Hay, con frecuencia, una importante esquizofrenia entre moral individual y pública. La encontramos en los ámbito político, económico, profesional, científico, cultural e incluso de fundaciones.
Hay personas que se dicen católicas y votan o apoyan leyes contrarias a la vida.
Empresarios y ejecutivos que se dicen católicos pero que no aplican criterios de justicia y de amor al próximo en el ámbito de la empresa, más allá de lo que dictan las leyes, o que incluso burlan las leyes.
Profesores universitarios, supuestamente católicos, que no se plantean si las teorías que sostienen son coherentes con la visión cristiana del hombre y la sociedad.
Científicos incapaces de relacionar su investigación con exigencias éticas de ningún tipo, o reduciendo todo conocimiento fiable a lo que da de sí el método científico.
Escritores y artistas cuya actuación pública desdice de lo que sería de esperar por la fe que dicen profesar.
Gestores de fundaciones o de ONGs que anteponen sus intereses particulares a la toma en consideración del bien común.
Las causas de esta esquizofrenia moral tienen que ver con actitudes acomodaticias y, sobre todo, con la falta de integridad personal.