Perseverancia y Esperanza en Jesús. (Lucas 21,5-19).
Domingo Treinta y Tres. Año C. 13.11.2016.
El martes 8 reciente comenzamos el Mes de La virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra.
El otro día rezábamos una oración a María: "La Salve". Y decíamos:
"Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este "valle de lágrimas"... vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús...".
Como algunos poetas, en esta oración, se ha descrito la vida humana como algo turbulento, una vida con muchos conflictos e insegura. Se demuestra la vida humana con un dejo de pesimismo. Hay algo de verdad. Y Jesús, hoy día, en su Evangelio, quiere situarnos ante esa realidad de nuestra vida. Nos habla de señales que serán anterior al fin del mundo, "pero el fin no vendrá enseguida". Para Jesús, estas señales,siempre actuales en nuestra historia terrenal,se entienden en vista al fin de los tiempos.
"Cuando oigan hablar de guerras y disturbios, no se asusten, porque primero tiene que pasar eso, pero el fin no vendrá enseguida".
"Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en una y otra parte. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo. Pero antes de eso, a ustedes los tomarán presos, y los perseguirán; los entregarán a los tribunales... y los llevarán a las cárceles; los harán comparecer ante los reyes y gobernadores porque llevan mi Nombre".
"Ustedes serán denunciados por su padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados. Serán odiados de todos a causa de mi Nombre...".
"Tengan cuidado y no se dejen engañar, porque muchos vendrán en mi lugar, diciendo: Yo soy el Salvador, ésta es la hora de Dios. No los sigan".
Estas señales, ¿no son acaso, un símbolo, de lo que de una u otra forma sucede y ha sucedido en nuestro mundo contemporáneo?
Chile y otros países han sufrido terremotos, con graves consecuencias. No olvido lo sucedido en Filipinas, la población, especialmente los más pobres, sufrieron graves consecuencias de un gran huracán que sopló en el mar: un tifón. Y así, ha habido constantes avisos ya sea de la naturaleza, ya sea de los mismos seres humanos.
Soy testigo de graves contagios, epidemias y una hambruna despiadada en los campamentos de los más pobres a causa de un Chile con un sistema económico: "capitalismo salvaje" hecho y globalizado por los hombres poderosos: ricos y políticos, haciendo el "pecado social" y protegiéndose con institucionalidad ilegítima, herencia de la dictadura y proseguida por los mal llamados gobiernos democráticos. Y lo digo tal cual, cuando veo que ya están asomando candidatos para una próxima contienda electoral. ¿No habría que decir, en este caso, lo mismo que Jesús dice hoy día:
"No se dejen engañar... No los sigan".
Yo agrego: Ni las elecciones ni los candidatos, tampoco los elegidos, son fruto de una legalidad válida.
¿Acaso no está delante de nuestros ojos una violencia entre hermanos de una misma nación? ¿Acaso, en estos días, no se está reprimiendo al pueblo soberano, con violencia inusitada, su legítimo derecho de protestar en forma pacífica, manifestando su discenso y sus legítimas demandas, todo propio de un pueblo soberano y que debe ser el soberano que sustenta una democracia? Creo que no hay democracia en Chile. Por tanto no entiendo ni acepto la bulla de candidatos ni elecciones sin democracia verdadera y sin una validez institucional.
Somos testigos como se hace acopio de una falsa ley anti terrorista, rechazada por derecho internacional, para reprimir la demanda de justicia de nuestros hermanos mapuches. No olvidemos que "mapuche" significa "hombre de la tierra". Los mapuches constituyen a un pueblo originario de Chile. Fueron despojados con violencia de sus tierras, haciendo así, despojo de su identidad misma. Chile tiene una deuda histórica con el pueblo mapuche. Aquí nos encontramos también con una violencia institucionalizada.
Es la institucionalidad ilegítima, heredada de la dictadura, que se ha seguido "legitimando" después de más de 27 años por los políticos y gobiernos mal llamados democráticos. Es causa de más violencia entre chilenos. Es una constante tentación a actos violentos de hombres y mujeres, motivados por esa violencia institucionalizada que cae pesadamente sobre sus hombros.
Es trágica y dramática la violencia al interior de nuestras familias, que se produce y lleva a separación de los matrimonios, a crímenes: homicidios, femicidios e infanticidios, y otras manifestaciones derivadas de las condiciones infrahumanas y de baja calidad humana con que viven muchos hermanos nuestros.
La Prensa dedica mucho tiempo a mostrar casos llamados policiales, casos de robos, "portonazos", delincuencia, "turbazos" y otros. ¿Y cuál será la causa de todos estos problemas que producen un ambiente de inseguridad?
¿En este mundo la paz está realmente siendo obra de la justicia?
"La sociedad sigue herida por vergonzosas brechas que excluyen a miles de compatriotas de las condiciones necesarias para su desarrollo integral. Y es una realidad que no solo afecta a los sectores más pobres y vulnerables, sino también a la clase media. Nos referimos, entre otras realidades, a la posibilidad de acceder a una vivienda digna; a un sistema de salud pública eficiente y de trato humano;a la situación de profesionales y técnicos que no logran un empleo digno después de años de sacrificios como estudiantes; a la situación (vergonzante, para nuestro país,) de los jubilados y adultos mayores. En otros escenarios del diario acontecer, constatamos con preocupación la violencia del narcotráfico y la trata de personas; también hemos señalado la necesidad de abordar la situación de los pueblos originarios y la falta de políticas sociales para acoger a los inmigrantes de pueblos hermanos. Creemos que se debe promover el acceso y la calidad de la educación, respetando la libertad de enseñanza, así como la tarea y decisión prioritaria de los padres, que puedan colaborar en la educación de sus hijos también en lo económico y, a la vez, favorecer la igualdad de oportunidades para no perpetuar la desigualdad y generar un clima de perturbación social.
Reiteramos la necesidad de abordar en sus causas la gran deuda social del país, como lo ha planteado nuestra Carta Pastoral:"Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile". (Carta de nuestros Obispos que cobra plena vigencia en el Chile de hoy).
Creo que los Obispos, han estado constantemente, mostrando otras señales claras del "pecado social" reinante en Chile. Son señales que precederán el final, aunque "el fin no vendrá en seguida".
Tampoco hay que dejarse engañar por algunos que se presentan como de Iglesia, diciendo, hoy día, casi lo mismo del Evangelio de hoy:
"Yo soy el Salvador, ésta es la hora de Dios. No los sigan".
Hacen violencia a la conciencia de los hijos de la Iglesia. En estos días, conversaba con alguien acerca de la reincidencia de un sacerdote, contrariando con sus opiniones el Magisterio de la Iglesia, en un programa de televisión.
Aparecen como gente sin identidad y sentido de pertenencia a la Iglesia. Se ponen,como francotiradores y como quien dice: en la vereda del frente, para disparar en contra de la Iglesia y de su Doctrina actual. A ellos habría que preguntarles: "Quo Vadis". ¿Dónde está el voto de obediencia? Y como Jesús, decir:
"No los sigan".
Esto lo digo no por aquellos hombres y mujeres de Iglesia que, con amor, en comunión y participación, critican en forma positiva, buscando hacer mejor a su Iglesia, haciendo que la Iglesia sea más la de Jesús, quien guiándolos,por su Espíritu, discerniendo los signos de los tiempos, los hace querer encarnar a Jesús, su Evangelio y su Iglesia (nuestra Iglesia) en la historia y realidad de este mundo contemporáneo, tal como nos envió el Vaticano II.
¿Acaso en estos tiempos no ha habido y hay traiciones y denuncias, hecha a personas, por los suyos y amigos, incluso dentro de nuestra Iglesia?
Conozco el caso de un sacerdote muy querido, que aunque ya ha pasado algo de tiempo de su caso, siempre será necesario, ponerlo en el tapete actual de nuestra sociedad. Fue denunciado y gravemente perjudicado por otro sacerdote capellán, y ajusticiado: asesinado. Me estoy refiriendo al sacerdote Juan Alsina, querido amigo, sacerdote español, que vino a entregarse a Chile, dejando su patria, fue asesinado en nuestro Chile durante la dictadura militar. Es un mártir de los pobres, trabajadores y enfermos de nuestro pueblo chileno. Siempre estará en mi memoria.
¿Acaso la renuncia de Benedicto XVI no fue fruto de luchas de poder y divisiones internas en la propia Iglesia? ¿No será esto "señales" que precederán el final, aunque "el final no vendrá en seguida".
Estas y otras manifestaciones, advertencias y señales que precederán el final, aunque "el fin no vendrá enseguida", son señales siempre actuales en nuestra realidad y en nuestra historia, que tienen que entenderse en vista del final definitivo al cual estamos llamados.
En verdad, Jesús no quiere ilusionarnos ni a nosotros ni a la Iglesia. La Iglesia también vive la crisis, la persecución y su conflicto en nuestra historia terrenal. Y las vive entendiendo que son señales de Jesús que precederá el fin de los tiempos. Estas señales, en realidad no se entienden sin proyectarnos al fin definitivo, que es vivir con Dios y en Comunión de los Santos eternamente.
Así entendido el Evangelio de hoy, nos lleva a la conclusión que Jesús no quiere una Iglesia espectacular, poderosa y triunfalista. Si alguna vez la Iglesia tuvo ese brillante poder y triunfalismo fue en épocas de decadencia.
"En esto consiste el "misterio" de la Iglesia: es una realidad humana, formada por hombres limitados y pobres, pero penetrada por la insondable presencia y fuerza del Dios Uno y Trino que en ella resplandece, convoca y salva". (Puebla 230).
"La Iglesia de hoy no es todavía lo que está llamada a ser. Es importante tenerlo en cuenta, para evitar una falsa visión triunfalista. Por otro lado, no debe enfatizarse tanto lo que le falta, pues en ella ya está presente y operante de modo eficaz en este mundo la fuerza que obrará el Reino definitivo". (Puebla 231).
A muchos cristianos esto los desconcierta. Como otros hombres son presa de pánico, angustia y desesperanza, que se expresa en una desconfianza, a veces callada, en la Iglesia; habiendo también una pérdida de los ideales, incluso, la misma fe en Dios, comienza a vacilar.
Pero Jesús ya nos ha advertido de todo ésto - y yo diría detalladamente - en el Evangelio de este domingo. Y lo hace, queriendo de parte nuestra, una actitud contraria al desaliento, al miedo y a la infidelidad. Entendamos sus palabras de hoy:
"Ésta será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí. No se olviden entonces de lo que les advierto, de no preparar su defensa. Porque yo mismo les daré palabras tan sabias que ninguno de sus opositores les podrá resistir o contradecir".
"Ustedes serán denunciados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados. Serán odiados de todos a causa de mi Nombre, pero no se perderá ni uno de sus cabellos. Manténganse firmes y se salvarán".
Y no hay que olvidar la promesa de Jesús al enviarnos a evangelizar:
"Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo". (Mateo 28,20).
Son palabras, que al contrario de cualquier desaliento, duda, miedo y pánico y tentación hacia la infidelidad, nos alienta y revive nuestra esperanza.
Esperamos, como María, Nuestra Madre, en el Dios que todo lo puede. Para Él nada es imposible:
"Porque quiso mirar la condición humilde de su esclava, en adelante todos los hombres dirán que soy feliz.
En verdad el Todopoderoso hizo grandes cosas para mí, reconozcan que Santo es su Nombre que sus favores alcanzan a todos los que le temen y prosiguen en sus hijos". (Lucas 1,47-50).
En el fondo de estas palabras y promesas alentadoras de Jesús, hay un llamado a la esperanza y a la perseverancia, a mantenerse firmes hasta el fin y nos salvaremos.
Cada uno de nosotros experimenta y debe experimentar, en la trayectoria de su vida terrenal, las señales a que Jesús se ha referido hoy día, para nuestros tiempos. Son señales que "preparan al fin"; señales no sólo tocantes al fin de los tiempos, sino señales que de una u otra forma se nos van dando en nuestra historia de este mundo. Estas palabras de Jesús, hoy día, tienen una vigencia y actualidad en la vida de cada hombre y mujer de nuestros tiempos. Hay que tener claras las promesas del Señor, para nuestras circunstancias turbulentas. Sus promesas son para usted, hermano, para usted hermana; para la Iglesia; estas promesas del Señor son para mí, y a mí se me exige esperanza y perseverancia; se exige esperanza y perseverancia a la Iglesia y a nosotros, que somos miembros y militantes de ella.
La esperanza y perseverancia cristiana no consiste en no decaer, en no fallar, en no dudar, incluso en no claudicar. Consiste en saber ponerse de pie siempre y volver a empezar, cada día, después de cada caída y crisis; también comenzar siempre, a pesar de los engaños, no olvidando la advertencia y recomendación de Cristo:
"Tengan cuidado y no se dejen engañar, porque muchos vendrán en mi lugar, diciendo: Yo soy el Salvador, esta es la hora de Dios. No los sigan".
La clave de nuestra salvación y liberación no está en recorrer, en nuestra vida terrenal, caminos fáciles, y siempre subiendo, sino que está en la perseverancia y la esperanza puesta en el Señor y sus promesas. Dios es eternamente fiel y nos cumplirá siempre, pero nos exige y nos llama a la perseverancia y al mismo tiempo a la esperanza. Sí, Jesús nos exige y nos llama a lo uno y a lo otro: Mucha perseverancia y esperanza en Jesús. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
El martes 8 reciente comenzamos el Mes de La virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra.
El otro día rezábamos una oración a María: "La Salve". Y decíamos:
"Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este "valle de lágrimas"... vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús...".
Como algunos poetas, en esta oración, se ha descrito la vida humana como algo turbulento, una vida con muchos conflictos e insegura. Se demuestra la vida humana con un dejo de pesimismo. Hay algo de verdad. Y Jesús, hoy día, en su Evangelio, quiere situarnos ante esa realidad de nuestra vida. Nos habla de señales que serán anterior al fin del mundo, "pero el fin no vendrá enseguida". Para Jesús, estas señales,siempre actuales en nuestra historia terrenal,se entienden en vista al fin de los tiempos.
"Cuando oigan hablar de guerras y disturbios, no se asusten, porque primero tiene que pasar eso, pero el fin no vendrá enseguida".
"Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en una y otra parte. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo. Pero antes de eso, a ustedes los tomarán presos, y los perseguirán; los entregarán a los tribunales... y los llevarán a las cárceles; los harán comparecer ante los reyes y gobernadores porque llevan mi Nombre".
"Ustedes serán denunciados por su padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados. Serán odiados de todos a causa de mi Nombre...".
"Tengan cuidado y no se dejen engañar, porque muchos vendrán en mi lugar, diciendo: Yo soy el Salvador, ésta es la hora de Dios. No los sigan".
Estas señales, ¿no son acaso, un símbolo, de lo que de una u otra forma sucede y ha sucedido en nuestro mundo contemporáneo?
Chile y otros países han sufrido terremotos, con graves consecuencias. No olvido lo sucedido en Filipinas, la población, especialmente los más pobres, sufrieron graves consecuencias de un gran huracán que sopló en el mar: un tifón. Y así, ha habido constantes avisos ya sea de la naturaleza, ya sea de los mismos seres humanos.
Soy testigo de graves contagios, epidemias y una hambruna despiadada en los campamentos de los más pobres a causa de un Chile con un sistema económico: "capitalismo salvaje" hecho y globalizado por los hombres poderosos: ricos y políticos, haciendo el "pecado social" y protegiéndose con institucionalidad ilegítima, herencia de la dictadura y proseguida por los mal llamados gobiernos democráticos. Y lo digo tal cual, cuando veo que ya están asomando candidatos para una próxima contienda electoral. ¿No habría que decir, en este caso, lo mismo que Jesús dice hoy día:
"No se dejen engañar... No los sigan".
Yo agrego: Ni las elecciones ni los candidatos, tampoco los elegidos, son fruto de una legalidad válida.
¿Acaso no está delante de nuestros ojos una violencia entre hermanos de una misma nación? ¿Acaso, en estos días, no se está reprimiendo al pueblo soberano, con violencia inusitada, su legítimo derecho de protestar en forma pacífica, manifestando su discenso y sus legítimas demandas, todo propio de un pueblo soberano y que debe ser el soberano que sustenta una democracia? Creo que no hay democracia en Chile. Por tanto no entiendo ni acepto la bulla de candidatos ni elecciones sin democracia verdadera y sin una validez institucional.
Somos testigos como se hace acopio de una falsa ley anti terrorista, rechazada por derecho internacional, para reprimir la demanda de justicia de nuestros hermanos mapuches. No olvidemos que "mapuche" significa "hombre de la tierra". Los mapuches constituyen a un pueblo originario de Chile. Fueron despojados con violencia de sus tierras, haciendo así, despojo de su identidad misma. Chile tiene una deuda histórica con el pueblo mapuche. Aquí nos encontramos también con una violencia institucionalizada.
Es la institucionalidad ilegítima, heredada de la dictadura, que se ha seguido "legitimando" después de más de 27 años por los políticos y gobiernos mal llamados democráticos. Es causa de más violencia entre chilenos. Es una constante tentación a actos violentos de hombres y mujeres, motivados por esa violencia institucionalizada que cae pesadamente sobre sus hombros.
Es trágica y dramática la violencia al interior de nuestras familias, que se produce y lleva a separación de los matrimonios, a crímenes: homicidios, femicidios e infanticidios, y otras manifestaciones derivadas de las condiciones infrahumanas y de baja calidad humana con que viven muchos hermanos nuestros.
La Prensa dedica mucho tiempo a mostrar casos llamados policiales, casos de robos, "portonazos", delincuencia, "turbazos" y otros. ¿Y cuál será la causa de todos estos problemas que producen un ambiente de inseguridad?
¿En este mundo la paz está realmente siendo obra de la justicia?
"La sociedad sigue herida por vergonzosas brechas que excluyen a miles de compatriotas de las condiciones necesarias para su desarrollo integral. Y es una realidad que no solo afecta a los sectores más pobres y vulnerables, sino también a la clase media. Nos referimos, entre otras realidades, a la posibilidad de acceder a una vivienda digna; a un sistema de salud pública eficiente y de trato humano;a la situación de profesionales y técnicos que no logran un empleo digno después de años de sacrificios como estudiantes; a la situación (vergonzante, para nuestro país,) de los jubilados y adultos mayores. En otros escenarios del diario acontecer, constatamos con preocupación la violencia del narcotráfico y la trata de personas; también hemos señalado la necesidad de abordar la situación de los pueblos originarios y la falta de políticas sociales para acoger a los inmigrantes de pueblos hermanos. Creemos que se debe promover el acceso y la calidad de la educación, respetando la libertad de enseñanza, así como la tarea y decisión prioritaria de los padres, que puedan colaborar en la educación de sus hijos también en lo económico y, a la vez, favorecer la igualdad de oportunidades para no perpetuar la desigualdad y generar un clima de perturbación social.
Reiteramos la necesidad de abordar en sus causas la gran deuda social del país, como lo ha planteado nuestra Carta Pastoral:"Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile". (Carta de nuestros Obispos que cobra plena vigencia en el Chile de hoy).
Creo que los Obispos, han estado constantemente, mostrando otras señales claras del "pecado social" reinante en Chile. Son señales que precederán el final, aunque "el fin no vendrá en seguida".
Tampoco hay que dejarse engañar por algunos que se presentan como de Iglesia, diciendo, hoy día, casi lo mismo del Evangelio de hoy:
"Yo soy el Salvador, ésta es la hora de Dios. No los sigan".
Hacen violencia a la conciencia de los hijos de la Iglesia. En estos días, conversaba con alguien acerca de la reincidencia de un sacerdote, contrariando con sus opiniones el Magisterio de la Iglesia, en un programa de televisión.
Aparecen como gente sin identidad y sentido de pertenencia a la Iglesia. Se ponen,como francotiradores y como quien dice: en la vereda del frente, para disparar en contra de la Iglesia y de su Doctrina actual. A ellos habría que preguntarles: "Quo Vadis". ¿Dónde está el voto de obediencia? Y como Jesús, decir:
"No los sigan".
Esto lo digo no por aquellos hombres y mujeres de Iglesia que, con amor, en comunión y participación, critican en forma positiva, buscando hacer mejor a su Iglesia, haciendo que la Iglesia sea más la de Jesús, quien guiándolos,por su Espíritu, discerniendo los signos de los tiempos, los hace querer encarnar a Jesús, su Evangelio y su Iglesia (nuestra Iglesia) en la historia y realidad de este mundo contemporáneo, tal como nos envió el Vaticano II.
¿Acaso en estos tiempos no ha habido y hay traiciones y denuncias, hecha a personas, por los suyos y amigos, incluso dentro de nuestra Iglesia?
Conozco el caso de un sacerdote muy querido, que aunque ya ha pasado algo de tiempo de su caso, siempre será necesario, ponerlo en el tapete actual de nuestra sociedad. Fue denunciado y gravemente perjudicado por otro sacerdote capellán, y ajusticiado: asesinado. Me estoy refiriendo al sacerdote Juan Alsina, querido amigo, sacerdote español, que vino a entregarse a Chile, dejando su patria, fue asesinado en nuestro Chile durante la dictadura militar. Es un mártir de los pobres, trabajadores y enfermos de nuestro pueblo chileno. Siempre estará en mi memoria.
¿Acaso la renuncia de Benedicto XVI no fue fruto de luchas de poder y divisiones internas en la propia Iglesia? ¿No será esto "señales" que precederán el final, aunque "el final no vendrá en seguida".
Estas y otras manifestaciones, advertencias y señales que precederán el final, aunque "el fin no vendrá enseguida", son señales siempre actuales en nuestra realidad y en nuestra historia, que tienen que entenderse en vista del final definitivo al cual estamos llamados.
En verdad, Jesús no quiere ilusionarnos ni a nosotros ni a la Iglesia. La Iglesia también vive la crisis, la persecución y su conflicto en nuestra historia terrenal. Y las vive entendiendo que son señales de Jesús que precederá el fin de los tiempos. Estas señales, en realidad no se entienden sin proyectarnos al fin definitivo, que es vivir con Dios y en Comunión de los Santos eternamente.
Así entendido el Evangelio de hoy, nos lleva a la conclusión que Jesús no quiere una Iglesia espectacular, poderosa y triunfalista. Si alguna vez la Iglesia tuvo ese brillante poder y triunfalismo fue en épocas de decadencia.
"En esto consiste el "misterio" de la Iglesia: es una realidad humana, formada por hombres limitados y pobres, pero penetrada por la insondable presencia y fuerza del Dios Uno y Trino que en ella resplandece, convoca y salva". (Puebla 230).
"La Iglesia de hoy no es todavía lo que está llamada a ser. Es importante tenerlo en cuenta, para evitar una falsa visión triunfalista. Por otro lado, no debe enfatizarse tanto lo que le falta, pues en ella ya está presente y operante de modo eficaz en este mundo la fuerza que obrará el Reino definitivo". (Puebla 231).
A muchos cristianos esto los desconcierta. Como otros hombres son presa de pánico, angustia y desesperanza, que se expresa en una desconfianza, a veces callada, en la Iglesia; habiendo también una pérdida de los ideales, incluso, la misma fe en Dios, comienza a vacilar.
Pero Jesús ya nos ha advertido de todo ésto - y yo diría detalladamente - en el Evangelio de este domingo. Y lo hace, queriendo de parte nuestra, una actitud contraria al desaliento, al miedo y a la infidelidad. Entendamos sus palabras de hoy:
"Ésta será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí. No se olviden entonces de lo que les advierto, de no preparar su defensa. Porque yo mismo les daré palabras tan sabias que ninguno de sus opositores les podrá resistir o contradecir".
"Ustedes serán denunciados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados. Serán odiados de todos a causa de mi Nombre, pero no se perderá ni uno de sus cabellos. Manténganse firmes y se salvarán".
Y no hay que olvidar la promesa de Jesús al enviarnos a evangelizar:
"Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo". (Mateo 28,20).
Son palabras, que al contrario de cualquier desaliento, duda, miedo y pánico y tentación hacia la infidelidad, nos alienta y revive nuestra esperanza.
Esperamos, como María, Nuestra Madre, en el Dios que todo lo puede. Para Él nada es imposible:
"Porque quiso mirar la condición humilde de su esclava, en adelante todos los hombres dirán que soy feliz.
En verdad el Todopoderoso hizo grandes cosas para mí, reconozcan que Santo es su Nombre que sus favores alcanzan a todos los que le temen y prosiguen en sus hijos". (Lucas 1,47-50).
En el fondo de estas palabras y promesas alentadoras de Jesús, hay un llamado a la esperanza y a la perseverancia, a mantenerse firmes hasta el fin y nos salvaremos.
Cada uno de nosotros experimenta y debe experimentar, en la trayectoria de su vida terrenal, las señales a que Jesús se ha referido hoy día, para nuestros tiempos. Son señales que "preparan al fin"; señales no sólo tocantes al fin de los tiempos, sino señales que de una u otra forma se nos van dando en nuestra historia de este mundo. Estas palabras de Jesús, hoy día, tienen una vigencia y actualidad en la vida de cada hombre y mujer de nuestros tiempos. Hay que tener claras las promesas del Señor, para nuestras circunstancias turbulentas. Sus promesas son para usted, hermano, para usted hermana; para la Iglesia; estas promesas del Señor son para mí, y a mí se me exige esperanza y perseverancia; se exige esperanza y perseverancia a la Iglesia y a nosotros, que somos miembros y militantes de ella.
La esperanza y perseverancia cristiana no consiste en no decaer, en no fallar, en no dudar, incluso en no claudicar. Consiste en saber ponerse de pie siempre y volver a empezar, cada día, después de cada caída y crisis; también comenzar siempre, a pesar de los engaños, no olvidando la advertencia y recomendación de Cristo:
"Tengan cuidado y no se dejen engañar, porque muchos vendrán en mi lugar, diciendo: Yo soy el Salvador, esta es la hora de Dios. No los sigan".
La clave de nuestra salvación y liberación no está en recorrer, en nuestra vida terrenal, caminos fáciles, y siempre subiendo, sino que está en la perseverancia y la esperanza puesta en el Señor y sus promesas. Dios es eternamente fiel y nos cumplirá siempre, pero nos exige y nos llama a la perseverancia y al mismo tiempo a la esperanza. Sí, Jesús nos exige y nos llama a lo uno y a lo otro: Mucha perseverancia y esperanza en Jesús. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+