El Papa condena el atentado terrorista del Níger y deplora las inundaciones de Australia Francisco: "Maria es madre, pero no diosa ni corredentora"
"Las Iglesias de Oriente la han representado a menudo como la Odigitria, aquella que 'indica el camino'"
"Sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús"
"Podemos decir que María es más discípula que madre"
"María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos"
"Podemos decir que María es más discípula que madre"
"María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos"
En la catequesis de la audiencia de los miércoles, el Papa Francisco, ha subrayado que María es la 'Odigitria', la que indica el camino, la que nos lleva a Jesús, “la madre, pero no diosa ni corredentora”. De hecho, “es más discípula que madre”. En los saludos después de la bendición, Bergoglio condena los atentados terroristas del Níger y pide que no impidan la consolidación de la "democracia, la justicia y la paz". Asimismo, se muestra cercano a las víctimas de las inundaciones de Australia y pide ayuda para los enfermos de tuberculosis.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles:
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy la catequesis está dedicada a la oración en comunión con María, y tiene lugar precisamente en la vigilia de la solemnidad de la Anunciación. Sabemos que el camino principal de la oración cristiana es la humanidad de Jesús. De hecho, la confianza típica de la oración cristiana no tendría significado si el Verbo no se hubiera encarnado, donándonos en el Espíritu su relación filial con el Padre.
Cristo es el Mediador, el puente que atravesamos para dirigirnos al Padre (cfr Catecismo dela IglesiaCatólica, 2674). Es el único redentor. No hay corredentores con Cristo. Es el mediador. Cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión. El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar: no hay otro nombre en el que podamos ser salvados (cfr Hch 4,12).
De la única mediación de Cristo toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo encuentra para su oración y su devoción, en primer lugar a la Virgen María.
Ella ocupa en la vida y, por tanto, también en la oración del cristiano un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús. Las Iglesias de Oriente la han representado a menudo como la Odigitria, aquella que “indica el camino”, es decir el Hijo Jesucristo. Recuerdo la bella pintura antigua de la Odigitria en la catedral de Bari, sencilla: la Señora que muestra a Jesús desnudo. En la iconografía cristiana su presencia está en todas partes, y a veces con gran protagonismo, pero siempre en relación al Hijo y en función de Él. Sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús. María está totalmente dirigida a Él (cfr CCC, 2674). Podemos decir que María es más discípula que madre.
Este es el rol que María ha ocupado durante toda su vida terrena y que conserva para siempre: ser humilde sierva del Señor. Nada más. A un cierto punto, en los Evangelios, ella parece casi desaparecer; pero vuelve en los momentos cruciales, como en Caná, cuando el Hijo, gracias a su intervención atenta, realizó la primera “señal” (cfr Jn2,1-12), y después en el Gólgota, a los pies de la cruz.
Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. La que nos cubre como madre, no como diosa, no como corredentora. La piedad siempre le dio títulos bellos. Como los hijos a su madre. Pero, atentos, las cosas bellas no la apartan de la unicidad redentora de Cristo. El amor siempre nos hace exagerar.
Y así empezamos a rezarla con algunas expresiones dirigidas a ella, presentes en los Evangelios: “llena de gracia”, “bendita entre las mujeres” (cfr CCC, 2676s.). En la oración del Ave María pronto llegaría el título “Theotokos”, “Madre deDios”, ratificado por el Concilio de Éfeso. Y, análogamente y como sucede en el Padre Nuestro, después de la alabanza añadimos la súplica: pedimos a la Madre que ruegue por nosotros pecadores, para que interceda con su ternura, “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Ahora, en las situaciones concretas de la vida, y en el momento final, para que nos acompañe en el paso a la vida eterna.
María está siempre presente en la cabecera de sus hijos que dejan este mundo. Si alguno se encuentra solo y abandonado, ella está allí cerca, como estaba junto a su Hijo cuando todos le habían abandonado.
María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. María está siempre allí, con su ternura materna.
Las oraciones dirigidas a ella no son vanas. Mujer del “sí”, que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel, responde también a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros mismos. Como y más que toda buena madre, María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación. María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Rezando con nosotros. Porque ella es nuestra Madre.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la oración con María. Estamos en vísperas de la fiesta de la Anunciación y esto ya nos indica que la vía maestra de la oración cristiana es la humanidad de Jesús. No podríamos entrar en esa intimidad con Dios si el Verbo no se hubiese hecho carne y no nos hubiese comunicado el Espíritu Santo para poder llamar a Dios «Padre».
Cristo es el mediador, el puente a través del cual llegamos al Padre. Nuestra oración es siempre por Cristo, con Él y en Él, en la unidad del Espíritu. Cualquier otra referencia encuentra en esta verdad su sentido. Si María ocupa un puesto privilegiado en este itinerario es porque nos indica el camino hacia su Hijo.
Las manos, los ojos, los gestos de María son un catecismo viviente, que nos muestran cómo adorarlo en el pesebre, cómo seguirlo en el servicio a los hermanos y cómo acompañarlo en el extremo sacrificio de la cruz. A los pies de la cruz, Jesús quiso además extender la maternidad de María a toda la Iglesia, colocándonos bajo su manto.
De ese modo comenzamos a pedir su intercesión con expresiones directas sacadas de la Sagrada Escritura: “Llena de gracia”, “Bendita entre las mujeres”, o con el título de “Madre de Dios”, proclamado por el Concilio de Éfeso.
Ella pide por nosotros pecadores en cada circunstancia, como en Caná, y no deja de estar junto a la cruz de su Hijo, al acompañarnos en la hora de la muerte. Aquellos que, como durante esta cruel pandemia, se encuentran solos y desamparados, en ella hallan la ternura de la Madre que nunca nos abandona.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a confiar nuestras súplicas al Salvador a la poderosa intercesión de María, la Reina Madre que lleva ante el trono de su Hijo nuestro ruego, pues somos sus hijos queridos. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Saludos después de la bendición
Me he enterado con dolor la noticia del reciente ataque terroristas en Níger, que provocaron la muerte de 137 personas. Pidamos por las víctimas, por sus familias y por toda la población, para que la violencia padecida no haga desaparecer la confianza en el camino de la democracia, de la justicia y de la paz.
Estos días, grandes inundaciones han causado graves daños en el Estado de Nueva Gales del Sur en Australia. Me siento cercano a las personas, a las familias golpeadas por esta calamidad, especialmente a los que han visto destruidas sus casas. Animo a los que se están prodigando para buscar a los desaparecidos y aportar ayudas.
Hoy es la Jornada mundial para la lucha contra la tuberculosis. Pueda esta efemérides favorecer un renovado impulso en la curación de tal enfermedad y un creciente solidaridad con los que la sufren. Sobre ellos y sus familias invoco el consuelo del Señor.
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