Ordenación del subsecretario del Dicasterio para las Iglesias Orientales Gugerotti a monseñor Ciampanelli: "El Evangelio es nuestro baluarte contra los ataques a la dignidad humana"
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Anteayer, el cardenal prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales presidió en San Pedro la ceremonia de ordenación del subsecretario, monseñor Filippo Ciampanelli: como San Pablo, hay que defender la verdad "sin infidelidad, sin engaño, sin cobardía cortesana"
Por eso, la pasión evangelizadora debe ser tal que "defienda la gloria de Dios de los ataques de los tiranos que quieren arrebatar la dignidad de la persona humana"
| Rosario Capomasi
(Vatican News).- Como el apóstol Pablo, que defendía enérgicamente la verdad, «sin fingimiento, sin engaño, sin cobardía cortesana», así el pastor está obligado a «conservar esta virginidad del corazón al servicio de la verdad, como colaborador en el ministerio universal del Obispo de Roma».
Lo dijo el cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, durante la celebración presidida en la basílica de San Pedro el 19 de febrero por la tarde, para la ordenación episcopal de monseñor Filippo Ciampanelli, subsecretario del mismo Dicasterio.
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Consagraron el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Edgar Peña Parra, y Franco Giulio Brambilla, obispo de Novara, ciudad natal del nuevo obispo y cuya diócesis, que ayer concluyó su peregrinación jubilar a Roma, estuvo representada en la ceremonia por una delegación de unas seiscientas personas, entre fieles, religiosos y religiosas.
El cardenal, dirigiéndose al obispo titular de di Acque di Mauritania, recordó su pasado común en las misiones diplomáticas en Georgia, Armenia, Azerbaiyán y Bielorrusia, que «constituyen un bendito vínculo de afecto y estima». Afecto y estima que el cardenal prefecto dirigió al Papa Francisco, rogándole «un pronto retorno a su incansable actividad apostólica».
En su homilía, comentando el pasaje evangélico relativo a la llamada «oración sacerdotal de Jesús» en vísperas de su Pasión y muerte, el celebrante subrayó que ésta no sólo muestra «la relación entre el Padre y el Hijo», sino que se extiende también a sus discípulos.
«Esta perícopa evangélica puede simplificarse en la figura de una muñeca matrioska, esa muñeca hueca que contiene en su interior muchas muñecas huecas similares, pero más pequeñas».
En esta inclusión, observó el cardenal Gugerotti, «se expresa el misterio de la salvación, y para que este misterio se realice con fecundidad, es necesario que nosotros, hermanos y hermanas, nos reconozcamos imagen y semejanza en nuestra pequeñez de aquel Dios que nos ha amado y que también nos custodia en los momentos de sufrimiento y necesidad», situaciones por las que a menudo han pasado los pastores de almas, señaló el purpurado.
Por otra parte, refiriéndose al Oriente cristiano, el cardenal reiteró que siempre ha permanecido «encantado ante la aparente incompatibilidad de la grandeza y la alteridad de un Dios infinito», expresándolo «en términos evocadores, incluso con aquellas liturgias que se conmueven ante la paradoja de una persona humana que es polvo y límite, pero que por el don exquisito de Dios se convierte en capax Dei y se alimenta de los Sacramentos de la Iglesia».
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Al fin y al cabo, señaló el cardenal Gugerotti, dirigiéndose directamente a monseñor Ciampanelli, no es fácil estar siempre al servicio de la verdad, «en la tarea que usted ha llevado y lleva a cabo, que le ha proporcionado espléndidos horizontes de una mundanidad a menudo desconocida para la mayoría, acostumbrada al apego miope al propio pequeño fragmento de tierra en el que funcionamos y vivimos».
Por eso, insistió el cardenal prefecto, la pasión evangelizadora debe ser tal que «defienda la gloria de Dios de los ataques de los tiranos que quieren arrebatar la dignidad de la persona humana, fruto del amor especial que Dios Creador y Redentor siente por ella».
Por otra parte, «la Iglesia actúa incansablemente para que su voz resuene en defensa de los pequeños, de los últimos, de los enfermos, de los perseguidos y de los que sufren, en una palabra, de los que llamamos víctimas de la sociedad», ya que «estas personas son imagen y semejanza del Dios que las creó y están destinadas a un amor eterno, más allá de los tiempos estrechos de nuestra peregrinación terrena».
Y así, fortalecido por esta toma de conciencia, «la pastoral dominical, a la que ciertamente no renunciarás», exhortó el cardenal a monseñor Ciampanelli, «y que hoy está representada por aquellos que has encontrado en la parroquia a la que has servido fielmente durante años, no es sino la epifanía de aquello a lo que estás llamado a servir en el misterio, en el escondite de tu escritorio, en el que se gasta gran parte de tu jornada y se consumen gran parte de tus fuerzas».
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