Francisco vuelve a recordar que "la Iglesia no crece por proselitismo sino 'por atracción'" El Papa asegura que la invasión de Gaza "ya no es una guerra, es terrorismo"
"Los cristianos se encuentran en el atrio más que en la sacristía, y van por 'las plazas y calles de la ciudad'"
"No solo alguien hace cambiar de idea a Jesús, y se trata de una mujer, extranjera y pagana"
"Dios no nos llama para ponernos en un pedestal, sino para hacer de nosotros instrumentos libres y valientes de su amor grande e inclusivo"
"Jesús no nos quiere excluyentes, sino acogedores e inclusivos, porque el Evangelio no es solo para mí, sino para todos"
"Dios no nos llama para ponernos en un pedestal, sino para hacer de nosotros instrumentos libres y valientes de su amor grande e inclusivo"
"Jesús no nos quiere excluyentes, sino acogedores e inclusivos, porque el Evangelio no es solo para mí, sino para todos"
En su serie de catequesis sobre la evangelización, el Papa Francisco aborda uno de sus temas preferidos y recurrentes: La evangelización es para todos, pero no como imposición, sino como oferta que da sentido, alegría y belleza a la vida. Porque, como repite una vez más: “La Iglesia no crece por proselitismo sino ‘por atracción’”.
Glosando el pasaje de la cananea, “la mujer extranjera y pagana que hace cambiar de idea a Jesús”, Bergoglio explica que, en contra de lo que predican los rigoristas, “la Iglesia no es un lugar de perfectos y privilegiados”, porque “Dios no nos llama para ponernos en un pedestal, sino para hacer de nosotros instrumentos libres y valientes de su amor grande e inclusivo”. Y de ahí que el Papa alerta sobre la tentación de “identificar el cristianismo con una cultura, con una etnia, con un sistema”.
Al final de la audiencia, el Papa cuenta que se ha reunido con dos delegaciones, una palestina y otra israelí, de familiares de rehenes" He sentido como sufren ambos. Las guerras hacen esto". Pero Francisco va más allá y asegura que "aquí hemos ido más allá de la guerra. Esto ya no es guerra, es terrorismo".
Catequesis del Papa
¡Queridos hermanos y hermanas!
Después de haber visto, la vez pasada, que el anuncio cristiano es alegría, detengámonos hoy en un segundo aspecto: este es para todos. Cuando encontramos verdaderamente al Señor Jesús, el estupor de este encuentro impregna nuestra vida y pide ser llevado más allá de nosotros. Esto desea Él, que su Evangelio sea para todos. En él, de hecho, hay un “poder humanizador”, una plenitud de vida que está destinada a todo hombre y a toda mujer, porque Cristo ha nacido, muerto y resucitado por todos.
En Evangelii gaudium he escrito: «Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino “por atracción”» (n. 14). Hermanos, hermanas, sintámonos al servicio de la destinación universal del Evangelio; y distingámonos por la capacidad de salir de nosotros mismos, de superar todo confín. Los cristianos se encuentran en el atrio más que en la sacristía, y van por «las plazas y calles de la ciudad» (Lc 14,21). Deben ser abiertos y expansivos, “extrovertidos”, y este carácter suyo proviene de Jesús, que ha hecho de su presencia en el mundo un camino continuo, dirigido a alcanzar a todos, incluso aprendiendo de ciertos encuentros suyos.
En este sentido, el Evangelio narra el sorprendente encuentro de Jesús con una mujer extranjera, una cananea que le suplica que sane a la hija enferma (cfr Mt 15,21-28). Jesús se niega, diciendo que ha sido enviado solo «a las ovejas perdidas de la casa de Israel» y que «no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos» (vv. 24.26). Pero la mujer, con la insistencia típica de los sencillos, replica que también «los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos» (v. 27). Jesús se quedó impresionado y le dice: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas» (v. 28). Este encuentro tiene algo único. No solo alguien hace cambiar de idea a Jesús, y se trata de una mujer, extranjera y pagana; sino que el Señor mismo encuentra confirmación al hecho de que su predicación no debe limitarse al pueblo al que pertenece, sino abrirse a todos.
La Biblia nos muestra que cuando Dios llama a una persona y hace un pacto con algunos el criterio siempre es este: elige a alguno para alcanzar a muchos otros. Todos los amigos del Señor han experimentado la belleza, pero también la responsabilidad y el peso de ser “elegidos” por Él. Han sentido el desánimo ante las propias debilidades y la pérdida de sus seguridades. Pero la tentación más grande es la de considerar la llamada recibida como un privilegio. La llamada nunca es un privilegio. La llamada es para un servicio: sentirse poseedores de una exclusiva que separa de los otros y decir “Dios está con nosotros, Dios es nuestro” como si pudiéramos disponer de Él para nuestros intereses.
La Biblia sin embargo nos enseña lo contrario: cuando Dios elige a alguien es para amar a todos. Dios no nos llama para ponernos en un pedestal, sino para hacer de nosotros instrumentos libres y valientes de su amor grande e inclusivo. La Iglesia no es un lugar de perfectos y privilegiados, sino una comunidad de discípulos que testimonia a Aquel que por gracia ha conocido, Jesús, y que intercede por todos, rezando, amando y sacrificándose por el mundo.
Recordemos: cuando Dios elige a alguien es para amar a todos. Necesitamos de la audacia generosa de este impulso universal. También para prevenir la tentación de identificar el cristianismo con una cultura, con una etnia, con un sistema. Así, sin embargo, pierde su naturaleza verdaderamente católica, es decir su rasgo específico universal, y se convierte en introvertido, termina por doblegarse a los esquemas del mundo y se presta a convertirse en elemento de división, de enemistad, contradiciendo el Evangelio que anuncia.
No lo olvidemos: Dios elige a alguien para amar a todos. Vale para cada uno de nosotros: nuestra oración, la ofrenda de nuestra vida al Señor es también para los otros. Nuestro anuncio, nuestro servicio está dirigido a todos, de otra forma falta algo. Y cuando vemos a las personas que viven a nuestro lado y que quizá no son creyentes, pensemos en ellos como destinatarios del mismo anuncio de belleza y de alegría que ha cambiado nuestra vida. ¡Son destinatarios de nuestra misma alegría! Jesús no nos quiere excluyentes, sino acogedores e inclusivos, porque el Evangelio no es solo para mí, sino para todos. No lo olvidemos. Gracias.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis precedente reflexionamos sobre la alegría como el primero de los cuatro grandes temas sobre el celo apostólico inspirados en la exhortación Evangelii gaudium. Hoy nos detenemos en el segundo aspecto: el anuncio es para todos. Esto significa que nuestra misión tiene un alcance universal, que estamos llamados a evangelizar sin excluir a nadie, saliendo de nosotros mismos y superando las barreras que nos separan, compartiendo la buena noticia con gozo y sencillez de corazón.
La Biblia nos muestra que Dios elige a algunos hombres y mujeres para que sean sus testigos y, a través de ellos, su amor llegue a muchas más personas, hasta los confines de la tierra. También a nosotros el Señor nos ha elegido para que transmitamos su mensaje a otros hermanos y hermanas que aún no lo conocen. Esta vocación es un don, que no debemos asumir como un privilegio sino como un servicio; y una responsabilidad, que requiere de nosotros coherencia y fidelidad.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. El próximo domingo celebraremos la solemnidad de Jesucristo Rey del universo. Pidamos a Jesús que reine en nuestras vidas y conceda a nuestros jóvenes ser testigos generosos de la alegría del Evangelio que Dios nos ha dado como don. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Saludo en italiano
Y no olvidemos perseverar en la oración por los que sufren a causa de las guerras en tantas partes del mundo, especialmente por los queridos pueblos de Ucrania, Israel y Palestina. Mi bendición para todos.
Esta mañana recibí a dos delegaciones. Una israelí, que tienen a sus familiares rehenes en Gaza y otra de palestinos que tienen familiares prisioneros en Israel. Sufren tanto. He sentido como sufren ambos. Las guerras hacen esto. Pero aquí hemos ido más allá de la guerra. Esto ya no es guerra, es terrorismo. Vayamos adelante con la paz. Rezad por la paz. Rezad por la paz. Que el Señor meta mano allí. Que el Señor nos ayude a resolver los problemas y no seguir adelante con las pasiones que, al final, matan a todos.
Recemos por el pueblo israelí y por el pueblo palestino, para que venga la paz
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