La teóloga española reclama "esperanza, decisión y hambre de conversión" Cristina Inogés abre el Sínodo: "Es bueno y saludable corregir los errores, pedir perdón por los delitos cometidos, y aprender a ser humildes"
"Los mejores puestos en la Iglesia no son los exclusivos y los que separan, sino los que, desde el servicio, inducen al perdón, la reconciliación, y el encuentro"
"Es bueno y saludable corregir los errores, pedir perdón por los delitos cometidos, y aprender a ser humildes. Seguramente viviremos momentos de dolor, pero el dolor forma parte del amor. Y nos duele la Iglesia porque la amamos"
"Todo el pueblo de Dios está convocado, por primera vez, a participar en un Sínodo de los obispos"
El jesuita señaló las voces que "nos revelarán a Cristo presente en medio de nosotros y su voluntad para con nosotros", especialmente "aquellos miembros de la familia humana que están sin aliento, rotos, agotados y a menudo aplastados y amurallados en su grito silencioso"
"Todo el pueblo de Dios está convocado, por primera vez, a participar en un Sínodo de los obispos"
El jesuita señaló las voces que "nos revelarán a Cristo presente en medio de nosotros y su voluntad para con nosotros", especialmente "aquellos miembros de la familia humana que están sin aliento, rotos, agotados y a menudo aplastados y amurallados en su grito silencioso"
Que las cosas están cambiando en la Iglesia es algo que ya no niega nadie. Pero, cuando se visibiliza a todo el mundo, ya no hay marcha atrás. Algo así ha debido sentir la teóloga española Cristina Inogés, cuyas palabras -junto a las del jesuita de Burkina Faso Paul Beré- han servido para abrir todo un Sínodo de Obispos. Una mujer, inaugurando la mayor asamblea de la Iglesia católica. Y en castellano. Algunos, todavía hoy, estarán rasgando sus vestiduras.
Inogés ha comenzado su intervención recordando que la sinodalidad "es un proceso espiritual" que hay que afrontar "con esperanza, decisión, y hambre de conversión para aprender a vivir, de verdad y humildemente, que los mejores puestos en la Iglesia no son los exclusivos y los que separan, sino los que, desde el servicio, inducen al perdón, la reconciliación, y el encuentro".
"Una Iglesia profundamente herida"
"Somos heridos caminantes llenos de esperanza, confianza y amor en el Dios que no nos abandona y ajusta su paso al nuestro al ritmo de la acogida, del perdón, y de la gracia", subrayó la española, que presentó a Dios "una Iglesia herida, profundamente herida". "Hemos hecho mucho daño a muchas personas, y nos lo hemos hecho a nosotros mismos. Venimos desde hace siglos confiando más en nuestros egos que en tu Palabra. Hace tiempo olvidamos que, cada vez que no te dejamos caminar a nuestro lado, somos incapaces de mantener el rumbo adecuado". Un aldabonazo a las conciencias, y una llamada a la conversión.
"Hemos hecho mucho daño a muchas personas, y nos lo hemos hecho a nosotros mismos. Venimos desde hace siglos confiando más en nuestros egos que en tu Palabra. Hace tiempo olvidamos que, cada vez que no te dejamos caminar a nuestro lado, somos incapaces de mantener el rumbo adecuado"
"No tenemos que tener miedo a reconocer los errores cometidos", señaló Cristina, recordando que el mismo Pedro "no comenzó bien su misión. Te negó tres veces". Pero el miedo "se tornó decisión, fuerza y fe para cumplir el mandato que le habías dado cuando recibió la fuerza del Espíritu Santo".
Y es que, añadió, "es bueno y saludable corregir los errores, pedir perdón por los delitos cometidos, y aprender a ser humildes. Seguramente viviremos momentos de dolor, pero el dolor forma parte del amor. Y nos duele la Iglesia porque la amamos".
El cambio, y la revolución
Eso también es fidelidad, que en ocasiones "exige cambiar", proclamó la teóloga española, advirtiendo que dicho cambio "puede suponer una revolución", citando al teólogo ortodoxo Olivier Clément quien señaló que "a lo largo de la historia las revoluciones que han resultado más creativas, son las que nacieron de la transformación del corazón”.
"Todo el pueblo de Dios está convocado, por primera vez, a participar en un Sínodo de los obispos", recordó. "También están invitados a hacernos llegar su voz, su reflexión, sus preocupaciones, y su dolor, todos aquellos a los que un día no supimos escuchar y se fueron y no los echamos de menos. ¡Enseñadnos a ser mejores cristianos! ¡Enseñadnos a recuperar la esencia de la comunidad cristiana que es la comunión, no la exclusión!".
Una Iglesia-hogar que todos añoramos
"Ese mismo Jesús que no nos dejó normas ni estructuras sobre cómo ser Iglesia, sí nos dejo una forma de vida con la que construir esa Iglesia llamada a ser refugio seguro para todos; lugar de encuentro y diálogo intercultural, espacio de creatividad teológica y pastoral con la que afrontar los desafíos a los que nos enfrentamos. En definitiva ser la Iglesia-Hogar que todos añoramos", concluyó Inogés, recalcando que Jesús sigue "vivo y camina a nuestro lado para aprender de Él y con Él a ser servidores unos de otros, porque servicio y sinodalidad van de la mano. Servir para ser comunión en el ser; sinodalidad para ser comunión en el caminar juntos. Comunión, en definitiva, para obrar todos juntos según lo que nos diga, indique, y sugiera el Espíritu".
Todas las iglesias del mundo
Por su parte, Paul Béré, sj subrayó que "las siete iglesias del mundo están representadas aquí, hoy como en el pasado, para ser enviadas a los confines de la tierra, a las islas más lejanas de la familia humana". Porque "estamos invitados a escuchar lo que el Espíritu Santo dice a través de nuestras hermanas y hermanos, compañeros de prueba, de dignidad y de perseverancia".
Siguiendo el paralelismo de Juan en el Apocalipsis, el jesuita contempló cómo "en medio del sufrimiento y la prueba, el Espíritu Santo nos revela el rostro glorioso y triunfante de Cristo". Señalando al lienzo de Cristo vivo presente en la sala, Beré incidió en que "este es el camino sinodal en el que está comprometida toda la Iglesia", señalando las voces que "nos revelarán a Cristo presente en medio de nosotros y su voluntad para con nosotros", especialmente "aquellos miembros de la familia humana que están sin aliento, rotos, agotados y a menudo aplastados y amurallados en su grito silencioso".
"Abre nuestros ojos Señor, para que toda tu Iglesia te vea caminar delante y te siga. Que te sienta detrás de ella y siga adelante con confianza, segura de que la estás cuidando. Abre nuestros oídos, para que podamos oírte hablar a través de las hermanas y los hermanos. Sin miedo a la lengua de doble filo. Sin impaciencia con el tartamudo. Abre nuestros corazones y te escucharemos", culminó.
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