El superior de los jesuitas en Cuba, un acorde de esperanza David Pantaleón S.J. y la melodía del Pueblo Cubano
"Cuando el P. David Pantaleón S.J. llegó a Cuba, traía consigo una guitarra y la ilusión de compartir alegrías y tristeza con un pueblo bien cercano culturalmente a su amada tierra natal, República Dominicana"
"Viendo la turbulencia donde se adentraba el barco de la familia ignaciana en el país, sin pensarlo dos veces, cerró sus ojos y se lazó junto con sus privilegios a un agua llena de incertidumbres"
"Hoy, a riesgo de toda su tranquilidad, ya no rema junto a los demás. Ahora, con toda su alma empuja el barco desde atrás, nadando en un mar social lleno de contratiempos"
"En medio de tanto dolor y rabia social, su liderazgo trasmite paz, sus ideas siembran una esperanza eclesial… ¡Qué alegría para un laico poder compartir la misión con un sacerdote con sus principios!"
"Gracias y ánimo, no estás solo. Siempre tendrás la Compañía de Jesús. Al corazón del pueblo cubano usted ha sabido, desde su coherencia y valor, regalarle una esperanzadora melodía que nunca olvidaremos"
"Hoy, a riesgo de toda su tranquilidad, ya no rema junto a los demás. Ahora, con toda su alma empuja el barco desde atrás, nadando en un mar social lleno de contratiempos"
"En medio de tanto dolor y rabia social, su liderazgo trasmite paz, sus ideas siembran una esperanza eclesial… ¡Qué alegría para un laico poder compartir la misión con un sacerdote con sus principios!"
"Gracias y ánimo, no estás solo. Siempre tendrás la Compañía de Jesús. Al corazón del pueblo cubano usted ha sabido, desde su coherencia y valor, regalarle una esperanzadora melodía que nunca olvidaremos"
"Gracias y ánimo, no estás solo. Siempre tendrás la Compañía de Jesús. Al corazón del pueblo cubano usted ha sabido, desde su coherencia y valor, regalarle una esperanzadora melodía que nunca olvidaremos"
| Julio Pernús
La palabra gracias proviene del latín gratia y significa alabanza u honra que se tributa a otro por su servicio al prójimo. Cuando el P. David Pantaleón S.J. llegó a Cuba, traía consigo una guitarra y la ilusión de compartir alegrías y tristeza con un pueblo bien cercano culturalmente a su amada tierra natal, República Dominicana.
Siendo uno de los integrantes de la reconocida banda Jesuitas Acústicos, cambió algunos proyectos tangibles, donde podría ganar fama mundial con su talento artístico, para donar su musicalidad espiritual a cubanas y cubanos, a los que la esperanza parecía escapárseles como un home run de Samy Sosa a los sueños de cualquier lanzador.
El P. Arturo Sosa, general de la Compañía de Jesús, pidió a los jesuitas ir junto a sus comunidades en el mismo barco, intentando remar mar adentro. El P. David Pantaleón S.J., como superior de los jesuitas en Cuba, desobedeció esa idea. Y viendo la turbulencia donde se adentraba el barco de la familia ignaciana en el país, sin pensarlo dos veces, cerró sus ojos y se lazó junto con sus privilegios a un agua llena de incertidumbres.
Hoy, a riesgo de toda su tranquilidad, ya no rema junto a los demás. Ahora, con toda su alma empuja el barco desde atrás, nadando en un mar social lleno de contratiempos, con peligros poderosos, intentando quebrar su voz. Él con sus limitadas fuerzas, además de impulsar el bote jesuita, trata de salvar la vida de otros que se están ahogando en un juico injusto, en una enfermedad sin medicamentos, en una familia sin alimentos, en un padre que ve partir a sus hijos desesperanzados a cualquier país sin boleto de regreso. David Pantaleón S.J., desde su llegada, comprendió que, si quería cambiar algo en la Iglesia en Cuba, tendría que escribir una canción nueva y entonarla arriesgando su tranquilidad existencial, exponiendo su cuerpo.
La verdad es que envidio ―si la palabra no se entiende en negativo― su serenidad, y su capacidad de contagiar alegría en los ambientes donde se hace presente. En medio de tanto dolor y rabia social, su liderazgo trasmite paz, sus ideas siembran una esperanza eclesial a una generación que twiteaba que la voz profética de nuestra Iglesia parecía morirse.
Hace poco me escribió para señalarme su preocupación con una frase resaltada en uno de mis textos, literalmente me puso: “…bueno, siempre que vamos a las fronteras podemos cometer errores Julio, es humano, iremos aprendiendo juntos con estas lecciones”. Luego de leer su mensaje, pensé, si algún día me toca regañar a un hijo, desearía tener la capacidad de hacerlo de esa forma tan cristiana e inteligente. ¡Qué alegría para un laico poder compartir la misión con un sacerdote con sus principios!
Los detenidos por las protestas del 11 de julio y sus familiares que han sido acompañados desde el día inicial por la CONCUR, de la cual David Pantaleón S.J. es presidente, estarán de acuerdo en que la cercanía de ese equipo ha sido un verdadero concierto espiritual, cantado por una banda de hombres y mujeres de fe que nunca olvidarán. Su director musical merece, al menos, una oración de agradecimiento a Dios por su vida, que ha estado marcada por la búsqueda incesante del bien para desentrañar el mal.
No puedo hablarle al P. David Pantaleón S.J. en nombre de todos los laicos, pero sí en el de varias personas cercanas a él que hoy se hacen eco de mis palabras para decirle simplemente: Gracias y ánimo, no estás solo. Siempre tendrás la Compañía de Jesús. Al corazón del pueblo cubano usted ha sabido, desde su coherencia y valor, regalarle una esperanzadora melodía que nunca olvidaremos, esa, no lo dude, ha sido su mejor canción en estas tierras.
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