"Que nuestra oración por todas las víctimas de la violencia en el mundo nos anime a ser instrumentos de paz y reconciliación" El Papa sobre el informe McCarrick: "Renuevo mi cercanía a las víctimas de todos los abusos y el empeño de la Iglesia por erradicar este mal"
"La oración es como el oxígeno en la vida". "El cristiano que reza no teme nada". "La oración debe ser sobre todo tenaz"
"Se debe rezar siempre, también cuando todo parece vano, cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece perder tiempo"
"Muchos santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios, y han sido perseverantes. En estas noches de la fe, quien reza nunca está solo"
"Muchos santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios, y han sido perseverantes. En estas noches de la fe, quien reza nunca está solo"
En la catequesis de la audiencia sin público en la biblioteca vaticana, el Papa Francisco se centró en la “oración perseverante y tenaz”. Porque, según el Papa, “la oración es como el oxígeno de la vida” y, por eso, “el que reza no teme nada”. Al final de la audiencia, al Papa le cambió la cara al leer este breve comunicado sobre el caso McCarrick: "Ayer se publicó el informe sobre el caso McCarrick. Renuevo mi cercanía a las víctimas de todos los abusos y el empeño de la Iglesia por eradicar este mal". Y, con la indignación reflejada en el rostro, Bergoglio guardó un elocuente silencio. Gestos más elocuentes que las palabras.
Evangelio de Lucas: “Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá...”
Audiencia general (traducción no oficial)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Alguien me dijo: 'Habla usted demasiado de la oración. No es necesario'. Sí es necesario. La oración es como el oxígeno en la vida. Por eso, hablo tanto de la oración. Jesús ha dado ejemplo de una oración continua, practicada con perseverancia. El diálogo constante con el Padre, en el silencio y en el recogimiento, es el fulcro de toda su misión. Los Evangelios nos cuentan también de sus exhortaciones a los discípulos, para que recen con insistencia, sin cansarse. El Catecismo recuerda las tres parábolas contenidas en el Evangelio de Lucas que subrayan esta característica de la oración (cfr CCC, 2613).
At audience, #PopeFrancis pauses for silent prayer after expressing his "closeness to every victim of abuse" & affirms "the commitment of the church to uproot this evil." pic.twitter.com/S2sOkzvSEH
— Cindy Wooden (@Cindy_Wooden) November 11, 2020
La oración debe ser sobre todo tenaz: como el personaje de la parábola que, teniendo que acoger un huésped que llega de imprevisto, en mitad de la noche va a llamar a un amigo y le pide pan. El amigo responde: “¡no!”, porque ya está en la cama, pero él insiste e insiste hasta que no lo obliga a alzarse y a darle el pan (cfr Lc 11,5-8). Pero Dios es más paciente que nosotros, y quien llama con fe y perseverancia a la puerta de su corazón no queda decepcionado. Dios siempre responde. Nuestro Padre sabe bien qué necesitamos; la insistencia no sirve para informarle o convencerle, sino para alimentar en nosotros el deseo y la espera.
La segunda parábola es la de la viuda que se dirige al juez para que la ayude a obtener justicia. Este juez es un hombre sin escrúpulos, pero al final, exasperado por la insistencia de la viuda, decide complacerla (cfr Lc 18,1-8). Esta parábola nos hace entender que la fe no es el impulso de un momento, sino una disposición valiente a invocar a Dios, también a “discutir” con Él, sin resignarse delante del mal y la injusticia.
La tercera parábola presenta un fariseo y un publicano que van al Templo a rezar. El primero se dirige a Dios presumiendo de sus méritos; el otro se siente indigno incluso solo por entrar en el santuario. Pero Dios no escucha la oración de los soberbios, mientras escucha la de los humildes (cfr Lc 18,9-14). No hay verdadera oración sin espíritu de humildad.
La enseñanza del Evangelio es clara: se debe rezar siempre, también cuando todo parece vano, cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece perder tiempo. También si el cielo se ofusca, el cristiano no deja de rezar. Su oración va a la par que la fe. Y la fe, en muchos días de nuestra vida, puede parecer una ilusión, un cansancio estéril. Pero practicar la oración significa también aceptar este cansancio. Muchos santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios, y han sido perseverantes.
Il #Papa nell'udienza generale: «Ieri è stato pubblicato il rapporto sul doloroso caso del ex cardinale Theodore #McCarrick. Rinnovo la mia vicinanza alle vittime di ogni abuso e l’impegno della Chiesa per sradicare questo male» pic.twitter.com/XfxnMfjT7e
— Salvatore Cernuzio (@SalvoCernuzio) November 11, 2020
En estas noches de la fe, quien reza nunca está solo. Jesús de hecho no es solo testigo y maestro de oración, es más. Él nos acoge en su oración, para que nosotros podamos rezar en Él y a través de Él. Y esto es obra del Espíritu Santo. Es por esta razón que el Evangelio nos invita a rezar al Padre en el nombre de Jesús. San Juan escribe estas palabras del Señor: «Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (14,13). El Catecismo explica que «la certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de Jesús» (n. 2614). Esta dona las alas que la oración del hombre siempre ha deseado poseer.
Cómo no recordar aquí las palabras del salmo 91, cargadas de confianza, que nacen de un corazón que espera todo de Dios: «Con sus plumas te cubre, y bajo sus alas tiene un refugio: escudo y armadura es su verdad. No temerás el terror de la noche, ni la saeta que de día vuela, ni la peste que avanza en las tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía» (vv. 4-6). Es en Cristo que se cumple esta maravillosa oración, es en Él que esta encuentra su plena verdad. Sin Jesús, nuestras oraciones correrían el riesgo de reducirse a los esfuerzos humanos, destinados la mayor parte de las veces al fracaso. Pero Él ha tomado sobre sí cada grito, cada lamento, cada júbilo, cada súplica... cada oración humana. No olvidemos al Espíritu Santo, que reza en nosotros. Es el que nos impulsa a rezar, es el don que el Padre y el Hijo nos dieron.
Cristo es todo para nosotros, también en nuestra vida de oración. Lo afirmaba San Agustín con una expresión iluminante, que encontramos también en el Catecismo: Jesús «ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros» (n. 2616). Es por esto que el cristiano que reza no teme nada. Se confía al Espíritu Santo. Que sea el Espíritu Santo, maestro de oración, el que nos enseñe a rezar.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas: Hoy contemplamos a Jesús que con su palabra y su ejemplo nos invita a la oración perseverante. El continuo diálogo de Jesús con el Padre, en el silencio y el recogimiento, fue el fundamento de toda su misión. Para exhortarnos a tal perseverancia el Señor nos propone tres parábolas: la del amigo inoportuno, la de la anciana y el juez inicuo, y la del fariseo y el publicano.
De estas parábolas podemos aprender algunas lecciones sobre la oración. Nos muestran con qué paciencia Dios escucha nuestra súplica, aun cuando conoce nuestra miseria mejor que nosotros. Con su silencio, el Señor busca incitar en nosotros el deseo y la esperanza filial, y nos pide también la perseverancia fundada en la firmeza de la fe. La oración necesita ser valiente incluso hasta “retar” a Dios entre lágrimas, sin rendirnos nunca ante el mal y la injusticia. Finalmente, nos revela que la humildad y la verdadera contrición son el modo para acceder al corazón de Dios.
El Evangelio es claro: la oración es vital para no desfallecer, es una cuestión de fe. Aunque nos parezca a veces una fatiga inútil y que Dios enmudece ante nuestros ruegos, hemos de perseverar en la oración. Jesús en esto no es sólo un maestro y un ejemplo, sino que nos acoge en su oración. Él toma sobre sí cada grito, cada canto de júbilo, cada súplica; en definitiva, cada oración humana. A la vez, cuando rezamos su voz está en nosotros, de modo que todo lo que pidamos en su nombre sea para gloria de Dios Padre.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a rezar con confianza y tesón, de modo particular en estos momentos de dificultad que está viviendo la humanidad entera. Acerquémonos a Dios sin temor, abandonándonos con humildad en ese diálogo divino con quien sabemos que nos ama. Que el Señor los bendiga.
Saludo en francés
“Saludo cordialmente a los fieles de habla francesa. Hoy, en algunos países, se celebra la memoria de los que murieron en las guerras. Que nuestra oración por todas las víctimas de la violencia en el mundo nos anime a ser instrumentos de paz y reconciliación. ¡Dios te bendiga!”
Saludo en polaco
“Saludo cordialmente a los polacos. Hoy en Polonia celebramos el Día Nacional de la Independencia. Al agradecer al Señor de la historia el don de la libertad nacional y personal, nos viene a la mente lo que San Juan Pablo II enseñó a los jóvenes: "Ser verdaderamente libre no significa hacer todo lo que me gusta, o lo que quiero hacer. (...) Ser verdaderamente libre es usar la libertad para lo que es verdaderamente bueno. (...) Ser verdaderamente libre es ser un hombre de buena conciencia, ser responsable, ser un hombre "para los demás". (Carta a la Juventud, 13). ¡Que el Señor bendiga a todos los polacos, dándoles paz y prosperidad!”
Saludo en italiano
Antes del saludo en italiano, el Papa, con rostro serio, tenso y sumamente preocupado hizo esta breve declaración:
“Ayer se publicó el informe sobre el doloroso caso del ex cardenal McCarrick. Renuevo mi cercanía a las víctimas de todos los abusos y el empeño de la Iglesia por eradicar este mal”
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