“Es necesaria una buena política, la que pone en el centro la persona humana y el bien común” Papa: "La política a menudo no goza de buena fama, y sabemos el porqué. Eso no quiere decir que todos los políticos sean malos"
"Hay quien quisiera apropiarse de posibles soluciones, como en el caso de las vacunas"
"Es tiempo de incrementar nuestro amor social"
"El coronavirus nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y, viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona"
"La salud, además de individual, es también un bien público. Una sociedad sana es la que cuida de la salud de todos"
"Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones"
"El coronavirus nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y, viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona"
"La salud, además de individual, es también un bien público. Una sociedad sana es la que cuida de la salud de todos"
"Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones"
"Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones"
En el patio San Dámaso, el Papa Francisco se torna párroco y atiende a los cercanos, para dirigir, después, en la catequesis, su mirada al mundo, víctima de la pandemia. Una pandemia de la que, a su juicio, "podemos salir mejores" en clave de bien común. Por eso, lanza un llamamiento especial a los políticos, para que reaccionen en esta clave. Porque "la política tiene mala fama", pero “es necesaria una buena política, la que pone en el centro la persona humana y el bien común”. Y en esa tarea, los cristianos tienen que estar en la vanguardia, porque Dios es amor y "es tiempo de incrementar nuestro amor social".
Segunda audiencia general de los miércoles en el extraordinario marco del Patio de San Dámaso, el mismo en el que vimos despedirse a Benedicto XVI o por el que entran los Jefes de Estado y presidentes del mundo en visita al Papa. En el recinto, menos gente que en la plaza, como es lógico, pero ambiemnte de mayor cercanía y familiaridad, lo que permite al Papa hacer de párroco antes de comenzar la audiencia.
Entre su gente, pero sin estrechar manos, a cierta distancia, aunque con la cordialidad de siempre. Disfruta con el 'santo pueblo de Dios'. Se le nota a gusto. Hace gestos, saluda, sonríe, intercambia bromas, bendice rosarios y da consejos de pasada. Y hasta escribe unas palabras en una postal que le presenta un sacerdote.
Ya desde el estrado, el Papa comienza el acto con el signo de la cruz y advirtiendo a la gente que permanezca en sus sillas, para “evitar los contagios”.
Lectura del pasaje evangélico de Mateo sobre la multiplicación de loa panes y los peces.
Texto de la catequesis de la audiencia general (traducción no oficial)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! La crisis que estamos viviendo a causa de la pandemia golpea a todos; podemos salir mejores si buscamos todos juntos el bien común. Lamentablemente, asistimos al surgimiento de intereses partidistas. Por ejemplo, hay quien quisiera apropiarse de posibles soluciones, como en el caso de las vacunas. Y, después, venderla a los demás. Algunos aprovechan la situación para fomentar divisiones: para buscar ventajas económicas o políticas, generando o aumentando conflictos. Otros simplemente no se interesan por el sufrimiento de los demás, pasan por encima y van por su camino (cfr Lc 10, 30-32). Son los devotos de Poncio Pilatos y se lavan las manos.
La respuesta cristiana a la pandemia y a las consecuentes crisis socio-económicas se basa en el amor, ante todo el amor de Dios que siempre nos precede (cfr 1 Jn 4, 19). Él nos ama incondicionalmente, y cuando acogemos este amor divino, entonces podemos responder de forma parecida. Amo no solo a quien me ama: mi familia, mis amigos, mi grupo, sino también a los que no me aman, que no me conocen, o que son extranjeros, o también a los que me hacen sufrir o que considero enemigos (cfr Mt 5, 44). Ésta es la sabiduría cristiana y la enseñanza de Jesús. El punto mñás alto de la santidad es amar a los enemigos. Cierto, amar a todos, incluidos los enemigos, es difícil -¡diría que es un arte! Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo e inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien. Muchas veces, hace más bien una caricia que muchos argumentos.
Por tanto, el amor no se limita a las relaciones entre dos o tres personas, o a los amigos, o a la familia. Incluye las relaciones cívicas y políticas (cfr Catecismo de la Iglesia Católica [CCC], 1907- 1912), incluso la relación con la naturaleza (Enc. Laudato si’ [LS], 231). Como somos seres sociales y políticos, una de las más altas expresiones de amor es precisamente la social y política, decisiva para el desarrollo humano y para afrontar todo tipo de crisis (ibid., 231). Sabemos que el amor fructifica a las familias y las amistades; pero está bien recordar que fructifica también las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas, permitiéndonos construir una “civilización del amor”, como le gustaba decir a san Pablo VI[1] y, siguiendo sus huellas, san Juan Pablo II. Sin esta inspiración, prevalece la cultura del egoísmo, de la indiferencia, del descarte. Hoy, un matrimonio me dijo: 'Rece por nosotros, que tenemos un hijo cncapacidades diferentes'. Tenemos que construir la civilización del amor.
El coronavirus nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y, viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona (cfr CCC, 1905-1906). La salud, además de individual, es también un bien público. Una sociedad sana es la que cuida de la salud de todos.
Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones. Este amor puede generar estructuras sociales que nos animen a compartir más que a competir, que nos permitan incluir a los más vulnerables y no descartarlos, y que nos ayuden a expresar lo mejor de nuestra naturaleza humana y no lo peor. De hecho, cuando amamos y generamos creatividad, confianza y solidaridad, es ahí que emergen iniciativas concretas por el [2] bien común . Y esto vale tanto a nivel de las pequeñas y grandes comunidades, como a nivel internacional. Al contrario, si las soluciones a la pandemia llevan la huella del egoísmo, ya sea de personas, empresas o naciones, quizá podamos salir del coronavirus, pero ciertamente no de la crisis humana y social que el virus ha resaltado y acentuado. Por tanto, ¡cuidado con construir sobre la arena (cfr Mt 7, 21-27)! Para construir una sociedad sana, inclusiva, justa y pacífica, debemos hacerlo encima de la roca del bien común. Y esto es tarea de todos, no sólo de algún especialista. Santo Tomás de Aquino decía que la promoción del bien común es un deber de justicia que recae sobre cada ciudadano. Y para los crisitianos es también una misión. Como enseña san Ignacio del Loyola, orientar nuestros esfuerzos cotidianos hacia el bien común es una forma de recibir y difundir la gloria de Dios.
Lamentablemente, la política a menudo no goza de buena fama, y sabemos el porqué. Eso no quiere decir que todos los políticos sean malos. Pero no hay que resignarse a esta visión negativa, sino reaccionar demostrando con los hechos que es posible, es más, [4] necesaria una buena política, la que pone en el centro la persona humana y el bien común. Hay muchos políticos santos. Es posible en la medida en la que cada ciudadano y, de forma particular, quien asume compromisos y encargos sociales y políticos, arraigue su actuación en los principios éticos y lo anima con el amor social y político. Los cristianos, de forma particular los fieles laicos, están llamados a dar buen testimonio de esto y pueden hacerlo gracias a la virtud de la caridad, cultivando la intrínseca dimensión social.
Es por tanto tiempo de incrementar nuestro amor social, contribuyendo todos, a partir de nuestra pequeñez. El bien común requiere la participación de todos. Si cada uno pone de su parte, y si no se deja a nadie fuera, podremos regenerar buenas relaciones a nivel comunitario, nacional, internacional y también en armonía con el ambiente (cfr LS, 236). Así en nuestros gestos, también en los más humildes, se hará visible algo de la imagen de Dios que llevamos en nosotros, porque Dios es Trinidad de Amor. Con su ayuda, podemos sanar al mundo trabajando todos juntos por el bien común.
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[1] Mensaje por la X Jornada Mundial de la Paz 1 de enero de 1977: AAS 68 (1976), 709. [2] Cfr S. Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 38. [3] Ibid., 10. [4] Cfr Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1 de enero de 2019 (8 de diciembre de 2018).
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Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas: La crisis que estamos viviendo a causa de la pandemia nos afecta a todos. Para superar este momento difícil deberíamos buscar entre todos, el bien común. Pero vemos que algunos, lamentablemente, lo que buscan es aprovecharse para obtener ventajas económicas o políticas. Otros intentan dividir y fomentar conflictos, y también hay personas que permanecen indiferentes ante el sufrimiento de los demás.
La respuesta cristiana a esta situación es el amor y la búsqueda del bien común. El amor verdadero cura, sana, nos hace libres y fecundos, es expansivo e inclusivo. Amar como Dios nos ama no es fácil, pero es un arte que podemos aprender y mejorar. Porque no se trata de amar sólo a quien me ama, a mi familia, a mis amigos; sino a todos, incluso a los que no me conocen, a los extranjeros, o a quienes me han hecho sufrir. El amor verdadero también se extiende a las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas, así como a la relación con la naturaleza.
El coronavirus nos muestra que el bien para cada uno es un bien para todos, que la salud de cada persona es también un bien público. Por eso, una sociedad sana es la que se hace cargo de la salud de todos. Y a este virus —que no conoce fronteras ni hace distinciones sociales— es necesario que le respondamos con un amor generoso, sin límites, que no hace acepción de personas, que nos mueve a ser creativos y solidarios, y que hace surgir iniciativas concretas para el bien común.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Dios, Trinidad de amor, que nos ayude a cultivar la virtud de la caridad, a través de gestos de ternura y cercanía hacia nuestros hermanos. Así, con su ayuda, podremos curar el mundo, trabajando unidos por el bien común. Que el Señor los bendiga.
Saludo en italiano
Al saludar en italiano, el Papa recuerda los frecuentes ataques en el mundo a grupos de estudiantes y de instituciones educativas y pide a la comunidad internacional que se movilice para proteger la vida y los derechos de los estudiantes.
Una audiencia muy especial en el patio de San Dámaso, unas 1000 personas y entrada sin billete. El Papa alegre, cariñoso y dedicando mucho tiempo a los que se acercan a él. Pedimos la bendición para la Congregación #NazaretIglesiapic.twitter.com/2fQHxL3vdv
— Misioneras Nazaret (@MHSFNazaret) September 9, 2020
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