"Antijudaísmo romano y cristiano, alimentado este último por los llamados Padres de la Iglesia" La rabina y el antisemitismo (III)
"Un cristiano sigue sin comprender que Cristo, para los judíos, haya sido una pasajera anécdota, como tantas otras, en tiempos judeo-romanos: una historia no trascendente para los judíos"
"En el cristianismo de los primeros siglos, se despreció a los judíos con acusaciones varias, desde asesinatos rituales a envenenamientos de sangre y hasta el asesinato de Cristo, del deicidio cometido por judíos deicidas, fue invención cristiana"
“En España, incluso la conversión se consideró cada vez más inadecuada para superar la maldad innata de los judíos, siendo los conversos objeto de continuas persecuciones y expulsiones"
“En España, incluso la conversión se consideró cada vez más inadecuada para superar la maldad innata de los judíos, siendo los conversos objeto de continuas persecuciones y expulsiones"
Cuando un cristiano lee a un judío, en este caso a una judía, Delphine Horvilleur, autora de Reflexiones sobre la cuestión antisemita (Libros del Zorzal), se extraña de que no escriba de Cristo y del cristianismo, para bien o para mal. Siente como que se despreciara a ambos, como que les quitase de en medio, siendo los cristianos y lo cristiano, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, tan importantes, núcleo de tanto. Y es que un cristiano sigue sin comprender que Cristo, para los judíos, haya sido una pasajera anécdota, como tantas otras, en tiempos judeo-romanos: una historia no trascendente para los judíos. Un misterio el de los judíos muy persistente y muy peculiar, pues la judeidad trasciende a lo religioso: la “salida” de la religión judía no supone una salida del judaísmo, a excepción de los no judíos convertidos al Judaísmo, que también hay. Y dualidad de judaísmos, el religioso y laico, tan en tensión en el actual Estado de Israel.
Y la cuestión viene de lejos, pues ya en el antijudaísmo del “cristianismo primitivo”, de los primeros siglos de la era cristiana, guste o disguste, estuvo la raíz del antisemitismo muy posterior, al que en el año 1965, acaso demasiado tarde, la Iglesia Católica dijo un ¡Basta ya! En el cristianismo de los primeros siglos, se despreció a los judíos con acusaciones varias, desde asesinatos rituales a envenenamientos de sangre y hasta el asesinato de Cristo, del deicidio cometido por judíos deicidas, fue invención cristiana. Más tarde, en el siglo XX, años antes del Concilio Vaticano II, el antijudaísmo ya racista, culminaría en el Holocausto alemán con asesinatos en masa de millones de personas. Hay que señalar que según Ian Kershaw, el mejor historiador de Hitler, en tiempos del III Reich “las iglesias cristianas se oponían a la penetración de los gobernantes en sus particulares feudos, pero no constituyeron en ningún momento un peligro para el régimen nazi”.
Muy interesante el libro de George L. MosseHacia la solución final, con una introducción crítica de C.R. Browning, señalando en la historia del racismo, a partir del siglo XIX, las llamadas teorías raciales, básicas para entender el Holocausto, distinguiéndose lo ario, o sea, la superioridad europea blanca, la raza superior, de lo de los otros, juzgados inferiores, razas inferiores, como las de los negros, y las minorías de gitanos y judíos. Señala Browning en relación con los pogromos, las masacres y las expulsiones de judíos lo siguiente: “En España, incluso la conversión se consideró cada vez más inadecuada para superar la maldad innata de los judíos, siendo los conversos objeto de continuas persecuciones y expulsiones". Un antijudaísmo el de la Edad Antigua y el de la Edad Media, que tuvo “todas las categorías funcionales del racismo, aunque sin contar con una supuesta teoría científica de la raza”, que eso, como reiteramos, fue muy posterior.
Horvilleur, en la página 105 de su libro, considera que “Roma, el mundo cristiano y Alemania” se convencieron de que había que deshacerse de lo judío y de los judíos, siempre perturbador y perturbadores. En el capítulo 2º de su libro, que considera como una de las fuentes del antisemitismo, lo que llama “lucha de civilizaciones”, analiza la importancia de la Roma imperial tan enemiga de los judíos, la contraposición entre la cultura romana y la judía, concluyendo todo con el episodio de la devastación de Jerusalem y de su Templo en el año 70 por los soldados romanos de Vespasiano. Digamos que la mejor explicación del antijudaísmo romano, de la enemistad entre el pueblo romano y el judío, está en el libro excepcional Rome and Jerusalem (2007), de Martin Goodman, no constando que haya traducción del mismo en lengua española.
Dicho libro, el de Goodman, se inicia con una introducción y concluye con un epílogo, precisamente sobre los orígenes del antisemitismo, en el que se aborda la separación ya radical entre el judaísmo y el cristianismo, y no siendo casual que la Iglesia cristiana fuese la heredera del republicanismo romano antiguo. En el siglo IV, el emperador Constantino se presentó como discípulo de Cristo, siendo ese un gran éxito del cristianismo, unido a que el emperador Teodosio lo declarase Religión oficial del Imperio, lo cual da idea de su éxito, frente a la antítesis que fue la desgraciada suerte de los judíos, siempre azotados por el antijudaísmo romano y cristiano, alimentado este último por los llamados Padres de la Iglesia y difundido desde la Edad Media.
Al antijudaísmo del “mundo cristiano” no hay referencias de importancia en el libro de la rabina, lo cual es difícil de entender si las reflexiones de ésta son acerca del origen de la “cuestión antisemita”, del porqué no se quiere a los judíos y se les detesta, partiendo de una exclusiva reflexión judía, de la literatura rabínica o explorando las fuentes tradicionales del antisemitismo. Un antisemitismo, que, según Delphine Horvilleur, es un odio hacia los judíos, desde hace dos mil años, y siendo el antisemitismo racial teorizado en Alemania desde finales del siglo XIX.
Horvilleur tratan de explicar ese odio a los judíos desde los mismos textos rabínicos: desde los comentarios sobre la Biblia, primero de hebreos, de identidad de desarraigo (Ivri que en hebreo es el que atraviesa, que rompe, que no se queda donde nació), luego de judíos, una identidad colectiva, salvados por la reina Esther de la exterminación, con intervención destacada del judío Mardoqueo, y revelándose siempre lo judío como “una relación dolorosa con el origen, una herencia y un rencor ancestral”.
Interesante se presentaba el capítulo 3º sobre la “guerra de sexos” como explicación del antisemitismo, teniendo en cuenta que la autora es rabina, maestra espiritual o mujer sabia y experta en la religión judía, y también mujer feminista, habiendo escrito en el diario El Mundo, el 15 de enero de este mismo año lo siguiente: “Lo femenino en la religión es siempre un tema tabú, subversivo. La voz conservadora de nuestras religiones considera que lo femenino, cuando tiene demasiado poder y saber, que es lo mismo, es un peligro y una amenaza para el sistema”.
Recuerda Horvilleur los numerosos textos antisemitas, de tiempos de las llamadas “ciencias raciales”, que opusieron la virilidad del hombre ario a la virilidad desnaturalizada del hombre semita, dedicando varias páginas al judío Otto Weininger, en cuya obra Sexo y carácter hay un capítulo que fue muy apreciado por el mismo Hitler, que está dedicado a los judíos, haciendo responsable a la “judaicización” y a la “feminización” de la decadencia contemporánea, negando al judío las cualidades masculinas, que concurren en la identidad aria, y con referencia a que al octavo día del nacimiento sea circuncidado el niño en la carne de su prepucio, según manda el Libro Levítico, otro de La Torah. Y añade: “Eso permite decir a ciertos exégetas que el rito de la circuncisión sería una inscripción simbólica de lo femenino en el cuerpo del varón recién nacido. En hebreo, agujero, obliteración, se dice Nekeva, palabra que también significa “femenino”.
Horvilleur cita a la también feminista Élisabeth Badinter, que señaló cómo en la llegada al poder de Hitler tuvo una parte importante la promesa de restauración civil de lo ario, con odio a los judíos por su crisis de virilidad. ¿Y si ese prejuicio antisemita escondiera algo de cierto? se pregunta la rabina, tratando de dar respuesta a ello en la segunda parte del capítulo 3º, considerando que la virilidad judía, parte, como todo lo judío, de lo que es incompleto, del vacío, de la ruptura o falla, “el residuo de un derrumbe”.
Ya señalamos que es trascendente, y más que lo va a ser, la relación entre sexo, virilidad y religión, habiendo teorías para todos los gustos, algunas disparatadas sobre virilidad, feminidad y religión. Mujeres, según la feminista rabina que, al igual que los “judíos” son “agentes marginales y contaminantes que hay que controlar a cualquier precio”. Son seres considerados impuros. Y ahora interesa destacar un dato señalado por Steiner del ser judío y de su sexualidad: “Ser judío quiere decir ser alguien que no podría tocar a un niño. Hasta ahora no se conoce ningún caso de una escuela judía en la que se haya practicado la pedofilia. Es muy importante: para el judío un niño es algo sagrado. Parece que la pedofilia se ha acentuó en el ámbito cristiano”, debiendo recordarse la frase del judío Jesús muy judía: “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de Dios”, seguramente tan judía como amar al prójimo.
Y no se puede olvidar que uno de los motivos del antijudaísmo cristiano, fue precisamente el llamado “crimen ritual”, sobre una supuesta costumbre judía, que consistía en sacrificar anualmente, en vísperas de la Pascua judía (Pessah), a un cristiano, preferentemente niño, recogiendo su sangre y fabricar con ella el pan ázimo para conmemorar el Éxodo.
En el capítulo 4º, antes del último titulado La excepsión judía, que es una reflexión sobre el antisemitismo causado por la realidad del nuevo Estado de Israel, Horvilleur en El antisemitismo es una batalla electoral, no plantea un asunto político, como se pensaría por el empleo de la palabra “electoral”, sino que analiza el antisemitismo por considerar al judío de arrogante y envidiado. La causa estuvo en ser el pueblo judío el llamado “pueblo elegido”, un pueblo que es el predilecto de Dios.
A eso trataron de dar explicaciones el Talmud y los rabinos, que negaron la supuesta superioridad atribuida a los judíos por los antisemitas, y habiendo una visión maximalista y minimalista de la Revelación en el monte Sinaí. Lo real revelado a los judíos, según Horvilleur, fue la infinita potencialidad del lenguaje y de la interpretación, quedando siempre “un resto por decir”, no habiéndose dicho todo, y ¿por qué eso a ellos solamente? se preguntan los antisemitas. Y así se vuelve a lo de siempre: siempre los judíos un grupo aparte, que hace imposible el todo, son los únicos que saben “lo que queda por decir”.
Continuará.
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