El Jefe siempre tiene razón II - (¿Magisterio orientador?)
(Continúo y termino)
Hablar de un humano "poder religioso" y además absoluto es tan absurdo como hablar de la "coacción" de la aurora, la luna, las estrellas o el sol.
Ese supuesto "poder" es semilla de fanatismos y guerras santas porque, evidentemente, todos quieren ser "los apoderados" de Dios. Pero nuestra Escritura dice claramente: "Existía la luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumina a todo hombre" (Jn 1,9).
Que yo sepa la luz se expande por sí misma y no necesita que nadie la inyecte en vena, ni a golpe de decretos o amenazas. Lo único que hace falta es no oscurecerla con nuestras propias y pequeñas sombras. A veces olvidamos lo más evidente.
Ahora bien, un cuerpo de doctrina y unas referencias fijas son imprescindibles en cualquier organización humana. Por eso bendigo con mis dos manos pecadoras el Magisterio de la Iglesia. Es, para mí, como la cartografía de nuestra religión, la guía de carreteras o el plano de la ciudad. Es imprescindible. ¡Qué sería de nosotros sin tales referencias!
Imprescindible es también una autoridad que organice, ilumine y motive. Todo grupo -por pequeño que sea- necesita un líder que mantenga el rumbo a los objetivos, la adecuación de los medios, la realización de los individuos y una eficaz colaboración pacífica. Pero eso es de sentido común y nada tiene que ver con "delegaciones" del poder divino, salvo en un amplio y universal sentido, porque todo es don de Dios ciertamente. En especial la racionalidad por la que debemos guiarnos.
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Hasta los "misterios sobrenaturales" son racionales puesto que es la razón la que nos permite reconocer nuestra pequeñez, nuestra limitación y el inmenso mar de lo desconocido. Como decía Newton, "lo que sabemos es una gota de agua, lo que desconocemos un océano".
Eso, tan racional, nos permitirá acercarnos con mucha humildad a los misterios divinos y a la revelación. Pero sin prescindir jamás de esa inteligencia de la que Él mismo nos ha dotado. Mañana pueden ser dos o tres gotas las que logremos captar.
En el tema de hoy es ineludible distinguir lo absoluto de lo orientativo y lo esencial de lo secundario. No es lo mismo -por ejemplo- el Credo que los prolijos números del Catecismo, algunos totalmente desactualizados. Lo decía san Agustín: "En lo esencial unidad, en lo opinable libertad, y en todo caridad". El problema es que lo opinable se ha estrechado tanto que casi ha desaparecido.
Es la permanente tentación totalitaria de "integrismos y fanatismos". Y en el extremo contrario el "relativismo": Todo es opinable, cada uno ve la feria como le va en ella y se disfraza de su payaso preferido. Ambos extremos son irracionales y destructivos para un grupo que debe mantener, como mínimo, un objetivo y un camino comunes, lúcida y libremente elegidos.
Me parece que -sin quemar los mapas- deberíamos estar en humilde actitud de búsqueda, incompatible con absolutismos humanos. Ni los que vienen impuestos por "criaturas infalibles" -disfrazadas de "divinidad"-, ni los que se imponen por "dogmatismos individuales" creyéndose omniscientes. Una cosa es pensar, meditar, ORAR y compartir lo que vislumbramos. Y otra muy distinta creernos en posesión de la total y absoluta verdad.
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Solo Dios es absoluto, inmutable y omnisciente. No se nos ha concedido más que intuirle, vislumbrarle y saborearle. Es una irracionalidad irrisoria creer que lo hemos aprehendido y lo tenemos encadenado. Ni siquiera la ventana de la "revelación" nos permite abarcarle porque somos limitados y evolutivos.
Ahí están los hechos históricos (ambiciones, condenas, guerras santas e inquisición, entre otros) que nos demuestran lo lejos que estábamos del Dios revelado. Y, sin embargo, se llevaron a término sin parpadear bajo esa absoluta autoridad "delegada".
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Desde el primero al último de los católicos, desde el que tiene la misión de guiar hasta el último caminante de nuestra caravana, deberíamos llevar inscritas en el corazón estas palabras: "Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero ahora no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras" (Jn 16,12).
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¿Habremos de estar, pues, a la escucha?"¿Seremos capaces de interpretar los signos de los tiempos?" (Mt 16,3). "El que tenga oídos que oiga" (Mt 13,9).
Una de las frases de Juan Pablo II más evangélicas y fantásticas (porque no la practicamos) es: "La fe se propone no se impone". Y no se impone ni a propios ni a extraños. Hay que aceptar que cada cual ha de ser fiel a su conciencia y que todos somos limitados, los de arriba y los de abajo. Nos conviene sumar luces más que encajonar legajos.
Y lo que es de Juzgado de Guardia (de evidente anti catolicismo) es utilizar la "doctrina oficial" para golpear, herir o excluir a los que se afanan por descubrir nuevos ríos, mares o montañas que añadir a la cartografía principal.
Aunque los que contradicen (real o aparentemente) la doctrina oficial lo hicieran de mala fe, aún así no cabría ARRANCAR (imponer) sino insistir en ANUNCIAR (proponer). Lo dice el Evangelio: "¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: ¡No! No sea que, al recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega" (Mt 13,28).
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En mi mínima e intrascendente opinión, en nuestra amada Iglesia Católica sobra prepotencia y falta humildad. Sobra rigidez y falta búsqueda. Sobra apariencia y falta conversión sincera. Sobra imposición y falta anuncio. Sobran textos y faltan hechos.
Sobran protecciones amuralladas y humanas, pero falta confianza en el Espíritu que es el que en definitiva conduce, defiende y conserva nuestra Iglesia. Y, por supuesto, sobran los escandalosos "signos de poder y exaltación" de aquéllos que deberían ser ejemplo y luz para el Pueblo.
Antaño el escándalo fue excluir y condenar, incluso a la muerte física. Hoy el escándalo no es solo la separación de los cristianos (de aquellos polvos vienen estos lodos), sino la guerra abierta de unos católicos contra otros, de la pastoral contra la ortodoxia, de un Pueblo balbuciente contra una Jerarquía sorda, de la realidad contra las teorías, de la misericordia contra la ley…
Quizás, confiados en el Espíritu, deberíamos perder nuestro miedo ancestral a la libertad y la racionalidad. Y, sobre todo, deberíamos abandonar toda agresividad y empezar por "cambiar las espadas en azadas y las lanzas en podaderas" (Miq 4,3) entre nosotros mismos.
Quizás, desde la misma Jerarquía, debería promocionarse la fidelidad a la "conciencia profunda" donde actúa el Espíritu. ¿No es eso lo que nos recomienda Juan? "La unción que de Él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas -y es verdadera y no mentirosa- según os enseñó, permaneced en Él" (1Jn 2,27).
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Todos debemos amar a nuestra Iglesia porque es el seno materno donde vamos creciendo y haciéndonos racionales y libres, es decir, humanos. Nadie muerde a la madre que le da vida.
Pero nuestros responsables -alejados de absolutismos, personalismos y ostentaciones- deberían confesar humildemente de ellos mismos lo que Juan decía del Bautista: "No era él la luz, sino testigo de la luz. Existía la Luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumina a todo hombre" (Jn 1,8).
Nada que temer. A nadie a quien atacar salvo a nuestras pasividades, inconsciencias y yerros. Y vivir como Dios nos ha hecho: racionales y libres. Cada día estoy más convencido de lo racional que es nuestro Dios amante y amado. Cada día siento con más fuerza la necesidad de liberarme de tantos pesos materiales para acercarme y disfrutarle.
Ya no sirve lo de: "El Jefe siempre tiene razón, porque lo dice el Jefe". Ese es un argumento pagano, irracional y caduco. Que cada uno busque sus razones, sus manantiales y los sabios mapas de los caminos que quiere recorrer. Que cada cual, a su manera, comparta luces y pan. Y, en todos, reine la Paz.
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P.D. Os anuncio para más adelante otra meditación: "Evangelizar es contrario a someter" en la que intentaré insistir en cuestiones paralelas.
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¿En qué Dios crees?
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¿A quién oras?
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¿Por qué crees?
¿Porque te lo han dicho o porque has identificado el lenguaje de tu corazón?
Precisamente ahí nacen las certezas y las evidencias.
¿Tu fe es de papel o de sólida roca?
Las meditaciones de este libro te ayudarán a analizarte y a construir sólido cimiento a lo que crees, a lo que oras y a lo que obras.
Lo escribí para ti, después de larga búsqueda, para que evites mis dolores y mis errores.
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Consíguelo en tu Librería o por Internet:
Amazon: http://www.amazon.es/Meditaciones-desde-calle-Expresar-Teologico/dp/8493761508/ref=sr_1_3?ie=UTF8&qid=1318324237&sr=8-3
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Hace poco tiempo publiqué aquí un artículo de Mariá Moreno, un humanista que trabaja por la transformación personal y social.
Ahora ha publicado, en versión digital, una magnífica novela: "Un lugar para morir, un lugar para nacer"
Si estás interesado en tu transformación personal y la del mundo, la puedes descargar por poco más un euro en Literanda:
http://www.literanda.com/librerias/autor/narrativa-contemporanea/moreno-maria/109-un-lugar-para-morir-un-lugar-para-nacer
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Hablar de un humano "poder religioso" y además absoluto es tan absurdo como hablar de la "coacción" de la aurora, la luna, las estrellas o el sol.
Ese supuesto "poder" es semilla de fanatismos y guerras santas porque, evidentemente, todos quieren ser "los apoderados" de Dios. Pero nuestra Escritura dice claramente: "Existía la luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumina a todo hombre" (Jn 1,9).
Que yo sepa la luz se expande por sí misma y no necesita que nadie la inyecte en vena, ni a golpe de decretos o amenazas. Lo único que hace falta es no oscurecerla con nuestras propias y pequeñas sombras. A veces olvidamos lo más evidente.
Ahora bien, un cuerpo de doctrina y unas referencias fijas son imprescindibles en cualquier organización humana. Por eso bendigo con mis dos manos pecadoras el Magisterio de la Iglesia. Es, para mí, como la cartografía de nuestra religión, la guía de carreteras o el plano de la ciudad. Es imprescindible. ¡Qué sería de nosotros sin tales referencias!
Imprescindible es también una autoridad que organice, ilumine y motive. Todo grupo -por pequeño que sea- necesita un líder que mantenga el rumbo a los objetivos, la adecuación de los medios, la realización de los individuos y una eficaz colaboración pacífica. Pero eso es de sentido común y nada tiene que ver con "delegaciones" del poder divino, salvo en un amplio y universal sentido, porque todo es don de Dios ciertamente. En especial la racionalidad por la que debemos guiarnos.
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Hasta los "misterios sobrenaturales" son racionales puesto que es la razón la que nos permite reconocer nuestra pequeñez, nuestra limitación y el inmenso mar de lo desconocido. Como decía Newton, "lo que sabemos es una gota de agua, lo que desconocemos un océano".
Eso, tan racional, nos permitirá acercarnos con mucha humildad a los misterios divinos y a la revelación. Pero sin prescindir jamás de esa inteligencia de la que Él mismo nos ha dotado. Mañana pueden ser dos o tres gotas las que logremos captar.
En el tema de hoy es ineludible distinguir lo absoluto de lo orientativo y lo esencial de lo secundario. No es lo mismo -por ejemplo- el Credo que los prolijos números del Catecismo, algunos totalmente desactualizados. Lo decía san Agustín: "En lo esencial unidad, en lo opinable libertad, y en todo caridad". El problema es que lo opinable se ha estrechado tanto que casi ha desaparecido.
Es la permanente tentación totalitaria de "integrismos y fanatismos". Y en el extremo contrario el "relativismo": Todo es opinable, cada uno ve la feria como le va en ella y se disfraza de su payaso preferido. Ambos extremos son irracionales y destructivos para un grupo que debe mantener, como mínimo, un objetivo y un camino comunes, lúcida y libremente elegidos.
Me parece que -sin quemar los mapas- deberíamos estar en humilde actitud de búsqueda, incompatible con absolutismos humanos. Ni los que vienen impuestos por "criaturas infalibles" -disfrazadas de "divinidad"-, ni los que se imponen por "dogmatismos individuales" creyéndose omniscientes. Una cosa es pensar, meditar, ORAR y compartir lo que vislumbramos. Y otra muy distinta creernos en posesión de la total y absoluta verdad.
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Solo Dios es absoluto, inmutable y omnisciente. No se nos ha concedido más que intuirle, vislumbrarle y saborearle. Es una irracionalidad irrisoria creer que lo hemos aprehendido y lo tenemos encadenado. Ni siquiera la ventana de la "revelación" nos permite abarcarle porque somos limitados y evolutivos.
Ahí están los hechos históricos (ambiciones, condenas, guerras santas e inquisición, entre otros) que nos demuestran lo lejos que estábamos del Dios revelado. Y, sin embargo, se llevaron a término sin parpadear bajo esa absoluta autoridad "delegada".
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Desde el primero al último de los católicos, desde el que tiene la misión de guiar hasta el último caminante de nuestra caravana, deberíamos llevar inscritas en el corazón estas palabras: "Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero ahora no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras" (Jn 16,12).
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¿Habremos de estar, pues, a la escucha?"¿Seremos capaces de interpretar los signos de los tiempos?" (Mt 16,3). "El que tenga oídos que oiga" (Mt 13,9).
Una de las frases de Juan Pablo II más evangélicas y fantásticas (porque no la practicamos) es: "La fe se propone no se impone". Y no se impone ni a propios ni a extraños. Hay que aceptar que cada cual ha de ser fiel a su conciencia y que todos somos limitados, los de arriba y los de abajo. Nos conviene sumar luces más que encajonar legajos.
Y lo que es de Juzgado de Guardia (de evidente anti catolicismo) es utilizar la "doctrina oficial" para golpear, herir o excluir a los que se afanan por descubrir nuevos ríos, mares o montañas que añadir a la cartografía principal.
Aunque los que contradicen (real o aparentemente) la doctrina oficial lo hicieran de mala fe, aún así no cabría ARRANCAR (imponer) sino insistir en ANUNCIAR (proponer). Lo dice el Evangelio: "¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: ¡No! No sea que, al recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega" (Mt 13,28).
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En mi mínima e intrascendente opinión, en nuestra amada Iglesia Católica sobra prepotencia y falta humildad. Sobra rigidez y falta búsqueda. Sobra apariencia y falta conversión sincera. Sobra imposición y falta anuncio. Sobran textos y faltan hechos.
Sobran protecciones amuralladas y humanas, pero falta confianza en el Espíritu que es el que en definitiva conduce, defiende y conserva nuestra Iglesia. Y, por supuesto, sobran los escandalosos "signos de poder y exaltación" de aquéllos que deberían ser ejemplo y luz para el Pueblo.
Antaño el escándalo fue excluir y condenar, incluso a la muerte física. Hoy el escándalo no es solo la separación de los cristianos (de aquellos polvos vienen estos lodos), sino la guerra abierta de unos católicos contra otros, de la pastoral contra la ortodoxia, de un Pueblo balbuciente contra una Jerarquía sorda, de la realidad contra las teorías, de la misericordia contra la ley…
Quizás, confiados en el Espíritu, deberíamos perder nuestro miedo ancestral a la libertad y la racionalidad. Y, sobre todo, deberíamos abandonar toda agresividad y empezar por "cambiar las espadas en azadas y las lanzas en podaderas" (Miq 4,3) entre nosotros mismos.
Quizás, desde la misma Jerarquía, debería promocionarse la fidelidad a la "conciencia profunda" donde actúa el Espíritu. ¿No es eso lo que nos recomienda Juan? "La unción que de Él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas -y es verdadera y no mentirosa- según os enseñó, permaneced en Él" (1Jn 2,27).
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Todos debemos amar a nuestra Iglesia porque es el seno materno donde vamos creciendo y haciéndonos racionales y libres, es decir, humanos. Nadie muerde a la madre que le da vida.
Pero nuestros responsables -alejados de absolutismos, personalismos y ostentaciones- deberían confesar humildemente de ellos mismos lo que Juan decía del Bautista: "No era él la luz, sino testigo de la luz. Existía la Luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumina a todo hombre" (Jn 1,8).
Nada que temer. A nadie a quien atacar salvo a nuestras pasividades, inconsciencias y yerros. Y vivir como Dios nos ha hecho: racionales y libres. Cada día estoy más convencido de lo racional que es nuestro Dios amante y amado. Cada día siento con más fuerza la necesidad de liberarme de tantos pesos materiales para acercarme y disfrutarle.
Ya no sirve lo de: "El Jefe siempre tiene razón, porque lo dice el Jefe". Ese es un argumento pagano, irracional y caduco. Que cada uno busque sus razones, sus manantiales y los sabios mapas de los caminos que quiere recorrer. Que cada cual, a su manera, comparta luces y pan. Y, en todos, reine la Paz.
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P.D. Os anuncio para más adelante otra meditación: "Evangelizar es contrario a someter" en la que intentaré insistir en cuestiones paralelas.
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¿En qué Dios crees?
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¿A quién oras?
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¿Por qué crees?
¿Porque te lo han dicho o porque has identificado el lenguaje de tu corazón?
Precisamente ahí nacen las certezas y las evidencias.
¿Tu fe es de papel o de sólida roca?
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Hace poco tiempo publiqué aquí un artículo de Mariá Moreno, un humanista que trabaja por la transformación personal y social.
Ahora ha publicado, en versión digital, una magnífica novela: "Un lugar para morir, un lugar para nacer"
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http://www.literanda.com/librerias/autor/narrativa-contemporanea/moreno-maria/109-un-lugar-para-morir-un-lugar-para-nacer
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