(Vatican News).- Seis migrantes cuentan desde la intimidad de sus hogares ¿qué está ocurriendo en sus vidas y en la de sus familias durante estos casi dos meses de confinamiento en los Estados Unidos? Agradecemos a Carolina Parrales que hizo posible esta reunión virtual y a cada uno de los participantes por compartir con Vatican News cómo han estado enfrentando este tiempo de pandemia y de dónde están sacando las fuerzas para sobrellevarlo.
En medio de cierto temor, pero al mismo tiempo con deseos de expresar su palabra sobre cuál es su mirada sobre este momento que viven, nos contaron cómo han pasado estas semanas de cuarentena y cuáles son los sentimientos que más se han hecho presentes.
Incertidumbre, cansancio, el corazón dividido y confianza en Dios
Leonor: mi experiencia ha sido muy difícil. Primero, porque mi esposo perdió el trabajo y pasamos muchas dificultades económicas. En lo que se refiere a mi familia, mucha incertidumbre, mucho estrés. Tengo dos niñas. Me provoca estrés el hecho de no saber qué va a pasar mañana, así como tener todos los cuidados. También me cuesta conciliar el sueño. Mis hijas hacen muchas preguntas. Esto nos afecta psicológicamente a todos. Gracias a Dios que estoy en este grupo con ustedes y me han ayudado muchísimo. Uno como ser humano se preocupa muchísimo de lo económico y de lo moral. Hay que pedirle a Dios para salir de esta situación. Tengo familia en El Salvador, allá he dejado una hija. Es difícil estar pensando en ella, y al igual que mi esposo, él tiene su familia allá.
Liseth: migré de El Salvador hace bastantes años. Mi experiencia es de mucho estrés, mucha preocupación, mucha incertidumbre de lo que viene. He perdido el sueño. Estar todo el tiempo pensando en lo mismo y estar encerrados produce cansancio. La niña grande tiene tareas en la escuela, pero igual, pasamos solo encerrados. Otra cosa es que solo tenemos el ingreso de mi marido, trabaja en Uber y hoy casi no tiene ingresos. Sabemos que las normas son para el bienestar de todos, pero esto genera cansancio.
Pablo: llevo viviendo aquí 26 años. Para comenzar, no estoy acostumbrado a estar encerrado. Todo el tiempo he tenido dos trabajos. Ahora no tengo nada de ingresos porque me quedé sin trabajo. Mis ahorros se están terminando. De la empresa nos avisaron que no están seguros de si van a volver a abrir y por cuánto tiempo. Tenía un buen trabajo, vivíamos con lo necesario y no nos hacía falta nada. En cuanto a mi estado de ánimo, estoy muy cansado y no puedo dormir. A veces son las dos o tres de la mañana y no puedo dormir.
Juan: ha sido muy duro para nosotros. Estamos toda la familia unida, pero se vienen muchas cosas, se están acumulando deudas y más deudas. Gracias a dios que María ha ido a limpiar unas casitas y así logramos mantenernos. Yo estaba haciendo Uber, pero apenas si se gana para el combustible. En estos días no vale la pena.
El sentimiento que más he tenido en estos días es de incertidumbre. Me pongo en los pies de la gente que no tiene papeles y que la realidad es más dura para ellos. Todo esto es muy duro para mí.
¿Regresar al país de origen? Un conflicto más para el corazón
Leonor: en mi caso, aquí solo tengo a mis hijas, mi esposo, dos tíos y cuatro primos. Toda mi familia, incluyendo una hija de 17 años, está en El Salvador. Ya consiguió la visa y teníamos planeado que viajara este año, pero, así como estamos es imposible ayudarle para que se venga. Tenemos poquísimos ingresos. Es muy difícil estar pensando en mi familia de aquí, en la familia de El Salvador. Lo mismo le ocurre a él. El no tener un seguro, el no tener trabajo, hace que uno tenga miedo para ir a solicitar ayudas. Incluso nosotros, si estamos aplicando y dicen “que es carga pública”, no le dan la residencia. Tenemos muchos miedos nosotros los inmigrantes. No podemos ejercer varios derechos. Miedo, incertidumbre y pensar qué pasará. Yo le digo a mi esposo, cuídate mucho, imagínate si vos te morís, ¿qué va a ser de nosotros? Es el estrés de todo esto lo que nos afecta demasiado.
Liseth: Nosotros les ayudamos a nuestras familias que están allá. Cuando uno viene a este país, uno lo hace para ayudar a su familia. Pero en el actual momento, no podemos ayudarles. Yo he pensado en regresar, allá con pobreza podemos irla pasando.
Isabel: nos sentimos completamente abandonados. Estamos divididos en dos. Tenemos una parte en nuestros países de origen y otra aquí. Estar pendientes de dos situaciones. Es como un siervo sin tierra. Estamos en un lugar donde no podemos echar raíces. Nos dirán: se van, si no logramos conseguir un documento de que somos de este lugar. Nos hemos dado cuenta de que a pesar de que aportamos a la economía y desarrollo del país, cuando se reparten las dádivas o las ayudas, nosotros no contamos. Es muy injusto que las cosas sean así. La situación debe ser equitativa y más justa. El sentir de la humanidad debería estar reflejado en las acciones de distribución de la ayuda y no con esa sensación de discriminación.
María: venimos a este país para seguir adelante, pero ahorita nos sentimos que ya no va a ser lo mismo. Va a costar que se recupere el país. Yo le digo a Juan, en México tenemos un apartamento, ¿pero de qué vamos a vivir?
Hay dos personas que me están ayudando con dinero como si estuviera trabajando. Por eso no nos ha faltado la comida. Estamos saliendo y algo bueno va a venir de esto. Tenemos que pensar que este tiempo es para estar en familia. Esto es lo que he aprendido en este tiempo. Hemos estado muy estresados. Solo comemos y vamos a la cama y estamos engordando. Cuando pase la pandemia, ya no vamos a poder salir por la puerta. Quiero decirles que los quiero mucho.
Pablo: vivimos la incertidumbre de no poder pedir la ayuda y los recursos a los que tiene uno derecho, porque sí pagamos impuestos y contribuimos a la economía. Y si se dan cuenta, a parte de los trabajos esenciales también está el trabajo agrícola y son los migrantes quienes lo hacen, y reciben bajos salarios. Veo que gente en la Florida, que son millonarios, están recibiendo grandes recursos, en cambio, otra gente que no tiene recursos, no está recibiendo ninguna ayuda y para mi eso es una injusticia.
Muchas cosas deben cambiar después de la pandemia
Leonor: tratar de sobrellevar esta situación y aprender a vivir con esto. La economía del país va a quedar bien afectada. Debemos comenzar de nuevo. Saber sobrevivir.
Liseth: lo que el mundo puede hacer es tratar a las personas por igual. Todos somos seres humanos. Los gobernantes deberían de pensar de una manera más justa. Esto es lo que me gustaría que cambiara, que nos traten de la misma manera. Eso mejoraría mucho la vida.
Isabel: pienso que darnos cuenta que el consumismo no es la base del mundo. Este encierro nos ha dejado claro que se puede vivir con lo básico, con las cosas necesarias. No necesitamos continuar botando cosas a la basura, cosas que no necesitamos. Tenemos que cuidar más el planeta. Otra cosa es que los seres humanos somos iguales. No importa la raza, la religión ni la riqueza. Todos sufrimos, todos lloramos. A la humanidad esta pandemia le llama a rescatar la esencia de la humanidad: sentir el sufrimiento del otro, de mi vecino. Antes yo no me daba mi vecino sufría, que necesita alimentos, al igual que mi país.
María: a veces uno se siente estresado, deprimido. Nosotros somos egoístas, solo pensamos en nosotros y aunque tengamos mucho dinero, el dinero no va a curarnos. Si nos ayuda para solventar un poco, pero, aunque tengamos millones. Aceptarnos como somos, siempre nos estamos criticando. Tenemos que empezar a amarnos nosotros mismos y así podremos amar a nuestra familia y a los demás.
Gracias por su valiente testimonio a:
Leonor de León
Isabel Pérez
Liseth Cruz
María y Juan Esparza
Pablo Rubio