El Papa reconoce abiertamente: “Es cierto, no sabemos rezar” El Papa, ante la Virgen de los Desamparados: "Pedimos por Valencia, que sufre tanto por el agua, y por otras partes de España"
"Saludo a la Virgen de los Desamparados, la Virgen que cuida a los pobres, la patrona de Valencia. Valencia que sufre tanto, y también otras partes de España. Valencia que está bajo el agua y sufre. Yo quería que estuviese aquí la patrona de Valencia, esta imagencita que los valencianos mismos me han regalado"
"La oración cristiana no es el ser humano que habla con Dios al otro lado del teléfono, no, ¡es Dios que reza en nosotros! Rezamos a Dios a través de Dios"
"'Mali, mala, male petimus', que significa: siendo malos (mali), pedimos las cosas equivocadas (mala) y de la manera equivocada (male)"
"Cristo nos enseña la oración de intercesión. Esta oración es particularmente agradable a Dios porque es la más gratuita y desinteresada"
"'Mali, mala, male petimus', que significa: siendo malos (mali), pedimos las cosas equivocadas (mala) y de la manera equivocada (male)"
"Cristo nos enseña la oración de intercesión. Esta oración es particularmente agradable a Dios porque es la más gratuita y desinteresada"
El Papa Francisco aborda el tema de la oración en la catequesis de la audiencia de los miércoles. Y, tras reconocer que “no sabemos rezar”, invita a los fieles a aprender a rezar según el Espíritu, porque “Él es el que da la oración y Él es el que se nos da por la oración”. Es decir, “rezamos a Dios a través de Dios”. Y muchas veces rezamos mal: ““mali, mala, male petimus”, que significa: siendo malos (mali), pedimos las cosas equivocadas (mala) y de la manera equivocada (male)”. Para evitar esa forma errada de rezar, Francisco invita a decantarse por la oración de intercesión, porque “esta oración es particularmente agradable a Dios porque es la más gratuita y desinteresada”.
Antes de iniciar la audiencia de los miércoles, el Papa depositó una rosa ante la Virgen de los Desamparados y, tras una breve oración ante ella, explicó de qué imagen se trataba: "Saludo a la Virgen de los Desamparados, la Virgen que cuida a los pobres, la patrona de Valencia. Valencia que sufre tanto, y también otras partes de España. Valencia que está bajo el agua y sufre. Yo quería que estuviese aquí la patrona de Valencia, esta imagencita que los valencianos mismos me han regalado. Hoy, de manera especial, pedimos por Valencia y por otras zonas de España que están sufriendo por el agua".
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Il #Papa prima dell'udienza generale prega davanti alla statuina della Virgen de los desamparados, patrona di #Valencia che "soffre". "Io ho voluto che fosse qui, questa immaginetta che gli stessi valenciani mi hanno regalato. Oggi in modo speciale preghiamo per Valencia" pic.twitter.com/BxOFaLGjzg
— Salvatore Cernuzio (@SalvoCernuzio) November 6, 2024
Texto íntegro de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La acción santificadora del Espíritu Santo, además que en la Palabra de Dios y en los Sacramentos, se expresa en la oración, y es a ella a la que queremos dedicar la reflexión de hoy. El Espíritu Santo es al mismo tiempo sujeto y objeto de la oración cristiana. Es decir, Él es el que da la oración y Él es el que se nos da por la oración. Nosotros oramos para recibir al Espíritu Santo, y recibimos al Espíritu Santo para que verdaderamente podamos orar, es decir, como hijos de Dios, no como esclavos.
En primer lugar, debemos rezar para recibir el Espíritu Santo. A este respecto, hay una palabra muy precisa de Jesús en el Evangelio: «Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). En el Nuevo Testamento vemos que el Espíritu Santo desciende siempre durante la oración. Desciende sobre Jesús en el bautismo en el Jordán, mientras que «estaba en oración» (Lc 3,21); y descendió sobre los discípulos en Pentecostés, mientras que «todos ellos perseveraban juntos en la oración» (Hechos 1,14).
Es el único «poder» que tenemos sobre el Espíritu de Dios. En el monte Carmelo los falsos profetas de Baal se agitaban para invocar fuego del cielo sobre su sacrificio, pero no ocurrió nada; Elías oró y el fuego descendió y consumió el holocausto (cfr. 1 Re 18,20-38). La Iglesia sigue fielmente este ejemplo: siempre tiene en los labios la invocación «¡Ven!» cuando se dirige al Espíritu Santo. Lo hace sobre todo en la misa para que descienda como rocío y santifique el pan y el vino para el sacrificio eucarístico.
Pero también existe el otro aspecto, que es el más importante y alentador para nosotros: el Espíritu Santo es el que nos da la verdadera oración. «El Espíritu – dice San Pablo – nos ayuda en nuestra debilidad. Pues, nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables; y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.» (Rm 8,26-27).
Es cierto, no sabemos rezar. La razón de esta debilidad en nuestra oración se expresaba en el pasado con una sola palabra, utilizada de tres formas distintas: como adjetivo, como sustantivo y como adverbio. Es fácil de recordar, incluso para los que no saben latín, y merece la pena tenerla presente, porque ella sola encierra todo un tratado. Nosotros, los seres humanos, decía aquel dicho, “mali, mala, male petimus”, que significa: siendo malos (mali), pedimos las cosas equivocadas (mala) y de la manera equivocada (male). Jesús dice: «Busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y se les darán también todas esas cosas por añadidura» (Mt 6,33); en cambio, nosotros buscamos en primer lugar “la añadidura”, es decir, nuestros intereses, y nos olvidamos totalmente de pedir el Reino de Dios.
El Espíritu Santo viene, sí, en auxilio de nuestra debilidad, pero hace algo mucho más importante aún: nos atestigua que somos hijos de Dios y pone en nuestros labios el grito: «¡Abba! ¡Padre!» (Rm 8,15; Gal 4,6). La oración cristiana no es el ser humano que habla con Dios al otro lado del teléfono, no, ¡es Dios que reza en nosotros! Rezamos a Dios a través de Dios.
Es precisamente en la oración que el Espíritu Santo se revela como «Paráclito», es decir, nuestro abogado y defensor. No nos acusa ante el Padre, sino que nos defiende. Sí, nos convence del hecho de ser pecadores (cf. Jn 16,8), pero lo hace para hacernos experimentar la alegría de la misericordia del Padre, no para destruirnos con estériles sentimientos de culpa. Incluso cuando nuestro corazón nos reprocha algo, Él nos recuerda que «Dios es mayor que nuestro corazón» (1 Jn 3,20).
El Espíritu Santo intercede por nosotros, pero también nos enseña a interceder, a su vez, por nuestros hermanos y hermanas; nos enseña la oración de intercesión. Esta oración es particularmente agradable a Dios porque es la más gratuita y desinteresada. Cuando cada uno reza por todos los demás, sucede – observó san Ambrosio – que todos los demás rezan por cada uno y la oración se multiplica[1]. He aquí una tarea muy preciosa y necesaria en la Iglesia, particularmente en este tiempo de preparación al Jubileo: unirnos al Paráclito porque “su intercesión a favor de los santos es según Dios”.
Nunca como en estos momentos “el Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!” (cfr Ap 22,17).
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[1] De Cain et Abel, I, 39.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre el Espíritu Santo y la oración cristiana. El Espíritu de Dios es, al mismo tiempo, objeto y sujeto de la oración. Es objeto cuando rezamos para recibirlo; lo pedimos, lo invocamos —por ejemplo, la Iglesia lo implora en la Santa Misa, para que descienda y santifique el pan y el vino—. Es sujeto cuando es Él mismo el que reza en nosotros, ayudándonos en nuestra debilidad, porque —como dice san Pablo— no sabemos orar como conviene.
De ese modo, el Espíritu Santo se revela en la oración como “Paráclito”, es decir, nuestro abogado y defensor, que intercede ante el Padre para que podamos gustar la alegría de su misericordia. Pero, además de interceder por nosotros, el Espíritu Santo nos enseña a interceder por los hermanos. Esta oración de intercesión agrada a Dios, porque es gratuita y desinteresada. Cuando rezamos por los demás y los demás rezan por nosotros, la oración se multiplica.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En este tiempo de preparación al Jubileo, pidamos al Espíritu Santo que interceda por nosotros, para que seamos peregrinos de esperanza dispuestos a seguir siempre a Jesús, que es camino, verdad y vida. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Al término de la audiencia, el Papa pidió por la paz y volvió a recordar la trágica situación que se vive en Valencia a consecuencia de la dana: "Y pedimos por la paz. No olvidemos la martirizada Ucrania, que sofre tanto. No olvidemos la Palestina e Israel. El otro día, se ametrallaron a 153 civiles que iban por la calle. Muy triste. No olvidemos el Myanmar. Y no olvidemos Valencia, España. Por eso, como he dicho, hoy preside la Virgen de los Desamparados, la Madonna de los Desamparados, que es la patrona de Valencia. Recemos un avemaría por Valencia".
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