Comillas rinde homenaje al Cardenal Carlo María Martini, modelo de jesuita y apóstol
El profesor Busto abordó el perfil académico y universitario de Martini y, especialmente, su aportación a los estudios bíblicos. El Cardenal obtuvo el doctorado en Teología Fundamental, en la Gregoriana de Roma, en 1958, con la tesis "Il problema storico della Risurrezione negli studi recenti". En 1962 fue enviado al Pontificio Instituto Bíblico a preparar su tesis doctoral en Sagrada Escritura, que defendió en 1965, bajo el título "El problema de la recensionalidad del códice B a la luz del papiro Bodmer XIV", en la que analiza el fragmento más antiguo escrito del Evangelio de Lucas que contienen los papiros egipcios conocidos por el nombre de su comprador, que fueron adquiridos por el Vaticano.
Decano de la Facultad Bíblica, de 1967 a 1969, y Rector del Pontificio Instituto Bíblico, de 1969 a 1978, en este último año Martini fue nombrado Rector de la Gregoriana de Roma. En 1979, Juan Pablo II le designó Arzobispo de Milán, cargo que ejerció durante más veinte años. En 2000 fue nombrado académico de honor de la Academia Pontificia de las Ciencias. Fue distinguido como Caballero de la Gran Cruz de la Orden al Mérito de la República Italiana (1883) y con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (2000).
Busto subrayó el carácter dialogante de Martini en su actividad académica e intelectual, del que son exponentes su acuerdo con la Universidad Hebrea de Jerusalem cuando era Rector del Bíblico, sus encuentros con los estudiantes del Bíblico o sus "diálogos" con Umberto Eco. Escribió más de 50 libros, muchos de ellos figuran entre los más vendidos, como el que publicó con el citado semiólogo.
La explicación de su enorme éxito como comunicador y como escritor para los creyentes, en opinión de Antonio Allende, está en cómo se planteaba el Cardenal su magisterio: "Darle voz al increyente que hay dentro de nosotros con la ayuda de los no creyentes. La fórmula es muy atractiva: no es conferencia, no es predicación, ni apologética, sino que es hacer emerger las preguntas que llevamos dentro. Significa inquietar al que cree para hacerle ver que tal vez su fe está fundada en bases frágiles, y también inquietar al que no cree para hacerle ver que quizás no haya profundizado suficientemente en su incredulidad".
Nada queda fuera de su interés, continuó Allende, y, sobre todo, nada queda fuera de su capacidad de interrogar la realidad y de no conformarse con las respuestas ya trilladas. Martini, como pastor, conoce a su pueblo y sabe donde están las alegrías, las tristezas y las esperanzas de sus fieles, porque él las sentía como propias.
Su libro más vendido Conversaciones nocturnas en Jerusalem, en el que dialoga con el jesuita alemán Georg Sporschill, amigo suyo, presenta un resumen de su pensamiento: su crítica a la Humanae Vitae, con la afirmación de que Benedicto XVI puede escribir una encíclica mejor; su sueño de una Iglesia abierta y que mire a lo lejos; o su análisis sobre la tendencia actual a distanciarse del Vaticano, tanto de los que quieren volver a los viejos tiempos, como de los que propugnan una libertad desconsiderada con la tradición.
En su intervención, el Rector señaló que Benedicto XVI se refirió a Martini como "hombre de Dios, que no sólo estudió la Sagrada Escritura, sino que la amó intensamente e hizo de ella luz de su vida, para que todo fuera ad maiorem Dei gloriam"; le llamó "ferviente religioso hijo espiritual de Ignacio" e "incansable servidor del Evangelio y de la Iglesia", y destacó "su apertura de espíritu y que nunca rechazó el encuentro y el diálogo con todos". "Los que nos sentimos compañeros de camino espiritual con Martini y compartimos su estilo de presencia eclesial, agradecemos esas palabras del Papa", agregó Julio L. Martínez.
El sencillo homenaje de familia que la universidad hace a Martini "se dirige a un hombre que se dejó llevar del Espíritu divino orientando a la Iglesia y la humanidad del siglo XX y XXI hacia las consecuencias más profundamente evangélicas del Concilio Vaticano II", añadió.
Salir a los caminos de frontera era una gran vocación para Martini. Acaso ese rasgo sea el que le hizo muy significativo y apreciado por tanta gente de procedencia diversa y muy diferente de algunas actitudes instaladas en la seguridad y atrincheradas en la ortodoxia. Dentro del amplio espectro espiritual del cristianismo y de sus tradiciones espirituales, al mirar atentamente hacia Martini como hombre del Espíritu, hay que fijarse sobre todo en la espiritualidad ignaciana. "El Cardenal -afirmó el Rector- aparece como modelo de jesuita y apóstol enviado a servir en la misión de Cristo".
El profesor Martínez reseñó cinco puntos esenciales de la espiritualidad ignaciana que ofrecen una lectura de la persona y vida del Cardenal Martini. El primero de ellos, la adhesión a la voluntad divina como servicio. El segundo, la ayuda a las ánimas, que el propio Martini expresó en tres puntos fundamentales que guiaron su tarea pastoral: la conversión y adaptación a la sociedad actual, la recuperación de la Palabra de Dios y los sacramentos como ayuda y no como sanción. "La fe es importante -escribió el Cardenal jesuita- si avanza junto a la caridad. Sin la caridad la fe se vuelve ciega. Sin la caridad no hay esperanza y no hay justicia".
En tercer lugar, Martini tiene un sentido cristocéntrico experiencial en torno al cual giraba su vida y su misión. El cuarto aspecto esencial de espiritualidad ignaciana en Martini está en buscar y hallar a Dios en todas las cosas. En su forma de actuar como pastor, indicó el profesor Martínez, "muchos hemos descubierto que no se encuentra a Dios huyendo del mundo, sino implicándose profundamente en él, también en sus zonas oscuras". Llegado a este apartado, el Rector relató que, siendo Martini Rector del Bíblico y de la Universidad Gregoriana, dedicaba la tarde del jueves, día libre de sus compromisos académicos, a acompañar a un anciano que vivía solo, conversaba con él, le limpiaba y ordenaba el apartamento y le hacía la compra para la semana. Los domingos, con jóvenes de la naciente comunidad de San Egidio, visitaba a los pobres de la periferia y celebraba con ellos la eucaristía. ?Y se implicó también con los presos y el mundo obrero.
Cuando llegó como arzobispo a Milán, se ganó de inmediato el respeto de sindicatos e izquierdistas al celebrar misa entre los trabajadores de grandes fábricas, y visitó con frecuencia la cárcel de la ciudad. Gracias a su contacto con los presos, pudo negociar la entrega de parte de las armas de las Brigadas Rojas a la Policía.
El último punto de espiritualidad ignaciana que Martini encarnó en su persona es el relativo a la sabiduría de Dios que busca la verdad y el amor, discerniendo, dialogando con todos y abriéndose al encuentro.