"Una ‘sinodalship’ de todo y del entero Pueblo de Dios sacerdotal en virtud del sacramento del bautismo" Se fueron por otro camino (Mateo 2, 12): Ligereza, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad
"Aunque los caminantes sinodales, con el aparente apoyo de la autoridad, hayan llegado a su destino, existe el riesgo real de que, poco después, los «sueños misioneros» generados por la experiencia sinodal acaben sofocados cuando aún están en pañales"
"Creo que es más necesario normalizar la experiencia sinodal y conducirla a que sea una práctica normalizada tanto en la reflexión como en la toma de decisiones"
"La sinodalidad, espero y creo, ha venido para quedarse también porque es necesario superar ciertas limitaciones eclesiales de la actual pirámide jerárquica hacia un modelo invertido con un liderazgo compartido"
"La sinodalidad, espero y creo, ha venido para quedarse también porque es necesario superar ciertas limitaciones eclesiales de la actual pirámide jerárquica hacia un modelo invertido con un liderazgo compartido"
¿Hemos entrado ya en una fase de reflujo sinodal? ¿Corremos ya el riesgo de dejar de lado el desafío de caminar juntos que se nos ha invitado a experimentar en estos últimos años? ¿Se ha acabado ya la luna de miel con un Sínodo que nos instaba a salir de nuestras zonas de confort pastoral, a sustituir los documentos estériles por sueños misioneros renovados?
Seguramente es demasiado pronto para decirlo, toda vez que el documento final apenas se ha hecho público, pero la impresión de una primera lectura muy superficial no es del todo alentadora. De hecho, algunas primeras reacciones ante el documento final recién publicado se mueven entre el somero interés y el grande desconcierto.
La imagen emblemática de las mesas de trabajo sinodales que llenaron el aula sinodal del Vaticano, en las que se sentaron juntos obispos, religiosos y laicos, hombres y mujeres, hasta el Papa Francisco, creó entusiasmo en algunos, pero al mismo tiempo desorientación en varios otros. Sabemos que muchos se preguntaban si la Iglesia estaba preparada para esta transición sinodal o si no se trataba de un nuevo ejemplo de pérdida de control sobre la situación eclesial.
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Yo he mirado al Sínodo desde fuera, y me he dedicado a este «caminar juntos», un poco como los Magos de Oriente a la Estrella. Ellos aceptaron romper sus vacilaciones, superar las perplejidades acumuladas y ponerse en camino -¡precisamente!- sin saber muy bien lo que les esperaba, pero decididos a descubrirlo.
Como en el pasaje evangélico de Mateo, sin embargo, el encuentro con la Institución y sus dirigentes, como el de los Magos con Herodes y sus sabios, se ha revelado a menudo ambivalente: por un lado, un pasaje precioso, necesario por la necesidad de confirmación y de indicaciones sin las cuales el viaje se habría interrumpido; por otro, una circunstancia insidiosa por los intereses de mantener el control doctrinal y la necesidad de salvaguardar los roles jerárquicos y las prácticas establecidas.
Como sabemos, la historia del Evangelio no tiene un final feliz. Me refiero a la matanza de los santos inocentes. No quisiéramos que ocurriera algo parecido: aunque los caminantes sinodales, con el aparente apoyo de la autoridad, hayan llegado a su destino, existe el riesgo real de que, poco después, los «sueños misioneros» generados por la experiencia sinodal acaben sofocados cuando aún están en pañales.
Instruido por la narración evangélica, por tanto, ahora que el Sínodo ha llegado a su fin, tal vez sea una buena idea «volver por otro camino»: no el formal de las actas declarativas, los documentos de trabajo, el documento final aprobado… Creo que es más necesario normalizar la experiencia sinodal y conducirla a que sea una práctica normalizada tanto en la reflexión como en la toma de decisiones. Este debiera ser, yo creo, un camino alternativo, informal, menos trazado y seguro, pero capaz de continuar el camino de discernimiento y cambio que ya se ha iniciado.
Como advierten los expertos en procesos de cambio, no se puede resolver un problema quedándose en el sistema que lo ha generado. En otras palabras, hay que salir, ampliar las referencias, plantearse otras preguntas.
Este criterio también podría ser muy útil hoy para el sistema eclesiástico, superando el reflejo condicionado de creer que las respuestas a los problemas de la Iglesia sólo y únicamente hay que buscarlas dentro de ella. Tal vez, en cambio, sea posible encontrar intuiciones y conocimientos útiles también en otros ámbitos no eclesiásticos, puesto que el Espíritu sopla donde quiere.
A este respecto, tomo prestadas estas palabras que no son propiamente mías: ligereza, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad. Y trato de releer estas cinco palabras como otras tantas propuestas para el camino pos-sinodal que tenemos por delante, ojalá que cambiando de rumbo aunque sin perder el rumbo.
Ligereza («no os preocupéis por el mañana»)
La ligereza entendida como sustracción del peso, es un valor y no un defecto. La ligereza está asociada a la precisión y no al azar, es la gravedad sin peso. La ligereza es una cualidad que hace que una forma sea capaz de transformarse continuamente en algo diferente, contra toda fijeza y jerarquía.
El camino pos-sinodal puede continuar si toma la senda de la ligereza aprendiendo a atravesar las crisis, no resistiéndose a ellas hasta el amargo final: «si la crisis te pide que recorras una milla, recorre dos»...
La crisis no es el declive. En el declive, la Iglesia sólo trabaja para sobrevivir. El camino, que puede parecer una no-solución, es vivir evangélicamente en la crisis.
No se trata de ser débiles destellos en el cielo: la ligereza no es debilidad, sino libertad, valor para experimentar en la alegría.
Rapidez («corrió a su encuentro»)
La rapidez no es un valor en sí mismo. Un razonamiento rápido no es necesariamente mejor que un razonamiento reflexivo.
El camino pos-sinodal consiste en prestar atención a los procesos, incluso antes de proponer o transmitir contenidos. El camino pos-sinodal serpentea a través del re-tejido de relaciones y lazos comunitarios, un camino que se desarrolla a través de la escucha y la narración recíproca: dos aspectos indispensables para proceder a la conversación espiritual del discernimiento que siempre hay que hacerse. Muchas comunidades quedaron muy impresionadas por la oportunidad de contarse mutuamente su historia de fe y recibir una escucha sin prejuicios.
Si es cierto que siempre hay tiempo para cambiar, hay que apresurarse a seguir el camino ya iniciado en el Sínodo, y hacerlo sin demora, captando que es un «tiempo de gracia», es decir, de conversión y purificación.
Exactitud («que vuestro discurso sea sí, sí, no, no»)
La exactitud significa sobre todo tres cosas: un diseño bien definido y calculado; la evocación de imágenes visuales nítidas, incisivas y memorables; un lenguaje lo más preciso posible en cuanto al vocabulario y la plasmación de los matices del pensamiento y la imaginación.
En el camino pos-sinodal, la exactitud se tendrá que referir al uso de un lenguaje fresco, vital, inmediato, capaz de hablar no sólo de Dios o de la Iglesia, sino sobre todo de la vida de las personas.
El camino pos-sinodal a seguir exige y persigue una calidad comunicativa y un estilo de anuncio y predicación capaces de devolver al lenguaje del cristianismo su fuerza liberadora.
Visibilidad («gritadlo desde las azoteas»)
Creo que se puede entender la «visibilidad» como el proceso de convertir la imaginación en realidad, de lo invisible a lo perceptible, de lo fantástico a lo verosímil. Preguntarse «de dónde viene la imaginación» es una cuestión importante, porque es a través de la imaginación como podemos mirar el mundo cada día con ojos nuevos, sin perder nunca la capacidad de asombro. Porque la Iglesia también corre el peligro de perder una facultad humana fundamental: el poder de enfocar las visiones con los ojos cerrados.
El camino pos-sinodal también tendrá que perseguir «enfocar visiones con los ojos cerrados», es decir, «soñar»: pero no para fantasear, sino en el sentido bíblico, como un modo especial de captar proféticamente el plan de Dios para la humanidad.
La vía pos-sinodal deberá persigue la posibilidad de compartir un «sueño misionero» para las distintas comunidades o ámbitos eclesiales. A diferencia de la tradicional «vía proyectual», la vía pos-sinodal no deberá comenzar haciendo análisis y definiendo objetivos, sino procediendo hacia atrás: centrándose en el «sueño misionero» gracias al cual podemos releer el presente e identificar aquellos signos visibles de discontinuidad que cambian concretamente las prácticas pastorales. La imaginación profética se tendrá que convertir en cambio experimentable.
Multiplicidad («extraer cosas nuevas y cosas viejas»)
Esta última palabra la trato de sugerir como una red de relaciones que hay que seguir multiplicando. La multiplicidad no es otra cosa que una aptitud para la pluralidad, lo multiforme y lo poliédrico.
Incluso en la Iglesia, urgida por la vía pos-sinodal, urge no temer a la multiplicidad, hacer la transición de una forma esférica, «perfecta» pero cerrada y unívoca, a una forma poliédrica, donde el criterio no es la uniformidad y la inmutabilidad, sino la creatividad espiritual y pastoral.
El camino pos-sinodal deberá abrir la posibilidad de experimentar nuevas formas eclesiales más ágiles, dinámicas, pequeñas…, procesos y espacios de hospitalidad e innovación…, lugares de intercambio y de fecundación cruzada mucho más flexibles que las estructuras pastorales articuladas a las que estamos acostumbrados.
Una imagen muy evocadora puede ser la imagen de la alfombra. En el tejido de alfombras los nómadas depositan su sabiduría: objetos variados y ligeros que se extienden sobre el suelo desnudo allí donde uno se detiene a pasar la noche, y se enrollan por la mañana para llevarlas junto con todas sus posesiones sobre la joroba de los camellos. Es una imagen implícita en el relato de los Magos. Sin duda hasta nos puede ayudas a afrontar el camino pos-sinodal que tenemos por delante.
Los Magos se fueron por otro camino (Mateo 2, 12).
Seguramente los Magos regresaron tomando otra ruta alternativa porque fueron informados en sueños de la amenaza de Herodes. Pero también, y aún más profundamente, porque el encuentro con el Dios vivo, con el niño Jesús, les había cambiado profundamente. ¿Esta clave de la sinodalidad va a ser un factor permanente de cambio, transformación,…, ‘metanoia’ en nuestras Iglesias?
Los Magos ya eran libres de corazón y, de hecho, no habían ido a pedir a Dios diversas ayudas y beneficios para «salvar sus vidas». Habían ido a adorarle. El que esté dispuesto a perder su vida, la encontrará. Los Magos la encontraron y así comenzaron un nuevo camino. Un camino decididamente creativo. ¿Están dispuestas nuestras Iglesias a incorporar en su reflexión y en su toma de decisiones esta clave y dinámica de creatividad?
Los Magos regresan por otra ruta, no repiten el mismo camino. No vuelven para hacer exactamente lo mismo. Ser fiel a la tradición no significa volver a hacer exactamente lo mismo que se ha hecho. Tampoco como lo hemos hecho hasta ahora. 'Tradición' significa, en sentido teológico, entregar a Jesús de tal manera que pase de una generación a otra. 'Traicionar' es entregar; 'traicionar' significa bloquear esta entrega de Jesús vivo de una generación a otra. Traicionar es entregar a Jesús, no de una generación a otra, sino entregarlo a la insignificancia, al silencio, a la nada, a la autorreferencialidad. No lo que siempre hemos hecho sino el discernimiento es necesario para entender, entre todos y con el sentido de la fe de todo el Pueblo de Dios, si para entregar a Jesús es más apropiado seguir un camino que otro.
Los instrumentos no son dogmas intocables. De lo contrario, se convierten en ídolos. La idolatría siempre está a la puerta y llama. Lo que cuenta es la transmisión de la fe en Jesús vivo en el presente siglo. La tradición de la Iglesia no es una vitrina o un relicario en el que guardar algo inmóvil y rígido.
Está siempre en constante movimiento para permitir el acceso al misterio de Dios y no obstaculizar a los buscadores de Dios. A veces, lo que llamamos tradición no es más que el nombre que damos a nuestras costumbres. Algunas fundamentales, otras quizás o seguramente menos y otras hasta muy cuestionables. Por otro camino… también sugiere que no nos gustaría más volver a muchas de nuestras costumbres… sino que hemos de alumbrar nuevas formas, nuevos caminos, nuevos hábitos…
Y por otro camino… también puede querer decir andar y transitar de una ‘leadership’ -individual aunque sea en comunión, jerárquica precisamente porque detentada en última instancia por el ministerio ordenado episcopal,…- a una ‘sinodalship’ de todo y del entero Pueblo de Dios sacerdotal en virtud del sacramento del bautismo.
La sinodalidad, espero y creo, ha venido para quedarse también porque es necesario superar ciertas limitaciones eclesiales de la actual pirámide jerárquica hacia un modelo invertido con un liderazgo compartido, que no significa indistinto, confuso, improvisado, pero que sí es regulado a través de una nueva metodología, pero, sobre todo, inserto en una nueva cultura participativa. Sí, basta recordar algunos verbos asociados en ‘Evangelii Gaudium’ a los discípulos misioneros: tomar la iniciativa, implicar, acompañar, fructificar y celebrar. Los verbos están en plural porque la referencia es la comunidad, la comunidad de los discípulos misioneros, la que es Pueblo sacerdotal a cuyo servicio están, también, los ministros ordenados (obispos, presbíteros, diáconos). Comunidades que pueden basarse en la sinodalidad compartida más que en el liderazgo individual.
Ahora sí, finalizo ya, con unas palabras a mi hermano mayor en la fe, el Papa Francisco. Palabras que no leerá pero, no por ello, menos sentidas. Y lo hago tomando y parafraseando sus palabras el 6 de enero de 2020 en en el rezo del Angelus (https://www.vatican.va/ content/francesco/es/angelus/ 2020/documents/papa-francesco_ angelus_20200106.html). ‘Scripta manent’.
¿Qué "otro camino" tomaron los Reyes Magos? La andadura sinodal, estimado Papa Francisco, nos ha cambiado. ¿Una verdadera conversión? Tal vez sí. Ojalá que sí. El sustantivo latino «conversio» deriva del verbo «con-verto», que literalmente significa «girar». Los Reyes Magos "cambiaron de dirección", se convirtieron en misioneros de lo que fueron testigos presenciales: "el encuentro con Jesús no detiene a los Magos, al contrario, les infunde un nuevo impulso para volver a su país, para contar lo que vieron y la alegría que lo intentaron. En esto hay una demostración del estilo de Dios, de su manera de manifestarse en la historia. La experiencia de Dios no nos bloquea, sino que nos libera; no nos aprisiona, sino que nos devuelve al camino, nos devuelve a los lugares habituales de nuestra existencia", pero con un "más" que mueve las acciones de los hombres. "Los lugares son y serán los mismos, pero nosotros, después del encuentro con Jesús, no somos los mismos de antes. El encuentro con Jesús nos cambia, nos transforma". La Iglesia no es la misma después de esta andadura sinodal.
"Cada experiencia de encuentro con Jesús nos lleva a recorrer caminos diferentes, porque de Él surge una fuerza del bien que sana el corazón y nos aleja del mal". Seguimos habitando los ambientes típicos de la sociabilidad humana, pero con un estilo diferente: "Esto indica que somos nosotros los que tenemos que cambiar, transformar nuestra manera de vivir incluso en el ambiente habitual, modificar los criterios de juicio sobre la realidad que nos rodea". Es verdad, "la diferencia entre el Dios verdadero y los ídolos traidores…; entre Dios y aquellos que prometen darte estos ídolos, como magos, adivinos, hechiceros. La diferencia es que los ídolos nos atan a sí mismos, nos hacen ídolos dependientes y tomamos posesión de ellos", mientras que el Dios verdadero nos invita a asumir un papel activo y proactivo dentro del mismo, con total libertad.
Esa es la “sinodalidad” en la que Usted nos ha hecho creer a lo largo de este proceso sinodal e incorporar a nuestro bagaje creyente. Otro camino hacia otro horizonte. Y ya no nos conformamos con menos. Algunos hablan de que ha llegado la hora de la verdad. Y es que, en la hora de la verdad, no hay espacio para las medias verdades o las mentiras piadosas. En la hora de la verdad, el miedo y la duda se desvanecen y somos capaces de ver claramente el camino que debemos seguir. La hora de la verdad es el momento en el que finalmente nos enfrentamos a nosotros mismos y dejamos de engañarnos con falsos espejismos e ilusiones.
Sí, es hora de sinodalidad, es decir, de otro modo de ser Iglesia. Confírmenos en esta hora, Papa Francisco.
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