No se puede ver a Dios y vivir.

DOMINGO TERCERO DE PASCUA.30.04.2017.

La aparición a los discípulos de Emaús.(Lucas 24, 13-35).

El título tomado del Antiguo Testamento creo que es el fundamento de las estaciones y apariciones en nuestro "camino de la alegría" con Jesús resucitado.
En verdad, no se puede orar,contemplar y ver a Jesús en sus apariciones, y seguir viviendo igual, como si no hubiera habido un gran encuentro con Jesús; como si no hubiera pasado nada. No se puede seguir viviendo como se vivía antes de encontrarse con Él resucitado; ver a Jesús, contemplarlo resucitado, significa que debemos cambiar nuestras vidas personales y sociales; dejar nuestros egoísmos, debemos vivir nuestra pascua: "paso" de muerte a vida, del pecado a la gracia divina. Tenemos que empezar a cumplir lo que Jesús nos pide. Por eso, al seguir, hoy día, nuestro "camino de la alegría", digamos: "Heme aquí Señor para hacer tu voluntad".


Recordemos la aparición de Jesús a los apóstoles saludándolos: "La paz sea con ustedes". Los apóstoles no siguieron igual que antes.
De tristes, avergonzados y escondidos con temor, resultaron alegres, perdonados, saliendo sin temor a cumplir con el envío de Jesús de ir en misión a perdonar.
Y Tomás: se sintió amado y perdonado por Jesús, y comenzó a creer, comprendiendo que eran "felices los que sin ver creen".
María Magdalena aprendió a ser contemplativa: escuchó la Palabra: "María", y reconoció y contempló al Señor en su Palabra. Más aún, con la aparición de Jesús a ella, comprendió, que tenía que cambiar su manera de relacionarse con Él: "No me toques... Vete a mis hermanos". Hacia el compromiso y evangelización con los hermanos está un verdadero encuentro con Jesús: "Lo que haces con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo haces".


Veamos ahora, la estación y la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús:

"Ese mismo día, dos de sus discípulos iban camino a un pueblito llamado Emaús, a unos treinta kilómetros de Jerusalén, conversando de todo lo que había pasado.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar a su lado, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran".


Esta escena, creo que representa, a muchos de nosotros.
Hay momentos, que nosotros siendo creyentes, caminamos desanimados, tristes y con una soledad grande. No nos acordamos ni reconocemos a Jesús con nosotros (Emmanuel).
Nuestra experiencia de Jesús, ya debiera asegurarnos, que basta que tengamos un problema,y de inmediato Jesús misericordioso y vivo está acompañándonos. Así actúan los amigos que se quieren. Y, ¡cuánto nos ama Jesús! Jesús vive y es misericordioso con nosotros. Su corazón siempre estará junto a nuestra miseria: "Miser" y "Cor"; en nuestra "miseria" está siempre el "corazón" de Jesús.


En mi experiencia en el mundo de los pobres, tratando de hacerme pobre con ellos, me he dado cuenta, que en ellos hay una convicción de fe, de que Dios está con los pobres. Los pobres me han evangelizado. Ellos testimonian de que Dios los acompaña en todo: "No tengo a nadie sino a Dios". "A nadie le falta Dios". "Dios proveerá". Eso me muestra, aunque no siempre, la conciencia del pueblo empobrecido de la presencia y acompañamiento de Jesús en su caminar. Doy testimonio de que es cierto: "¡Felices los pobres,porque de ustedes es el Reino de Dios"!


Pero esta presencia de Dios en nuestra vida no siempre es consciente y menos activa: no tiene la fuerza de transformar, alumbrando los momentos y circunstancias críticas y decisivas de nuestra vida. Más aún, somos inconscientes, en muchos momentos, del acompañamiento de Jesús.
Tengamos fe. Cristo es nuestro compañero en el camino de nuestra vida. Esta fe en Jesús cambiará nuestra vida y la veremos con nuevos ojos.


Jesús acompañó a los discípulos de Emaús. Discípulos iguales a nosotros. Su fe era débil, sometida a la prueba del aparente fracaso de Jesús y de las ilusiones que ellos se habían hecho del Maestro. En todo esto no eran conscientes de la presencia del Señor, caminando con ellos, como compañero de su camino.
Jesús comienza su acción con ellos: "Jesús les dijo:¿Qué es lo que van conversando juntos por el camino". Esta pregunta de Jesús es hecha a dos personas que creían que creían, que pensaban que tenían esperanza, pero que al primer y gran obstáculo se han sentido perdidos, desanimados, tristes - como muchos de nosotros - y comenzaron a caminar con una soledad grande.
Pero se me ocurre que es válido hacer una comparación entre los discípulos y nosotros:
Ellos están tristes por que creen muerto a Jesús: "Hace unos días, los jefes de los sacerdotes y los jefes de nuestra nación lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz... pero a todo esto van dos días que sucedieron estas cosas. En realidad algunas mujeres... Fueron ... al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron a contarnos... Algunos de los nuestros fueron al sepulcro... pero a él no lo vieron".

Ellos tienen más motivos para creerlo muerto a Jesús. Y nosotros muchas veces estamos tristes y desanimados a pesar de que hace mucho tiempo que creemos que Jesús resucitó y está vivo, acompañándonos como el Emmanuel: Dios con nosotros. Esto nos debe motivar a hacer una profunda y radical revisión de nuestra fe, sino nuestra actitud será, en la práctica, equivalente a creer a Jesús muerto.
"Señor, aumenta nuestra la fe".

"Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: Cómo, ¿así que tú eres el único peregrino en Jerusalén que no sabe lo que pasó en estos días".
Es la impaciencia de un hombre que encuentra tan evidente y natural su tristeza que no necesita explicaciones. En su interior Cleofás se diría:"Miren, la preguntita de éste lunático, de este hombre que pareciera no haber estar pisando tierra cuando sucedió la muerte de Jesús, que nos ha causado tanta tristeza".
Cleofás nos representa,porque nosotros somos proclives a estar quejándonos y presentando nuestras tristezas y amarguras. Éstas nos impiden ver la compañía de Jesús.

Pero el discípulo de Cristo, como nosotros, somos o debemos ser los hombres y mujeres llenos de gratitud hacia Jesús; debemos ser los de una actitud constante de acción de gracias.
Cuando vamos a la Eucaristía, lo normal sería, no tantas quejas y largas listas de tristezas. La Misa no es para quejarnos: Es para dar gracias a Dios. Y, precisamente Eucaristía significa:
"Acción de Gracias".
Dar gracias, porque Jesús muriendo y resucitando por nosotros, nos ha dado la vida y la vida en abundancia. Esta acción de gracias tiene un momento culminante en nuestra Eucaristía: "¡Anunciamos tu muerte. Proclamamos tu resurrección. Ven Señor, Jesús!".

Una Eucaristía valorada en su esencia, debería hacernos alegres exclamando:
"Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo".
"Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia".
¡Aleluya!

Más adelante, en "la fracción del pan", Cristo nos manifestará la alegría de su aparición en la Eucaristía.


Ante la respuesta impaciente de Cleofás, Jesús reacciona como Maestro:

"¿Qué pasó?, preguntó Jesús".

Esta pregunta, de disimulada inocencia de Jesús, está hecha, creo yo, con una intención precisa. Quiere que no nos quedemos rumiando el pasado funerario.
Mientras nosotros queremos hablar con Cristo de su pasión y muerte, Él "está en otra", como que ya la ha olvidado. Él ya triunfó. Él resucitó. Él ya ha "pasado" de la muerte al gozo, a la alegría y la gloria del Padre. Por eso, creo yo, que ésta es la razón de la pregunta "¿qué pasó?". Porque no quiere que sigamos sólo en la tristeza de su cruz. Ahora, si somos verdaderamente amigos de Jesús, debemos dar el "paso" de pena a alegría, y acompañarlo, en la alegría de su triunfó sobre la muerte y el pecado; y nosotros debemos, en nuestra vida de todos los días, acompañar con optimismo y alegría, la victoria y alegría de Jesús resucitado.
No seamos sólo del vía crucis, seamos del "camino de la alegría. No seamos fúnebres y del cementerio: "¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?". (Lucas 24,5).


"Entonces Jesús les dijo:¡Qué poco entienden ustedes y cuánto les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Cristo padeciera para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, les interpretó todo lo que las Escrituras decían sobre él".

Los discípulos de Emaús no eran consciente de que Jesús los acompañaba, pero la acción de su Maestro en ellos era un hecho que, lentamente, iba cambiando la visión que tenían de las cosas y de los últimos acontecimientos. Jesús no hace eso milagrosamente, sino a través de la Palabra de Dios; ésta les va dando nueva luz, comprensión, optimismo. Van perdiendo el miedo y su fe se fortalece. Van sintiendo una emoción y un sentimiento que lo expresarán una vez que lo reconocerán, más adelante en "la fracción del pan": "Se dijeron uno al otro: ¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras"?
Aunque estaban acostumbrado a la cercanía de Jesús física y sensible, Cristo resucitado los va encaminando a acostumbrarse a verlo no como antes, sino a reconocerlo presente por su Palabra y Espíritu: Espíritu que recuerda y enseña todo, que ayuda a ver los acontecimientos con los ojos de Jesús. La Palabra se agiganta ante ellos,se hace viva,operante, desenmascarando. Todas aquellas historias que ellos escucharon de parte del compañero de camino les va aclarando el presente. Hasta ellos mismos, como en un espejo, se ven en las profecías que Jesús les va narrando y explicando. Empezaron a comprender todo lo que había pasado, todo lo que habían presenciado, en lo que habían participado sin entenderlo. Se dieron cuenta de cuán lentos habían sido para creer.
Imbuidos en sus cortos puntos de vista y en su propio miedo, habían pasado a través de todas las intervenciones de Dios en sus vidas y no las habían visto, ni las habían agradecido. Dios había estado siempre a su lado y ellos no lo habían sabido ver y reconocer.
Poco a poco, se fue abriendo su mente y espíritu, y comprendieron que aquella presencia de Dios en el hombre, también en la mujer; que aquella presencia de Dios en la historia humana, ahora estaba alcanzando el punto clave y culminante de su manifestación y aparición ante ellos, en el mismo momento en que ellos se miraban negativamente como los más perdidos y abandonados. Empezaron a despertar de su pesadilla. Se animaron y comenzaron a tratar de otra manera al que antes, por su pregunta, consideraron como un lunático y, poco menos, que un despistado extraterrestre.
Bajaron la guardia defensiva y se dejaron llevar y transformar por la Palabra. "¡Felices los que escuchan la Palabra y la ponen en práctica".
De nuevo, hermanos míos, les recomiendo: aficionarse a la Palabra orada. Es una buena Revisión de Vida: Ver, Juzgar y Actuar.


Los discípulos tristes, ahora estaban más animados, más aún, se habían hecho amigos del que se había hecho su compañero de camino.

"Cuando ya estaban cerca del pueblo al que ellos iban, él aparentó seguir adelante. Pero le insistieron, diciéndole. Quédate con nosotros, porque cae la tarde y se termina el día. Entró entonces para quedarse con ellos".

Jesús no se impone, aunque se proponga siempre a sí mismo. Él nos deja libres. Dios es humilde. Dios está en medio de nosotros como uno que sirve. Dios se propone con humildad y casi silenciosamente. Dios es un compañero fiel. Y no hay nadie que nos acompañe tanto; que se nos aparezca tan de buena gana; que se quede con nosotros con tanto amor y con tanta fidelidad, y sin hacer ninguna ostentación.


Jesús los acompaña, y ya serán gozosos, hasta el momento de la cena. Ahí dice el evangelista, lo reconocen al partir el pan; toman conciencia que el Señor ha estado con ellos desde el principio. Que el deseo que había surgido en ellos de que el forastero se quedará, había sido efecto de su fe, que en el diálogo con Jesús se había hecho adulta.

"Una vez que estuvo a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En ese momento se le abrieron los ojos y lo reconocieron, pero ya había desaparecido".


Entonces una emoción muy grande llegó a desbordar sus corazones. Tuvieron la impresión de que se desarrollaba ante su vista un hecho ya vivido:
¡Claro que sí,ya lo habían vivido!

Recordemos y anunciemos, también nosotros, ese gran momento de amor:

"Yo recibí esta tradición del Señor que, a mi vez, les he trasmitido:que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, y después de dar gracias lo partió, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes"; "hagan esto en memoria mía". De la misma manera, tomando la copa después de haber cenado, dijo:"Ésta es la Nueva Alianza en mi sangre"."Siempre que beban de ella, háganlo en memoria mía".

(He querido tomar el texto de San Pablo en su carta testimonial y anunciadora de su experiencia de esta Buena Nueva: 1 Cor,23-25. Y lo he hecho, poniéndome en la situación, de que ahora me toca a mí, testimoniar y anunciar el Evangelio a esta generación).


Tengo que agregar algo relevante:los discípulos no sólo tuvieron la impresión de una escena vivida antes, sino que también, unieron lo vivido antes y que entonces ocurría, con lo que había sucedido, también hacía unos días recientes.
¿Por qué es algo relevante? Porque los discípulos, en esta aparición, reconocieron a Jesús en la Eucaristía de la Mesa y en la Eucaristía de la Cruz, y, más aún, comprendieron la Resurrección, y que Cristo había vencido salvándonos con un amor hasta el extremo. Finalmente, cuando se dieron cuenta de todo, lo quisieron reconocer con los ojos después de haberlo reconocido con el corazón, pero Jesús se hizo invisible.
Conclusión: los discípulos, en esta estación del "camino de la alegría", reconocieron la aparición de Jesús en los dos sacramentos de los que también nosotros disponemos: la Palabra Viva y la Eucaristía, signo y sacramento permanente del amor más grande de Cristo muerto y resucitado: "Misterio de nuestra fe".

Un alcance mas sobre la Eucaristía.
Los discípulos de Emaús encontraron a Cristo en aquel gesto de amor y de entrega, con el que les repartió su pan. El pan que mantiene la vida. El que da su pan da su vida, el que da "este pan" da la vida.
Lo reconocieron en aquel gesto de amor con el que Jesús les daba la vida, en aquel gran amor con el que sólo Dios puede amar, consiste en dar la vida por los que se ama.

Tengo la tentación de alargarme más de lo que ya me he alargado. Tendría tanto que decir acerca de la Eucaristía del Altar y de la Eucaristía de la Cruz. De hablar al respecto, de hermano a hermano, con los sacerdotes. Es que se trata de un mandato: "Hagan esto en memoria mía". Y esto tiene implicancia con el "mandamiento nuevo de amar como Cristo". Y este mandamiento eucarístico, mandado por Cristo, le da sentido a mi sacerdocio. Nos dice cómo tenemos que amar más como uno se ama a sí mismo. Nos dice que el Amor: Jesús, es la antípoda del sistema económico reinante: egoísta, acumulador y cruel, haciendo más pobreza en los hermanos ya pobres: Es el "pecado social". Pecado que no tiene nada que ver con la Eucaristía que celebramos. Y para algunos, que propician este "capitalismo salvaje", profanando el Cuerpo de Cristo en tantos hermanos que sufren de sus consecuencias; y esos algunos, también celebran la Eucaristía, más aún, diciendo: "Amén" al comulgar: ¡Todo se le transforma en un sacrilegio! Como dice un predicador, cuyo pensamiento es valioso y permanente: "estos que propician el "capitalismo salvaje" no tienen derecho a celebrar la Eucaristía. Están en pecado mortal".
Ellos son una burla a Cristo que muere crucificado por amor, no acumulando nada para sí. Entregándolo todo. Como Pan de Vida y Vida en abundancia. Entregando y dando su propia vida con un amor hasta el extremo, mucho más allá del "ama a tu prójimo como a ti mismo". Su amor es insuperable.
Ellos son o serían igual a los que se burlaban de Cristo en el calvario.


Todo daría para hacer un tratado sobre el don de la Eucaristía, pero no caeré en la tentación de alargarme más. Podría, si Dios lo quiere, darse en otra oportunidad, a través del tiempo.

Termino:


Jesús, después que los discípulos lo reconocieron, los deja. Ya no es necesaria su presencia visible, porque esos discípulos en adelante sabrían reconocerlo como compañero de camino, sin verlo. Cuando los discípulos habían llegado a la comprensión de que Jesús siempre estuvo con ellos, y quisieron asegurarse, Él los deja nuevamente con la sola convicción y presencia de la fe.
El camino de Emaús es el camino de nuestra fe. Esta debe hacerse pascual, en la convicción de que Jesús no lo encontraremos sensiblemente, sino a través de los acontecimientos, de su Palabra que los aclara, de su Espíritu que nos va explicando todo, y de su Eucaristía -
la fracción del pan - en que nuestro encuentro llega a su plenitud. Amén. ¡Aleluya!


Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Volver arriba