"La fe es como la rama de un árbol, con adherencias que no dejan reconocer a Jesús" El arte plástico de Olga Xirinacs, un viaje filosófico por la vida, el tiempo y la espiritualidad

Olga Xirinacs
Olga Xirinacs Agencia Flama

“He pedido a mis hijos que lleven mis cenizas en la montaña, cerca de las de mi marido y de los animales”

"El tiempo, cuando somos viejos, se aprovecha doblemente cuando recibimos la visita de familiares, amigos y, sobre todo, de niños, que nos alegran los días"

Tanto si la muerte llega por mar como si la salida marítima es la única opción para huir de un apocalipsis, la escritora Olga Xirinacs (Tarragona, 1936) tiene la intención de mantenerse en esa frontera que separa la ciudad con la vida salvaje esperando una u otra situación.

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Esto es así porque es en este lugar donde nació a pocos meses de estallar la Guerra Civil y es donde vive en la actualidad, sola, esperando ver acabar alguna de las guerras en curso en el mundo antes de morir (“de las que todos, más o menos, somos responsables”, reflexiona). Una muerte que, cuando llegue, desea que sea “plácida” y que llame a su piso mientras trabaje en una de sus grandes pasiones, la confección de collages manuales, en la que, con “contrastes estudiados” recorta y engancha, entre otros elementos, imágenes de santos, ángeles y vírgenes.

Pero la escritora, que se pasa horas cultivando esta manía francesa que aprendió hace más de una década para enviar postales y hacer puntos de libro, prefiere que el mar no sea su destino final: “He pedido a mis hijos que lleven mis cenizas en la montaña, cerca de las de mi marido y de los animales”, confiesa. Por eso, desde una habitación donde no caben más libros ni cuadros y de cara al Mediterráneo tarraconense, Xirinacs se va convirtiendo, en este crepúsculo de la vida, en uno de los personajes de Marguerite Yourcenar, que enviaba, solos, a sus personajes al bosque cuando se veían a punto de morir.

Olga Xirinacs, con sus nietos
Olga Xirinacs, con sus nietos Agencia Flama

En el bosque es donde Xirinacs, que ha recibido los premios más importantes de narrativa y poesía de la literatura catalana, encuentra los paralelismos de sus pensamientos. También, sobre la religión: "La fe —señala— es como la rama lisa de un árbol, sobre la que viven adherencias colocadas durante el tiempo, que no nos dejan escuchar de forma clara el mensaje de Jesús". Éste es el árbol que desde la década de 1970 le ha provisto de papel para publicar tantos libros como años tiene, "buscando la verosimilitud del relato", y, hasta ahora, de cartulina para impregnar su creatividad plástica. "Un ejercicio de filosofía visual", define.

Una cartulina sobre la que también refleja dos de sus reivindicaciones: el papel de la mujer en la sociedad y la soledad en la vejez. Así es como entre su repertorio de creaciones, que guarda en una caja de zapatos, hay alguna en la que aparecen rostros femeninos que, con inapetencia, se resisten a cortar cebollas o hacer la colada

Una cartulina sobre la que también refleja dos de sus reivindicaciones: el papel de la mujer en la sociedad y la soledad en la vejez. Así es como entre su repertorio de creaciones, que guarda en una caja de zapatos, hay alguna en la que aparecen rostros femeninos que, con inapetencia, se resisten a cortar cebollas o hacer la colada, "aunque de vez en cuando tanto nos insistan en hacer creer que, desde la Virgen María, todas hemos querido dedicarnos a las cuestiones domésticas", sostiene. Y otra que, oníricamente, está compuesta por un reloj con piernas. "Es el tempus fugit", resuelve. "El tiempo, cuando somos viejos, se aprovecha doblemente cuando recibimos la visita de familiares, amigos y, sobre todo, de niños, que nos alegran los días", concluye.

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