“La pandemia sigue causando dolor y sufrimiento en toda la humanidad, sembrando muerte y un sinnúmero de enfermos” El Papa reza por El Líbano, para que supere "este momento trágico y doloroso"
"Hay muchos muertos, muchos enfermos, en todos los continentes"
"Tantas personas y tantas familias viven en una época de incertidumbre, debido a los problemas socioeconómicos, que afectan especialmente a los más pobres"
"Principios que pueden ayudarnos a avanzar, a preparar el futuro que necesitamos. Cito los principales, que están estrechamente relacionados: la dignidad de la persona, el bien común, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiariedad, el cuidado de nuestra casa común"
"En las próximas semanas, los invito a abordar juntos los temas urgentes que la pandemia ha puesto de relieve, especialmente las enfermedades sociales. Y lo haremos a la luz del Evangelio, las virtudes teologales y los principios de la doctrina social de la Iglesia"
"Principios que pueden ayudarnos a avanzar, a preparar el futuro que necesitamos. Cito los principales, que están estrechamente relacionados: la dignidad de la persona, el bien común, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiariedad, el cuidado de nuestra casa común"
"En las próximas semanas, los invito a abordar juntos los temas urgentes que la pandemia ha puesto de relieve, especialmente las enfermedades sociales. Y lo haremos a la luz del Evangelio, las virtudes teologales y los principios de la doctrina social de la Iglesia"
El Papa Francisco aprovecha la catequesis del primer miércoles de agosto para deplorar la situación del mundo en aras a la pandemia y sus secuelas de dolor, muerte, paro y dramáticas consecuencias económicas. Como el paralítico de Cafarnaúm, el mundo necesita sanacion urgente. “La Iglesia no es experta en la prevención o tratamiento de pandemias. Tampoco da indicaciones sociopolíticas específicas”, pero puede ofrecer vías de salida a través de los principiso dfundamentales de su Doctrina Social. Entre ellos, “la dignidad de la persona, el bien común, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiariedad, el cuidado de nuestra casa común”.
En los saludos finales, el Papa tiene presente la grave situación que está atravesando el Líbano: "Recemos por el Líbano, para que con el compromiso de todos pueda enfrentar este momento tan trágico y doloroso y, con la ayuda internacional, supere la grave situación que está atravesando"
Lectura: Mc 2,1-5.10-11, el pasaje de la curacion del paralítico de Cafarnaúm.
Texto de la catequesis del Papa (Traducción propia)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La pandemia sigue causando heridas profundas, exponiendo nuestras vulnerabilidades.
Hay muchos muertos, muchos enfermos, en todos los continentes. Tantas personas y tantas familias viven en una época de incertidumbre, debido a los problemas socioeconómicos, que afectan especialmente a los más pobres.
Por eso debemos mantener la mirada fija en Jesús (cf. Hb 12,2) y abrazar con esta fe la esperanza del Reino de Dios que Jesús mismo nos trae (cf. Mc 1,5; Mt 4,17; CIC, 2816). Un Reino de curación y salvación que ya está presente entre nosotros (cf. Lc 10,11). Un Reino de justicia y paz que se manifiesta a través de las obras de caridad, que a su vez aumentan la esperanza y fortalecen la fe (cf. 1 Cor 13:13). En la tradición cristiana, la fe, la esperanza y la caridad son mucho más que sentimientos o actitudes. Son virtudes infundidas en nosotros por la gracia del Espíritu Santo (cf. CIC, 1812-1813): dones que nos curan y nos hacen sanadores, dones que nos abren a nuevos horizontes, incluso mientras navegamos por las difíciles aguas de nuestro tiempo.
Un nuevo encuentro con el Evangelio de la fe, la esperanza y el amor nos invita a asumir un espíritu creativo y renovado. De esta manera, seremos capaces de transformar las raíces de nuestras
enfermedades físicas, espirituales y sociales. Podemos sanar profundamente las estructuras injustas y las prácticas destructivas que nos separan, amenazando a la familia humana y a nuestro planeta.
El ministerio de Jesús ofrece muchos ejemplos de curación. Cuando cura a los que tienen fiebre (cf. Mc 1, 29-34), lepra (cf. Mc 1, 40-45), parálisis (cf. Mc 2, 1-12); cuando restablece la vista (cf. Mc 8, 22-26; Jn 9, 1-7), el habla o el oído (cf. Mc 7, 31-37), en realidad no sólo cura una enfermedad física sino a toda la persona. De esta manera también los devuelve a la comunidad, los libera de su aislamiento.
Pensemos en la bella historia de la curación del paralítico en Cafarnaún (cf. Mc 2,1-12). Mientras Jesús está predicando a la entrada de la casa, cuatro hombres traen a su amigo paralítico a Jesús; y al no poder entrar, hacen un agujero en el techo y bajan la camilla delante de él. "Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados" (v. 5). Y luego, como signo visible, añadió: "Levántate, toma tu camilla y ve a tu casa" (v. 11).
¡Qué maravilloso ejemplo de curación! La acción de Jesús es una respuesta directa a la fe de esas personas, a la esperanza que ponen en Él, al amor que se muestran unos a otros. Y así Jesús cura, pero no sólo cura la parálisis: perdona los pecados, renueva la vida del paralítico y sus amigos. Una curación física y espiritual, fruto de un encuentro personal y social. Imaginemos cómo esta amistad, y la fe de todos los presentes en esa casa, creció gracias al gesto de Jesús. ¡El encuentro curativo con Jesús!
Y entonces nos preguntamos: ¿cómo podemos ayudar a sanar nuestro mundo hoy? Como discípulos del Señor Jesús, doctor de almas y cuerpos, estamos llamados a continuar "su obra de curación y salvación" (CCC, 1421) en un sentido físico, social y espiritual.
Aunque la Iglesia administra la gracia sanadora de Cristo a través de los sacramentos, y aunque proporciona servicios de salud en los rincones más remotos del planeta, no es experta en la prevención o tratamiento de pandemias. Tampoco da indicaciones sociopolíticas específicas (cf. S. PABLO VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens, 14 de mayo de 1971, 4). Esta es la tarea de los líderes políticos y sociales. Sin embargo, a lo largo de los siglos, y a la luz del Evangelio, la Iglesia ha desarrollado algunos principios sociales fundamentales (cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160-208), principios que pueden ayudarnos a avanzar, a preparar el futuro que necesitamos. Cito los principales, que están estrechamente relacionados: la dignidad de la persona, el bien común, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiariedad, el cuidado de nuestra casa común. Todos estos principios expresan, de diferentes maneras, las virtudes de la fe, la esperanza y el amor.
En las próximas semanas, los invito a abordar juntos los temas urgentes que la pandemia ha puesto de relieve, especialmente las enfermedades sociales. Y lo haremos a la luz del Evangelio, las virtudes teologales y los principios de la doctrina social de la Iglesia. Exploraremos cómo nuestra tradición social católica puede ayudar a la familia humana a curar este mundo que sufre de graves enfermedades. Es mi deseo reflexionar y trabajar juntos, como seguidores de Jesús que sana, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza para las generaciones futuras (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 24 de noviembre de 2013, 183).
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas: La pandemia sigue causando dolor y sufrimiento en toda la humanidad, sembrando muerte y un sinnúmero de enfermos. Además, muchas personas y familias viven un tiempo de incertidumbre por los problemas socioeconómicos que ha producido, y que golpean sobre todo a los más pobres. Esta experiencia dramática nos invita a tener nuestra mirada puesta en Jesús que hace presente el Reino de Dios en medio de nosotros; reino que sana y que salva; reino de justicia y de paz, que se manifiesta con las obras de caridad que, a su vez, incrementan la esperanza y refuerzan la fe. Fe, esperanza y caridad que no son simples sentimientos o actitudes, sino virtudes infusas en nosotros por la gracia del Espíritu Santo, dones que nos curan y nos ayudan a curar a los demás, que nos abren nuevos horizontes aun en medio de las tempestades.
El Evangelio nos muestra a Jesús que sanaba a los enfermos, no sólo de sus padecimientos físicos, sino también de sus sufrimientos morales. Los sacaba de su aislamiento para que se incorporaran de nuevo en la comunidad. Lo vemos, por ejemplo, en la curación del paralítico de Cafarnaúm, pues Jesús no sólo lo libra de su parálisis, sino que le renueva la vida tanto a él como a sus amigos, a través de un encuentro personal y social.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Dios nos invita a colaborar con Él y, como discípulos de Jesús, médico de las almas y de los cuerpos, continuar con su obra de curación y de salvación, en sentido físico, espiritual y social. Que el Señor nos conceda trabajar todos juntos, con un espíritu creativo y renovado, en la construcción de un mundo mejor, lleno de esperanza para las futuras generaciones. Que Dios los bendiga.