Francisco llama “héroes” a los que ayudan a los enfermos “con riesgo de su propia salud” El Papa, sobre la pandemia: “Si no nos cuidamos unos a los otros, no podemos curar el mundo”

Héroes de la pandemia
Héroes de la pandemia

"La pandemia ha puesto de manifiesto lo vulnerables e interconectados que somos todos"

“La pandemia ha sacado a la luz enfermedades sociales más amplias”, como el ver a los demás “como objetos para ser usados y tirados”

"Queremos reconocer en cada persona, sin importar su raza, idioma o condición, la dignidad humana"

Recurda la "Declaración Universal de Derechos Humanos, que San Juan Pablo II calificó como 'un hito en el largo y difícil camino del género humano'"

En la catequesis de la audiencia de los miércoles, el Papa Francisco vuelve sobre la pandemia, para recordar que “si no nos cuidamos unos a los otros, no podemos curar el mundo” y para llamar, de nuevo, "héroes" a los que arriesgan sus vidas para cuidar a los enfermos "con riesgo de su propia salud". Según el Papa, la pandemia nos ha enseñado que somos vulnerables y que estamos interconectados, al tiempo que ha puesto de relieve otras enfermadades sociales, como la de considerar y tratar a la persona humana como un objeto.

Texto completo de la catequesis papal

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La pandemia ha puesto de manifiesto lo vulnerables e interconectados que somos todos. Si no nos cuidamos los unos a los otros, empezando por los últimos, los más afectados, incluyendo la creación, no podemos curar el mundo.

Es de alabar el compromiso de tantas personas que en estos meses están mostrando un amor humano y cristiano por el prójimo, dedicándose a los enfermos incluso a riesgo de su propia salud. Son héroes. Sin embargo, el coronavirus no es la única enfermedad a combatir, pero la pandemia ha sacado a la luz enfermedades sociales más amplias. Una de ellas es la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional. A veces vemos a los demás como objetos, para ser usados y tirados. En realidad, este tipo de mirada ciega y fomenta una cultura de descarte individualista y agresiva, que convierte al ser humano en un bien de consumo (cf. Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 53; Enc. Laudato si' [LS], 22).

Papa y caridad
Papa y caridad

 A la luz de la fe sabemos, sin embargo, que Dios mira al hombre y a la mujer de otra manera. Él nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar, a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,27). De esta manera nos dio una dignidad única, invitándonos a vivir en comunión con él, con nuestros hermanos y hermanas, con respeto a toda la creación. La creación es una armonía. Y en esta comunión Dios nos da la capacidad de procrear y custodiar la vida (cf. Gn 1,28-29), de trabajar y cuidar la tierra (cf. Gn 2,15; LS 67). No se puede procrear ni custodiar la vida sin armonía.

Un ejemplo de esa mirada individualista lo tenemos en los Evangelios, en la petición hecha a Jesús por la madre de los discípulos Santiago y Juan (cf. Mt 20, 20-28). Le gustaría que sus hijos pudieran sentarse a la derecha y a la izquierda del nuevo rey. Pero Jesús propone otro tipo de visión: la del servicio y la entrega de la vida por los demás, y lo confirma devolviendo la vista a dos ciegos y haciéndolos sus discípulos (cf. Mt 20,29-34). La armonía es el servicio, lo contrario de la lógica de dominar a los demás.

Pidamos, pues, al Señor que nos dé ojos atentos a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los que sufren. Como discípulos de Jesús, no queremos ser indiferentes o individualistas. La armonía de Dios pide mirar a los demás. Queremos reconocer en cada persona, sin importar su raza, idioma o condición, la dignidad humana. La armonía lleva a reconocer la dignidad humana.

El Concilio Vaticano II enfatiza que esta dignidad es inalienable, porque "fue creada a imagen y semejanza de Dios" (Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 12). Es la base de toda la vida social y determina sus principios operativos. En la cultura moderna, la referencia más cercana al principio de la dignidad inalienable de la persona es la Declaración Universal de Derechos Humanos, que San Juan Pablo II calificó como "un hito en el largo y difícil camino del género humano” [1] y como "una de las más altas expresiones de la conciencia humana".[2]

Los derechos no son solo individuales, pero también sociales, pueblos y naciones.[3] El ser humano es, de hecho, un ser social, creado a imagen y semejanza de Dios Uno y Trino.

Esta renovada conciencia de la dignidad de cada ser humano tiene graves implicaciones sociales, económicas y políticas. Mirar al hermano y a toda la creación como un regalo recibido del amor del Padre despierta un comportamiento de atención, cuidado y asombro. Así el creyente, contemplando a su prójimo como un hermano y no como un extraño, lo mira con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad. Y contemplando el mundo a la luz de la fe, se esfuerza por desarrollar, con la ayuda de la gracia, su creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas de la historia. Concibe y desarrolla sus capacidades como responsabilidades que surgen de su fe [4] como don de Dios para poner al servicio de la humanidad y de la creación.

Iglesia y pandemia
Iglesia y pandemia

Mientras trabajamos para curar un virus que afecta a todos indiscriminadamente, la fe nos insta a asumir un compromiso serio y activo para contrarrestar la indiferencia ante las violaciones de la dignidad humana; la fe siempre exige que nos dejemos curar y convertir de nuestro individualismo, tanto personal como colectivo. La cultura de la indiferencia acompaña a la cultyra del descarte.

Que el Señor "nos devuelva la vista" para redescubrir lo que significa ser miembros de la familia humana. Y que esta visión se traduzca en acciones concretas de compasión y respeto por cada persona y de cuidado y custodia de nuestro hogar común.

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1] Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (2 de octubre de 1979), 7. 2] Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (5 de octubre de 1995), 2.

4] Ibid.

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas: Es loable el compromiso de tantas personas que en estos meses dan testimonio del amor humano y cristiano dedicándose a los enfermos, aun arriesgando la propia salud. Sin embargo, la pandemia también ha puesto en evidencia patologías sociales que distorsionan la visión de la persona, ignorando su dignidad y su carácter relacional, y que fomentan la cultura del descarte, transformando al ser humano en un bien de consumo.

Pandemia
Pandemia

A la luz de la fe, sabemos que Dios mira al hombre y a la mujer de otro modo. No como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar, creadas a su imagen y semejanza. Al invitarnos a vivir en comunión con Él y con los demás, en el respeto de todo lo creado, nos ha dado una dignidad única. Una dignidad inalienable que tiene serias implicaciones sociales, económicas y políticas. En la cultura moderna, la referencia más cercana al principio de la dignidad inalienable de la persona es la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

A los creyentes, mirar al prójimo y a la creación como un don recibido del amor del Padre, nos lleva a no ser indiferentes, a estar atentos a quienes nos rodean; a sentir compasión y empatía, no desprecio y enemistad. Y al contemplar el mundo a la luz de la fe podemos desarrollar, con ayuda de la gracia, nuestros dones y capacidades para resolver los dramas de la historia, poniéndonos al servicio de la humanidad y de toda la creación.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que nos conceda ojos atentos para ver en las personas, de cualquier raza, lengua o condición, miembros de la única familia humana. Y que esta mirada se traduzca en acciones concretas de ayuda a los que más sufren, y de cuidado y respeto a nuestra casa común. Que el Señor los bendiga.

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