Epopeya de Gilgamesh



La música de hoy nos va a hacer remontarnos a tiempos remotos, pero no por su compositor (que es relativamente reciente) sino por el tema de la misma, como habrás podido entrever por el título. La música está soberbiamente compuesta por este gran maestro que, desgraciadamente no es conocido y reconocido con toda la justicia que se debiera.

Hoy nos va a acompañar en este día Bohuslav Martinu (1890-1959), compositor checo nacido en Policka. Pronto mostró una gran aptitud para la música fue compositor precoz; también tenía un gran talento para el violín. Ya con 20 años era un compositor prolífico. En 1923 marchó a París a estudiar con Albert Roussel. Allí fue aún más consciente de sus raíces checas, que no abandonó nunca en su música. En 1940 huyó a Estados Unidos debido al avance de los nazis. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial quería volver a Checoslovaquia pero como la situación no era buena se mudó a Niza, pero luego volvió a EEUU donde continuó componiendo prolíficamente y también consiguió un trabajo como profesor en el Instituto Curtis. Volvió a Europa y allí se convirtió en uno de los maestros más conocidos de Europa, tanto por su actividad como compositor como por su presencia profesor y director de orquesta. Es un nombre muy importante en la música del siglo XX que aún necesita ser más reconocido y apreciado.

En 1955, Martinu completó su oratorio La Epopeya de Gilgamesh, para recitador, soprano, tenor, barítono, bajo, coro y orquesta. Está basado en una narración sumeria sobre el rey Gilgamesh, escrita en torno a los años 2500-2000 aC. Está dividido en tres partes según las distintas tablillas halladas con el poema. Martinu se deja fascinar por la obra, pero muestra en ella tanto la alegría como el temor que rodeaba el mundo antiguo, con la inexorable muerte siempre rondando. Martinu hace uso de una sutil orquestación, que nos evoca de una forma bellísima a ese mundo arcano. Usa una escritura ecléctica a la vez que nos sirve el gran dramatismo de la obra por medio del lenguaje tanto cantado como hablado. Una obra para disfrutarla de principio a fin y dejarnos fascinar por los colores antiguos, como le ocurrió al compositor.

La interpretación es la de Otakar Brousek (recitador), Marcela Machotková (soprano), Jiří Zahradníček (tenor), Václav Zítek (barítono), Karel Průša (bajo), el Coro Filarmónico de Praga y la Orquesta Filarmónica de Praga dirigida por Jiří Bělohlávek.

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