Actualidad de la vida monástica
Es la época feudal, una época dura, cuando la necesidad de una subsistencia económica, lleva a vivir en dependencia del señor feudal. Se trabajaban las tierras del señor feudal por parte de familias enteras. El señor exigía sus “diezmos”, o impuestos sobre las cosechas. La presión sobre quienes trabajan la tierra irá aumentando, a la vez que también irá en aumento el contenido de las arcas de los señores feudales, sean laicos o clérigos. En nuestra época, sigue habiendo señores feudales muy poderosos.
Con el tiempo va creciendo esta vinculación económica y social en una vía abusiva e injusta para con los siervos de la gleba. Hoy, también hay lugar para abusos e injusticias muy fuertes.
Son condiciones duras que se hacen más llevaderas en esa época, debido a las dificultades económicas y sociales, así como a las convicciones sobre la fe y la moral que dominaban. Dominaba la idea de que cada individuo ya tenía asignado su puesto en este mundo, desde toda la eternidad. En este momento de nuestra historia afortunadamente no existen esas convicciones, la persona es más consciente de su dignidad humana, y de sus derechos.
En la Baja Edad Media se vive la fe religiosa bajo el signo elemental del temor. Se busca estar a salvo de poderes o fuerzas que ponían en peligro la existencia. Hoy no se vive con aquel temor, pero falta una conciencia más clara del verdadero corazón de Dios.
El monje vendrá a constituirse en mediador de esos poderes invisibles, fomentando la acción litúrgica. El monasterio se convierte en el lugar de las fiestas sagradas, como una transposición de las fiestas mundanas en los castillos feudales. El monasterio viene a constituirse como asilo protector de vivos y muertos. Hoy el monje no es mediador de fuerzas invisibles, se busca realizar una liturgia sencilla y bella que ayude a penetrar en el misterio de Dios que nos exige como contrapartida una vida fraterna en este mundo.
El monasterio de Cluny instituyó la fiesta de Fieles Difuntos y de la Transfiguración. El monasterio vendrá a ser como un anticipo de la Jerusalén celestial. Como consecuencia se constituirá en un centro de atracción de ricos y pobres. Aumentan sus riquezas, Atraen a las masas.
El monasterio viene ser un signo del triunfo escatológico, un anticipo de la Jerusalén celestial. Esto lleva a adoptar actitudes de grandeza. Las comunidades no ven incompatibles la bondad, la generosidad y la belleza con la pobreza y la austeridad. Se irá espiritualizando y desequilibrando el ritmo de la vida monástica. El ayuno, la humildad, la pobreza, la austeridad…se van espiritualizando.
Así, ante la extrañeza de Pedro Damián al ver la abundancia y variedad de platos en el refectorio de Cluny, el abad Hugo le explica que es necesario para soportar el peso de un oficio religioso ininterrumpido.
Hoy podemos vivir en edificios de gran belleza arquitectónica, pero se nos pide a los monjes ser grandes en la sencillez y la acogida.
Llegará el siglo XI, y con él comienza un gran viraje:
Surgen nuevas experiencias monásticas eremíticas y cenobíticas. Hay un retorno al ideal de los Padres del Desierto, un compromiso más efectivo con la pobreza y la perfección personales; hacia una oración más encarnada, una vivencia más descentralizada. Se despierta una nueva sensibilidad. Aparecen personajes carismáticos. Entre esto los Padres Fundadores de Cister. Una nueva sensibilidad aún en medio de unas referencias sociales religiosas no muy halagüeñas: el fenómeno de las cruzadas, enfrentamientos entre el papado y el imperio; simonía y tráfico de bienes eclesiásticos
El monaquismo va a traer luz y esperanza a aquella sociedad. El influjo económico y social en Europa va a ser fuertemente destacado. Un protagonismo también en el aspecto de la reflexión teológica. Y que permanecerá hasta que llegan nuevas órdenes religiosas, con el desarrollo de las ciudades y las universidades, que dan lugar a un nuevo servicio pastoral, llevado a cabo por las Ordenes Mendicantes.
Nos encontramos ahora con nuevo escenario en este siglo XXI, en una sociedad donde se están perdiendo, o están perdidos, una serie de valores humanos y religiosos, que dieron consistencia a la sociedad en el pasado medieval. Y yo creo que la vida monástica debe tener un testimonio y una palabra de luz para el mundo de hoy. Es algo que expresaba hace ya 50 años el contemplativo Tomás Merton:
Deberíamos ser capaces de asegurar al mundo en su tensión entre el pensamiento y la existencia, que estamos por la existencia y no por la abstracción.
Gran parte de la vida monástica y de la espiritualidad contemporánea no es necesariamente abstracta, pero a menudo es una conducta artificial y unas formas rituales opuestas a los hechos concretos de la existencia.
Hemos de ser capaces de asegurar al hombre moderno que Dios es la fuente y la garantía de nuestra libertad, y no un mero poder sobre nosotros que limita nuestra libertad. En el conflicto entre la ley y la libertad, Dios apuesta por la libertad. Esto puede ser una afirmación escandalosa. Pero es el Nuevo Testamento. ¿Cómo proclamaremos al mundo el Nuevo testamento?
Hay otras voces, como esta que es una voz universitaria:
Vivimos una época de radicales transformaciones sociales, económicas, culturales y antropológicas. Algunas son traumáticas para la sociedad, y que pueden comportar profundos efectos negativos sobre la diversidad cultural de la sociedad.
Es necesario asumir una prospectiva a largo término. En occidente los lugares ideales donde pueden ponerse las bases para un importante cambio cultural son los monasterios. Lugares ideales para una reflexión con plena libertad y sin condicionamientos típicos de la vida social y política ordinaria, sobre todo considerando una institución como la Iglesia. En los grandes momentos de transición de época y cultura, el monaquismo ha jugado un papel fundamental. (Así lo damos a entender en la breve presentación histórica del principio de este comentario)
Hoy existen problemas graves en nuestra sociedad: La dignidad de la persona, su dimensión trascendente y comunitaria, la relación social, la economía, la autoridad, el trabajo, la acogida…
¿Actualidad de la vida monástica? Dependerá de nosotros, los monjes y monjas.