"Que el Señor nos conceda la gracia de rezar siempre con la verdad" El Papa ofrece su misa del domingo en la intimidad “por todos los trabajadores que hacen posible que la vida social pueda seguir adelante”
“El Evangelio nos da a conocer un diálogo de un encuentro de Jesús con una mujer pecadora; la primera vez en el Evangelio que Jesús declara su identidad y la declara a una pecadora"
“No se puede ser discípulo de Jesús sin la propia verdad, con lo que somos, no se puede ser discípulo sólo con argumentos"
“El Señor siempre quiere el diálogo con transparencia, sin esconder las cosas, sin dobles intenciones"
“El Señor siempre quiere el diálogo con transparencia, sin esconder las cosas, sin dobles intenciones"
Misa de domingo del Papa Francisco en la intimidad de la pequeña capilla de la Casa de Santa Marta, acompañado del personal de la residencia. Una misa que ofrece “por todos los trabajadores que hacen posible que la vida social pueda seguir adelante” en medio de la pandemia. Y cita, en concreto, a los farmaceúticos, sanitarios, transportistas, policías o trabajadores de los supermercados.
Un pequeño armonio trata de solemnizar la celebración, que, musicalmente hablando, suena como la de cualquier capilla religiosa del mundo. El Papa sabe que el coronavirus es una pandemia que amenaza la vida humana y que, por lo tanto, los discursos devocionales frente a ella son contrarios a la doctrina, pero tampoco quiere dejar ni que se deje a los fieles católicos abandonados a su suerte en todo el mundo y sin el consuelo de la oración.
El Papa sale solo al altar y comienza la celebración, expresando en voz alta el ofrecimiento de la misa: “Este domingo de Cuaresma, recemos juntos por los enfermos, por los que sufren. Hoy quisiera hacer una oración especial por la personas que con su labor garantizan el funcionamiento de la sociedad: trabajadores de los hospitales, de las farmacias, de los supermercados, de los transportes, los policías... Por todos los que hacen posible que la vida social pueda seguir adelante”.
La primera lectura del libro del Éxodo la hace una monja: “¿Por qué nos has hecho salir de Egipto, para hacernos morir en el desierto?...Golpearás en la roca y el pueblo verá...”
La lectura del Evangelio de Juan a cargo del maestro de la capilla del Papa, que lee el conocido pasaje de Jesús con la samaritana: “Dame de beber, le dice Jesús. ¿Cómo tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy una mujer samaritana?... “El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás...Señor, le dice la mujer, dame de esta agua, para que no vuelva a tener más sed...Llega la hora en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”.
En su homilía, improvisada como siempre, el Papa comenzó señalando que “el Evangelio nos da a conocer un diálogo de un encuentro de Jesús con una mujer pecadora; la primera vez en el Evangelio que Jesús declara su identidad y la declara a una pecadora, que tuvo el coraje de decir la verdad sobre sus maridos”
“Y después, con el mismo argumento, se fue a anunciar a Jesús: Es el Mesías, porque me dijo todo lo que hice. No va con argumentos teológicos, sino con su verdad. Y su verdad es lo que la justifica y lo que el Señor usa para anunciar el Evangelio”
“No se puede ser discípulo de Jesús sin la propia verdad, con lo que somos, no se puede ser discípulo sólo con argumentos. La mujer tuvo la valentía de dialogar con Jesús, de interesarse por la propuesta de Jesús de aquella agua y tuvo el coraje de confesar sus pecados y utilizar la propia historia como garantía de que se había encontrado a un profeta”
“El Señor siempre quiere el diálogo con transparencia, sin esconder las cosas, sin dobles intenciones. Soy así y así hablo con el Señor, como soy, con mi verdad. Y desde mi verdad encuentro la verdad de que el Señor es el Salvador”.
“Este diálogo tan transparente entre Jesús y la mujer termina con la confesión de la realidad mesiánica de Jesús y con la conversión de aquel pueblo".
“Que el Señor nos conceda la gracia de rezar siempre con la verdad, no con la verdad de los demás destilada en argumentos, sino con nuestra verdad”.
El Papa recita el rito de la paz, pero no la da ni la recibe de nadie, mientras suena el 'Cordero de Dios'. Durante la comunión de la decena de personas presentes, suena el armonio, mientras el Papa se recoge en oración. Y la eucaristía concluye con la bendición papal y un canto a la Virgen.
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