Tanda de ocho días con las Hijas de San Camilo en Lima: nada hay más parecido a hacer ejercicios que dar ejercicios Afinación

Hijas de San Camilo
Hijas de San Camilo César Caro

Necesitaba urgentemente hacer mi propio retiro: discernimiento y pensar reformas de vida. Las camilas me han ayudado sin saberlo, únicamente siendo como son. En los momentos de puntos creo que hemos conectado, se han reído botando porcentajes de su solemnidad... Pero las entrevistas personales han sido como las partituras por donde mi interior se ha ido armonizando. Gracias por mostrarme la belleza de seguir a Jesús con autenticidad y por facilitarme disponer mi corazón, ajustar mi mente y afinar mi vida.

Nada hay más parecido a hacer ejercicios como dar ejercicios. Y cuanto más sintonices y más te ayude la categoría de las personas a quienes acompañas, más completa es la experiencia y mejor responde a lo que necesitas. Entregas “modo y orden”, pero el primero que se encuentra con Dios eres tú. Algo así estoy viviendo estos días con las religiosas Hijas de San Camilo en su casa de La Molina (Lima).

Me doy cuenta de que estaba muy necesitado de descanso y de alimentarme bien. En ese sentido, acá para mí es totalmente un hotel de cinco estrellas: habitación con todas las comodidades, agua caliente, cafesito, fruta, galletas… La comida es excelente (al menos para el predicador), y apenas tengo la oportunidad de tomar espinacas, lechuga, acelgas, sopa de trigo, garbanzos, granadilla, yogur, jamón, mandarina y otras cosas que casi no hay en la selva, noto cómo todo en mi cuerpo se restaura, se recompone y se recupera. Mi mamá me ve por la pantalla y me dice “tienes el guapo subido”, y hasta oigo mi voz vibrar con otro vigor y tonalidad.

Pero el proceso de afinación personal es más crucial en lo profundo, y para eso son indispensables el silencio y la calma. Los dos primeros días de ejercicios no pongo turnos de acompañamientos, es decir conversaciones personales con las ejercitantes; eso me permite hacer mi propio retiro en el amplio espacio disponible entre puntos y puntos. Esta vez era casi una cuestión de supervivencia, precisaba urgentemente discernimiento y pensar reformas de vida. Lo he podido realizar y me siento sereno y aliviado.

Las camilas me han ayudado sin saberlo, únicamente siendo como son y dejándose llevar por las pequeñas pistas que les ofrezco, donde desde luego hay mucho de mí mismo y mi propio encuentro con Dios en los Ejercicios. Son unas mujeres sorprendentes por su radicalidad, su delicadeza prudente, su fidelidad a prueba de bomba, su carisma recio. Detrás de esos impactantes hábitos blancos con la cruz roja en el pecho (y peor con la mascarilla) se esconden océanos de candor y ternura, sus armas para tratar con los enfermos, los moribundos y los contagiosos, ahí es nada.

En los momentos de puntos creo que hemos conectado, se han reído botando porcentajes de su solemnidad, han aceptado con apertura algo distinto a lo que suelen proponerles (eso me han dicho). Me extraña que todavía siga acá y no me hayan despedido después de algunas ideas medio rompedoras y de quitar las laudes y las vísperas… claro que colocar la hora de exposición del Santísimo me da crédito, jeje. En la Eucaristía hacen el esfuerzo de salir a compartir algo de lo que han vivido, y a todos se nos llenan los ojos de luz.

Curiosamente, los ratos de entrevista personal son como las partituras por donde mi interior se va armonizando. Cuando las hermanas se expresan con libertad, me confían sus mociones y me narran sus caminos y encrucijadas, aflora lo mejor de mí, la voluntad de “ayudar”, en lenguaje de Ignacio, equipada con el conocimiento surgido de las horas de navegación por la vida, que ya se van acumulando. Con alguna de ellas da para dos veces, y se puede plantear un pequeño proceso durante estos días. En definitiva, una maravilla de personas y de dones de Dios que yo contemplo procurando “reflectir para sacar algún provecho”. Las admiro.

Regreso después de dar un paseo por el jardín y me encuentro por arte de magia el termo relleno, ciruelas frescas y la reserva de botellas de agua repuesta. Intentan en todo momento que esté confortable pero con discreción y suavidad, y yo trabajo para dejarme cuidar superando el roche

Se me ocurre que, ahora que nos acercamos al final de la tanda y ya las conozco, es cuando mejor estaría en condiciones de preparar algo verdaderamente valioso que les aportase… Cada vez que escucho un “gracias” de alguna de ellas, al toque me brota a modo de réplica una gratitud gemela y mayor. Menos mal que he venido, gracias por mostrarme la belleza de seguir a Jesús con autenticidad y por facilitarme disponer mi corazón, ajustar mi mente y afinar mi vida.

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