Desacuerdo con los profetas de desdichas

Los medios de comunicación aportan pocos datos para el optimismo y muchos argumentos para los profetas de catástrofes. Pero ¿es esa la realidad? ¿podemos hacer otra lectura de nuestra sociedad?.

El Papa Juan XXIII expresaba su “pleno desacuerdo con los profetas de desdichas que anuncian siempre catástrofes” Y añadía “No hay razón para tener miedo; el miedo no puede provenir más que de la falta de fe”.

La pasividad de los escépticos y pusilánimes es tremendamente perniciosa. De forma voluntaria o involuntaria, pasiva o activa, nos contagian su pesimismo y nos arrastran a la inactividad; al “nada se puede hacer”; al “no hay más cera que la que arde”; al “por mucho que te empeñes todo seguirá igual”.

Pero hay gente que se rebela contra la pasividad provocada por la adormecedora justificación de que nada podemos hacer y que lo mejor es no intentarlo.

Es evidente que hay, también, muchas cosas que cuestionar y corregir. Muchas injusticias que combatir. En ese contexto de luces y sombras no podemos encerrarnos en una interpretación de la realidad catastrofista. No debemos refugiarnos en el pasado ni cambiar la esperanza por la nostalgia, buscando seguridades en actitudes fundamentalistas.

En esta situación que nos ha tocado vivir no basta con grandes afirmaciones ni con palabrería, sino que lo que verdaderamente podemos aportar es un auténtico testimonio de vida. Porque no se puede vivir sin esperanza, pero no se puede vivir solo de la esperanza. Tenemos que seguir esperando y creyendo que las cosas pueden ser de otro modo. Vivir a contracorriente si es preciso. Pasar por tontos, si no hay más remedio. Pero esperanzados y capaces de ver más allá de los rostros agrios y sarcásticos de los listos de este mundo.

En este mundo occidental, en el que creemos tener de todo, hay muchas cosas que cambiar. Pero empezando por nosotros mismos. Por revisar, con esperanza, nuestro posicionamiento y compromiso en ese mundo. Los valores que nos sustentan; nuestros compromisos; nuestro proyecto vital.

La fe del buen Papa Juan antes mencionada habría que inyectársela en vena a los pusilánimes, los escépticos, los pesimistas y los tristes. Porque con actitudes catastrofistas no vamos a resolver los problemas del mundo.
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