“Pisando la dudosa luz del día” de estos postreros días de otoño, remedando los bostezos de la luna, emulando la inextinguible canción del Eiroá que, escapando de las ásperas cumbres, va buscando el espacioso redil de las llanuras de la Limia, y burlando el ladrido desentonado de perros lejanos enterrados en el silencio, un generoso pajarillo canta en una rama su volante canción a la deslumbrante helada. ¡Villancicos de la naturaleza, loas eternas eternos!