“Apechugar” con la pederastia
Al Papa Francisco le ha tocado “apechugar con la pederastia en la Iglesia…Un fenómeno tan vetusto como el hombre, y tan nuevo por la repercusión mediática y cinematográfica, particularmente desde hace unos años en Estados Unidos, Irlanda y otros países. Evidentemente, la pederastia, lamentablemente, está también muy presente en la sociedad en muchos ámbitos. Y ésta tiene que arbitrar medidas para combatirla. Pero la pederastia en la Iglesia tiene unas connotaciones muy sangrantes…
El paso de crear una Comisión Eclesial, no cabe duda que es importante, ya que al menos un grupo de personas se interesan directamente, y de manera monográfica, por este tema tan dramático. Por eso hay que dotarla de una estabilidad estatutaria. Sin embargo, es necesaria también una política preventiva seria, profunda y sistemática a nivel eclesial, en todos sus niveles.
La legítima opción celibataria exige un “plus” de madurez humana para asumirla, que no es bien desarrollada muchas veces en toda su complejidad en la formación, y que, por lo tanto supone también un peligro adicional en todas las direcciones. Sin duda, muchos sacerdotes experimentados, que han vivido y viven esta opción con serenidad, pero no sin tensiones, podrían aportar sus experiencias a muchos jóvenes seminaristas que desean dar este paso. Y, por otro lado, es necesaria también una aportación muy cualitativa desde la psicología para que muchos candidatos sepan claramente lo que les espera, tanto en lo positivo como en lo negativo.
Un espiritualismo desencarnado o un voluntarioso ciego puede suponer una catástrofe para alguna persona, no sólo en el ámbito de la pederastia, sino también en otras áreas vitales. Vivir la sexualidad en plenitud o caminar de frustración en frustración. La personalidad humana es tan compleja, y en este caso del celibato, necesita un cuidado especial. La necesidad de vocaciones nunca debe priorizarse ante el reto de una formación integral. Evidentemente, todo esto no garantiza nada…, pero certifica que nos encontramos en el buen camino. Y que las medidas han sido tomadas con responsabilidad y seriedad.
El “pederasta” eclesial no es un delincuente que se le percibe a primera vista, ya que su ámbito es lo siniestro y la oscuridad. A la luz del día su comportamiento es habitualmente totalmente normal e incluso ejemplar. Su incapacidad para controlar sus pulsiones le llevan a delinquir de manera compulsiva. Vive la amargura de sus actos, pero reincide, ya que no tiene capacidad de abordar este problema más que de manera parcial, sin profundizar en su complejidad. A veces se refugia en el sacramento de la reconciliación para calmar sus “remordimientos”, pero no se plantea ni por asomo “autodenunciarse” y asumir sus responsabilidades y someterse a una necesaria terapia. Este es un perfil bastante repetitivo de la pederastia eclesial. Así me lo cuentan…
Por supuesto que la mayoría del “cuerpo sacerdotal” goza de buena salud mental, y en su tarea diaria, con sus más y sus menos, se sienten plenamente realizados al servicio del Reino. No obstante en la Iglesia no debemos bajar la guardia en este campo tan delicado, ya que se juega la felicidad de muchas personas, incluidos los pederastas, que son víctimas de sí mismos y de una negligencia. Nunca tenían que haberse ordenado. La duda es letal.
Las víctimas de los pederastas tiene que “apechugar” con sus historias. Muchas veces truncadas…por el recuerdo siempre vivo de ese rincón de la sacristía o de esa siniestra habitación, están ahí… La imagen de un sacerdote que habla tan claro y bien de Dios, no casa para esas víctimas con los execrables actos de esa misma persona. No se trata de una pregunta intelectual, sino vital: ¿Cómo es posible?
Una vez más, el Papa Francisco demuestra su sensibilidad por este tema tan delicado. Las víctimas no son números de una estadística…son rostros concretos y reales, historias que viene de un territorio infernal. Su narrativa es necesaria para erradicar ese cáncer que les ha corroído y les corroe desde la profundidad de su ser.
El paso de crear una Comisión Eclesial, no cabe duda que es importante, ya que al menos un grupo de personas se interesan directamente, y de manera monográfica, por este tema tan dramático. Por eso hay que dotarla de una estabilidad estatutaria. Sin embargo, es necesaria también una política preventiva seria, profunda y sistemática a nivel eclesial, en todos sus niveles.
La legítima opción celibataria exige un “plus” de madurez humana para asumirla, que no es bien desarrollada muchas veces en toda su complejidad en la formación, y que, por lo tanto supone también un peligro adicional en todas las direcciones. Sin duda, muchos sacerdotes experimentados, que han vivido y viven esta opción con serenidad, pero no sin tensiones, podrían aportar sus experiencias a muchos jóvenes seminaristas que desean dar este paso. Y, por otro lado, es necesaria también una aportación muy cualitativa desde la psicología para que muchos candidatos sepan claramente lo que les espera, tanto en lo positivo como en lo negativo.
Un espiritualismo desencarnado o un voluntarioso ciego puede suponer una catástrofe para alguna persona, no sólo en el ámbito de la pederastia, sino también en otras áreas vitales. Vivir la sexualidad en plenitud o caminar de frustración en frustración. La personalidad humana es tan compleja, y en este caso del celibato, necesita un cuidado especial. La necesidad de vocaciones nunca debe priorizarse ante el reto de una formación integral. Evidentemente, todo esto no garantiza nada…, pero certifica que nos encontramos en el buen camino. Y que las medidas han sido tomadas con responsabilidad y seriedad.
El “pederasta” eclesial no es un delincuente que se le percibe a primera vista, ya que su ámbito es lo siniestro y la oscuridad. A la luz del día su comportamiento es habitualmente totalmente normal e incluso ejemplar. Su incapacidad para controlar sus pulsiones le llevan a delinquir de manera compulsiva. Vive la amargura de sus actos, pero reincide, ya que no tiene capacidad de abordar este problema más que de manera parcial, sin profundizar en su complejidad. A veces se refugia en el sacramento de la reconciliación para calmar sus “remordimientos”, pero no se plantea ni por asomo “autodenunciarse” y asumir sus responsabilidades y someterse a una necesaria terapia. Este es un perfil bastante repetitivo de la pederastia eclesial. Así me lo cuentan…
Por supuesto que la mayoría del “cuerpo sacerdotal” goza de buena salud mental, y en su tarea diaria, con sus más y sus menos, se sienten plenamente realizados al servicio del Reino. No obstante en la Iglesia no debemos bajar la guardia en este campo tan delicado, ya que se juega la felicidad de muchas personas, incluidos los pederastas, que son víctimas de sí mismos y de una negligencia. Nunca tenían que haberse ordenado. La duda es letal.
Las víctimas de los pederastas tiene que “apechugar” con sus historias. Muchas veces truncadas…por el recuerdo siempre vivo de ese rincón de la sacristía o de esa siniestra habitación, están ahí… La imagen de un sacerdote que habla tan claro y bien de Dios, no casa para esas víctimas con los execrables actos de esa misma persona. No se trata de una pregunta intelectual, sino vital: ¿Cómo es posible?
Una vez más, el Papa Francisco demuestra su sensibilidad por este tema tan delicado. Las víctimas no son números de una estadística…son rostros concretos y reales, historias que viene de un territorio infernal. Su narrativa es necesaria para erradicar ese cáncer que les ha corroído y les corroe desde la profundidad de su ser.