Acusa a las benedictinas de St. Walburga de “lesionar su imagen” y reclama compensaciones económicas El cura de Toledo, Francisco J. Delgado, arremete contras las monjas estadounidenses de las que fue capellán y contra su arzobispo
El sacerdote se atreve incluso en criticar a su arzobispo, Francisco Cerro, acusándolo de someterlo a una "injusta condena", que dañó su vida personal y familiar, al tiempo que le reprocha el que no quiso defenderlo
“Desde que salí de vacaciones (situación en la que me encuentro), no recibo ningún sueldo por parte de ustedes. Únicamente recibo la asignación mínima que me otorga el Arzobispado de Toledo y he tenido que ser acogido por mis padres, por no tener un sitio donde vivir. Tampoco cuento con un medio personal de desplazamiento (necesario por vivir en zona rural), sino que he tenido que pedirlo prestado”
Pide que las monjas le envíen a España sus pertenencias personales y aquellas que, por su tamaño, no resulte práctico enviarlas, que se las paguen
Puestos al habla con la abadía benedictina de St. Walburga, las monjas niegan las acusaciones del cura Delgado y aseguran que no van a polemizar con el sacerdote de Toledo, porque quieren preservar, por encima de todo, su paz conventual
Pide que las monjas le envíen a España sus pertenencias personales y aquellas que, por su tamaño, no resulte práctico enviarlas, que se las paguen
Puestos al habla con la abadía benedictina de St. Walburga, las monjas niegan las acusaciones del cura Delgado y aseguran que no van a polemizar con el sacerdote de Toledo, porque quieren preservar, por encima de todo, su paz conventual
Era el conductor de la tertulia de ‘La sacristía de la Vendée’, que se hizo famosa porque algunos de sus componentes desearon públicamente la muerte del Papa reinante. Una petición a la que él se sumó. El sacerdote de Toledo, Francisco José Delgado, también tuvo el honor de ser el primer cura ‘troll’ sancionado por Roma por atacar a una víctima protegida del caso Sodalicio.
Obligado a pasar una temporada de silencio en redes, Delgado se fue de capellán a la abadía benedictina de Santa Walburga y, de regreso a España, arremete contra las monjas para recuperar su oficio en el monasterio de la diócesis de Denver, las acusa de lesionar su imagen y pide compensaciones económicas por la supuesta ruptura anticipada de su contrato.
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Más aún, el sacerdote se atreve incluso en criticar a su arzobispo, Francisco Cerro, acusándolo de someterlo a una "injusta condena", que dañó su vida personal y familiar, al tiempo que le reprocha el que no quiso defenderlo.
Dirigido a la abadesa María-Michael, el escrito, de seis apretadas páginas, redactado en Ocaña el 23 de septiembre de 2024, al que ha tenido acceso RD, realiza un relato pormenorizado del periplo que le llevó primero de capellán a Denver y, después, de regreso a Toledo, llamado por su arzobispo, Francisco Cerro, con un decreto en el que “me indicaba el inicio de una investigación penal sobre dos posibles delitos canónicos y se me imponía una prohibición de usar medios de comunicación o realizar cualquier publicación por escrito durante un año”.
El cura dice haber cumplido esa “injusta condena”, a pesar de haber afectado gravemente a su fama personal, sin poder defenderse: “Debido a la injusta prohibición de mi Arzobispo, no he podido defenderme públicamente de estas acusaciones, que han hecho un daño irreparable en mi vida sacerdotal y familiar”. Y acusa a monseñor Cerro de no defenderlo: “Mi Arzobispo tampoco ha querido defenderme él mismo, a pesar de haberlo pedido múltiples veces”.
El cura Delgado insiste, una y otra vez, en que está dispuesto a “cumplir mi parte de contrato” y regresar a la abadía de St. Walburga como capellán de las monjas. “Sin embargo, las noticias que tengo por parte de ustedes, aunque de forma indirecta, es que no desean que continúe como capellán del monasterio, que han manipulado mis pertenencias personales sin decirme nada, y que han amenazado con hacerme arrestar si trato de regresar a mi oficio o a recuperar mis pertenencias”.
Y, a partir de ese momento, comienza a lanzar una serie de acusaciones, unas veces directas y otras, veladas, contra las monjas estadounidenses: “Desde que salí de vacaciones (situación en la que me encuentro), no recibo ningún sueldo por parte de ustedes. Únicamente recibo la asignación mínima que me otorga el Arzobispado de Toledo y he tenido que ser acogido por mis padres, por no tener un sitio donde vivir. Tampoco cuento con un medio personal de desplazamiento (necesario por vivir en zona rural), sino que he tenido que pedirlo prestado”.
La conclusión, a juicio del cura presuntamente agraviado, es clara: “Creo que la situación en la que ustedes me han colocado es muy injusta y que lesiona gravemente mis derechos y mi imagen”.
Tras hacerse la víctima, Delgado concluye su pliego de descargo, exigiendo a la abadesa de St. Walburga varias cosas muy concretas y precisas. En primer lugar, que, si quieren romper el contrato con él, indiquen “claramente el motivo de la ruptura”.
En segundo lugar, que se le notifique su “situación legal respecto al monasterio”, asi como su situación migratoria, “por si en algún momento regreso a USA”.
Tercero, que las monjas le envíen a España sus pertenencias personales y aquellas que, por su tamaño, no resulte práctico enviarlas, que se las paguen con dinero contante y sonante.
También pide una “justa compensación” por la ruptura anticipada de su contrato, justificándola en que tuvo que asumir los gastos de su mudanza, “perdiendo muchas pertenencias personales, entre ella mi propio automóvil y, sobre todo, invirtiendo un año y medio de mi vida”.
¿A qué se debe la arrogancia con la que procede el cura Delgado con las monjas y con su propio arzobispo? Según las fuentes consultadas por RD, en la archidiócesis de Toledo hay cierto temor ante él, sabidas las artes (no siempre angelicales) que utiliza en las redes sociales. Además, también saben que la parroquia de la fachosfera clerical le arropa, tanto en España, como en USA.
De hecho, la diócesis norteamericana, dirigida por monseñor Samuel J. Aquila, se está convirtiendo en una de las sedes principales del Sodalicio y en refugio de curas rigoristas, desde los sodálites peruanos al argentino Javier Olivera Ravasi, el sacerdote detrás del plan para liberar a los genocidas presos en su país, y que acaba de ser expulsado de la diócesis de Zárate-Campana.
Puestos al habla con la abadía benedictina de St. Walburga, las monjas niegan las acusaciones del cura Delgado y aseguran que no van a polemizar con el sacerdote de Toledo, porque quieren preservar, por encima de todo, su paz conventual, evitando cualquier tipo de ruido externo.
Las hermanas de la abadía de St. Walburga se definen así en su página Web:
“La Abadía de Santa Walburga es una comunidad de monjas contemplativas benedictinas de la Iglesia Católica Romana. Estamos ubicadas en un valle en el norte de Colorado, donde las altas llanuras se encuentran con las estribaciones de las Montañas Rocosas. Como monjas contemplativas, nuestro deber principal para con la Iglesia es rezar el Oficio Divino completo. El objetivo de nuestra vida es la unión con Cristo, buscándolo en comunidad según el Evangelio y bajo la inspiración de la Regla de San Benito .
Dedicamos gran parte de nuestro día a la Palabra de Dios, a través de la lectio divina y en la oración litúrgica (el Oficio Divino). Esta vida de oración da fruto en la hospitalidad, brindando una oportunidad para que las personas vengan y se queden en una atmósfera donde pueden buscar intencionalmente a Dios. Todo nuestro trabajo diario, ya sea en el desempeño de las tareas domésticas simples o en el apoyo financiero de nuestra comunidad, también se ofrece para la gloria de Dios”.