El 'hermano del desierto' quiso que su vida fuera un reflejo de la de Jesús Nazaret, palabra clave en la canonización de Carlos de Foucauld
Mi pensamiento de vida: imitar la vida oculta de nuestro Señor en Nazaret lo más perfectamente posible, como nuestro querido san Francisco imitó su vida apostólica
Toda nuestra vida, por muda que sea, la vida de Nazaret, la vida del desierto, tanto como la vida pública, deben ser una predicación del Evangelio por el ejemplo; toda nuestra existencia, todo nuestro ser, debe gritar el Evangelio sobre los tejados; toda nuestra persona debe respirar Jesús, todos nuestros actos, toda nuestra vida debe gritar que nosotros somos de Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica; todo nuestro ser debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo que grita a Jesús, que hace ver a Jesús, que brilla como una imagen de Jesús
Algunas almas reunidas para llevar la vida de Nazaret, viviendo de su trabajo como la Sagrada Familia, practicando las virtudes de Nazaret contemplando a Jesús, pequeña familia, pequeño hogar monástico muy pequeño, muy sencillo, no benedictino
Algunas almas reunidas para llevar la vida de Nazaret, viviendo de su trabajo como la Sagrada Familia, practicando las virtudes de Nazaret contemplando a Jesús, pequeña familia, pequeño hogar monástico muy pequeño, muy sencillo, no benedictino
Si de alguna manera tuviésemos que señalar con una palabra lo que distingue y caracteriza a Carlos de Foucauld y los seguidores de su carisma, la palabra señalada sería, sin duda, NAZARET.
Carlos de Foucauld se encuentra por decisión propia en la Trapa de Akbés, cerca de Alejandría, en la actual Turquía, fundada en 1881 y destruida por los turcos en 1920, poco después del genocidio armenio. En septiembre de 1893 escribe al padre Huvelin, su director espiritual, sumido en una grave crisis. Pero Huvelin no le responderá hasta principios de enero. Es fácil imaginar la soledad en la que se encuentra Foucauld, pero sin perder la paz interior. Extraemos de su carta:
Esta vida sencilla de Nazaret que yo venía buscando, y a la que estoy muy lejos de haber renunciado... ¿No habría medio de formar una pequeña congregación para llevar esa vida, para vivir únicamente del trabajo de las propias manos, como hacía Nuestro Señor, que no vivía de colectas, ni de regalos, ni del trabajo de obreros forasteros a los que se contentara con dirigir? No se podría encontrar algunas almas para seguir a Nuestro Señor en esto, para seguirle viviendo todos sus consejos, renunciando absolutamente a toda propiedad, tanto colectiva como individual, y prohibiéndose, en consecuencia, todo lo que Nuestro Señor prohíbe, cualquier proceso, litigio, reclamación, haciendo de la limosna un deber absoluto, dando un vestido si se tienen dos, dando de comer cuando se tiene a los que no tienen, ¿sin guardar nada para el día siguiente...?
Todos los ejemplos de su vida oculta, todos los consejos salidos de Su boca... una vida de trabajo y de oración, no dos clases de religiosos como en el Císter, sino una sola como quería San Benito... sin la complicada liturgia de San Benito, sino larga oración, rosario, Santa Misa; nuestra liturgia cierra la puerta de nuestros conventos a los Árabes, Turcos, Armenios, etc., que son buenos católicos pero no saben una palabra de nuestras lenguas, y yo querría ver estos pequeños nidos de vida ferviente y laboriosa, reproduciendo la de Nuestro Señor, establecidos bajo su protección, guardados por María y José, cerca de todas estas misiones de Oriente tan aisladas, para ofrecer un refugio a las almas de la gente de este país, a las que Dios llama a servirle y a amarle únicamente...Es esto un sueño, señor cura, es una ilusión del demonio o es un pensamiento o una invitación de Dios?
Si supiese que viene de Dios, inmediatamente, mejor hoy que mañana, daría los pasos necesarios para entrar por ese camino... Cuando pienso en ello, me parece perfecto: seguir el ejemplo y los consejos de Nuestro Señor, sólo puede ser excelente... Y además, es lo que he buscado siempre; solamente para encontrar esto entré en la Trapa; no es una vocación nueva. Si tal agrupación de almas hubiese existido hace algunos años, Vd. sabe que es allí donde yo hubiera corrido directamente. Puesto que no existe, ni existe nada que se le aproxime, ni que la sustituya, ¿no hay que intentar formarla? Y hacerlo con el deseo de ver cómo se extiende por los países musulmanes y por los demás. Lo repito: cuando veo el objeto, me parece perfecto. Pero cuando miro el sujeto al que le ha venido este pensamiento, y de forma tan candente... El sujeto, este pecador, este ser débil y miserable que Vd. conoce, no veo en él la materia de la que Dios se sirve de ordinario para hacer cosas buenas. Para hacer buenas obras emplea buenos materiales. Verdad es que, una vez comenzado, si el pensamiento viene de Dios, Él dará el crecimiento y hará que vengan pronto almas capaces de ser las primeras piedras de Su casa, almas ante las cuales me quedaré como es normal en la nada, que es mi sitio. Hay otra cosa que me anima a emprender una obra tan poco a propósito para un pecador y para mis miserias, y es que Nuestro Señor ha dicho que cuando se ha pecado mucho, hay que amar mucho... Ahí está eso, señor cura, piensa Vd. que viene de Dios? (Carta al P. Huvelin. Trapa de Akbés, 22 septiembre 1893).
En diciembre de este mismo año define con claridad su vocación a su prima la Sra. de Bondy: «Tu sabes mi pensamiento de vida: imitar la vida oculta de nuestro Señor en Nazaret lo más perfectamente posible, como nuestro querido san Francisco imitó su vida apostólica» (26 de diciembre de 1893). Entre 1894 a 1896 Foucauld pasa tres años crucificantes. Quiere vivir la vida a la que se siente llamado. Nazaret se convierte en una llamada lacerante y todo le habla de Nazaret. Un día, a comienzos de abril de 1894 se le envía a una pobre choza de una aldea vecina para velar a un muerto. Y en su interior exclama, como se lo indica a su prima: «Que diferencia entre esta casa y nuestras habitaciones! suspiro por Nazaret!» (10 de abril de 1894).
Ya en Nazaret, como recadero de las hermanas clarisas, en sus meditaciones afirma lo que muchos consideran un texto clave de la espiritualidad foucouldiana: «Toda nuestra vida, por muda que sea, la vida de Nazaret, la vida del desierto, tanto como la vida pública, deben ser una predicación del Evangelio por el ejemplo; toda nuestra existencia, todo nuestro ser, debe gritar el Evangelio sobre los tejados; toda nuestra persona debe respirar Jesús, todos nuestros actos, toda nuestra vida debe gritar que nosotros somos de Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica; todo nuestro ser debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo que grita a Jesús, que hace ver a Jesús, que brilla como una imagen de Jesús» (Meditaciones sobre los santos Evangelios, Nazaret, 1897). Y en una carta al padre Huvelin escrita desde Jerusalén escrita el 22 de octubre de 1898, Foucauld le dice:
Cuanto más rebusco en mi alma, más encuentro sólo una voluntad: la de hacer lo que Dios quiera de mí, sea lo que sea, lo que más Le agrade, lo que mejor Le glorifique, aquello en lo que haya más amor, lo que me lleve a amarle más... Glorificarle lo más que pueda, y para eso amarle lo más que pueda, y hacer lo que me lleve a ello. Lo que yo sueño en secreto, sin confesármelo a mí mismo, sin permitírmelo, y rechazando ese sueño, que vuelve constantemente, y que se lo digo a Vd. porque es necesario que conozca los últimos fondos de mi alma, lo que sueño involuntariamente, es una cosa muy sencilla y poco numerosa, parecida a las primeras comunidades muy sencillas de los primeros tiempos de la Iglesia... Algunas almas reunidas para llevar la vida de Nazaret, viviendo de su trabajo como la Sagrada Familia, practicando las virtudes de Nazaret contemplando a Jesús, pequeña familia, pequeño hogar monástico muy pequeño, muy sencillo, no benedictino. Me encuentro deliciosamente bien, como pequeño obrero oculto a la sombra de santa Clara; tengo perfectamente, maravillosamente, lo que había buscado; tengo la vida de N.S. en Nazaret; y me quedaré así dichoso hasta la muerte, a no ser que la voluntad de Dios sea que cambie. Si la voluntad de Dios me quiere capellán de las Madres, estoy dispuesto a obedecer y a quedarme allí hasta la muerte, si Él quiere: creo que con eso no dejaré de imitarle, será conservar Su divina pobreza, y cambiar el abajamiento del obrero de Nazaret por las tribulaciones y la cruz del obrero evangélico; ¡habrá menos soledad, pero más obras de caridad! Si Nuestro Señor quiere enviarme más tarde algunas almas para vivir la vida de Nazaret en alguno de estos desiertos de Tierra Santa antaño recorridos y evangelizados por Él, en la contemplación, el trabajo, la hospitalidad, la caridad, la sencillez de los tiempos primitivos: estoy dispuesto a obedecer; la imitación de Nuestro Señor seguirá igual; las cruces y las contradicciones reemplazarán, como pasó con Él, la oscuridad del obrero; el retiro será menor, los actos de caridad crecerán. Estoy en manos de Vd., queriendo sólo una cosa, glorificar todo lo que pueda a nuestro Amado Jesús.
En el retiro de diaconado realizado en la Trapa de Ntra. Sra. de la Nieves, el 15 de marzo se pregunta que es lo que agrada que yo haga. Y esta es su respuesta:
Aquello en lo que el amor es mayor. El mayor amor consiste en la imitación más perfecta. La más perfecta imitación consiste en imitar perfectamente a Jesús en uno de los tres modos de vida de que nos dió ejemplo: predicación, desierto, Nazaret. Ciertamente, yo no estoy llamado a la predicación, mi alma no se siente capaz de ello; ni al desierto, mi cuerpo no puede vivir sin comer: por tanto, yo estoy llamado a la vida de Nazaret (de la que mi cuerpo y alma son capaces, y a la que me siento atraído). )Dónde encontraré la imitación más perfecta de la vida de Nazaret? En los Hermanitos del Sagrado Corazón de Jesús, y no en otra parte... En ningún otro instituto se da esa pobreza, abajamiento, penitencia, retiro, sencillez, esa adoración perpetua a Jesús expuesto... En una vida totalmente solitaria, con muy pocos compañeros, faltaría la adoración perpetua de Jesús... En una vida al alcance de una comunidad, aprovechando la custodia, faltaría el retiro. En los Hermanitos del Sagrado Corazón del Sagrado Corazón se encuentra todo lo que pide el mayor amor: imitación (hay esfuerzo para imitar a Jesús en todo) obediencia, (esfuerzo para conformarse en todo a los preceptos y consejos de Jesús), contemplación (clausura, recogimiento, rezo, oración); sacrificio (mortificación habitual, y si Dios quiere, martirio), glorificación de Dios (para la propia santificación y la de todos los hombres, se hacen todas las obras compatibles con la vida de Nazaret, todas las que Jesús hizo en Nazaret durante esos treinta años, en los que tanto glorificó a Dios). )Hay otras almas, además de la mía, llamadas a la vida de los Hermanitos del Sagrada Corazón? Sí: todas las que están llamadas a la perfección, al mayor amor, a "seguir" a Jesús, sin ser llamadas a la predicación, ni al desierto, son llamados como yo y por las mismas razones. Así pues, debo hacer todos los esfuerzos por vivir esta vida de Hermanitos del Sagrado Corazón con otras almas eso es "lo que más agrada a Dios, que yo haga.
El 23 de junio de 1901 escribe a su amigo Henry de Castries su proyecto de Fraternidad en la fontera marroquí:
Con esta finalidad, para hacer en favor de estos desgraciados lo que quisiéramos que se hiciera por nosotros, si estuviéramos en su lugar, querríamos fundar en la frontera marroquí, no una Trapa, no un gran y rico monasterio, no una explotación agrícola, sino una especie de ermita humilde y pequeña, donde algunos monjes pudieran vivir de algunas frutas y un poco de mijo, recolectados por sus manos, en estricta clausura, penitencia y adoración del Santísimo Sacramento, sin salir de su claustro, sin predicar, sino ofreciendo hospitalidad a todo el que llegara, bueno o malo, amigo o enemigo, musulmán o cristiano. Es la evangelización no por la palabra, sino por la presencia del Santísimo Sacramento, la ofrenda del divino sacrificio, la oración, la penitencia, la práctica de las virtudes evangélicas, la caridad, una caridad fraternal y universal, compartiendo hasta el último bocado de pan con cualquier pobre, con cualquier huésped, con cualquier desconocido que se presentara, y recibiendo a cualquier humano como a un hermano bienamado.
Ya establecido en Beni Abbés, oasis argelino junto a la frontera marroquí, en el Reglamento de los Hermanos Foucauld el año 1902 escribe:
Vemos en todo huésped, pobre, enfermo, que llegue a nosotros, un ser sagrado, un ser en el que vive Jesús, una cosa indeciblemente santa, por grande que sea la corteza de pecado y de mal que pueda envolver a estas pobres almas... "salvar lo que estaba perdido", "por ellas ha venido el médico divino, no por los sanos". Uno de los medios más eficaces de hacer el bien a las almas de los pecadores, de los enemigos, de los infieles es aliviarlos, consolarlos, ser tiernos, bienhechores, buenos, fraternos para con ellos, ablandando sus corazones por el fuego de nuestra caridad, preparándolos a amar a Jesús, haciéndoles estimar a sus servidores: La Fraternidad es el tejado del Buen Pastor. No tenemos catequesis ni escuela con los niños: no nos dedicamos a la educación ni a la enseñanza de niños ni de jóvenes, nos preocupamos de los niños abandonados o semiabandonados de los alrededores, de todos los que no reciben moral, ni espiritual ni materialmente los cuidados necesarios, y después de tenerlos el tiempo necesario como huéspedes de la Fraternidad, procuraremos su admisión en orfanatos religiosos. Los viejos abandonados, los enfermos crónicos y los que no reciben cuidados, los acogeremos y cuidaremos en nuestra casa como huéspedes, hasta que puedan ser enviados a hospicios religiosos.
Estando en ruta entre Tinef y Tit, Foucauld en su Diario, el 17 de mayo de 1904, se pregunta como situarse en el pais tuareg, y esta es su respuesta:
Silenciosamente, discretamente como Jesús en Nazaret, oscuramente, como Él "pasar por la tierra sin darse a notar, como un viajero en la noche", "aquae Salvatoris vadunt cum silentio", pobremente, laboriosamente, humildemente, suavemente, haciendo el bien como Él. "Transiens bene faciendo", desarmado y mudo ante la injusticia como Él; dejándome como el Cordero divino, esquilar e inmolar sin resistir, ni hablar, imitando en todo a Jesús en Nazaret y a Jesús en la Cruz, y en caso de duda sobre la manera de conducirme y de seguir el Reglamento de los Hermanitos del Sagrado Corazón, conformarme siempre con la conducta de Jesús en Nazaret, y de Jesús en la Cruz, porque el primer deber de los Hermanitos del Sagrado Corazón y el mío, el primer artículo de su vocación y de la mía, de su Reglamento y del mío, lo que para ellos y para mí está escrito por Dios, in capite libri, es imitar a Jesús en su vida de Nazaret, y llegada la hora, imitarlo en su Camino de la Cruz y su muerte.
Quomodo? Sobre todo, amorosamente, mirando, contemplando sin cesar al muy querido Jesús, durante la tarea cotidiana, velando por la noche, en la adoración de la divina Hostia y en la oración, dando siempre a lo espiritual el primer lugar, imitando a Jesús en Nazaret, en su amor a Dios, más desmedidamente que en todo lo demás. Y dejando fluir, irradiar, ese gran amor de Dios y de Jesús a todos los hombres por los que Cristo ha muerto; rescatados a gran precio, amándolos como Él los ha amado, y haciendo para ello cuanto me sea posible, todo lo que Él hacía en Nazaret para salvar las almas, para santificarlas, para consolar, aliviar, en Él, por Él, como Él, para Él.
Y en una carta al padre Caron, superior del Seminario Menor de Versalles, del 8 de abril de 1905, escrita desde Beni Abbés, le explica su evolución espiritual hasta el momento en que se encuentra:
Soy un viejo pecador que desde el día siguiente a su conversión, hace veinte años, fue atraído poderosamente por Jesús para llevar Su vida de Nazaret. Desde entonces, me esfuerzo por imitarlo ‑muy miserablemente, por desgracia‑. He pasado varios años en ese querido y bendito Nazaret, como criado y sacristán del convento de las Clarisas. Sólo dejé ese bendito lugar para recibir, hace cinco años, las Sagradas Órdenes. Como sacerdote libre la diócesis de Viviers, mis últimos retiros ante el diaconado y el sacerdocio me han hecho ver que esta vida de Nazaret, mi vocación, había que llevarla no en mi tan querida Tierra Santa, sino entre las almas más enfermas, las ovejas más abandonadas. Este banquete divino, del que soy ministro, había que ofrecerlo no a los hermanos, a los parientes, a los vecinos ricos, sino a los cojos, a los ciegos, a las almas más abandonadas, por falta de sacerdotes. En mi juventud, yo había recorrido Argelia y Marruecos: en el interior de Marruecos, del tamaño de Francia, con diez millones de habitantes, ni un solo sacerdote; en el Sahara argelino, tan grande como siete u ocho veces Francia, y más poblado de lo que se creía en otro tiempo, una docena de misioneros. Como ningún pueblo me parecía más abandonado que estos, solicité y obtuve del Rvmo. P. Prefecto Apostólico del Sahara el permiso para establecerme en el Sahara argelino, para llevar allí, en soledad, clausura y silencio, con el trabajo de mis manos y en santa pobreza, solo o con algunos sacerdotes o laicos hermanos en Jesús, una vida tan semejante como fuese posible a la vida oculta del amado Jesús en Nazaret. Hace tres años y medio me establecí en Beni‑Abbés, en el Sahara argelino, en la frontera misma de Marruecos, intentando, tibia y miserablemente, llevar esa bendita vida de Nazaret. Hasta el presente estoy solo, "el grano de trigo que no muere, se queda solo". Ruegue a Jesús para que yo muera a todo lo que no es Él y Su voluntad. Mi clausura es un vallecillo, del que no salgo más que cuando un deber imperioso de caridad me obliga ‑a falta de otro sacerdote (el más próximo queda a 400 kms. al norte)‑ a llevar a Jesús a algún lugar. Así, en 1904 me ví obligado a viajar mucho tiempo. Y aquí me tiene ahora, de regreso en mi clausura, al pie del divino Sagrario, para llevar, bajo los ojos del Amado, una vida tan semejante a la de la divina casa de Nazaret como lo permita la miseria de mi corazón.
Finalmente, en su Diario, en ruta el 22 de julio de 1905 Foucauld concluye que la vida de Nazaret se puede vivir en todas partes, en el lugar más útil para el prójimo:
Ama, obedece, imita, vive de fe, de esperanza, de caridad. Ama a Jesús, obedécele, imítale. La obediencia te pondrá en las situaciones que Él te quiere: imítale allí. Cuando Su voluntad no te muestre claramente un cambio de situación, sigue en el statu quo. En todos los casos, imítale. Fuera de su imitación no hay perfección: y tú, muy especialmente, Su imitación es tu vocación, tu deber, tu obligación todos los momentos de tu vida. Su imitación se ha puesto para ti en todo tiempo a la cabeza de todas tus elecciones, en todos tus retiros, in capite libri, está a la cabeza de tu vida, es la directriz de tu vida. Jesús te ha establecido para siempre en la vida de Nazaret: la vida de misión y de soledad, para ti como para Él no son más que excepciones. Practícalas cada vez que Su voluntad lo indique claramente. Cuando no sea indicado, vuelve a la vida de Nazaret. Desea el establecimiento de los Hermanitos y Hermanitas del Sagrado Corazón de Jesús. Sigue su Reglamento como se sigue un directorio, sin hacerte de él un deber estricto. Ya estés solo, ya estés con algunos hermanos, hasta que haya posibilidad real de llevar perfectamente la vida de los Hermanitos y Hermanitas en un Nazaret con clausura, toma como objetivo la vida de Nazaret, en todo y por todo con su sencillez y su amplitud, sirviéndote del reglamento sólo como directorio que te ayude en ciertas cosas a entrar en la vida de Nazaret (por ejemplo, hasta que los Hermanitos y Hermanitas estén debidamente establecidos, nada de hábito ‑como Jesús en Nazaret‑, nada de clausura ‑como Jesús en Nazaret‑, nada de vivir lejos de todo lugar habitado, sino cerca de un pueblo ‑como Jesús en Nazaret‑, no menos de ocho horas de trabajo al día (manual o de otra forma, manual mientras sea posible) ‑como Jesús en Nazaret‑, ni grandes terrenos ni grandes construcciones, ni grandes gastos ni siquiera generosas limosnas, sino extrema pobreza en todo ‑como Jesús en Nazaret. En una palabra: en todo, Jesús en Nazaret. Sírvete del reglamento de los Hermanitos para ayudarte a llevar esta vida, como un libro piadoso; y apártate de él resueltamente para todo lo que no sea imitación perfecta de esta vida. No intentes organizar, prepara el establecimiento de los Hermanitos y Hermanitas del Sagrado Corazón de Jesús: solo, vive como si hubieras de quedarte siempre solo; si sois dos, tres, algunos, vive como si nunca hubierais de ser más numerosos. Reza como Jesús, tanto como Jesús, dejando siempre, como Él, un espacio muy grande para la oración. También como Él, hazle mucho sitio al trabajo manual, que no es un tiempo sustraído a la oración, sino un tiempo regalado a la oración: el tiempo de trabajo manual es un tiempo de oración. La vida de Nazaret puede llevarse en todas partes: hazlo en el lugar más útil para el prójimo.
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