Inauguración del nuevo salón parroquial de Islandia, río Yavarí (Perú) Un sueño compartido, trabajado y cumplido
“Este local es de ustedes”, he dicho a la concurrencia tras el brindis, y es muy cierto. Los misioneros todos pasamos, quienes dan continuidad son los laicos, el pueblo menudo, los netos de Islandia. A ellos les toca cuidar y mantener este recinto, y animarlo, que sea un pulmón de vida para toda la zona. Acá tienen lugar muchas reuniones (catequesis, taller de mujeres, pastoral juvenil…) y es donde se alojan los agentes de pastoral cuando hay encuentros de formación. Esta edificación es símbolo de la permanencia y solidez de la presencia eclesial.
¡Ya tenemos el nuevo salón parroquial de Islandia! Gracias de todo corazón a quienes nos han ayudado: Fondo de Solidaridad de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, Fondo Nueva Evangelización de la Conferencia Episcopal Española, Misión América ONG, Asociación Mensajeros de la Paz, ACN Ayuda a la Iglesia Necesitada, Hermandad de la Virgen del Valle (Valencia del Ventoso), parroquias de Cristo Rey y San José (Mérida), Cáritas Los Milagros (Mérida), parroquias de Calamonte, Burguillos, La Zarza y Alange, brasileros amigos de las hermanas de Islandia, pueblo de Ipirá (Brasil).
Por fin llegó el día en que se ha podido bendecir e inaugurar oficialmente esta sala de usos múltiples para la misión del Yavarí, con sede en Islandia. En un ambiente fraterno de expectación y regocijo, la comunidad se dirigió, después de la Eucaristía del domingo, a las nuevas instalaciones, que habían sido decoradas la noche anterior al más puro estilo selvático y peruano.
La hna. Dorinha Rodrigues, responsable del puesto de misión, dio la bienvenida a los asistentes congregados en la puerta del salón. El canto “Hoy Señor te damos gracias” adornó las palabras de bendición que pronuncié con emoción, pidiendo a Dios que habite este lugar, acompañe con su ternura a quienes en él convivan, y sirva para que nuestro distrito sea más humano. El agua se derramó sobre el piso como abriendo camino al pueblo que ingresaba.
Ya acomodados en el amplio ambiente, llegó el momento de los discursos. Hemos hecho memoria de los comienzos, descubriendo que, como Moisés, ninguno de los misioneros (las cinco religiosas y yo) que hace seis años llegamos a Islandia y soñamos con este espacio, estamos ya trabajando acá. Así es siempre: unos siembran, otros laboran y tal vez otros recogerán la cosecha. Paradójicamente, esta edificación es símbolo de la permanencia y solidez de la presencia eclesial.
A mí me correspondió la chamba de redactar el proyecto, obtener planos y presupuestos, rellenar formularios y patear física y virtualmente oficinas haciendo contactos, entregando solicitudes y vendiendo la idea, en España y especialmente en mi diócesis. Me invitaron a varias parroquias para contar historias de la misión y de paso pedir apoyo. Todo ello resultó una tarea tan laboriosa como reconfortante al sentir la generosidad de tanta gente que también se entusiasmó y se unió.
Luego, una vez recaudada buena parte de los fondos necesarios, llegó la pandemia y lo detuvo todo. Cuando la normalidad se reanudó, yo ya estaba en Indiana, de modo que no participé (más bien me libré) del proceso largo, arduo y fatigoso de la obra. Islandia permanece más medio año sobre el agua, por lo que este edificio fue diseñado con tremendos cimientos (“zapatas”) que lo dejen siempre parado en mitad del río. Y eso plantea desafíos a la construcción, además de las dificultades propias del transporte de los materiales hasta esta frontera.
Hemos reconocido el trabajo de la hna. Ivanês Favreto, que se marchó a finales de 2022, y de la hna. Dorinha, que tomó el testigo del liderazgo y ahora culmina este anhelo, junto a las hnas. Aparecida, Lizete y Sandra, con el Consejo de Pastoral y la gente de la comunidad cristiana. Ellos se comprometieron desde el principio y pusieron alma, vida y corazón organizando parrilladas, bingos y rifas que hicieran implicarse y participar a todos.
“Este local es de ustedes”, he dicho a la concurrencia tras el brindis, y es muy cierto. Los misioneros todos pasamos, quienes dan continuidad son los laicos, el pueblo menudo, los netos de acá. A ellos les toca cuidar y mantener este recinto, y animarlo, que sea un pulmón de vida para Islandia y toda la zona. Acá tienen lugar muchas reuniones (catequesis, taller de mujeres, pastoral juvenil…) y es donde se alojan los agentes de pastoral cuando hay encuentros de formación. Llegan de lejos y encuentran un ambiente amplio y acogedor, con cocina, baños, duchas y dos dormitorios. Y además muy bonito, bien hecho y acabado. Así lo destacábamos unos y otros mientras comíamos la torta conmemorativa.
La comunidad de Islandia, las comunidades del Yavarí y el bajo Amazonas y el Vicariato, expresamos nuestro profundo agradecimiento a todas las personas que han hecho posible esta aspiración compartiendo con sencillez y empujando en la distancia; Diosito lindo les compensará con su amor encarnado en hermosos dones de paz y alegría. Siéntanse parte de esta familia amazónica.