Aún en activo, su prioridad vital sigue siendo la proclamación de la Palabra Cantalamessa, el fraile predicador y cardenal que no quiso ser obispo, cumple 90 años
Predicador de la Casa Pontificia desde 1980, es autor de numerosos libros y conocido por el gran público por sus colaboraciones en diversos periódicos
Religioso capuchino, creado cardenal por el Papa Francisco el 28 de noviembre de 2020, optó por no ser ordenado obispo para seguir vistiendo el hábito franciscano
Dejó la docencia en 1979 para dedicarse a la predicación a tiempo completo. Fue nombrado Predicador de la Casa Pontificia por Juan Pablo II en 1980 y, confirmado en el cargo por Benedicto XVI y por el Papa Francisco, lo sigue siendo hoy
Dejó la docencia en 1979 para dedicarse a la predicación a tiempo completo. Fue nombrado Predicador de la Casa Pontificia por Juan Pablo II en 1980 y, confirmado en el cargo por Benedicto XVI y por el Papa Francisco, lo sigue siendo hoy
| Tiziana Campisi
(Vatican News).- Ayer, 23 de julio, cumplió 90 años el cardenal Raniero Cantalamessa, fraile menor capuchino, predicador de la Casa Pontificia desde hace 44 años. El Papa Francisco quiso regalarle el birrete rojo, el 28 de noviembre de 2020, pidió la dispensa de la ordenación episcopal para recibirlo, convencido de que podía hacer «muy poco» como pastor siendo mayor de 80 años (tenía 86 en el momento del consistorio que lo incluyó en el Colegio Cardenalicio) pero que aún podía proclamar la Palabra de Dios, con el hábito franciscano eso sí, porque quería morir con el hábito.
El rostro y la voz del padre Raniero son bien conocidos -como se le suele llamar- también por haber difundido el Evangelio en la televisión. Ha escrito innumerables artículos para diversos periódicos e incluso para «L'Osservatore Romano», el primero de ellos fechado el 3 de marzo de 1976. Ha concedido numerosas entrevistas a los medios de comunicación vaticanos, a través de cuyas redes sociales también propuso una semana de reflexiones durante la pasada Cuaresma.
La "llamada del Señor"
Nacido en Colli del Tronto, en la provincia de Ascoli Piceno (Italia), ingresó en el seminario en 1946 y dijo que «escuchó la llamada del Señor»a los 13 años, con tal claridad que nunca dudó de ella. Fue ordenado sacerdote el 19 de octubre de 1958 e inició su ministerio en la Basílica de la Santa Casa de Loreto. Se licenció en Teología en Friburgo (Suiza) y en Ciencias Clásicas en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán, para profundizar en el estudio del Nuevo Testamento y de los Padres de la Iglesia. En la misma universidad fue profesor de Historia de los Orígenes Cristianos y director del Departamento de Ciencias Religiosas. De 1975 a 1981 fue miembro de la Comisión Teológica Internacional y durante doce años de la Delegación católica para el diálogo con las Iglesias pentecostales.
Predicador de la Palabra a tiempo completo
Era el año 1979 cuando el religioso dejó la enseñanza para dedicarse a tiempo completo al ministerio de la Palabra. Fue nombrado Predicador de la Casa Pontificia por Juan Pablo II en 1980, y lo sigue siendo hoy, confirmado en el cargo por Benedicto XVI en 2005 y por el Papa Francisco en 2013. En calidad de tal, da una meditación a la semana durante el Adviento y la Cuaresma para la Curia Romana, en presencia del Papa. También es llamado a hablar en muchos países del mundo, a menudo por hermanos de otras confesiones cristianas. Es autor de libros eruditos escritos como historiador de los orígenes cristianos, sobre la cristología de los Padres, la Pascua en la Iglesia primitiva y otros temas, y ha publicado otros numerosos textos sobre espiritualidad, fruto de su predicación en la Casa Pontificia, que han sido traducidos a una veintena de idiomas. Desde 2009, el cardenal Cantalamessa vive en el eremitorio del Amor Misericordioso de Cittaducale, con la comunidad de eremitas clarisas capuchinas.
San Agustín entre sus autores favoritos
San Agustín figura entre sus autores cristianos favoritos. En 2019, comentando el tema elegido para los sermones de Cuaresma, 'Vuelve a entrar en ti mismo', inspirado en la experiencia del obispo de Hipona, había explicado a los medios vaticanos que para ponerse 'tras las huellas de Dios', para tomar conciencia de Él, hay que entrar en el propio corazón. "Como nos dice Agustín, si no volvemos dentro de nosotros mismos, si no nos alejamos un poco de la exterioridad, del ruido, no podemos encontrarnos con el Dios vivo".
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