El párroco de la Sagrada Familia analiza los retos que tiene la basílica durante el 2025 Josep Maria Turull: "El Año Jubilar traerá fieles a la Sagrada Familia antes de ir a Roma"
Para Josep Maria Turull, el párroco del templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, "lo prioritario es hacer bien mi servicio”
Su despacho tiene una actividad trepidante: "La Sagrada Familia tiene mucha vida parroquial, lo que se hace evidente en los ámbitos de la celebración y del crecimiento de la fe, en el de la caridad y en lo cultural y musical"
"Aparte de bautizos y bodas, hay otro grupo que cada vez reclama más todos nuestros esfuerzos, el del catecumenado: hace tres años, sólo eran dos personas y, actualmente, ya nos encontramos con veintisiete"
"Considero que, en un momento con tantos corazones cerrados a Dios, un instrumento como este templo derriba los prejuicios"
"Aparte de bautizos y bodas, hay otro grupo que cada vez reclama más todos nuestros esfuerzos, el del catecumenado: hace tres años, sólo eran dos personas y, actualmente, ya nos encontramos con veintisiete"
"Considero que, en un momento con tantos corazones cerrados a Dios, un instrumento como este templo derriba los prejuicios"
| Xavier Pete Vega
(FLAMA).- "Con 58 años, un cura no es joven, aunque se le considere como tal", manifiesta Josep Maria Turull, el párroco del templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona cuando se le pregunta si aspira a superar los veinticinco años como párroco de su antecesor, Lluís Bonet. Esta, sin embargo, no es su preocupación, ya que “lo prioritario, desde que fui nombrado párroco de este templo, es hacer bien mi servicio”, apunta desde su despacho, situado en unos locales parroquiales, en el corazón de la Sagrada Familia, con una actividad trepidante. “Pido a Dios y a Antoni Gaudí la luz necesaria para estar aquí mientras mi acción sea un servicio”, sostiene.
-Estamos en unos locales parroquiales que tienen mucha vida, ¿no?
-En estos locales parroquiales suele haber mucha vida, sobre todo a última hora de la tarde. En cualquier momento de la semana, estos pasillos son frecuentados por varios grupos parroquiales, como el de la Comunidad de San Egidio, que celebra la comida de Navidad para las personas que no tienen hogar y los abuelos que viven solos, así como el de la Escolanía, que canta en las misas de la Cripta; el de los chicos y chicas que hacen catequesis y que, a su vez, reciben refuerzo escolar con la colaboración de Cáritas Diocesana; el de los integrantes de la Camerata Internacional de Barcelona, que vienen a ensayar, o cualquier otro grupo.
-¿Esto demuestra que la Sagrada Familia no es sólo un elemento de atracción turística?
-Claro que sí. Gracias a Dios, la Sagrada Familia tiene mucha vida parroquial, lo que se hace evidente en los ámbitos de la celebración y del crecimiento de la fe, en el de la caridad y en lo cultural y musical. Yo destacaría, aparte de todo esto, dos aspectos relevantes en los que se sumerge el día a día de la Sagrada Familia. Por un lado, la importancia que dan muchísimas familias de la ciudad al hecho de bautizar a sus hijos aquí; este pasado 2024 hemos rozado unas cifras similares a las del año anterior, ya que han sido más de 180 los niños a los que se les ha administrado el primero de los sacramentos del cristianismo. Y, por otro, el equipo de preparación para el matrimonio de la basílica está observando cómo sigue progresando significativamente su labor, incrementando todos sus cursos. Durante 2024, tuvimos, de media, una boda por semana.
-¿Gestionar todo este trabajo como párroco es comparable al que pueden hacer diez sacerdotes, por ejemplo, en otra área diocesana con menos afluencia de feligreses?
-Diría que el trabajo que se hace aquí es muy agradable y se intenta vivir, también, de forma muy agradable. Aparte de bautizos y bodas, hay otro grupo que cada vez reclama más todos nuestros esfuerzos, el del catecumenado: hace tres años, sólo eran dos personas y, actualmente, ya nos encontramos con veintisiete. Podríamos decir que las cifras que tenemos sobre las manos son diferentes a las que hay en otras partes.
-¿Qué legado ha terminado recogiendo de su antecesor, Lluís Bonet, al que acompañó un tiempo?
-Empecé a su lado en el 2011, observando su manera de hacer las cosas, sobre todo en lo que se refiere a la gestión de las misas extraordinarias que entonces y durante seis años se estuvieron celebrando, de forma exclusiva. Cuando ya teníamos al cardenal Joan Josep Omella en Barcelona, desde el 2015, se pensó que, para pasar a celebrar celebraciones ordinarias, esto interesaría sobre todo a los turistas que la visitaban, por lo que la misa internacional, desde el 2017, fue una de mis primeras herencias como párroco.
-¿Esta misa es también uno de los principales atractivos de la Sagrada Familia a la hora de acercar feligreses?
-En efecto. Empezamos con un aforo para 800 personas y ahora estamos en 900, aunque prácticamente siempre acaba quedando gente en la calle sin poder acceder. Desde que yo fui nombrado párroco de la basílica, además, las celebraciones ordinarias pasaron de hacerse en la Cripta a terminar celebrándose en la basílica.
-"Recibir esta ayuda será vital para nosotros". Esto es lo que nos decía el responsable de una de las 56 entidades barcelonesas que en 2024 fueron beneficiarias de la primera convocatoria de ayudas económicas del Fondo de Acción Social (FAS) de la Sagrada Familia. ¿Está contento de haber llegado hasta este punto?
-Sí, totalmente. Todo ello tiene que ver con la labor de la gran cantidad de mecenas privados, pero también de los turistas que visitan la basílica, que no están pagando una entrada estrictamente por hacerlo, ya que hacen un donativo para recibir el perdón de sus pecados, contribuyendo, así, a la construcción del templo expiatorio y a la creación de ese fondo. Siempre ha habido esa conciencia caritativa, y ahora más. En la próxima edición, que ya se ha presentado, se han podido superar los tres millones de euros para cofinanciar proyectos sociales.
-Este 2025, con motivo del Año Santo, la Sagrada Familia es templo jubilar. ¿Cómo cree que lo vivirá?
-Será un auténtico gozo para nuestra parroquia contribuir, en el seno de la Iglesia de Barcelona y junto a los otros siete templos jubilares, a crecer en la virtud de la esperanza y a ofrecer el don de la indulgencia. Probablemente, nos ocurrirá algo parecido a lo que nos ocurrió con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud del 2023, en la que muchísima gente de todo el planeta vino aquí aprovechando que viajaba a Lisboa, la ciudad donde se celebraba. Esto ocurrirá, por tanto, cuando mucha gente decida ir a Roma en el 2025.
-Es complicado caer en la desesperanza después de empaparse del ambiente del interior, ¿no cree?
-Es como un milagro, el que se siente en el interior de la basílica. Hay que vivirlo, ciertamente, y por eso se puede constatar que, cuando se explica la Sagrada Familia, ese milagro que no computa para la beatificación de Antoni Gaudí, cada vez más encauzada, abre la boca literalmente de admiración y, después, el corazón a Dios. Recuerdo el paso de un seminarista convertido al cristianismo que venía del mundo agnóstico y que vivió precisamente esa sensación. En este sentido, considero que, en un momento con tantos corazones cerrados a Dios, un instrumento como este templo derriba los prejuicios; también entiendo así que el papa Benedicto XVI quisiera venir en 2010 a consagrarla, ya que entendió que era una obra maestra de la Vía Pulchritudinis.
-El 2024 quedará marcado por la presencia, en la Sagrada Familia, del cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, y por la beatificación de Gayetano Clausellas y Antoni Tort, mártires de la persecución religiosa. ¿Cómo vivió ambos eventos?
-Ambos acontecimientos son signos de paz que pudimos vivir en la basílica durante el 2024: en el primero, el patriarca latino de Jerusalén puso de relieve que la paz debe prevalecer ante el conflicto en Oriente Medio, que en ese momento hacía poco que se había iniciado, y, en el segundo, la beatificación de estos dos mártires de la persecución religiosa fue un ejercicio para aprender y reivindicar cómo estas dos personas, testigos de caridad de su época, vivieron su fe hasta las últimas consecuencias, como lo hizo Jesús, tratando de vencer el mal con el bien y concediendo el perdón a quienes les estaban asesinando.
-¿Cree que veremos al papa Francisco en la Sagrada Familia?
-Tiene la invitación; la que le hizo el cardenal de Barcelona y la que le han hecho posteriormente algunos políticos catalanes que le han visitado en el Vaticano. Si puede, si lo desea y si lo cree oportuno, lo hará; esperamos que así sea.