Buscar la igualdad en dignidad, en respeto, en vida digna... es un imperativo ético y evangélico La sinceridad del amor se prueba en el trabajo para los demás (Domingo 13º TO B 2ª lect. 30.06.2024)
El amor se ve en las obras, no en las palabras
Comentario: “sobresalid también en esta obra de caridad” (2 Cor 8,7-9.13-15)
Capítulos 8 y 9 de 2ª Corintios son dos cartas de Pablo a la Iglesia en Corinto (capital de la provincia romana de Acaya, lindante con Macedonia) sobre una colecta, aludida en varios textos (Rm 15, 25-28; 1Cor 16,1-3; He 11,29-30; Gál 2,10). Es muy expresiva la alusión en la carta a los Romanos (15,25-28). Esta acción es “servicio (v. 25: diaconôn) de los santos”. La palabra “colecta” (v. 26) traduce “koinonía”: comunión. Los “gentiles” son comunidad, porque “han compartido (v. 27: ekoinónesan: han comulgado) los bienes espirituales”. De esta comunión surge otra:“prestarles ayuda (v. 27: leitourguêsai: hacer un servicio, una liturgia) en lo material”. Entregar el donativo es la garantía de comunión: “sellándolo (v. 28: sfraguisámenos) certificándolo.
En los primeros versículos del cap. 8 (no leídos hoy), “informa de la gracia que Dios ha concedido a las iglesias de Macedonia” (Filipos, Tesalónica, Berea…). “Gracia” de muchas caras: “alegría, generosidad, poder participar en la colecta en favor de los santos, entrega al Señor y a nosotros conforme a la voluntad de Dios” (2Cor 8,1-5). Dice también que le ha pedido a Tito la conclusión de“esta obra de caridad (járin taúten: esta gracia) entre vosotros” (2Cor 8,6). A continuación, en la lectura de hoy, justifica desde su teología la obligación cristiana de ayudar a los pobres.
El primer fragmento (8,7-9) valora la gracia que hay en Corinto: “sobresalís en todo -en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño, en el amor que os hemos comunicado”. Lógicamente, les pide:“sobresalid también en esta obra de caridad (en taúten járin: en esta gracia). “No os lo digo como un mandato, sino que deseo comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor”. El “interés por los demás” (que vivan sanos, alimentados, en armonía…), cuando se hace práctico, prueba la “sinceridad del amor”. Esa fue la realidad de Jesús:“conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza”.
Esta es la actitud cristiana: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16ss; Lc 6,43s). “Un hombre tenía dos hijos… ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?” (Mt 21, 28ss). “No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre…” (Mt 7,21). “Que aprendan también los nuestros a destacarse en el buen obrar cuando haya necesidades urgentes. Será entonces cuando realmente den fruto” (Tit 3,14). “La fe: si no tiene obras, está muerta por dentro” (Sant 2,17). “Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos… La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo” (Sant 1,22.27). Esta actitud se expresa en el refrán español, atribuido a Santa Teresa de Jesús (1515-1582): “obras son amores, que no buenas razones”. En su tiempo, Lope de Vega (1562-1635) tituló con él una comedia. Miguel de Cervantes (1547-1616) lo citó en “Obras son amores” (La Dorotea IV 309). Otros refranes apuntan a lo mismo: “El amor y la fe, en las obras se ven”, “No hay predicador como Fray Ejemplo” y “Si bien me quieres, Juan, tus obras me lo dirán”.
El segundo fragmento (vv. 13-15) apela al principio de igualdad: Literalmente: “no se trata de que haya alivio para otros y angustia para vosotros, sino igualdad (isótetos)” (v. 13). “En el momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad (isótes)” (v. 14). Termina con una cita del Éxodo (16,18): “Como está escrito: Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba”. Repensar la igualdad es necesario. No basta que sea un principio básico teórico. Buscar la igualdad en dignidad, en respeto, en vida digna... es un imperativo ético y evangélico. Es la solidaridad de toda comunidad humanizada.
Oración: “sobresalid también en esta obra de caridad” (2 Cor 8,7-9.13-15)
Jesús de la comunión y la igualdad:
Pablo y sus comunidades organizan “una colecta para los pobres
que hay entre los santos de Jerusalén” (Rm 15,26).
También los Hechos de los Apóstoles lo recuerdan:
“En aquellos días, bajaron a Antioquía unos profetas de Jerusalén.
Uno de ellos, de nombre Agabo, movido por el Espíritu, se puso en pie
y predijo que iba a haber una gran hambre en todo el mundo,
lo que en efecto sucedió en tiempo de Claudio.
Los discípulos determinaron enviar una ayuda,
según los recursos de cada uno,
a los hermanos que vivían en Judea;
así lo hicieron, enviándolo a los presbíteros
por medio de Bernabé y de Saulo” (He 11,27-30).
Pablo se siente “diácono” de sus hermanos:
se suman con decisión las comunidades de Macedonia y Acaya
(Filipos, Tesalónica, Berea…);
lo califican como “servicio de los santos”;
“colecta” es traducción de “koinonía”: comunión;
los “gentiles” son comunidad porque
“han compartido los bienes espirituales”;
de esta comunión surge otra: “prestarles ayuda”:
hacer “un servicio, una liturgia, en lo material”;
entregar el donativo es la garantía de comunión.
Pablo implica a la comunidad que vive en Corinto:
les informa sobre “la gracia que Dios ha concedido
a las iglesias de Macedonia”;
“gracia” que se concreta en “alegría, generosidad,
poder participar en la colecta en favor de los santos,
entrega al Señor y a nosotros conforme a la voluntad de Dios” (2Cor 8,1-5);
les recuerda el encargo hecho a Tito:
“que concluyera esta gracia entre vosotros”.
Pablo nos da la razón fundamental para ayudar al necesitado:
“comprobar, mediante el interés por los demás,
la sinceridad de vuestro amor”;
es “la gracia tuya, Señor nuestro, Jesucristo, que, siendo rico,
te hiciste pobre por nosotros para enriquecernos con tu pobreza;
no se trata de aliviar a otros, pasando nosotros estrecheces;
se trata de igualar;
nuestra abundancia remedia la carencia de otros,
para que la abundancia de ellos remedie nuestra carencia;
así habrá igualdad”.
¡Qué bien lo entendieron los antiguos Padres de la Iglesia!:
“Cuando veas a un pobre no pases de largo.
Piensa más bien lo que serías tú en su lugar.
¿Qué querrías entonces que hicieran todos por ti?
Piensa que él es libre como tú y participa de tu misma dignidad.
Que todo lo posee en común contigo.
Y, sin embargo, a ése, que no te es inferior en nada,
lo valoras con frecuencia en menos que a tus perros:
pues éstos se hartan de pan
mientras el otro se duerme con frecuencia muerto de hambre”
(San Juan Crisóstomo: Sobre la carta a los Hebreos. PG 63, 93-94).