Jesús, Luz del mundo, nos convierte, haciéndonos pasar de la ceguera a la visión cristiana.
Domingo Cuarto de Cuaresma Año A. 26.03.2017.
Primera de Samuel 16,1-7.10-13.
Efesios 5, 8-14.
Juan 9,1-41.
La Sagrada Escritura de la liturgia de este cuarto domingo de cuaresma nos presenta varios mensajes para nuestra conversión, sólo profundizaré tres, y lo demás queda, para que ustedes, tomando las lecturas bíblicas indicadas al comienzo de este escrito, las mediten, y el Espíritu los encamine hacia más conclusiones acerca de vuestra conversión.
A través de este escrito encontrarán, si Dios lo dispone así, los tres mensajes antes avisados. Y se los enumero, para que al leer, los consideren y los hagan suyos, en este caminar cuaresmal hacia la pascua nuestra en Jesús Resucitado.
1.- La conversión es un ver, un pasar de la ceguera a la visión.
2.- Jesús tiene el poder de hacer ver; la luz viene de Él.
3.- Los pequeños y rechazados, como el ciego de Evangelio de hoy, son llamados a una tarea y función muy importante. Y agreguemos aquí, que esto último es la idea madre de la Biblia: Dios se sirve de los pequeños para actuar entre los hombres.
Profundicemos el aspecto ceguera-visión.Yo creo que la mayor parte de nosotros somos egoístas. Nos creemos el "centro" y que todos los que nos rodean están obligados a servirnos. Si fuéramos más conscientes de lo que hacemos sufrir a los demás por nuestro egocentrismo, cambiaríamos. Mi experiencia es que con el egoísmo no ganamos nada y, que incluso nuestro egoísmo, nos hace infelices y hacemos infelices a los demás. Cuán hermoso sería si nos diéramos cuenta de nuestro egoísmo, y cambiáramos. Pero no sucede así, porque somos ciegos.
Hay otro tipo de ceguera de la cual también demos convertirnos. Me refiero a la ceguera de la confusión.
La encuentro en el poblador o en otro, que gasta su sueldo, para comprar vino y emborracharse, dejando a sus niños sin pan. La veo en el que tiene ansias de tener y no de ser: que envía sucios, casi desnudos, sin ropas, a sus hijos al colegio, y él gasta en cosas superfluas, objetos inútiles o pocos necesarios, y sus hijos crecen sin instrucción y menos educación; crecen sin alimentación, mal genio y agresivos con sus compañeros y amigos de la población, porque se miran en una situación de inferioridad... no "tienen" como los otros. Es el caso del hombre que va al supermercado donde se vende de todo, y confuso, no sabiendo que tener o comprar para su casa, toma lo primero que le cae en mano, lo que más le atrae a su vista. También es un tipo de ciego; ve y no ve; ve confuso.
Hay también la ceguera de no ver al ser humanos como prójimo.
Sucede a diario en nuestra sociedad, donde nos cruzamos con hechos y situaciones de extrema necesidad, como la que sufren los pobres y no los "vulnerables" como se dice ahora con ingenuidad, enajenación u oculta intención; si "viéramos", tal vez estaría de nuestra mano, de la mano del rico, del político y de la autoridad, hacer algo y dar una respuesta concreta a esa necesidad extrema que los pobres hace tiempo están gritando. El pecado está en que no vemos que esos hechos y situaciones nos conciernen, nos corresponde como deber socorrer y solucionar.
Aquí viene el tercer mensaje:
El Señor escoge a los más pequeños y menos sabios,
para confundir a aquellos que creen saberlo todo y enseñan, disparando su saber por todas partes. La posibilidad de tener nuestra mente llena de ideas justas, y de actuar en la práctica como ciegos, la tenemos todos, especialmente veo actuar así a los políticos de mi país; ahora que están saliendo tantos políticos como candidatos, incluso en un país que tiene pendiente una Constitución e Institucionalidad Legítima, y esto ellos lo saben, porque lo que hoy tenemos, es fruto de la negociación que hicieron a espaldas del pueblo con dictadura, y así, todo se convierte en una práctica política de ciegos. Seamos humildes y pidamos a Dios de no ser confusos ciegos, de ver claro.
Si la ceguera es lo que hemos visto, aparece claro que veamos nuestro yo no como centro de nuestro mundo, sino en relación a los demás, a los otros, siendo capaces de comprender, de tener una actitud de permanente servicio; de darnos a los demás, especialmente a los pobres. Se hace urgente ver las cosas en su verdadera dimensión y no engañarnos nosotros mismos ni dejarnos engañar por ocultas ansias de riquezas y poder político latentes; no tomándolo todo para sí, negándoselas a mis hermanos, particularmente a los pobres: los predilectos de Cristo. Hay que "ver" a los otros como prójimo, como hermanos. Hay que pensar: "si no lo ayudo yo, no lo ayuda nadie".
Jesús puede darnos la luz y la visión, puede abrirnos los ojos, pero debemos merecerlo. Esta gracia de "ver" la merecemos, cuando con fe se la pedimos al Señor, también teniendo el oído atento, la mirada abierta y el paso ligero; esto me lo enseñó el santo Obispo Don Manuel Larraín. Quiere decir, entonces, que hay que tratar de no perder las ocasiones que se presentan en nuestra vida diaria. Cuando mejor usamos nuestra "vista", este ver que nos viene dado, tanto más aumenta nuestra visión. No debemos esperar ver bien para comenzar a actuar, sino que debemos actuar, y así, poco a poco, veremos mejor.
Ahora nos conviene considerar en Evangelio de hoy, lo que sucedió al ciego cuando comenzó a ver . Todos se pusieron en contra de él. Se le fueron encima: la gente, los padres que se lavan las manos por miedo, los fariseos que lo expulsan de la sinagoga. Esto sucede cuando se ve. Cuando la visión y exigencia de la fe nos hace anunciar y denunciar a los ricos y a los pobres, los pecados, el egoísmo, a los opresores y a los oprimidos, a los que están mal y a los que están demasiado bien. Y no debemos esperar que la gente nos aplauda.
Podemos terminar con el mismo término del Evangelio de hoy: una conclusión muy bella.
El pobre ex-ciego, andaba al fin del día desconsolado y solo, por la calle, expulsado y abandonado de todos. Y se encuentra por casualidad con Cristo. Al encontrarlo Jesús le dice: "¿Crees en el Hijo del Hombre?" Éste contestó: "¿Quien es, Señor, para que crea en él?" Jesús le dijo: "Tú lo está viendo. Soy yo, el que habla contigo". El dijo: "Creo, Señor". Y se arrodilló ante Él.
Jesús dijo: "He venido a este mundo para iniciar una crisis : los que no ven, verán, y los que ven, van a quedar ciegos".
Y el ciego, desde ese momento supo, que jamás estaría solo.
Los pequeños, los pobres y rechazados, como el ciego, son los llamados y acompañados por el Señor. Dios se sirve de los últimos, de las cosas que no son para actuar entre los hombres. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Primera de Samuel 16,1-7.10-13.
Efesios 5, 8-14.
Juan 9,1-41.
La Sagrada Escritura de la liturgia de este cuarto domingo de cuaresma nos presenta varios mensajes para nuestra conversión, sólo profundizaré tres, y lo demás queda, para que ustedes, tomando las lecturas bíblicas indicadas al comienzo de este escrito, las mediten, y el Espíritu los encamine hacia más conclusiones acerca de vuestra conversión.
A través de este escrito encontrarán, si Dios lo dispone así, los tres mensajes antes avisados. Y se los enumero, para que al leer, los consideren y los hagan suyos, en este caminar cuaresmal hacia la pascua nuestra en Jesús Resucitado.
1.- La conversión es un ver, un pasar de la ceguera a la visión.
2.- Jesús tiene el poder de hacer ver; la luz viene de Él.
3.- Los pequeños y rechazados, como el ciego de Evangelio de hoy, son llamados a una tarea y función muy importante. Y agreguemos aquí, que esto último es la idea madre de la Biblia: Dios se sirve de los pequeños para actuar entre los hombres.
Profundicemos el aspecto ceguera-visión.Yo creo que la mayor parte de nosotros somos egoístas. Nos creemos el "centro" y que todos los que nos rodean están obligados a servirnos. Si fuéramos más conscientes de lo que hacemos sufrir a los demás por nuestro egocentrismo, cambiaríamos. Mi experiencia es que con el egoísmo no ganamos nada y, que incluso nuestro egoísmo, nos hace infelices y hacemos infelices a los demás. Cuán hermoso sería si nos diéramos cuenta de nuestro egoísmo, y cambiáramos. Pero no sucede así, porque somos ciegos.
Hay otro tipo de ceguera de la cual también demos convertirnos. Me refiero a la ceguera de la confusión.
La encuentro en el poblador o en otro, que gasta su sueldo, para comprar vino y emborracharse, dejando a sus niños sin pan. La veo en el que tiene ansias de tener y no de ser: que envía sucios, casi desnudos, sin ropas, a sus hijos al colegio, y él gasta en cosas superfluas, objetos inútiles o pocos necesarios, y sus hijos crecen sin instrucción y menos educación; crecen sin alimentación, mal genio y agresivos con sus compañeros y amigos de la población, porque se miran en una situación de inferioridad... no "tienen" como los otros. Es el caso del hombre que va al supermercado donde se vende de todo, y confuso, no sabiendo que tener o comprar para su casa, toma lo primero que le cae en mano, lo que más le atrae a su vista. También es un tipo de ciego; ve y no ve; ve confuso.
Hay también la ceguera de no ver al ser humanos como prójimo.
Sucede a diario en nuestra sociedad, donde nos cruzamos con hechos y situaciones de extrema necesidad, como la que sufren los pobres y no los "vulnerables" como se dice ahora con ingenuidad, enajenación u oculta intención; si "viéramos", tal vez estaría de nuestra mano, de la mano del rico, del político y de la autoridad, hacer algo y dar una respuesta concreta a esa necesidad extrema que los pobres hace tiempo están gritando. El pecado está en que no vemos que esos hechos y situaciones nos conciernen, nos corresponde como deber socorrer y solucionar.
Aquí viene el tercer mensaje:
El Señor escoge a los más pequeños y menos sabios,
para confundir a aquellos que creen saberlo todo y enseñan, disparando su saber por todas partes. La posibilidad de tener nuestra mente llena de ideas justas, y de actuar en la práctica como ciegos, la tenemos todos, especialmente veo actuar así a los políticos de mi país; ahora que están saliendo tantos políticos como candidatos, incluso en un país que tiene pendiente una Constitución e Institucionalidad Legítima, y esto ellos lo saben, porque lo que hoy tenemos, es fruto de la negociación que hicieron a espaldas del pueblo con dictadura, y así, todo se convierte en una práctica política de ciegos. Seamos humildes y pidamos a Dios de no ser confusos ciegos, de ver claro.
Si la ceguera es lo que hemos visto, aparece claro que veamos nuestro yo no como centro de nuestro mundo, sino en relación a los demás, a los otros, siendo capaces de comprender, de tener una actitud de permanente servicio; de darnos a los demás, especialmente a los pobres. Se hace urgente ver las cosas en su verdadera dimensión y no engañarnos nosotros mismos ni dejarnos engañar por ocultas ansias de riquezas y poder político latentes; no tomándolo todo para sí, negándoselas a mis hermanos, particularmente a los pobres: los predilectos de Cristo. Hay que "ver" a los otros como prójimo, como hermanos. Hay que pensar: "si no lo ayudo yo, no lo ayuda nadie".
Jesús puede darnos la luz y la visión, puede abrirnos los ojos, pero debemos merecerlo. Esta gracia de "ver" la merecemos, cuando con fe se la pedimos al Señor, también teniendo el oído atento, la mirada abierta y el paso ligero; esto me lo enseñó el santo Obispo Don Manuel Larraín. Quiere decir, entonces, que hay que tratar de no perder las ocasiones que se presentan en nuestra vida diaria. Cuando mejor usamos nuestra "vista", este ver que nos viene dado, tanto más aumenta nuestra visión. No debemos esperar ver bien para comenzar a actuar, sino que debemos actuar, y así, poco a poco, veremos mejor.
Ahora nos conviene considerar en Evangelio de hoy, lo que sucedió al ciego cuando comenzó a ver . Todos se pusieron en contra de él. Se le fueron encima: la gente, los padres que se lavan las manos por miedo, los fariseos que lo expulsan de la sinagoga. Esto sucede cuando se ve. Cuando la visión y exigencia de la fe nos hace anunciar y denunciar a los ricos y a los pobres, los pecados, el egoísmo, a los opresores y a los oprimidos, a los que están mal y a los que están demasiado bien. Y no debemos esperar que la gente nos aplauda.
Podemos terminar con el mismo término del Evangelio de hoy: una conclusión muy bella.
El pobre ex-ciego, andaba al fin del día desconsolado y solo, por la calle, expulsado y abandonado de todos. Y se encuentra por casualidad con Cristo. Al encontrarlo Jesús le dice: "¿Crees en el Hijo del Hombre?" Éste contestó: "¿Quien es, Señor, para que crea en él?" Jesús le dijo: "Tú lo está viendo. Soy yo, el que habla contigo". El dijo: "Creo, Señor". Y se arrodilló ante Él.
Jesús dijo: "He venido a este mundo para iniciar una crisis : los que no ven, verán, y los que ven, van a quedar ciegos".
Y el ciego, desde ese momento supo, que jamás estaría solo.
Los pequeños, los pobres y rechazados, como el ciego, son los llamados y acompañados por el Señor. Dios se sirve de los últimos, de las cosas que no son para actuar entre los hombres. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+