"La Virgen concebirá un Hijo, Emmanuel: Dios con nosotros". (Mateo 1,18-24).
Domingo Cuarto de Adviento Año A. 18.12.2016.
La Navidad está a la puerta. Nuestro Adviento ha dado pasos rápidos.
Estamos en el último domingo de Adviento, y ya el sábado próximo es Noche Buena y enseguida será Navidad.
El Evangelio de hoy nos presenta a dos grandes de la Biblia. Ellos nos ayudarán en nuestra espera ya próxima hacia la Navidad.
Se trata de la Virgen María, Mujer, Esposa y Madre. Y de ese hombre santo, responsable, gran padre y gran esposo como lo es San José.
MARÍA:
Es la Mujer, Esposa y Madre de la esperanza.
El Evangelio es preciso y escueto:
"El nacimiento de Jesucristo fue así. Su madre María estaba comprometida con José. Pero, antes de que vivieran juntos, quedó esperando por obra del Espíritu Santo".
Así de simple. A pesar de lo grande que sabemos acerca del plan de salvación de Dios, hoy, tenemos que comprender, que el camino del Evangelio, es de los humildes y de los que tienen alma de pobre. En lo pequeños y humildes de nuestra condición humana Dios se manifiesta grande.
María era una joven mujer campesina que junto a su pueblo esperaba que se cumplieran las promesas de Dios a su pueblo.Pero su espera tiene una connotación especial. Ella, por voluntad de Dios, que se fijó en la pequeñez de ella, su sierva, fue escogida para ser la Madre de Dios. Ella con una fe y humildad profunda aceptó la voluntad de Dios:
"Hágase en mí según tu Palabra". "Y el Verbo de Dios se hizo carne".
Jesús, es la Encarnación del Amor y la Misericordia de Dios. Ese Amor se muestra humano. Dios se hace Hombre, Jesús, Emmanuel, es Dios con nosotros.
Pero esto tan extraordinario se da en las dudas de nuestra fe, las pruebas y problemas propios de nuestra condición humana. María, como cualquier mujer madre, espera durante nueve meses a su Hijo.
Dios no la eximió de las pruebas y cruces de la condición humana. Su maternidad no tuvo nada de triunfalista y espectacular. Ya desde la Anunciación María tuvo valor y entrega. El nacimiento no tuvo nada que ver con la espera de un Dios encarnado.
"No hubo un lugar en la posada".
Dios se hace un hombre, pobre, humilde y pequeño como un niño. Nace así. Asumiendo la suerte de muchos pobres que no tienen una situación digna para recibir los hijos. María, como las madres pobres, no dio a luz en medio de finas y costosas atenciones. Pero su alumbramiento, en lo pobre y pequeño, se manifiesta lleno de "riqueza y grandeza". Dios se manifiesta grande en lo pequeño.
Es un gran alumbramiento: Jesús es la Luz del mundo que rompe nuestras oscuridades y tinieblas. La humildad, la pobreza y alma de pobre vence al soberbio y orgulloso.
Que cada uno vaya sacando sus propias conclusiones. Que vaya naciendo en nosotros la gran esperanza de derribar nuestro orgullo, egoísmo y soberbia. Y será Navidad. También, siguiendo el cántico de María, Mujer, Esposa y Madre, nace para nosotros, especialmente para los pobres y marginados la gran esperanza:
"En verdad el Todo poderoso hizo grandes cosas para mí; reconozcan que su nombre es Santo y que de padres a hijos sus favores recaen sobre aquellos que le temen. Su brazo realizó enormes hazañas, dispersó a los soberbios con sus maquinaciones; sacó a los poderosos de su tronos y puso en su lugar a los humildes. Repletó a los hambrientos de todo lo que es bueno y despidió vacíos a los ricos. De la mano tomó a Israel su siervo, demostrándole su misericordia. Esta fue la promesa que ofreció a nuestros padres y que reservaba a Abraham y a sus descendientes para siempre". "Alaba todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios que me salva".
JOSÉ:
En verdad el Evangelio no dice mucho de María y José, mucho menos de José. Pero, hoy, levantemos la figura humana y santa de José.
Dios quiso venir en la humildad de un hogar y familia que pasó por los problemas y malos entendidos de cualquier familia, todo superado por la fidelidad de María, pero, también por la lealtad de José a las promesas del Espíritu, a los signos de Dios y a su mujer.
Contemplemos a José en el Evangelio de hoy:
"José, su esposo, que era un hombre justo y que no quería denunciarla en público, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor.. ...... le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo, ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús. Al despertar José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y recibió en su casa a su esposa".
¡Qué grande José! Se nos ha hablado mucho del "Fiat de María":
"Hágase en mí según tu Palabra".
Pero,¿qué les parece el "Fiat" de José?
Dios, el Dios de lo imposible, también extiende su brazo a través de instrumentos humanos, para realizar grandes maravillas. Viendo a José, nosotros podríamos, a semejanza del cántico de María, decir de él:
"El Señor se fijo en la humildad y en el alma de pobre de José, y por eso, hizo en él grandes maravillas".
De nuevo: en lo humilde y pobre, Dios se manifiesta grande. ¡Grande es José! Su "Fiat" hizo posible lo imposible. Jesús tuvo una madre, pero también tuvo un gran papá, y María tuvo un fiel y noble esposo.
José aparece poco en el Evangelio, pero lo suficiente, para ser un ejemplo de padre y de esposo. La Virgen nunca aparece sola. Siempre está acompañada por su esposo.
José, es un ejemplo, para los esposos y papás machistas de nuestra sociedad. José es fundamental para la familia, para su esposa y para su hijo. No es como muchos que hoy dejan a cargo de sus hijos a su mujer. María pudo ser un instrumento de Dios, porque tuvo siempre un esposo que la acompañaba. Y la humildad responsable de José, hizo posible que Jesús "creciera en edad y gracia delante de Dios y los hombres".
Se ha hablado con alabanza acerca de las virtudes ocultas de José y María, por su aceptación de una misión extraordinaria. Es cierto todo. Pero, no olvidemos que todo se dio en una condición ordinaria de la vida de un pueblo, de las tareas ordinarias de una familia, del trabajo manual, además, participando en la vida de un pueblo pobre:
¿"De Nazaret puede salir algo bueno?".
José y María son, no sólo en Adviento, una esperanza para nosotros. Creo que son una esperanza de la liberación y salvación expresada anteriormente en el Magnificat. Liberación y salvación. que no puede realizarse sin las tareas humanas y corrientes de la vida humana.
Contemplando a José y María se hace necesario que asumamos el realismo de nuestro propio Nazaret. Así será posible nuestra Navidad conducente a la salvación y liberación integral.
"Jesús, José y María. Sed la salvación mía".
ESPÍRITU SANTO:
Seré breve, tratando de afirmar con contundencia.
El personaje más importante, de quien procede el bien y la gracia del Nacimiento, a pesar de que nunca se ve en los pesebres, es el Espíritu Santo.
Tal vez, porque hablamos y escuchamos mucho sobre la Navidad; tal vez, por cierto acostumbramiento, y otras preocupaciones y distracciones, no nos concentramos y se nos hace difícil centrarnos verdaderamente en la realidad de lo que acontece y en el misterio que estamos celebrando en Navidad.
José y María, son "santos", especialmente la Inmaculada, y por supuesto Jesús, Santo por esencia; con excelencia e infinitud es "Santo". Ellos son capaces de ver aquello, que los que no son rectos no ven o no alcanzan a ver porque el Espíritu Santo no está con ellos; pierden todo el bien y la gracia que proviene del Espíritu.
Amigos: la Navidad se acerca por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dejémonos inundar por el Espíritu Santo. Que Él nos haga cristianos de Espíritu. Y que a través de nosotros, sea posible una encarnación del Verbo, un "Nacimiento" en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en "sus gozos y esperanzas, en sus lágrimas y angustias, especialmente en los más pobres"; en nuestros hogares y familias; en el barrio, en la sociedad y en nuestra patria; también-con amor lo digo-en nuestra Iglesia.
Que así sea.
P.S. Aprovecho de enviar mi más cariñoso saludo de Navidad, deseando un gran "Nacimiento" para todos.
Y un Año Nuevo muy en el Señor.
En el Nombre del Padre y Del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete*
La Navidad está a la puerta. Nuestro Adviento ha dado pasos rápidos.
Estamos en el último domingo de Adviento, y ya el sábado próximo es Noche Buena y enseguida será Navidad.
El Evangelio de hoy nos presenta a dos grandes de la Biblia. Ellos nos ayudarán en nuestra espera ya próxima hacia la Navidad.
Se trata de la Virgen María, Mujer, Esposa y Madre. Y de ese hombre santo, responsable, gran padre y gran esposo como lo es San José.
MARÍA:
Es la Mujer, Esposa y Madre de la esperanza.
El Evangelio es preciso y escueto:
"El nacimiento de Jesucristo fue así. Su madre María estaba comprometida con José. Pero, antes de que vivieran juntos, quedó esperando por obra del Espíritu Santo".
Así de simple. A pesar de lo grande que sabemos acerca del plan de salvación de Dios, hoy, tenemos que comprender, que el camino del Evangelio, es de los humildes y de los que tienen alma de pobre. En lo pequeños y humildes de nuestra condición humana Dios se manifiesta grande.
María era una joven mujer campesina que junto a su pueblo esperaba que se cumplieran las promesas de Dios a su pueblo.Pero su espera tiene una connotación especial. Ella, por voluntad de Dios, que se fijó en la pequeñez de ella, su sierva, fue escogida para ser la Madre de Dios. Ella con una fe y humildad profunda aceptó la voluntad de Dios:
"Hágase en mí según tu Palabra". "Y el Verbo de Dios se hizo carne".
Jesús, es la Encarnación del Amor y la Misericordia de Dios. Ese Amor se muestra humano. Dios se hace Hombre, Jesús, Emmanuel, es Dios con nosotros.
Pero esto tan extraordinario se da en las dudas de nuestra fe, las pruebas y problemas propios de nuestra condición humana. María, como cualquier mujer madre, espera durante nueve meses a su Hijo.
Dios no la eximió de las pruebas y cruces de la condición humana. Su maternidad no tuvo nada de triunfalista y espectacular. Ya desde la Anunciación María tuvo valor y entrega. El nacimiento no tuvo nada que ver con la espera de un Dios encarnado.
"No hubo un lugar en la posada".
Dios se hace un hombre, pobre, humilde y pequeño como un niño. Nace así. Asumiendo la suerte de muchos pobres que no tienen una situación digna para recibir los hijos. María, como las madres pobres, no dio a luz en medio de finas y costosas atenciones. Pero su alumbramiento, en lo pobre y pequeño, se manifiesta lleno de "riqueza y grandeza". Dios se manifiesta grande en lo pequeño.
Es un gran alumbramiento: Jesús es la Luz del mundo que rompe nuestras oscuridades y tinieblas. La humildad, la pobreza y alma de pobre vence al soberbio y orgulloso.
Que cada uno vaya sacando sus propias conclusiones. Que vaya naciendo en nosotros la gran esperanza de derribar nuestro orgullo, egoísmo y soberbia. Y será Navidad. También, siguiendo el cántico de María, Mujer, Esposa y Madre, nace para nosotros, especialmente para los pobres y marginados la gran esperanza:
"En verdad el Todo poderoso hizo grandes cosas para mí; reconozcan que su nombre es Santo y que de padres a hijos sus favores recaen sobre aquellos que le temen. Su brazo realizó enormes hazañas, dispersó a los soberbios con sus maquinaciones; sacó a los poderosos de su tronos y puso en su lugar a los humildes. Repletó a los hambrientos de todo lo que es bueno y despidió vacíos a los ricos. De la mano tomó a Israel su siervo, demostrándole su misericordia. Esta fue la promesa que ofreció a nuestros padres y que reservaba a Abraham y a sus descendientes para siempre". "Alaba todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios que me salva".
JOSÉ:
En verdad el Evangelio no dice mucho de María y José, mucho menos de José. Pero, hoy, levantemos la figura humana y santa de José.
Dios quiso venir en la humildad de un hogar y familia que pasó por los problemas y malos entendidos de cualquier familia, todo superado por la fidelidad de María, pero, también por la lealtad de José a las promesas del Espíritu, a los signos de Dios y a su mujer.
Contemplemos a José en el Evangelio de hoy:
"José, su esposo, que era un hombre justo y que no quería denunciarla en público, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor.. ...... le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo, ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús. Al despertar José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y recibió en su casa a su esposa".
¡Qué grande José! Se nos ha hablado mucho del "Fiat de María":
"Hágase en mí según tu Palabra".
Pero,¿qué les parece el "Fiat" de José?
Dios, el Dios de lo imposible, también extiende su brazo a través de instrumentos humanos, para realizar grandes maravillas. Viendo a José, nosotros podríamos, a semejanza del cántico de María, decir de él:
"El Señor se fijo en la humildad y en el alma de pobre de José, y por eso, hizo en él grandes maravillas".
De nuevo: en lo humilde y pobre, Dios se manifiesta grande. ¡Grande es José! Su "Fiat" hizo posible lo imposible. Jesús tuvo una madre, pero también tuvo un gran papá, y María tuvo un fiel y noble esposo.
José aparece poco en el Evangelio, pero lo suficiente, para ser un ejemplo de padre y de esposo. La Virgen nunca aparece sola. Siempre está acompañada por su esposo.
José, es un ejemplo, para los esposos y papás machistas de nuestra sociedad. José es fundamental para la familia, para su esposa y para su hijo. No es como muchos que hoy dejan a cargo de sus hijos a su mujer. María pudo ser un instrumento de Dios, porque tuvo siempre un esposo que la acompañaba. Y la humildad responsable de José, hizo posible que Jesús "creciera en edad y gracia delante de Dios y los hombres".
Se ha hablado con alabanza acerca de las virtudes ocultas de José y María, por su aceptación de una misión extraordinaria. Es cierto todo. Pero, no olvidemos que todo se dio en una condición ordinaria de la vida de un pueblo, de las tareas ordinarias de una familia, del trabajo manual, además, participando en la vida de un pueblo pobre:
¿"De Nazaret puede salir algo bueno?".
José y María son, no sólo en Adviento, una esperanza para nosotros. Creo que son una esperanza de la liberación y salvación expresada anteriormente en el Magnificat. Liberación y salvación. que no puede realizarse sin las tareas humanas y corrientes de la vida humana.
Contemplando a José y María se hace necesario que asumamos el realismo de nuestro propio Nazaret. Así será posible nuestra Navidad conducente a la salvación y liberación integral.
"Jesús, José y María. Sed la salvación mía".
ESPÍRITU SANTO:
Seré breve, tratando de afirmar con contundencia.
El personaje más importante, de quien procede el bien y la gracia del Nacimiento, a pesar de que nunca se ve en los pesebres, es el Espíritu Santo.
Tal vez, porque hablamos y escuchamos mucho sobre la Navidad; tal vez, por cierto acostumbramiento, y otras preocupaciones y distracciones, no nos concentramos y se nos hace difícil centrarnos verdaderamente en la realidad de lo que acontece y en el misterio que estamos celebrando en Navidad.
José y María, son "santos", especialmente la Inmaculada, y por supuesto Jesús, Santo por esencia; con excelencia e infinitud es "Santo". Ellos son capaces de ver aquello, que los que no son rectos no ven o no alcanzan a ver porque el Espíritu Santo no está con ellos; pierden todo el bien y la gracia que proviene del Espíritu.
Amigos: la Navidad se acerca por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dejémonos inundar por el Espíritu Santo. Que Él nos haga cristianos de Espíritu. Y que a través de nosotros, sea posible una encarnación del Verbo, un "Nacimiento" en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en "sus gozos y esperanzas, en sus lágrimas y angustias, especialmente en los más pobres"; en nuestros hogares y familias; en el barrio, en la sociedad y en nuestra patria; también-con amor lo digo-en nuestra Iglesia.
Que así sea.
P.S. Aprovecho de enviar mi más cariñoso saludo de Navidad, deseando un gran "Nacimiento" para todos.
Y un Año Nuevo muy en el Señor.
En el Nombre del Padre y Del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete*