Vedruna, docente y mujer de gran sabiduría espiritual Josep Miquel Bausset: "La hermana Joaquima vive con acción de gracias estos 75 años de servicio al Evangelio"
"La serenidad, el gozo y la bondad han sido los ejes de su larga vida"
"Ojalá que nuestro mundo sepa descubrir los valores auténticos en la discreción de vidas que a veces nos pasan desapercibidas"
La hermana Joaquima Surrallés i Calvo, religiosa vedruna de la comunidad de Manresa, acaba de celebrar 75 años de vida consagrada.
La hermana Joaquima, que nació en Terrassa en 1921, entró en la Congregación de las Carmelitas de la Caridad de Santa Joaquina de Vedruna, el 24 de febrero de 1945. Hizo la profesión temporal en Vic, el 14 de septiembre de 1947 y cinco años más tarde, en Manresa, hizo la profesión perpetua. En su larga vida dentro de la Congregación de las religiosas vedrunas, la hermana Joaquima ha servido a la Iglesia como en la docencia, como maestra, en las comunidades de Manresa, Falset, Sant Boi y Vilafranca del Penedés, dejando en todos estos lugares una huella imborrable en sus alumnos y alumnas y en sus padres, además de los maestros con los que trabajó. Hoy, llena de gozo, la hermana Joaquima vive con acción de gracias estos 75 años de servicio al Evangelio. Y es que en un mundo inestable y siempre cambiante, la hermana Joaquima nos es ejemplo de fidelidad a la vocación recibida.
Mujer de una fe profunda, alegre y sencilla, siempre atenta a las necesidades de los demás, esta religiosa vedruna ha sabido vivir las diversas etapas de su vida, adaptándose a cada circunstancia y a cada situación. Sintiéndose llena del amor de Dios y amando sinceramente a los demás, esta religiosa, ahora en la comunidad-enfermería de Manresa, “ha ganado su vida a cambio de darlo todo por amor a Cristo”, como me ha dicho la hermana Maria Trullols, coordinadora de esta comunidad.
“La luz del Señor ha iluminado, poco a poco, los espesos nubarrones de mi vida”, ha expresado la hermana Joaquima
La hermana Joaquima, servicial, humilde y mujer de una gran humanidad, no ha ahorrado ni medios ni esfuerzos para amar y dejarse amar, hasta el punto de comprender qué quiere decir darse gratuitamente a los demás. Por eso la serenidad, el gozo y la bondad han sido los ejes de su larga vida, “consciente que todo es don y todo es gracia”, como me comentaba la hermana Maria Trullols de la hermana Joaquima.
La hermana Joaquima, mujer de una gran sensibilidad y sabiduría espiritual, sabe que “el instante presente no volverá a repetirse nunca más y por eso todo el bien que pueda hacer, toda la bondad que pueda dar a una hermana de comunidad, lo tengo que hacer ahora. No he de diferirlo ni de descuidarlo, porqué no volverá a presentarse nunca más”. Sabiéndose amada profundamente por Jesús, la hermana Joaquima sabe que “cuando el amor de Dios dirige nuestras actitudes, lo transforma todo en servicio fraterno”, como lo ha vivido ella en los diversos servicios que le han sido confiados. Y es que a pesar que su camino no siempre ha sido fácil, la hermana Joaquima sabe que “la luz del Señor ha iluminado, poco a poco, los espesos nubarrones de mi vida”.
Como me decía ella misma, “los 75 años de vida consagrada los he vivido con mucha alegría por la vocación vedruna que he recibido”, y por eso la hermana Joaquima ha sido “siempre muy feliz y contenta y a la vez he vivido estos años muy agradecida” por el don de la vocación religiosa.
La hermana Joaquima, con su dulzura y su humildad, nos es como un icono del amor del Dios Trinitario, ya que con su mirada limpia y transparente, nos enseña que es posible amar de verdad, sin intereses ocultos ni subterfugios opacos. La hermana Joaquima, fiel a la vocación en estos 75 años de vida consagrada, es como el incienso que sube a la presencia del Señor y también como la levadura que hace “fértil” la masa que es la Iglesia. Hace unos días, cuando la visité, con motivo de un retiro a esta comunidad de religiosas vedrunas (casi todas ancianas y con la fragilidad de la enfermedad) la hermana Joaquima me decía, de una manera sencilla y profunda a la vez: “Ahora ya no puedo hacer nada por las hermanas, solo puedo rezar”. Su oración, la oración fecunda que esta mujer eleva al Señor, es como el perfume con el que María ungió al Señor. Su oración es la gratuidad de aquello pequeño y pobre, que es lo que realmente es tan valioso a los ojos de Dios.
El día que fui a Manresa para acompañar a estas religiosas en el retiro mensual, la hermana Maria Trullols, coordinadora de la comunidad de Manresa, me enseñó las libretas, con los apuntes (con una letra delicada y bella) de la hermana Joaquima con los que preparaba las reuniones de comunidad o sus sugerencias sobre cómo mejorar la vida de la comunidad.
Ojalá que nuestro mundo sepa descubrir los valores auténticos que nacen del Evangelio y que la hermana Joaquima, con la discreción y sencillez que ha vivido, con una vida que a veces nos pasa desapercibida. Y es que, como nos dice la hermana Joaquima, “la vida comunitaria es el confort de la unidad, si la vivimos con entrega”. Por eso la hermana Joaquima, que da gracias a Dios por estos 75 años de vida consagrada, es para toda la Iglesia testigo de vida según el Evangelio de Jesús, ya que ha encarnado en su misión, las bienaventuranzas.
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