Asuntas en cuerpo y alma en el mar de Regla "Asuntas en el mar" Las mujeres de la calle Aguilar (Chipiona)

"Asuntas en el mar"  Las mujeres de la calle Aguilar (Chipiona)
"Asuntas en el mar" Las mujeres de la calle Aguilar (Chipiona) Jose Moreno Losada

En día de la Asunción de la Virgen María a los cielos, participando de la gloria de su Hijo Resucitado, me paro en la contemplación de un grupo de mujeres mayores que cada mañana  temprano las veo llegar a la playa para adentrarse juntas en el mar celebrando la vida y el día, abrazadas al agua y al vaiven de las olas, en el cuidado de ellas mismas, de unas con otras y el cuidado de la naturaleza. Su alegra algarabía le da sentido a toda la jornada y canta la gloria a la que está llamada la creacion y la humanidad. 

“ASUNTAS EN EL MAR “

Las mujeres de la calle Aguilar de Chipiona

mujeres

Año tras año me llama la atención y me envuelve la visión alegre de un grupo de mujeres, sólo mujeres, en la playa de Chipiona, a primeras horas del día junto al santuario de Regla.

Suelo levantarme al amanecer para hacer un paseo largo por la orilla de la playa, como hace bastante gente. En el paseo contemplo la salida del sol entre las dunas, escucho el rumor del mar con el vaivén de su olas siempre con una musicalidad tan nueva como aparentemente rutinaria, siento la caricia del agua y su espuma en mis pies iluminados por el brillo del sol que comparto con la arena mojada, canto lo que siento con el alegre la mañana o con el agradecimiento del día con el salmo 8 –Señor, Dios nuestro que admirable es tu nombre en toda la tierra…-, y voy acogiendo rostros de personas caminantes y vuelo de gaviotas y pajarillos que juegan con el aire, la brisa y el mar, avistando a lo lejos buques y pequeños barcos en medio del mar, presididos por un faro de altura y belleza inusitada, todo ello en el enmarque de un santuario fundido con el color de la playa y alborotador con el toque de campanas continuo y constante. Campanas que despiertan e invitan a entrar en la jornada con la luz y con el agua de la creación cuidada y donada en la generosidad del absoluto. Andando no puedo menos que sentir que estoy en la gloria y que camino hacia ella, conducido y seducido por lo que me rodea y me pacifica en mi interior.

El marco glorioso y terreno no sería completo sin la dimensión femenina y gozosa de lo comunitario que aportan un grupo amplio de mujeres mayores. Las veo y las siento año tras año.

bicicletas
bicicletas Jose Moreno Losada

Cuando comienzo el caminar mañanero desde el santuario veo que van llegando algunas con sus bicicletas que van aparcando a pie de playa junto a la escalera que nos ayuda a pisar la arena fresca de la noche y su brisa. Al volver voy sintiendo a lo lejos la algarabía de una veintena de mujeres que entre ejercicios y risas llenan la `playa de un ambiente de gracia y alegría radical que no es comparable con otros momentos. En ellas observo detalles que me seducen y me hacen situarme en la gloria de María y en esta fiesta de la asunción que celebramos en días muy cercanos a esta estancia vacacional.

Son mujeres del pueblo, que viven día a día en el rumor de su calle, me cuentan que son las mujeres de la calle Aguilar. Se nota que su presencia y su vivir grupal no es accidental ni del momento, sino algo que forma parte de sus vidas, su sentido comunitario del vivir. Lo veo todos los años. Me informan que antes eran muchas más pero que algunas van pasando a la otra orilla, aunque las risas y la alegría, la fiesta de lo diario sigue siendo firme y fuerte estén las que estén. La gloria no lo será si no es comunitaria, sino va con premura a encontrarse con la prima, con la vecina, las veo y siento gloriosas en su sentir la comunión del grupo, en el levantarse temprano para comenzar juntas la jornada, en su modo de entrar y de salir del agua, entre las olas, en barrera para que ajustar las fuerzas y que ninguna sea sometida por la fuerza de la marea. Juntas y anudadas frente a la dificultad como si fueran un solo cuerpo.

en el agua
en el agua Jose Moreno Losada

Siento su gloria cuando al querer tomar una instantánea de ellas a lo lejos, comienzan a saltar, a saludar, a gritar con cariño proclamando su bienestar y su gozo. La playa se llena de un sonido singular y espectacular en el grito de lo femenino, en su algarabía marina y celestial. Nadie puede quedar indiferente ante su presencia y su clamor, entiendo que la seducción que me gana es la misma que gana a todos los que pasan y descubren el mar de un modo nuevo.

La veo celestiales a la vez que marinas, su modo de estar en el mar y gozarlo juntas, al comenzar la mañana es sólo de entendidos en la sencillez de la armonía, caminan en el agua, nada, se sostienen, alzan los brazos, se sumergen, levantan sus pies, hacer corros, se lanzan pelotas, y gritan sus risas fundidas con el rumor de las olas, como si carcajearan juntos el mar y ellas. La ecología integral se hace evidente y verdad total. No van a las horas de la masificación, saben estar juntas y a solas con su mar, su playa, su naturaleza, en un lenguaje que sólo ellas saben y con el que se comunican. Un lenguaje de luz y de verdad, de comunión y alegría, de presencia y cuidados, de miradas y sonrisas nunca acabadas. Yo las busco cada día y me paro a contemplarlas atisbando lo que son momentos y estados de gloria en la sencillez de lo diario, en las personas más anónimas y ocultas de la historia, en las mujeres de la calle Aguilar en Chipiona. Para mí son mujeres asuntas, como María, en la gloria del mar de la vida compartida y querida, en el gozo del vivir.

Me recuerda esta estampa viva al encuentro con una señora cuando estos días me bañaba junto al santuario. Ella se adentraba y nadaba con mucha tranquilidad, se acercaba y todos los días comentaba lo mismo: “Qué delicia, qué maravilla, el mar está hoy ideal, que aguas más limpias, frescas… cómo puede él tratarnos tan bien con lo mal que lo tratamos nosotros… que pena que lo destruyamos cuando él solo nos da beneficios y cuidados… si esto es una gloria”. Todos los días hacía esta oración de agradecimiento, yo no sé si será del grupo de las mujeres de la mañana, pero su estilo es el mimo. Yo disimuladamente me ponía cercano a ella para que siguiera catequizándome en el sentir y el caminar de la gloria.

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