"Detrás de ciertos episodios de abuso de conciencia, espiritual, etc., hay un cristianismo tóxico" ¿Qué hay de tóxico en cierto cristianismo?
"La persona abusada sufre, siente miedo, ira, depresión, pero se le dice que el sufrimiento es parte del proceso de curación, que ésta es la voluntad de Dios, que debe ofrecer su sufrimiento en expiación por faltas no especificadas, que debe abrazar su cruz. Luego se calla y sigue adelante. También porque el abusador explica que su relación no se debe contar a nadie, que los demás no la entenderían"
"Son muchos los países en los que cierto populismo de derecha explota el elemento religioso como verdadero cemento cultural, como base identitaria de la comunidad nacional. Vemos el regreso de una visión formalista y culturalista de la religión, como un fenómeno formador de identidad y quizás excluyente"
“Mejor ser cristiano sin decirlo que proclamarlo sin serlo” -San Ignacio de Antioquía, + 108 d.C., mártir y obispo-.
Me imagino que el abuso espiritual es una forma concreta del abuso de poder. Cuando se produce un abuso espiritual, la persona que pide ayuda se convierte en víctima en manos de un manipulador-verdugo que, de hecho, abusa del poder que se le ha concedido y arruina la vida de la persona que se le ha confiado.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME
La persona abusada sufre, siente miedo, ira, depresión, pero se le dice que el sufrimiento es parte del proceso de curación, que ésta es la voluntad de Dios, que debe ofrecer su sufrimiento en expiación por faltas no especificadas, que debe abrazar su cruz. Luego se calla y sigue adelante. También porque el abusador explica que su relación no se debe contar a nadie, que los demás no la entenderían.
Imagino, también, que no existe un perfil de víctima ideal. Todos estamos potencialmente en riesgo. Pero está claro que cuanto más frágil es la persona, más necesita encontrar apoyo espiritual, mayor es la posibilidad de caer en manos de un abusador. Quizás los únicos que están a salvo son aquellos que sospechan de todos, que nunca confían, mientras que cuanto más buena y abierta es la persona a los demás, más propensa pueda ser a entrar en esta diabólica situación. Me supongo que los abusadores son muy inteligentes para saber encontrar el lado débil de la persona en dificultad. Una persona en búsqueda, una persona que sufre y está dispuesta a abrir su corazón para buscar respuestas y alivio, puede caer más fácilmente en las trampas del abuso.
Los expertos suelen hablar de dos grandes tipos de abusadores. Está el abusador de buena fe. El que está convencido de que está haciendo el bien de la persona, el que se siente el salvador de la patria. En realidad es una persona que tiene una gran necesidad de los demás, que une a quienes le rodean a sí mismo porque no podría vivir sin ello. En realidad, aunque sea de "buena fe", es una persona muy problemática. Y, en el otro extremo, estaría el narcisista perverso. Una mala persona, perfectamente consciente de lo que hace. Quiere el control total de la persona que tiene delante. Quiere manipular su conciencia, suscitar admiración, consenso y aplausos hacia él, llegando incluso al abuso sexual. Los dos tipos de abuso están estrechamente relacionados. Primero se toma el control del corazón, de la mente y después se controla incluso el cuerpo.
Entre los extremos, entre la "buena fe" y lo perverso, también puede estar la persona hiper-egocéntrica que tiene una gran neurosis y que, para calmar su ansiedad, utiliza su propia imagen para calmar su narcisismo. No le gusta la competencia de gente brillante, se rodea de seguidores, sólo quiere destacar su propia imagen. Incluso en el ámbito eclesial se confunde visibilidad con eficacia apostólica y la eficacia apostólico con los link (aplauso, visualizaciones, seguidores…).
Ya hemos visto demasiados maestros espirituales que abusan de su encanto espiritual, intelectual,…, para otras cosas más espurias e inconfesables que nada tienen que ver con el servicio evangélico
Es necesario mantener un nivel alto de atención. También porque aquellas personas que tienen la responsabilidad de la guía espiritual deben dejar de lado la tentación de ser fascinantes y atractivos a toda costa. Ya hemos visto demasiados maestros espirituales que abusan de su encanto espiritual, intelectual,…, para otras cosas más espurias e inconfesables que nada tienen que ver con el servicio evangélico.
Desde la distancia de mi desconocimiento sobre la materia, hablar de abuso espiritual significa aventurarse en un terreno complejo. El abuso espiritual deforma, arruina, bloquea e inhibe el anuncio del Evangelio. Es una herramienta diabólica que algunos cristianos utilizan sin darse cuenta del daño que esto hace al anuncio de la salvación. Y, tan complejo, hablar sobre una religiosidad tóxica. Una religiosidad tóxica hasta puede parecer un oxímoron pero yo creo que es una triste realidad que se extiende a lo largo de los siglos y la historia de la comunidad cristiana.
Pero otro aspecto a tener en cuenta, y que es el motivo más directo de mi reflexión, es el de un cierto cristianismo tóxico. En ello me gustaría centrarme con algún detenimiento.
En lenguaje médico, una toxina es una sustancia que es nociva para un organismo vivo y pone en peligro su existencia. Se puede decir que un organismo sano es capaz de resistir la presencia de algunas sustancias tóxicas de forma proporcional al grado de salud que se disfruta y durante un tiempo limitado. Si la presencia de toxinas se vuelve predominante o se prolonga demasiado, puede poner en riesgo la propia supervivencia del organismo o provocar deterioros permanentes que reducen su rendimiento y calidad de vida.
¿Se puede trasladar la metáfora de la toxina a la vida espiritual de la Iglesia cristiana?
Yo creo que sí. Y seguramente un ejemplo de ello son ciertos episodios de abuso de conciencia, espiritual, etc. Es a la vez cierto y preocupante observar cuán enfermizas y enfermas son algunas experiencias de fe. Y creo que se puede hablar de patologías en ciertas experiencias cristianas de la fe. De hecho, el estado de enfermedad a menudo está entrelazado con la dinámica espiritual de la vida.
¿Cuáles son los patógenos prevalentes? ¿Cuáles son los patógenos recurrentes? ¿Es posible identificar al menos las principales cepas y elaborar una reflexión que no tenga la ambición de prescribir terapias fáciles, pero que al menos sugiera una primera evaluación?
Mirando hacia atrás, mirando alrededor y mirando hacia dentro, creo que clave para detectar “perfeccionismos tóxicos”, “ambientes tóxicos”, “factores tóxicos”, “signos de infección”,…, está precisamente en volver la mirada a Jesucristo (“poner los ojos fijos en Jesús” Hebreos 12, 2-11) o en poner delante de nuestros ojos la Buena Nueva o el Evangelio del Reino de Dios. (Mateo 4, 17).
Yo creo que no existe una era poscristiana para quienes tienen fe. La nuestra es una época que tiene un régimen cambiado, un régimen global -cultural, social, político, jurídico, estético- que no está inspirado en el cristianismo. Es decir, una época que ya no es de cristiandad. Un cierto cristianismo ya ha acabado. Y tampoco pienso que debemos pensar en ello con nostalgia, ni debemos trabajar a tiempo y a destiempo, a toda costa, para salvar algunos restos de ese cristianismo.
Como también nos recuerda a menudo el Papa Francisco, estamos en un cambio de era (Evangelii Gaudium) y no podemos evitar preguntarnos con qué cristianismo podemos seguir creyendo hoy. Aquí está el gran desafío.
¿Con qué cristianismo podemos seguir creyendo hoy?
Son muchos los países en los que cierto populismo de derecha explota el elemento religioso como verdadero cemento cultural, como base identitaria de la comunidad nacional. Vemos el regreso de una visión formalista y culturalista de la religión, como un fenómeno formador de identidad y quizás excluyente. Incluso en el nivel político, un simplismo preocupante gana y se afirma en la muy compleja realidad de nuestro mundo globalizado.
¿Y qué decir del lema: Dios… Patria… Familia? En muchos sectores se ha afirmado, con razón, que ese lema es una blasfemia. Si hablamos de "Dios", ¿nos referimos al Dios que nos dio a Jesús de Nazaret en los Evangelios? Jesús afirmó una distinción radical: "Dad al César lo que es del César, pero dad a Dios lo que es de Dios" (Mc 12, 17). ¿Y será la “Patria” ese alma sagrada de un país de fronteras inviolables? Ya en el Deuteronomio, escrito hace 2500 años, se le dice a Moisés que Dios: "ama al extranjero y dale pan y vestido" (Dt 10, 18). Y sería más prudente guardar silencio sobre la "Familia". ¿De qué modelo familiar necesita nuestro mundo marcado por la cultura de la incertidumbre? Estas tres palabras juntas sólo generan confusión, e incluso perturbación, y debemos esperar que no sean la propuesta ideológica para gobernar un país.
Como decía antes, yo creo que, incluso detrás de ciertos episodios de abuso de conciencia, espiritual, etc., hay un cristianismo tóxico. Y digo “tóxico” porque es un cristianismo sin el Evangelio de Jesucristo.
¿Cómo se manifiesta el Reino de Dios?
¿Quién fue Jesús de Nazaret? ¿Cómo hizo presente a Dios? No fue un hombre poderoso de este mundo, no se presentó como dueño de la Ley, no se identificó con los justos, no se centró ante todo en el universalismo de la culpa y del pecado.
Anunció insistentemente que el “Reino de Dios” ya estaba presente. ¿Y cómo lo manifestó? Con su humanidad. Escuchó el grito de los pobres, de los enfermos, de las víctimas.
En su 'compasión' no sólo nos mostró una opción de vida sino que hizo presente a Dios, lo inaccesible. Nos mostró quién es Dios. Por eso se identificó con los hambrientos, los sedientos, los extranjeros, los enfermos, los desnudos, los prisioneros: "Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).
Abrió el camino a una fraternidad verdaderamente universal. Por lo tanto, Dios 'reina' cuando nosotros, los discípulos, buscamos sanar creativamente este mundo enfermo, cuando vivimos y afirmamos la primacía de la compasión. Aquí está el rostro encarnado, histórico, samaritano y social de un cristiano.
Discernir e identificar resueltamente las “toxinas”
A partir del Evangelio, las “toxinas” de ciertas propuestas con marchamo cristiano y eclesial parecen evidentes. Y es evidente que aquellos que no están en sintonía con el Reino de Jesús están en sintonía consigo mismos y quizás con otros intereses. El discípulo cristiano o está en sintonía con Cristo o explota e instrumentaliza la "religión" a su servicio. Tenemos suficiente historia a nuestras espaldas para afirmar que sólo la compasión hace progresar a la humanidad. Que sin la ética del altruismo faltan las bases de una verdadera civilización. Que sin la práctica del serviciosamaritano, tal y como se desprende del lavatorio de los pies que San Juan relata como paradigmático en la última cena, se vacía la fe cristiana por mucho ornamento eclesial que tenga.
Aunque la cristiandad ya pasó, seguimos estando llamados a creer en el Evangelio de Jesús para identificarnos con Él. Él mismo es el “Evangelio”. Este es el factor crucial y discriminante para nosotros. He aquí el fuego que mantendrá viva y fuerte la fe de la minoridad que marcará el futuro del cristianismo
Aunque la cristiandad ya pasó, seguimos estando llamados a creer en el Evangelio de Jesús para identificarnos con Él. Él mismo es el “Evangelio”. Este es el factor crucial y discriminante para nosotros. He aquí el fuego que mantendrá viva y fuerte la fe de la minoridad que marcará el futuro del cristianismo. Y esa minoridad sabe bien que Jesús no fue el Rey de la gloria... sino que eligió no bajar de la cruz para convencer a nadie del verdadero significado de su realeza.
Jesús se identificó así con el dolor de todas las víctimas inocentes, cruelmente sacrificadas en el anonimato más dramático. Los cristianos, siguiendo a Jesús, están llamados a tener los ojos bien abiertos para mirar cara a cara la injusticia y el absurdo del sufrimiento inocente. Aquí está el rostro de su "mística". Una mística de los ojos abiertos.
No nos debe preocupar salvar los restos de una cristiandad que pasó a mayor gloria. Pero sí debemos aprender y saber discernir e identificar decididamente ciertas "toxinas" prepotentes, presuntuosas y narcisistas de una cierta presentación y experiencia del cristianismo en las antípodas del Evangelio y del Reino de Dios.