangelio de Jesús.

Todos tenemos la ocasión en nuestras manos. ¿Cuál no deberá ser nuestro gozo, nuestra confianza, nuestro invencible entusiasmo? Nosotros nunca terminaremos de oírle. No estaremos nunca privados de Él. Llegará el día en que le escuchemos como es debido y lo oigamos con tal fe que quedemos curados.



2.- Pero ¿en qué consiste leer el Evangelio con fe ? No basta con creer que ha ocurrido todo lo que se cuenta en él. Esto es lo que haríamos con cualquier libro de historia, supuesta la honestidad del narrador.

Leer el Evangelio es creer que todo lo que hay en él está ocurriendo; que es una Palabra de revelación, de descubrimiento; que es algo más que una historia: que es una profecía.



El Evangelio nos descubre lo que somos y lo que hacemos. Nos cuenta la vida de Dios entre los hombres. Mas Dios vive siempre entre los hombres. Dios siempre es el mismo. Y los hombres son siempre los mismos. Lo que nos descubre el Evangelio está ocurriendo hoy, actualmente. El Evangelio nos revela nuestras vidas, con sus circunstancias y situaciones personales y sociales; la Palabra me revela cómo Dios nos ama y cómo muchas veces le hemos correspondido tan mal.



No hay que leer la Palabra como una historia del pasado, como un memorial piadoso y sentimental en las nubes.

Hay que leer el Evangelio como una revelación que nos revela a Dios y a nosotros. Estamos anunciados, anotados y profetizados en el Evangelio. Nuestro deber es conocer esa Palabra que nos corresponde y atañe personalmente a cada uno y a todos con nuestras circunstancias y situaciones personales y sociales. Esta Palabra ha sido dirigida directamente a nosotros.

De la misma manera que cuando se comulga a Jesús, Pan de Vida, no se recibe a un Jesús vivo hace más de dos mil años, sino a Jesús vivo actualmente en la vida nuestra, así también, orando el Evangelio no escuchamos al Cristo que hablaba a los que vivían hace más de dos mil años, sino que oímos a Jesús Encarnado ahora. El Evangelio es Palabra de Comunión. En la Eucaristía Cristo vive; en el Evangelio Cristo habla.



El Apóstol Santiago nos habla de la Palabra en un espejo:



"Hagan lo que dice la Palabra, pues al ser solamente oyentes se engañarían a sí mismos. El que escucha la Palabra y no la practica es como un hombre que se mira al espejo y apenas deja de mirarse se olvida de cómo era.

Todo lo contrario, el que se fija atentamente en la Ley perfecta que nos hace libres, y persevera en ella, que no oye para luego olvidar, sino para cumplir lo que pide la Ley, será feliz al practicarla".


(Santiago 1, 22-25).



El Evangelio es un espejo. Cada uno puede verse en él, más que reflejado, denunciado y revelado.

Aquí me referiré a David en su pecado y en su encuentro con el profeta Natán. Este Palabra Bíblica es conocida y se puede encontrar en 2-Samuel 11, 1-26; y en 2-Samuel 12, 1-14.



Pues bien, David pecó. Se hundió con una terrible rapidez en el pecado más cobarde y más odioso. Se enamoró de la mujer de Urías y entonces hizo llamar a éste del frente de batalla, le engañó, le embriagó y finalmente le mandó asesinar, valiéndose de su infame estrategia.

Seguidamente David se desposó con Betsabé. El niño concebido en el adulterio nació en el matrimonio "legítimo"; las apariencias se salvaron; se guardaron las formas sociales y externas; todo estaba en orden; la ficción estaba consumada.

Pero hay en Israel un profeta, un hombre por quien la Palabra de Dios se hace viva, operativa, eficaz, que despoja al hipócrita de "buena conciencia".

Natán se presenta a David y le dice:

"En una ciudad había dos hombres; uno era rico y el otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas, y el pobre no tenía más que una sola oveja que había comprado y la había criado durmiendo en su seno, y era para él como una hija. Llegó un viajero a casa del rico y éste no queriendo tocar a sus ovejas ni a sus bueyes y para dar de comer al viajero que a su casa llegó, tomó la oveja del pobre y se la aderezó al huésped. David entró en gran cólera contra este hombre y dijo a Natán: ¡Vive Dios que el que tal hizo es digno de muerte! y que ha de pagar cuatro veces el precio de la ovejita, por haber hecho tal cosa, obrando sin piedad. Y Natán dijo a David: Tú eres ese hombre". (II Samuel 12, 1-7).



David se convirtió porque escuchó a un profeta; David se reconoció pecador en el espejo de una Palabra de Dios. Entonces David se reconoció pecador. Desde el momento en que dejó de considerar la parábola de Natán como una historia; desde el momento que la aceptó como una revelación, como una profecía, David se despojó de su sincera e hipócrita indignación. Entonces se dio cuenta de lo que había hecho y se abrieron sus ojos: "David dijo a Natán: Pequé contra Yavé".

Y la luz penetró tan profundamente que al punto fue perdonado: Natán dijo a David: "Yavé ha perdonado tu pecado y no morirás".



¡ Qué eficaz es la Palabra de Dios!



Igualmente lo será para ustedes y para mí cuando comencemos a escuchar la Palabra que nos está diciendo constantemente: ¡Ese hombre eres tú!





3.- De la misma manera se nos aclara el significado de la Pasión y Muerte del Señor. La Pasión vuelve a comenzar todos los días; todos los años moviliza nuevos actores para los mismos papeles. Millones de Pilatos que se lavan las manos, los que dejan hacer y de cuya cobardía se aprovecha la maldad de la gente. Millones de desertores que en los momentos difíciles no conocen a Jesús como San Pedro.



Pero al hablar del Evangelio como un espejo, me recuerdo de Clodoveo jefe de soldados. Al oír la Palabra de la Pasión y Muerte de Cristo, exclamó: ¡Qué lástima que no hubiera estado yo allí con mis hombres!

El infeliz no sospechaba que él podía ser capaz de hacer cosas peores y que había hecho esto mismo cien veces. Estaba convencido de que solamente los demás eran tan malvados que podían cometer tales injusticias.

La Palabra de Dios no le había desenmascarado. El Evangelio para él esclarecía el pasado y no el presente. Seguía "no sabiendo lo que hacía" cuando mataba, saqueaba, oprimía al débil y pisoteaba al vencido. El conocimiento de Dios no le había despertado el conocimiento de sí mismo. Para él, el Evangelio no lo escuchaba como mirándose en un espejo, porque generalmente en este espejo no vemos más que a los demás. Nos indignamos de la maldad y de la ceguera de los demás.

Para estos Clodoveos el Evangelio de la Pasión y Muerte de Jesús, por su soberbia, orgullo y egoísmo, no les hace ver más que la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.



Se podría decir algo semejante de San Pedro, cuando el Señor le predijo su traición, vio en el espejo que se le mostraba la traición de los demás:



"Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré jamás".



A partir de ese momento ya estaba decidido que Pedro había de traicionar porque había rehusado la luz.



Y me he preguntado al comienzo de este escrito, en un Domingo de Ramos, donde el Evangelio es de la Pasión y Muerte de Jesús, ¿qué papel jugamos en todo esto?

Entre ustedes alrededor vuestro ¿no hay nadie que sufra, que en el mundo llore, que tenga frío o sed de alguna cosa, ningún enfermo, ningún luto, ningún Campamento de gente sin vivienda, acaso no hay un 80% de pobres en el mundo, pobres marginados y traicionados por el afán y la corrupción del dinero de unos privados unidos con políticos, y nuestros hermanos de Colombia, como tantas veces en Chile, con inundaciones, aluviones y despojos de sus humildes hogares y enseres? ¿Y lo qué pasa en Venezuela? Escuché la reunión extraordinaria de OEA pedida por veinte integrantes de países, entre ellos Chile. Debo reconocer que teniendo experiencia de lo que significó el Golpe Cívico- Militar en Chile, encontré en los que intervenían, usando la palabra, muchos David, con un dejo de hipocresía, inconsciente o consciente. También veo algo parecido en la política Chilena, no se reconocen las culpas, se traiciona al pueblo, buscando intereses de una minoría y no el bien común; se busca el poder con idolatría, con candidaturas, que ante un Chile enfermo y traicionado, se lavan las manos como Poncio Pilatos. En verdad no hay un verdadero interés y amor por la ciudadanía. En fin, cada uno de ustedes, puede encontrar otras realidades de una pasión, y crucifixión de Cristo en los hermanos, y ver qué papel jugamos en todo eso.



En fin, ahí está siempre la misma víctima, el mismo Rostro dolorido, infinitamente paciente, infinitamente amante, que calla y les dirige aquella su mirada que desgarró a Pedro, aquella mirada de ternura, de interrogación y de reproche. Hoy hay más víctimas que nunca: justos que sufren, inocentes perseguidos, millones de pobres y huérfanos, otros tantos de enfermos fruto de la guerra y la violencia, otros tantos ancianos, etc. Y nos preguntamos: ¿Cristo de nuevo crucificado?



Ahí están todos, nos están esperando y nos miran. ¿Quién será hoy día la Verónica,las santas mujeres acompañando a la Madre de Cristo, hoy día, y también de la humanidad? ¿Quién será el Cirineo o Juan? ¿O Pedro o acaso también Judas?



¡Que suerte más extraordinaria la nuestra! Jesús está ahí, vive entre nosotros. Sufre, vuelve a sufrir de nuevo. Sabemos todo lo que le pasa. Se nos ha puesto al corriente, se nos ha dado la clave de esta terrible tragedia, se nos ha dicho al oído el verdadero nombre de los actores, el sentido oculto del drama.



Corramos, no hay más que entrar e intervenir. Podemos escoger nuestro papel o nuestra actuación, podemos ser para Jesús aquel que hubiéramos querido ser.Podemos hacer entre la multitud de los indiferentes y de los que le odian haya algunos servidores vigilantes, algunos corazones alerta, algunos rostros amorosos; algunos gestos de piedad, de compasión infinita, de adoración rendida. Sí. No es la fe que nos falta, sino el valor.



Voy terminando, esperando, con humildad, que este escrito les pueda servir y puedan, en esta Semana Santa, dedicarle un Retiro Espiritual a Jesús en su Pasión y Muerte. ¡Y vendrá la Resurrección!



"El que es de Dios escucha la Palabra de Dios".



Palabra viva puesto que se dirige a cada uno de nosotros; Palabra luminosa que nos habla de Dios y de nosotros; Palabra eficaz, puesto que es urgente llamamiento a nuestra enmienda. Palabra que transforma a todos los que llegan a comprenderla y la reciben en su corazón, a todos los que son dóciles a ella.

"El que es de Dios escucha la Palabra de Dios".



Esto sólo se comprende cuando se ama.



" La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas: ahí está la condenación. El que obra mal odia la luz y no viene a la luz, no sea que su maldad sea descubierta y condenada". (Juan 3, 19-20).



Entonces porque sus "obras eran malas" es por lo que muchos rehusaron escucharle. Sin embargo:

"Mis ovejas conocen mi voz y yo las conozco a ellas. Ellas me siguen y yo les doy vida eterna: nunca perecerán y nadie las sacará de mi mano". (Juan 10, 27-28).



"Pero el pastor de las ovejas entra por la puerta. ... y las ovejas escuchan su voz". (Juan 10, 2-3).



Palabra eficaz también porque nos libera de nuestras hipocresías. A pesar del tiempo que hemos gastado en componer esta máscara y este disfraz, Jesús al fin, nos la ha arrancado y nos ha dejado libres para comprender otras tareas, para entrar en otro juego, en su juego.



"Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así será la Palabra que salga de mi boca. No volverá a mí sin haber hecho lo que yo quería, y haber llevado a cabo su misión. Sí, ustedes partirán con alegría". (Isaías 55, 10-12).



Que todos tengan una semana "santa" y que el Señor los conduzca a una feliz resurrección personal y social. Amén.





Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+







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