“Oh Tú, cuya llamada precede al primero de nuestros movimientos,
concédeme, Dios mío, el deseo de desear ser,
a fin de que por esta divina sed misma que me has dado,
se abra en mí ampliamente el acceso a las grandes fuentes.
El gusto sagrado del ser,
esta energía primordial, este primero de nuestros puntos de apoyo,
no me lo quites, Dios mío: “Confírmame con tu espíritu.”
Y Tú, además,
Tú, cuya sabiduría amante me forma a partir de todas las fuerzas
y de todos los azares de la Tierra,
permíteme que esboce un gesto cuya eficacia plena
se me aparezca frente a las fuerzas de disminución y de muerte;
haz que tras haber deseado, crea, crea ardientemente,
crea en tu presencia activa sobre todas las cosas.
Gracias a Ti, esta espera y esta fe están ya llenas de virtud operante.
Pero cómo podré testimoniarte y probarme a mí mismo,
mediante un esfuerzo exterior,
que no soy de los que dicen tan sólo a flor de labios: “¡Señor, Señor!”
Colaboraré en tu acción previsora, y lo haré de modo doble.
Primero, responderé a tu inspiración profunda que me ordena existir,
teniendo cuidado de nunca ahogar, ni desviar,
ni desperdiciar mi fuerza de amar y de hacer.
Y luego, a tu Providencia envolvente,
que me indica en todo instante,
por los acontecimientos del día, el paso siguiente que he de dar,
el escalón que he de subir a esta Providencia
me uniré mediante el cuidado de no perder ocasión alguna
dé subir “hacia el espíritu”.
Teilhard de Chardin, El Medio Divino, http://www.bibliotecaespiritual.com/pdf, 22.