Un placentino, misionero, de la OCSHA, obispo de Formosa (Argentina) José Vicente Conejero: "Que el Papa sea del fin del mundo nos obliga aquí a ser mejores"
(Luis Miguel Modino).- Monseñor José Vicente Conejero Gallego, es un placentino, nacido el 5 de abril de 1951, y ordenado sacerdote el 20 de junio de 1975, que poco después, pues ya son más de 37 años como misionero en Argentina, hizo la maleta y se fue a anunciar el Evangelio en el continente americano. Con el paso del tiempo, la Iglesia le eligió para ser obispo de Formosa, primero como obispo coadjutor, en 1996, y desde el 14 de enero de 1998, como obispo titular.
¿Placentino o formoseño, español o argentino?
Ambas cosas, no renuncio a mi origen de ninguna manera, pero a la vez asumo la nueva realidad, que también es una gracia de Dios. Soy español, argentino, placentino y formoseño.
¿Usted dijo que llegó a Argentina como sacerdote de la OCSHA para después ser ordenado obispo, en que cambió su vida el hecho de ser obispo?
Quizás en el hecho de asumir alguna responsabilidad más en la tarea pastoral, pero en realidad cambio sustancial no lo veo, porque el obispo es sacerdote antes de nada. Es verdad que uno adquiere la plenitud del sacerdocio por el sacramento del orden y la responsabilidad que se te encomienda ya no es una parroquia, sino todas las parroquias de una diócesis, y además, como se trabaja de manera conjunta en la Conferencia Episcopal, también se presta algún servicio a nivel nacional. Ahora estoy en la Comisión de Catequesis y durante años he sido Presidente de la Comisión Episcopal de Misiones de Argentina, y doy gracias a Dios, porque también esta tarea me ha posibilitado visitar a Iglesias y hermanos, no solamente de este continente de América, sino de África y hasta de Asia.
¿Cómo es la diócesis de Formosa, que es lo que marca la vida de aquella diócesis?
Formosa es una Iglesia preciosa, pues obviamente uno tiene que estar enamorado de su esposa, y la diócesis es la esposa del obispo. Es una diócesis que está al norte de la República Argentina, limítrofe con Paraguay. Tiene 72.066 kilómetros cuadrados, alrededor de 600.000 habitantes y es una región multicultural y pluriétnica, pues junto con los criollos y los inmigrantes europeos, el 10% son pueblos originarios: wichis, tobas e pilagás, junto con los nivaclés del rio Pilcomayo, de la zona de Paraguay, que pasan también a nuestra zona.
Somos alrededor de cincuenta sacerdotes, diocesanos y religiosos, un centenar de religiosas, veintidós diáconos permanentes, miles de catequistas. En fin, es una Iglesia viva, dinámica y con muchas expectativas misioneras. Es una Iglesia joven, pues en 2007 cumplimos las bodas de oro de la creación de la diócesis.
Así todo, el Espíritu Santo la acompaña y además de tener muchos desafíos y retos también es una Iglesia que procura renovarse a la luz del Espíritu Santo y tiene como fundamento, como todas las comunidades cristianas, la Palabra de Dios, la Eucaristía, los sacramentos, la fraternidad y también la formación permanente, que es un desafío constante para ir progresando día a día en ser discípulos misioneros de Jesús, que es lo que la Iglesia nos pide en este tiempo.
¿En una diócesis tan grande, con más de setenta y dos mil kilómetros cuadrados, con ese número reducido de sacerdotes para tanta gente (seiscientas mil personas), para llegar a tantos lugares, cómo se realiza, de hecho, la misión evangelizadora en la diócesis?
En realidad uno de los desafíos y retos son las distancias, y eso que en los últimos diez años han crecido las rutas pavimentadas, que anteriormente eran de tierra y cuando llovía uno no se podía mover. Ahora se puede llegar con asfalto a las treinta parroquias de la diócesis. El trabajo se hace a través de estas parroquias, podrían ser creadas algunas más, pero quizás la escasez de sacerdotes lo dificulte, aunque tenemos un buen número de seminaristas, 25 en total, 17 en el Seminario Mayor y 8 en el curso introductorio.
El trabajo en las parroquias es a través de las comunidades, pues cada parroquia tanto en la zona urbana como rural tiene sus capillas, sus comunidades, sus consejos de capillas, consejos pastorales parroquiales en la mayoría de las parroquias y por supuesto a través de los agentes pastorales laicos. Sin ellos sería imposible llevar a cabo esta misión, especialmente de mujeres, que son mayoritariamente las catequistas y agentes de pastoral.
Nos distribuimos el trabajo entre los presbíteros y los diáconos permanentes, que están en varias parroquias, especialmente en la capital, Formosa, que tiene un 45% de la población. Hay otras ciudades como Clorinda, Pirané, Las Lomitas, que tienen setenta mil, cuarenta mil, veinticinco mil habitantes, pues hemos ido apreciando en este tiempo el fenómeno de la urbanización y el aglomerado en los barrios de estas ciudades, decreciendo la población rural.
Pero así todo, tenemos que llegar a los que están más lejos y aunque sean menos, hacemos lo que podemos. Pero se realiza con mucho entusiasmo, alegría, en fin, con la fuerza que recibimos del Espíritu de Dios y ahora también con la presencia del Papa Francisco, que creo que hay que tenerlo en cuenta, no solamente porque es argentino. Nosotros tuvimos la dicha de que nos visitara siendo arzobispo de Buenos Aires, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y Cardenal Primado, con motivo de las bodas de oro de la diócesis, compartiendo con nosotros los días 15 y 16 de julio, en torno a la fiesta de la Virgen del Carmen, que es la patrona de la diócesis, de la provincia y de la ciudad de Formosa.

Para un obispo que desarrolla su misión en Argentina, para la diócesis de Formosa y en general para la Iglesia Argentina, ¿qué ha supuesto la elección del Papa Francisco?
Un sano orgullo lo primero, de eso no me cabe la menor duda, porque cuando dices que el Papa es argentino y tú eres argentino, es uno de los nuestros, de nuestra familia. Recuerdo las palabras del nuncio cuando nos visitó en la Asamblea Plenaria, "estoy hablando con un episcopado del cual ha salido el nuevo sucesor de Pedro", lo cual es un sano orgullo. Claro, que también, como dice el refrán, nobleza obliga, pues si ha sido elegido del fin del mundo, como él ha dicho, y del continente latinoamericano el nuevo sucesor de Pedro, nos obliga también a ser mejores.
El argentino, en el contexto latinoamericano, sobre todo los que son del sur del gran Buenos Aires, de donde él es oriundo, no tiene muy buena fama, pues cuando se habla de los argentinos se les considera un personaje un poquito sobrado, no así la gente del interior, alguien un poquito presumido, lo que se lleva en los genes, cosa que nos damos cuenta quienes vivimos en otro lugar de la misma República Argentina. Pero contrasta este ser agrandado del porteño, siendo nuestro Papa porteño, y que él sea humilde, sencillo, austero, como buen jesuita, lo que nos llena de alegría y de júbilo. Así que con todos sus gestos y palabras el pueblo está contentísimo. Personalmente me acuerdo que le escribí, diciendo como estamos sorprendidos, y cada día nos sigue sorprendiendo, pues ya pronto, el 13 de marzo, va a hacer un año y seguimos sorprendiéndonos cada día a la luz de todos los gestos y palabras que realiza éste que providencialmente ha sido elegido sucesor de Pedro, no solamente para la sede de Roma, sino, como sabemos, para la misión que tiene el Vicario de Cristo para presidir en la caridad a todas las Iglesias.
¿Qué debe suponer la misión en la vida de un bautizado, de un sacerdote, de un obispo?
La misión es participar de la misión de Jesús. En realidad, cuando hablo de la misión siempre voy al Misterio de la Trinidad. El Padre Dios, que es la fuente de todo bien, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, es quien envía a Jesús, que es el misionero del Padre, misionero que quiere decir enviado para anunciar la alegría y la salvación y el amor de Dios. Y siempre, ahora nosotros, con la fuerza del Espíritu Santo, porque Cristo ya realizó su misión, y nos envió el Espíritu Santo en Pentecostés, que lo renovamos al ser bautizados o confirmados, a fin de que con la fuerza del Espíritu vayamos hasta los confines de la Tierra para cooperar y colaborar con la misión de Cristo y de la Iglesia.
Así es que todos los bautizados, como nos recuerda el Decreto Ad Gentes, del Concilio Vaticano II, toda la Iglesia, por naturaleza es misionera. Por eso debemos ser discípulos, amigos y misioneros de Jesús todos los miembros, ya sean fieles, bautizados, consagrados, consagradas, diáconos, ministros ordenados, presbíteros u obispos. Todos estamos en esta tarea, y hacerlo con mucha alegría, como el Papa nos ha escrito ahora en esta exhortación Apostólica tan hermosa, "La Alegría del Evangelio".
Y bueno, en esto estamos, con gozo y alegría y entonces somos partícipes, porque Jesús dijo así, como el Padre a mi me envió, yo los envío también a ustedes. Entonces somos simples servidores y colaboradores de la misión de Cristo y de la Iglesia en favor de los hermanos
